En la entrega anterior reflexionaba sobre la incidencia de la industria estadounidense en la falta de asistencia del público mexicano a las películas nacionales. Los exhibidores también tienen un papel en ello. En general se asume que son adversos a las cintas mexicanas. Se dice que las boicotean y se hace énfasis en el primer fin de semana en taquilla. Observemos este eslabón de cerca.
Segundo eslabón: los exhibidores
Por una vez seamos justos con los exhibidores: no son monstruos sino empresarios. Además, son gente a la que le debemos horas de diversión o, mejor, de espectáculo. No me olvido de aquella época, a principios de los noventa, cuando dejamos de ir al cine por el descuido de las instalaciones, y tampoco el gusto con el que volvimos, a finales de esa década, a los multiplexes limpios, con buen sonido, butacas cómodas y dulcerías decentes. Pues bien, volvimos porque una nueva generación de empresarios comprendió que las audiencias no sólo buscábamos un espectáculo sino también un buen servicio. Total, que para obtener dinero necesitaban tener contentas a las audiencias. Siendo justos de nuevo, aceptemos que los exhibidores buscan hacer dinero y no un apostolado.
Aunque las dulcerías son la fuente de ingresos más redonda no dejan de ser un accesorio para lo que la gente quiere: ver películas que le gusten. El negocio es el espectáculo y, en cierto sentido, el mejor espectáculo lo dan las películas de Estados Unidos. A la gente le gustan, independientemente de que haya todo un sistema para favorecer que ocupen mucho espacio en la programación. Ya hablamos de él: los gringos producen y tienen mucho control sobre la distribución y la exhibición. En México —también ya lo dije—, para colmo, venden las películas en paquetes, con lo que garantizan ganancias y tiempo de exposición para películas que quizá ningún distribuidor pagaría. Y esto es necesario porque la taquilla estadounidense no basta para recuperar los gastos de producción. Los productores, con tal de garantizar su negocio, juegan este juego. Pero también es cierto que los exhibidores no sólo proyectan películas gringas, por más que nuestra cartelera esté invadida.
Entro a la página web de Cinemex y me encuentro con que hay 71 películas en exhibición.1 No voy a contar diez porque son parte del Foro de la Cineteca y, por lo tanto, corresponden a una curaduría de festival y no a la programación de la cadena. Total, que la cadena tiene 61 películas en exhibición. Para nadie será una sorpresa que la mayor parte venga de Estados Unidos (42). Pero también hay cintas del Reino Unido (4), Francia (2), Alemania (1), España (1), Rusia (1), Australia (1)(!), Turquía (1)(!), Tailandia (1)(!) y México (7).2 Hay países inesperados, sin duda. Pero si concentramos la mirada en México y Estados Unidos, observamos que el 69% de las películas programadas viene del último y 11.5% del primero.
Confieso que soy el primero en sorprenderse por los resultados. Preveía que no habría más de dos o tres películas mexicanas. Pero si los distribuidores las programan, quizá la sensación de que no hay cine mexicano en los multiplexes se deba a una percepción histórica —cuando íbamos solidarios a ver “la mexicana” solitaria— más que de una realidad en 2010.
Como sea, cineastas que me parecen respetables me han dicho que las películas mexicanas se ponen en la cartelera en horarios muy incómodos, y un crítico en quien confío me ha señalado que se llevan a cines marginales. Probaré con Daniel y Ana, el estreno “artístico” al momento de escribir este ensayo y por lo tanto el candidato a desaparecer en la primera semana. Está en 13 complejos, muchos de ellos ubicados en la zonas activas de la Ciudad de México (wtc, Altavista, Insurgentes, Polanco, Santa Fe), y en horario postoficina (de 19 funciones sólo hay 6 antes de las 19:00 hrs.). Por lo que puedo observar en línea, ninguna de las dos tesis se sostiene. Pero también he oído que los taquilleros te sugieren no entrar a la película mexicana. Eso no puedo comprobarlo a distancia, así que tengo que dejar una línea de investigación abierta. Como sea, por cómo resultaron las cosas, puedo decir que —a pesar de lo que esperaba—, al menos en principio, los dados no están cargados en contra de esta película.
Ahora bien, me encuentro con una leyenda para tres de las cintas mexicanas supuestamente programadas (2033, Amor en fin y La profecía de los justos): “No hay cines con horarios para esta película”. Lo mismo pasa con la película australiana y la tailandesa (ambas de terror). Okey, aquí hay gato encerrado. ¿Para qué anunciar películas que no están programadas? No puedo decidir si se trata de la evidente caída reciente de Cinemex, de falta de claridad elemental o de alguna otra cosa. Al segundo vistazo noto que la aparente diversidad no existe y que, en efecto, el cine nacional que se ve más afectado es el nuestro: 3 de 7 películas en realidad no estaban en ningún lado (“en ningún lado” incluye, creo, el resto del país, porque si una película está programada en Cuernavaca no hay razón para anunciar que “no hay horarios”).
Sin poder comprobar por mis medios que las películas que no juntan “x” cantidad de números vendidos el primer fin de semana salen de cartelera ni que la gente de los cines boicotee las películas mexicanas —y hubiera agradecido que me boicotearan la asistencia a Sólo Dios sabe (Carlos Bolado, 2006), por ejemplo—, lo que al menos sí hay son mensajes encontrados.
Pero más allá de la ambigüedad de los exhibidores o —en todo caso— de su animadversión al cine mexicano e, incluso, más allá del control de la industria estadounidense, ha habido y hay películas mexicanas que han tenido éxito entre las audiencias y, a veces, entre la crítica. ¿Cómo le hacen?
1 Mi consulta está basada en el índice de películas de la página de Cinemex (www.cinemex.com/cartelera/indice_peliculas.php). La efectué los días 18 y 19 de mayo de 2010. Por lo tanto, la cartelera corresponde a la semana del viernes 14 al jueves 20 de mayo.
2 Para hacer las cosas fáciles estoy contando un solo país en las coproducciones. Por ejemplo, Mongol podría haber sido rusa, kazaja o mongola pero opté por la industria más fuerte.
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