Mucho antes de conocerlo personalmente, me eran ya familiares algunos trabajos de don José Moreno de Alba en mis años de profesor novel de Lingüística Hispánica en la Universidad Autónoma de Madrid. Para entonces (segunda mitad de la década de los setenta), él acumulaba algunos años de experiencia en la investigación y en la enseñanza, mientras que yo apenas me iniciaba en ambas. Recuerdo que me interesaron especialmente los estudios que don José consagró al sistema verbal del español (en particular al tiempo, el aspecto y el modo), pero también algunos de los que dedicó a la morfología, una de las materias que yo tenía que enseñar en aquel tiempo. Años después, lo conocí personalmente en algunas de sus frecuentes visitas a España, aprovechando que teníamos amigos comunes. Pasaría mucho tiempo hasta que trabajáramos juntos en el proyecto de la Nueva gramática de la lengua española, cuya primera parte (Morfología y sintaxis) ocupó a la Asociación de Academias durante once años (1998-2009), y en la que don José desempeñó un papel sobresaliente.
Cuando el proyecto de la Nueva gramática echó a andar (Congreso de Academias de Puebla de los Ángeles, 1998), quedó muy claro que la presencia en la obra del español de América debería convertirse en uno de sus rasgos fundamentales. A diferencia de las anteriores ediciones de la gramática de la RAE, en la Nueva gramática académica no se partiría de la oposición entre español de España y español de América (este último, por lo demás, pobremente representado en aquellas obras, edición tras edición), sino de la que se establece entre el español común y el español diferencial. El objetivo era, por tanto, describir lo compartido por todos los hispanohablantes al abordar cada construcción sintáctica y cada esquema morfológico, y añadir luego lo peculiar de cada país o de cada región. Como es lógico, la diferencia podría venir de cualquier área lingüística, incluida España.
Una vez arrancó el proceso de redacción en el congreso de academias de Puebla, y se aprobaron la estructura de la obra y las características particulares del proyecto en el de Puerto Rico (2002), se creó en cada academia una Comisión de Gramática destinada a analizar, corregir, revisar y completar los primeros borradores de cada capítulo enviados desde España. Para coordinar la labor de todos estos grupos de trabajo, estudiar los problemas que surgían y aprobar a la vez los capítulos que se iban redactando, se constituyó una Comisión Interacadémica en la que estaban representadas todas las áreas lingüísticas del español. Don José estudió primero minuciosamente nuestros borradores en la Academia Mexicana, con la ayuda de la profesora Maribel Madero, y propuso numerosas enmiendas que mejoraban objetivamente los textos. Más tarde formó parte, como representante de México y Centroamérica, en la Comisión Interacadémica que coordinaría todos los trabajos.
A lo largo de los once años en los que se redactó la Nueva gramática, la Comisión Interacadémica celebró ocho reuniones, cada una de una semana, en las que se debatieron largamente todas las cuestiones que no podían resolverse previamente a través del correo electrónico. En esas reuniones, tan fructíferas como agotadoras, se analizaron escrupulosamente las observaciones enviadas por las academias, y muy especialmente aquellas propuestas que no podían ser incorporadas directamente al texto, ya que chocaban con otros fragmentos de la obra o planteaban dudas de diversa naturaleza. Algunas de esas cuestiones afectaban al análisis gramatical de los fenómenos analizados; otras, a su valoración social o a su extensión geográfica, a la estructura general de la Gramática, a la terminología empleada, a los corpus textuales, al tono de la descripción y a otras muchas cuestiones específicas que surgen en todos los proyectos colectivos de cierta envergadura.
Don José participó de forma activa y entusiasta en las ocho reuniones. En todas ellas quedó bien patente, además de su interés por este proyecto colectivo, su excelente conocimiento del español en todas sus variantes, así como de su estructura y de su historia. La Comisión Interacadémica tomó un gran número de decisiones, algunas tan difíciles como necesarias en una obra que buscaba el consenso en los juicios a la vez que la objetividad en los análisis. Recuerdo bien que las opiniones de don José, siempre ecuánimes, ponderadas y bien argumentadas, influyeron en todos los que participábamos en esa tarea colegiada, sin excluir a su principal impulsor, don Víctor García de la Concha, presidente de la Asociación de Academias, y —desde luego—, sin excluirme a mí mismo, en cuanto ponente y coordinador del proyecto.
A don José se debe también en buena medida el ambiente de colaboración que reinó entre los miembros de la Comisión en todas esas reuniones. Su buen humor y su talante conciliador facilitaron enormemente el buen entendimiento entre los representantes de todas las áreas lingüísticas. Cinco años después de celebrado el último de aquellos largos encuentros, hemos coincidido por diversas razones algunos de los que participamos en ellos, y hemos añorado esa etapa de nuestra vida en la que nos vimos involucrados en una tarea colectiva tan compleja como apasionante. Todos pusimos en ella lo mejor de nosotros, y todos reconocemos sin dudarlo el papel central que tuvo en su desarrollo la figura de don José.
Como se sabe, la Nueva gramática es solo una de las obras académicas colectivas en las que participó don José Moreno de Alba. No puedo hablar directamente de las otras (el Diccionario panhispánico de dudas y la Nueva ortografía) porque no formé parte de las comisiones que las coordinaron. Aun así, conozco a buena parte de sus miembros y sé bien que el papel que desempeñó en ellas fue igualmente determinante. Don José estaba firmemente convencido de que la Asociación de Academias habría de seguir trabajando para reforzar la unidad de la lengua española en sus aspectos básicos, pero también para analizar y dar a conocer sus variantes geográficas, históricas y sociales allí donde se habla. De hecho, nunca vio contradicción alguna entre unidad y variedad, ni siquiera cuando la valoración social (y por tanto normativa) de las opciones gramaticales y léxicas es diferente en las diversas áreas lingüísticas, y así debe reflejarlo la descripción.
Todos los hispanistas del mundo perdemos un extraordinario colega y un verdadero punto de referencia en nuestra profesión. Don José me honró con su amistad y su aprecio a lo largo de muchos años, así que yo pertenezco, además, al grupo más restringido de aquellos que, con su desaparición, pierden también a un infatigable compañero en empresas comunes, así como a un verdadero amigo. ~
___________
IGNACIO BOSQUE (Albacete, España, 1951) es doctor en Filología Hispánica y catedrático de Lengua Española de la Universidad Complutense de Madrid desde 1982, y miembro de la Real Academia Española desde 1997.