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El presente del modelo nórdico
Este País | Osvaldo Rocha | 01.08.2012 | 0 Comentarios

En medio de la Gran Recesión, los líderes económicos y políticos del mundo destacan los beneficios del modelo nórdico y consideran su adopción como una vía alterna. Algunos especialistas, sin embargo, se preguntan si el modelo resistirá los embates del capitalismo, sobre todo ante fenómenos como el envejecimiento de la población, la falta de mano de obra y las migraciones.

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Luego de que los socialdemócratas suecos solicitaran en diciembre de 2011 la patente del término modelo nórdico —conocido en sueco, noruego y danés como nordisk model—, la polémica ha atraído la atención de varios países del mundo, entre ellos, por supuesto, los demás países nórdicos. Los socialdemócratas suecos están convencidos de que la combinación del Estado de bienestar nórdico y la economía de mercado es el resultado del movimiento obrero promovido por su partido a principios del siglo XX. Por su parte, el Consejo Nórdico y el Consejo Nórdico de Ministros se han opuesto a la patente subrayando que se trata de un asunto legal.

De acuerdo con el director del Consejo Nórdico, Jan-Erik Enestam, y el secretario general del Consejo Nórdico de Ministros, Halldór Ásgrímsson, esta práctica es poco razonable y, en principio, es inapropiado que un organismo nacional tenga la patente de un nombre que ya se utiliza en un contexto mucho más amplio, esto es en todos los países nórdicos. El término modelo nórdico, como su nombre lo indica, es aplicable a todos los países nórdicos: Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia e Islandia. Entre otras cosas, este término se ha empleado en los últimos años en numerosas publicaciones y conferencias alrededor del mundo.Luego de las reformas sociales de Otto von Bismarck en Alemania, el Estado de bienestar se desarrolló de una manera particular en Escandinavia en las primeras décadas del siglo xx y se consolidó luego de la Segunda Guerra Mundial, en medio de la polarización de la Guerra Fría. Los socialdemócratas suecos fundamentaron su política esencialmente en las ideas económicas del modelo Rehn-Meidner, desarrollado dentro de la Confederación de Sindicatos Suecos (Landsorganisationen, lo), que a su vez debatió sobre el modelo del economista británico John Maynard Keynes.

La lo fue establecida en 1898 por miembros del Partido Socialdemócrata Sueco, el mismo año que la Confederación de Sindicatos de Dinamarca (lo I Danmark), vinculada al Partido Socialdemócrata de este país. En esa época, Finlandia era parte de Rusia y Noruega se encontraba bajo control de Suecia; Dinamarca, a su vez, tenía control sobre Islandia. Los cuatro pilares del modelo Rehn-Meidner definidos en 1951 eran: baja inflación, bajo desempleo, alto crecimiento e igualdad en el ingreso. Durante varias décadas, incluyendo las crisis económicas de los años setenta y ochenta, el modelo nórdico se ha caracterizado por una fuerte gestión gubernamental, impuestos elevados, sindicatos fuertes, un sistema de servicios de bienestar para todos sus ciudadanos y sectores públicos amplios.

Otro aspecto importante del modelo ha sido un alto nivel de empleo y una significativa participación femenina. Por otro lado, la carga tributaria y la distribución del ingreso ayudaron a consolidar uno de los mayores grados de igualdad social. Otro factor relevante en los países donde opera el modelo nórdico ha sido la presencia de las tasas de corrupción más bajas del mundo. El modelo nórdico de bienestar también ha sido conocido como “modelo de bienestar universal”, para distinguirlo de otros Estados de bienestar que podrían considerarse menos incluyentes. No obstante, cabe señalar que en Suecia dicho modelo ha sido llamado abiertamente “el modelo sueco” —den svenska modellen— desde hace ya bastante tiempo, por lo que la reivindicación actual de la patente no es una cuestión realmente nueva.

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Finalmente, ante las crisis sistémicas que actualmente experimentan muchas de las grandes economías capitalistas, el modelo nórdico ha cobrado mayor protagonismo y ha sido tema de debate entre los líderes políticos y económicos del mundo, como sucedió el año pasado en la reunión anual del Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, donde se discutió el éxito del modelo y su posible adaptación a otros escenarios. Las potencias capitalistas lideradas por Estados Unidos —que durante la década de los sesenta se referían a Suecia como un experimento semisocialista— se han visto obligadas a plantearse alternativas más estables sin dejar de lado el libre mercado. En realidad, no ha sido sino hasta pasada la Guerra Fría que el sociólogo británico Anthony Giddens ha llegado a proponer una revisión de la dicotomía socialismo-capitalismo, en lo que ha llamado “la tercera vía”, un enfoque con tintes socialdemócratas pero que postula una mayor responsabilidad o, dicho de otra forma, una mayor retribución por parte de los beneficiados por las políticas de bienestar.

Latinoamérica, por su parte, sigue siendo una de las zonas del mundo con mayor desigualdad económica, a pesar de sus recursos naturales. Sobra decir que todo tipo de ideología socialista ha sido contenida en los dominios de la hegemonía capitalista durante décadas, siendo incluso suplantada por dictaduras de derecha. Sin embargo, el populismo de izquierda ha llegado al poder en años recientes en varias repúblicas sudamericanas, donde la disminución de la pobreza juega un papel central en el discurso de legitimación de los gobiernos, así como un mayor control del Estado sobre sectores estratégicos. Indudablemente, la gestión eficiente de dichos recursos y la efectiva redistribución del ingreso son temas que aún están por comprobarse y consolidarse en las incipientes democracias latinoamericanas. Brasil, por ejemplo, el país con más crecimiento de la región, cuenta aún con una sociedad drásticamente marcada por la desigualdad.

Es importante recordar aquí que el modelo nórdico no es una fórmula aplicada de forma idéntica en los distintos países nórdicos. Por el contrario, autores como Pauli Kettunen y Klaus Petersen han señalado que este modelo es un concepto transnacional originado en un área con valores culturales comunes y una tradición de cooperación, rivalidad e interdependencia, y que a partir de la década de los noventa los países nórdicos parecen haber reinventado y renacionalizado el modelo, por lo que actualmente resulta ambiguo considerar un modelo nórdico único y común.

La crisis financiera de Islandia, por ejemplo, ha sido atribuida en gran medida a la falta de apego al modelo nórdico por parte del Estado islandés. La llegada del siglo XXI trajó un acercamiento al “thatcherismo”, relegando la función del Estado como supervisor del sistema financiero a una mano invisible que nada regula, y otorgando plena libertad a las especuladoras fuerzas del mercado, como ocurre en otras economías capitalistas en crisis. Sin embargo, la rápida recuperación de la crisis parece haber estado marcada por la desobediencia islandesa respecto a la ortodoxia del Fondo Monetario Internacional, lo que ha sido visto por muchos como una lucha en defensa del Estado de bienestar. No obstante, cabe señalar que la pequeña sociedad islandesa, formada por poco más de 300 mil habitantes, tiene evidentes razones para ejercer la democracia de una forma particular y difícilmente aplicable en otros países como España, donde ha tenido un gran eco la llamada Revolución islandesa.

Ahora bien, más allá del evidente éxito del modelo durante una buena parte del siglo XX y su posible trascendencia en las dinámicas globales posteriores a la Guerra Fría, hay autores que aún dudan de que sea capaz de enfrentar las graves crisis del capitalismo. Adam Przeworski opina que seguir las recomendaciones keynesianas ha sido solo un método provisional para contener los efectos destructivos del capitalismo, y que probablemente mediante estos mecanismos se ha alargado la vida del capitalismo en vez de reducirla, lo que supone una divergencia grave del verdadero socialismo. En este sentido, Przeworski rechaza de antemano “la tercera vía” propuesta por Giddens, pues su objetivo es el mantenimiento del sistema, incluso si requiere incorporar postulados sociales.

Reuters informó recientemente que Suecia presenta el mayor incremento en la desigualdad económica en más de 15 años entre las 34 naciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y señaló que la disparidad crece a un ritmo cuatro veces mayor que en Estados Unidos. Las reformas de mercado han ayudado a la economía sueca a ubicarse como una de las mejores de Europa, pero esto ha llevado a los suecos a preguntarse si la tradición del bienestar igualitario está llegando a su fin, señalaba la agencia de noticias. Cabe decir aquí que la desigualdad se ha incrementado también en otros países de la región. Por otro lado, la pobreza está presente, mayoritariamente, dentro de la población inmigrante.

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En cualquier caso, y a pesar de que se ha interrumpido la larga sucesión de gobiernos socialdemócratas en varios países nórdicos, el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas evidencia que la zona nórdica continúa gozando del nivel de vida más alto del mundo, por lo que el modelo parece haberse establecido en la idiosincrasia escandinava de forma permanente o, al menos, mientras sea actual y funcional.

Una de las mayores amenazas que el modelo enfrenta actualmente es la falta de mano de obra capaz de sostener con sus impuestos el generoso sistema de beneficios de una población nativa cada vez menos joven y menos productiva, un desequilibrio amenazante que puede percibirse en proporciones mayúsculas en Alemania. La población de origen extranjero se ha incrementado en toda la región desde la segunda mitad del siglo xx; Suecia es actualmente el país nórdico con mayor porcentaje de extranjeros, mientras que Finlandia se encuentra en el otro extremo.

En este contexto, mientras el modelo nórdico sea capaz de sobrevivir y enfrentar los retos de la economía mundial, es irrelevante insistir sobre la patente de dicho modelo, en especial si se tiene en cuenta que probablemente no existe un modelo idéntico dentro de los propios países nórdicos. Mucho más trascendental será adaptar el modelo a los diferentes contextos históricos y regionales, pues no todos pueden depender de un fondo de pensiones auxiliado por grandes reservas de petróleo, como es el caso de Noruega. Por otro lado, la implementación de políticas de atracción de inmigrantes calificados pondrá a prueba los mecanismos de integración.

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OSVALDO ROCHA es escritor y traductor. Licenciado en Estudios Internacionales por la Universidad de Guadalajara, actualmente cursa el posgrado en Filología Nórdica y Estudios Medievales en la Universidad de Islandia. Ha colaborado en publicaciones de países como Argentina, España y Singapur y es editor del blog de noticias .

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