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La reprivatización bancaria fracasada I
Este País | Da­vid Iba­rra | Ex Secretario de Hacienda | 14.12.2010 | 0 Comentarios

Da­vid Iba­rra
Ex Secretario de Hacienda.

Sin du­da, el re­tro­ce­so del au­to­ri­ta­ris­mo me­xi­ca­no, la al­ter­nan­cia en el po­der y el for­ta­le­ci­mien­to de los par­ti­dos po­lí­ti­cos, han en­san­cha­do los már­ge­nes de la crí­ti­ca pú­bli­ca. Sin em­bar­go, sub­sis­ten tra­bas en la es­fe­ra eco­nó­mi­ca que se ex­pli­can por la in­ten­si­dad del jue­go de los in­te­re­ses crea­dos y la ava­lan­cha ideo­ló­gi­ca que en­sal­za la efi­cien­cia y la ca­pa­ci­dad au­to­rre­gu­la­to­ria de los mer­ca­dos, mien­tras ven en el Es­ta­do el ori­gen de to­dos los ma­les.

Sin em­bar­go, co­mo lo ha di­cho Fran­cis­co Suá­rez, Es­ta­do y mer­ca­do, co­mo ins­ti­tu­cio­nes hu­ma­nas, son fa­li­bles, co­me­ten erro­res so­bre to­do cuan­do no con­ju­gan fuer­zas, cuan­do to­man pres­ta­das so­lu­cio­nes a los pro­ble­mas na­cio­na­les, cuan­do dan la es­pal­da a la po­bla­ción.

Ha lle­ga­do la ho­ra de liberarnos del com­ple­jo de co­lo­nia que lle­va in­va­ria­ble­men­te a va­lo­rar las ideas im­por­ta­das por en­ci­ma de las pro­pias, a ve­ces sin ra­zón su­fi­cien­te o en con­tra de los ver­da­de­ros in­te­re­ses del país.

Suá­rez Dávila cen­su­ra la na­cio­na­li­za­ción de la ban­ca por­que abrió en lo in­ter­no bre­chas po­lí­ti­cas enor­mes en­tre em­pre­sa­rios y go­bier­no y, en lo ex­ter­no, en­tre las es­tra­te­gias na­cio­na­les y los im­pe­ra­ti­vos de la li­ber­tad sin fron­te­ras de la glo­ba­li­za­ción. Pe­ro con igual ri­gor cri­ti­ca la “le­yen­da ne­gra” so­bre el ma­ne­jo de los ban­cos na­cio­na­li­za­dos cuan­do a ello se atri­bu­ye fal­sa­men­te el co­lap­so pos­te­rior del sis­te­ma ban­ca­rio. Pa­ra Suá­rez Dávila, la his­to­ria es otra. La ban­ca gu­ber­na­men­tal so­bre­lle­vó con do­nai­re la cri­sis de 1982, sin ma­yor cos­to fis­cal, sin de­jar sin ser­vi­cios a la plan­ta pro­duc­ti­va na­cio­nal, sin cau­sar la de­ba­cle sis­té­mi­ca de las ins­ti­tu­cio­nes fi­nan­cie­ras, co­mo sí ocu­rrió en 1995.

La de­sin­cor­po­ra­ción ban­ca­ria si­guió con fi­de­li­dad las re­for­mas es­truc­tu­ra­les pres­cri­tas por los pa­ra­dig­mas eco­nó­mi­cos fo­rá­neos. Ca­mi­nó jun­to con la re­for­ma des­re­gu­la­to­ria in­ter­na y ex­ter­na del sec­tor fi­nan­cie­ro has­ta de­rruir, sin reem­pla­zar con acier­to, el sis­te­ma an­te­rior de fi­nan­cia­mien­to al de­sa­rro­llo. Pron­to, de la re­pre­sión fi­nan­cie­ra —que in­du­cía y orien­ta­ba el en­ca­je le­gal— se pa­só tran­si­to­ria­men­te al li­ber­ti­na­je fi­nan­cie­ro, cuan­do en dos años (1992-1994) las ins­ti­tu­cio­nes re­pri­va­ti­za­das y las nue­vas con­ce­sio­nes ban­ca­rias otor­ga­das a dies­tra y si­nies­tra ca­si du­pli­ca­ron de gol­pe el cré­di­to al sec­tor pri­va­do, has­ta ha­cer­lo in­con­tro­la­ble.

La re­pri­va­ti­za­ción de la ban­ca, ob­ser­va el autor, fue rea­li­za­da con el más de­pu­ra­do cui­da­do ju­rí­di­co. No opi­na lo mis­mo del as­pec­to eco­nó­mi­co. En aras de cons­truir com­pe­ten­cia se mul­ti­pli­ca­ron las li­cen­cias pa­ra nue­vos ban­cos, ca­si to­dos pe­que­ños, sin ex­pe­rien­cia o ca­pa­ci­da­des pro­fe­sio­na­les. Las su­bas­tas pa­ra la ven­ta de las ins­ti­tu­cio­nes tu­vie­ron co­mo prin­ci­pio rec­tor el pre­cio o el so­bre­pre­cio, no la ca­li­dad téc­ni­ca de los ad­qui­ren­tes. La eu­fo­ria cre­di­ti­cia de la des­re­gu­la­ción re­ba­só a los sis­te­mas de su­per­vi­sión y con­trol; se per­mi­tie­ron vio­la­cio­nes a los re­qui­si­tos de ca­pi­ta­li­za­ción, así co­mo au­to­prés­ta­mos a los ac­cio­nis­tas y el as­cen­so in­mo­de­ra­do de las car­te­ras ven­ci­das.

A los he­chos mi­croe­co­nó­mi­cos re­se­ña­dos se su­ma­ron de­sa­jus­tes ma­croe­co­nó­mi­cos cre­cien­tes que no se en­men­da­ron a tiem­po. La creen­cia de que con fi­nan­zas pú­bli­cas equi­li­bra­das e in­fla­ción a la ba­ja no ha­bía mo­ti­vo ma­yor de preo­cu­pa­ción, re­sul­tó fal­sa. Se si­guió abu­san­do del ti­po de cam­bio co­mo an­cla de los pre­cios; el dé­fi­cit de la ba­lan­za de pa­gos lle­gó al 9% del pib (1994); la so­bre­va­lua­ción del pe­so se de­jó co­rrer con un des­liz cam­bia­rio in­su­fi­cien­te, so­bre la fal­sa ba­se de que el in­flu­jo de ca­pi­ta­les ex­ter­nos a la vez que lo ex­pli­ca­ba lo com­pen­sa­ría; la deu­da pú­bli­ca ex­ter­na ne­ta cre­ció 51% en­tre 1993 y 1994, has­ta lle­gar a 72 mil mi­llo­nes de dó­la­res, in­clui­dos al­re­de­dor de 30 mil mi­llo­nes de te­so­bo­nos con ven­ci­mien­to de cor­to pla­zo y ga­ran­tía cam­bia­ria.

Los pro­ble­mas que su­pu­so asi­mi­lar de ma­ne­ra si­mul­tá­nea la aglo­me­ra­ción de re­for­mas y de­se­qui­li­brios (Tra­ta­do de Li­bre Co­mer­cio, li­be­ra­ción fi­nan­cie­ra, des­re­gu­la­ción de la cuen­ta de ca­pi­ta­les, de­sin­cor­po­ra­ción de la ban­ca, de­sa­jus­tes de pa­gos) se con­ju­gan a me­dia­dos de la dé­ca­da de los no­ven­ta pa­ra pro­du­cir la do­ble cri­sis ban­ca­ria y cam­bia­ria que aso­ló al país y cu­yos efec­tos no­ci­vos to­da­vía per­sis­ten.

Por su­pues­to, la de­va­lua­ción y el dra­co­nia­no pro­gra­ma de ajus­tes que si­guió (de­pre­cia­ción cam­bia­ria del 50%, al­za ma­yús­cu­la en las ta­sas de in­te­rés, au­men­to de las ta­ri­fas del sec­tor pú­bli­co), ahon­da­ron la de­ba­cle ban­ca­ria al ele­var las car­te­ras ven­ci­das, mul­ti­pli­car las quie­bras de los ne­go­cios y, en ge­ne­ral, re­du­cir la ca­pa­ci­dad de pa­go de las em­pre­sas y de la po­bla­ción.

No ter­mi­nan ahí los epi­so­dios de­sa­for­tu­na­dos. Suá­rez Dávila ana­li­za los ve­ri­cue­tos del res­ca­te ban­ca­rio, que su­pu­sie­ron un cos­to pa­ra los con­tri­bu­yen­tes del 20% del pib, un ge­ne­ro­so sub­si­dio a los ban­cos (prin­ci­pal­men­te me­dian­te la sus­ti­tu­ción de las car­te­ras em­pon­zo­ña­das por pa­pel gu­ber­na­men­tal sin ries­go) y po­co sub­si­dio a los deu­do­res. Lue­go vie­ne la ex­tran­je­ri­za­ción del grue­so del sis­te­ma ban­ca­rio (85%) jun­to a la ne­ga­ti­va de in­te­grar Ban­co­mer y Ba­na­mex en una ins­ti­tu­ción de pri­mer mun­do.

Des­pués de ese lar­go pe­ri­plo de re­for­mas fi­nan­cie­ras, los re­sul­ta­dos que se in­fie­ren del tex­to de Suá­rez Dávila son de­sa­len­ta­do­res:

  1. La in­su­fi­cien­cia de cré­di­to a la for­ma­ción de ca­pi­tal y la pro­duc­ción es más as­trin­gen­te que nun­ca, a pe­sar de que el pro­pó­si­to cen­tral de las re­for­mas em­pren­di­das era so­lu­cio­nar­la. En tér­mi­nos rea­les, la car­te­ra con­jun­ta de las ban­cas co­mer­cial y de de­sa­rro­llo ha caí­do del 63% al 21% del pib en­tre 1985 y 2008, lo que con­fi­gu­ra uno de los más ba­jos coe­fi­cien­tes del mun­do;
  2. Con la ex­tran­je­ri­za­ción, el país ha ce­di­do el con­trol del Sis­te­ma Na­cio­nal de Pa­gos, cues­tión que re­pu­dia­ron en su tiem­po Roo­se­velt, Mar­ga­ret That­cher, Or­tiz Me­na y Car­los Sa­li­nas;
  3. El Ban­co de Mé­xi­co ha per­di­do su em­pu­je in­no­va­dor pa­ra li­mi­tar­se a es­te­ri­li­zar an­tiin­fla­cio­na­ria­men­te y con pér­di­da las en­tra­das de di­vi­sas de cor­to pla­zo, has­ta re­gis­trar ca­pi­tal con­ta­ble ne­ga­ti­vo en su ba­lan­ce;
  4. En vez de ser­vir a las em­pre­sas na­cio­na­les, la ban­ca co­mer­cial pres­ta ca­si to­do al con­su­mo, con al­tí­si­mas ta­sas de in­te­rés, o al go­bier­no, sin asu­mir ries­go al­gu­no;
  5. La ban­ca de de­sa­rro­llo, des­po­ja­da de su pa­pel pro­mo­cio­nal, se re­du­ce a representar el pa­pel de una ban­ca co­mer­cial que no fi­nan­cia a la pro­duc­ción.

No só­lo la re­pri­va­ti­za­ción ban­ca­ria fra­ca­só: tam­bién que­dó co­ja la re­cons­truc­ción del Sis­te­ma Fi­nan­cie­ro Na­cio­nal. Ha­bría que re­co­men­zar la ta­rea, sin pre­ten­sión al­gu­na de vol­ver atrás da­do el cam­bio de cir­cuns­tan­cias, de exi­gen­cias, del mun­do mo­der­no.

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El fracaso de la reprivatización
Reseña por Gus­ta­vo A. del Án­gel.
Reseña por Jesús Silva Herzog Flores

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