Para planear y programar se requieren datos duros. Los autores calculan el costo y las necesidades puntuales —maestros preparados, infraestructura, etcétera— que supondría la ampliación de la matrícula de educación superior y el número de graduados de este nivel en los próximos veinte años, con base en cuatro posibles metas.
La educación superior constituye uno de los activos más valiosos de la sociedad contemporánea. No sólo es un medio que favorece la movilidad y cohesión sociales, sino que también resulta crucial para impulsar el desarrollo de los países. Esto explica que a menudo diversas voces manifiesten su preocupación y alarma por la insuficiente cobertura y calidad de la educación superior en México, y enfaticen la necesidad de redoblar el paso para superar estos rezagos.
La cobertura total de la educación superior en México alcanza en la actualidad el equivalente a 3 de cada 10 jóvenes de 19 a 23 años. No obstante los avances recientes, esta cifra es muy baja si la comparamos no sólo con la registrada por los países más avanzados (donde los niveles de cobertura se elevan a 60 ó 70%), sino también con la de los países de desarrollo relativo similar, como Argentina y Chile (que cuentan con una cobertura de 68 y 55%, respectivamente). La superación de este rezago es imprescindible para lograr una inserción favorable en la emergente economía del conocimiento y para reducir las brechas que nos separan de otros países.
Para construir un futuro deseable en la educación superior se requiere, entre otras muchas tareas, anticipar desafíos y oportunidades en la materia, delinear cursos de acción alternativos, evaluar sus costos y consecuencias, fijar metas socialmente compartidas y lograr el compromiso de todos los actores relevantes para lograrlas. Con ese propósito, en este trabajo nos apoyamos en un ejercicio de prospectiva para valorar, con base en un número limitado de trayectorias alternativas, la magnitud de los esfuerzos que el país tendría que emprender en los próximos años para aumentar de manera significativa la cobertura de la educación superior.
Los resultados de este ejercicio de prospectiva sugieren que para alcanzar metas cada vez más ambiciosas es preciso alinear esfuerzos, establecer objetivos comunes y avanzar hacia la configuración de una política con visión de Estado. Dicha política debe articular un proyecto nacional en la materia, fijar prioridades y compromisos y garantizar el adecuado sustento financiero de las instituciones educativas.
El punto de partida
En los años recientes la matrícula y la cobertura de la educación superior han crecido de manera significativa: mientras que en el ciclo 2006-2007 el número de estudiantes (sin considerar el posgrado) era ligeramente superior a 2.5 millones de alumnos, en el ciclo 2010-2011, de acuerdo con estimaciones preliminares, se superó la cota de los 3 millones. Este dinamismo de la matrícula permitió elevar la cobertura total de la educación superior a más de 30% en el último ciclo escolar. Cabe señalar que casi 70% del aumento de la matrícula en el periodo reciente se originó en el esfuerzo de las instituciones públicas de educación superior.
Este nuevo impulso requirió, entre otras tareas, crear 92 instituciones y 52 extensiones de instituciones ya existentes, llevar a cabo 1,343 proyectos de ampliación y mejora de los campus e instalaciones universitarias, aprovechar más adecuadamente la capacidad instalada de algunos subsistemas educativos y aumentar la matrícula en las modalidades no presenciales. A pesar de estos esfuerzos, la cobertura actual no es la que cabría esperar del grado de desarrollo de México ni de las expectativas y aspiraciones de los mexicanos.
Se requiere, en consecuencia, redoblar el paso para ampliar el acceso de las y los jóvenes a la educación superior. Así lo reconoce, por ejemplo, la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (anuies), instancia que ha fijado la meta de elevar la cobertura de la educación superior a 48% en 2020.1 Recientemente, otros actores han propuesto alcanzar en ese mismo año una cobertura de 60 por ciento.
Se trata de propuestas que exigirían esfuerzos y recursos considerables, aunque con ritmos diferenciados. Para contribuir a valorar la envergadura de los desafíos, se exploran a continuación los siguientes cuatro escenarios al 2020 y 2030:
• El primer escenario (A) deriva de extrapolar a las próximas dos décadas el aumento promedio anual de la cobertura de educación superior logrado durante el primer trienio de la administración del Presidente Calderón;
• El segundo escenario (B) supone mantener constante hasta 2030 el aumento observado en la cobertura de educación superior durante el último ciclo escolar (de 1.47% por año), que es con mucho el más elevado en los últimos 13 años;
• El tercer escenario (C) se define a partir de las exigencias que supone alcanzar una meta de cobertura de 48% en el 2020;2
• El cuarto y último escenario (D) supone lograr en ese año una cobertura de 60 por ciento.
En la Gráfica 1 y el Cuadro 1 se presenta la evolución de la cobertura y la matrícula asociada a cada uno de estos cuatro escenarios.3 En el escenario A la cobertura seguiría un ascenso suave por la adición de aproximadamente 1.05 puntos porcentuales por año. Bajo este escenario, la matrícula alcanzaría 4 millones en 2020 y 4.2 millones en 2030.
El escenario B descansa en una adición constante de aproximadamente 1.47 puntos porcentuales por año a la tasa de cobertura educativa. Con esta dinámica, la matrícula se elevaría a 4.4 millones en 2020 y a 4.9 millones en 2030.
El escenario C incorpora la meta propuesta por la anuies en 2020, lo que implica una matrícula de 4.7 millones en 2020 y casi 5.4 millones en 2030.
Finalmente, bajo el escenario D, el vertiginoso ritmo de crecimiento en la cobertura de educación superior implicaría una matrícula de 4.5 millones en 2015, 5.9 millones en 2020 y 6.7 millones en 2030.
El desafío de la convergencia regional de las oportunidades educativas
Los cuatro escenarios identificados exigirían un aumento significativo de la matrícula de educación superior en todas las entidades federativas, sobre todo en los estados rezagados, lo cual provocaría una gradual convergencia regional de las oportunidades educativas.4 Si bien las brechas por entidad federativa seguirían siendo significativas en el horizonte de proyección de una o dos décadas, todos los estados mejorarían su cobertura e ingresarían, con mayor o menor velocidad, a una etapa de masificación de la educación superior.
En esa trayectoria influye sin duda el punto de partida de la proyección, ya que un número cada vez mayor de entidades alcanza en la actualidad una cobertura de al menos 25%. Hace apenas 10 años, únicamente 7 entidades federativas presentaban una cobertura igual o mayor a 25%; su número aumentó a 15 entidades en el ciclo escolar 2006-2007, y para el ciclo 2009-2010 ya eran 24 entidades las que superaban ese umbral.
En el Cuadro 2 se identifican, para los cuatro escenarios, los diez estados donde el crecimiento de la cobertura sería más elevado entre 2010 y 2030:
• Bajo el escenario A, sería necesario aumentar las coberturas entre 85 y 146% en esas diez entidades federativas;
• El escenario B implicaría incrementos de entre 115 y 199 por ciento;
• En el escenario C los aumentos irían de 136 a 227 por ciento;
• En el escenario D, que es el más exigente, los aumentos se ubicarían en el rango de entre 190 y 323 por ciento.
El esfuerzo sería monumental en el último escenario, pues implicaría, en el caso de Quintana Roo, aumentar la matrícula de 25,001 a 109,625 estudiantes entre 2010 y 2030, y en el estado de México de 326,081 a 1,027,415 estudiantes en el mismo periodo.
Dimensionando el esfuerzo requerido
Los cuatro escenarios presentados, con sus complejas expresiones regionales, aportan valiosos elementos para estimar los diferentes esfuerzos implicados en la ampliación, a ritmos diferenciados, de las oportunidades educativas de nivel superior. Cada uno de los escenarios implicaría volúmenes significativos de inversión. Sin embargo, como veremos más adelante, la magnitud y complejidad de los desafíos no se agota en el esfuerzo presupuestal.
Financiamiento de la educación superior
No obstante que la escasez de recursos ha sido un rasgo endémico del sistema de educación superior, en los años recientes el financiamiento federal ha crecido de manera significativa, permitiendo una sensible mejora de diversos indicadores financieros del sistema. Por ejemplo, la inversión educativa como porcentaje del Producto Interno Bruto (pib) pasó de 0.54% en 2006 a 0.65% en 2010. Sin embargo, todavía estamos lejos de destinar el 1% del pib para la educación superior, meta establecida como deseable por diversos actores. Asimismo, la inversión federal por alumno aumentó de 39,385 pesos en 2006 a 47,939 pesos en 2010, aunque estos montos son insuficientes si se les compara con la inversión que realizan otros países de mayor desarrollo o de desarrollo relativo similar.
En este contexto, la factibilidad de los distintos escenarios depende en buena medida de la realización de esfuerzos cada vez más significativos en materia de financiamiento. Si como ha ocurrido en el pasado reciente, alrededor del 68% del aumento de la matrícula se originara en el régimen de sostenimiento público, sería necesario incorporar entre 2010 y 2020 alrededor de 680 mil (escenario A), 962 mil (escenario B), un millón 141 mil (escenario C) o un millón 880 mil estudiantes (escenario D). Como se puede advertir, el aumento en la matrícula de las instituciones públicas asociado al escenario D casi triplica al propuesto en el escenario A.
Aunque marcadamente diferenciados, estos números implicarían un esfuerzo presupuestal sostenido en términos reales de varios miles de millones de pesos adicionales al año (sin considerar las inversiones en infraestructura). Por ejemplo, si la evolución de la inversión per cápita real creciera en los próximos 10 años a un ritmo anual semejante al observado en el periodo reciente, serían necesarios en el escenario A al menos 3 mil 500 millones de pesos adicionales por año; 5 mil millones de pesos en el escenario B; poco más de 6 mil millones en el escenario C y casi 10 mil millones de pesos en el escenario D. Las inversiones podrían ser superiores si eventualmente se propusiera cerrar de manera significativa las brechas de la inversión per cápita con otros países.
La disponibilidad de los recursos financieros requeridos para hacer factible cada escenario depende no sólo del desempeño de la economía, sino sobre todo de la construcción de acuerdos entre los diversos actores relevantes para otorgarle la máxima prioridad a la ampliación de las oportunidades educativas.
Crecimiento y heterogeneidad social de los estudiantes
La masificación de la educación superior necesariamente modificará la composición social de la población estudiantil. Mientras que en los modelos elitistas los estudiantes provienen principalmente de las clases altas, en los modelos masificados el origen social de los estudiantes es heterogéneo.
La ampliación de las oportunidades educativas en México ya está favoreciendo el creciente acceso a la educación superior de los jóvenes provenientes de familias de escasos recursos. De hecho, se estima que la proporción representada en la matrícula total por los estudiantes cuyos ingresos familiares se ubican en los primeros cuatro deciles aumentó de 13.9% en 2004 a cerca de 20.6% en 2010.
De seguir la dinámica observada en los últimos años, casi 31% de la matrícula total en 2020 y al menos 35% en 2030 podría estar representada por jóvenes de escasos recursos. Esto significaría:
• En el escenario A, alrededor de un millón 235 mil estudiantes en desventaja socioeconómica en 2020 y un millón 472 mil en 2030;
• En el escenario B implicaría, en esos mismos años, cerca de un millón 376 mil y un millón 728 mil alumnos con esas características;
• En el escenario C un millón 459 mil y un millón 898 mil estudiantes en situación de desventaja económica;
• En el escenario D alrededor de un millón 824 mil y 2 millones 391 mil jóvenes provenientes de los cuatro primeros deciles de ingreso.
Para evitar que el origen social determine el destino educativo de los jóvenes, sería necesario fortalecer los programas de becas. Hoy en día, casi 390 mil jóvenes reciben una beca de alguno de los programas federales, lo que representa el equivalente a casi 6 de cada 10 jóvenes matriculados en la educación superior provenientes de familias situadas en los primeros cuatro deciles de ingreso. Si al menos esta relación se mantuviera en los próximos años, sería necesario, en el escenario A, otorgar una beca al menos a 740 mil jóvenes cada año; en el escenario B a 825 mil; en el escenario C a 875 mil y en el escenario D a un millón 94 mil jóvenes, lo cual exigiría incrementar significativamente la inversión anual en esta materia.
La expansión del nivel medio superior
La dinámica del sistema de educación superior se encuentra íntimamente interconectada con las trayectorias y los avances de los niveles educativos previos, muy particularmente con la matrícula y la eficiencia terminal de la educación media superior. En consecuencia, las expectativas de crecimiento de la cobertura de la educación superior podrían verse obstaculizadas si no ocurriese un crecimiento acelerado tanto del número de estudiantes egresados del nivel medio superior (hasta su eventual universalización) como del número de estudiantes preparados y suficientemente motivados para transitar del bachillerato al nivel superior.
Para situar la índole de este desafío, en el escenario A, el menos exigente, el nuevo ingreso a la educación superior aumentaría cerca de 31% entre 2010 y 2020 (al pasar en ese periodo de 818 mil a un millón 72 mil estudiantes); en el escenario B crecería en alrededor de 44% (de 830 mil a un millón 196 mil alumnos); y en el escenario C se incrementaría cerca de 52% (de 832 mil a un millón 269 mil estudiantes). El reto más significativo residiría en el escenario D, donde el nuevo ingreso aumentaría en ese mismo periodo más de 88% (al pasar de 858 mil a un millón 588 mil alumnos).
La demanda de docentes
La expansión de la matrícula se reflejaría de inmediato en el incremento de la demanda de profesores. Además, se requeriría reemplazar a los docentes que arribarán en el curso de los próximos años a la edad de retiro. Asimismo, las instituciones educativas enfrentarían el desafío de impedir que la renovación constante de la planta académica afectara negativamente la calidad de la oferta educativa o minara el proceso de profesionalización del personal académico.
En la actualidad participan casi 330 mil docentes en el nivel superior. De ese total, alrededor de uno de cada cuatro (81,550) son profesores de tiempo completo ( ptc ), quienes en su gran mayoría trabajan en instituciones públicas (87%).
Los cuatro escenarios identificados en este documento constituyen una valiosa herramienta para valorar la evolución de la eventual demanda futura de docentes:5
• El escenario A implicaría aumentar el número de ptc entre 2010 y 2020 en alrededor de 52% y entre 2010 y 2030 en 87%. De esta manera, el número de docentes pasaría de 86 mil en 2010 a 130 mil en 2020 y a 160 mil en 2030. Bajo este escenario, a la plantilla de profesores de tiempo completo se adicionarían, en promedio, 5,300 docentes por año en el periodo 2010-2020;
• El escenario B exigiría un crecimiento acumulado en el número de ptc de 66% en la primera década y de 116% en todo el horizonte de proyección, lo que significaría pasar de 86 mil docentes en 2010 a 144 mil en 2020 y a 187 mil en 2030. En este caso, el aumento neto anual de docentes se elevaría a 5,700 durante la década 2010-2020;
• En los escenarios más exigentes se agregaría un número aun más significativo de ptc. Por ejemplo, en el escenario C aumentaría de 87 mil docentes en 2010 a 153 mil en 2020 (con un crecimiento de 76%) y a 206 mil en 2030 (lo que implicaría un crecimiento de 137%). Bajo este escenario, el incremento neto por año se elevaría a un promedio de 6,600 docentes durante el periodo 2010-2020;
• En contraste, en el escenario D el número de ptc aumentaría de 90 mil a 191 mil entre 2010 y 2020 (con un crecimiento de 113%) y a 259 mil docentes en 2030 (con un incremento de 189% a lo largo de todo el horizonte de la proyección). Bajo este escenario sería necesario un aumento neto promedio de 10,100 docentes por año entre 2010 y 2020.
Cualquiera de los escenarios propuestos exigiría a las instituciones de educación superior, en particular a las instituciones públicas, esfuerzos inéditos de formación y reclutamiento de profesores. La cuantía de la eventual demanda futura de ptc asociada a cada uno de los cuatro escenarios pone de relieve la necesidad tanto de garantizar el financiamiento como de impulsar una gran transformación que permita formar a los docentes que requeriría la masificación de la educación superior.6
A fin de sostener y, en su caso, elevar la calidad educativa, la incorporación de ptc a las instituciones educativas deberá ser preferentemente con estudios de posgrado. En la actualidad, alrededor de 69 de cada 100 ptc tienen estas características (70% de los ptc de las instituciones públicas y 65% de los ptc de las instituciones particulares). Si con fines ilustrativos se asume que a lo largo del horizonte de proyección la proporción de ptc con posgrado podría elevarse de 69 a por lo menos 90%, es posible apreciar la envergadura del reto que significaría formar a ptc altamente calificados de las instituciones de educación superior, en especial de las instituciones públicas.
Así, de acuerdo con el escenario A, el número de ptc con posgrado aumentaría de 59 mil en 2010 a 105 mil en 2020 y a 144 mil en 2030. Bajo el escenario B su número se elevaría de 60 mil a 116 mil entre 2010 y 2020 y a 169 mil al final de la siguiente década. En el escenario C se incrementaría de 60 mil en 2010 a 123 mil en 2020 y a 183 mil en 2030. Finalmente, en el escenario D, que es el más exigente, pasaría de 62 mil a 153 mil entre 2010 y 2020 y a 233 mil en 2030.
Política con visión de Estado para la educación superior
México ya está superando la depresión económica inducida por la crisis mundial. Las previsiones del Banco de México y otros organismos internacionales sugieren que la economía mexicana está iniciando un ciclo expansivo, con un crecimiento promedio anual de alrededor de 4.2 por ciento. Esta coyuntura abre una nueva oportunidad para retomar la agenda del financiamiento de la educación superior con el fin de garantizar los recursos que permitan ampliar de manera significativa las oportunidades educativas para los jóvenes.
Los retos no se localizan únicamente en el esfuerzo financiero que habría de realizarse en los próximos años para sustentar el rápido crecimiento de la matrícula y la cobertura de la educación superior. Las experiencias de otras épocas sugieren eludir a toda costa los riesgos ocasionados por la expansión no regulada de la educación superior. Hay consenso de que no se trata sólo de aumentar la matrícula per se, sino además de evitar que la masificación de la educación superior redunde en una oferta educativa de baja calidad. Sin una educación de calidad no sería posible romper el círculo vicioso de la exclusión.
La experiencia internacional enseña que todos los sistemas educativos que transitan por un proceso de masificación se ven obligados a impulsar reformas a la arquitectura institucional de la educación superior y a revisar las modalidades y formas de organización, gestión y administración de las instituciones educativas. Los diferentes escenarios sugieren la necesidad de avanzar hacia la convergencia regional de las oportunidades educativas; impulsar el rápido crecimiento en el número de egresados del nivel medio superior; fortalecer las capacidades institucionales para formar adecuadamente a los miles de profesores y académicos que supondría el rápido aumento de la matrícula, y favorecer el acceso a —y la permanencia en— la educación superior de los jóvenes provenientes de las familias de escasos recursos.
Para hacer viables los escenarios más ambiciosos, es preciso que la educación superior se constituya en una verdadera prioridad, consensuada nacionalmente, y concite compromisos, esfuerzos sostenidos y apoyo genuino de los actores relevantes. Se trata, esencialmente, de construir una política con visión de Estado. Para decirlo en términos de Rousseau, se necesita de un nuevo contrato educacional que defina condiciones, compromisos, esfuerzos y retornos de los actores relevantes, con el fin de diseñar y construir las condiciones que permitan impulsar y ordenar el esfuerzo y la creatividad colectiva.
El impulso continuado hacia una política con visión de Estado es imprescindible no sólo para garantizar el adecuado sustento financiero de las instituciones educativas, sino también para alinear esfuerzos y propósitos y para brindar certidumbre a la sociedad de que la inversión en educación es incuestionablemente provechosa, competitiva y gestionada con transparencia. Como se puede advertir, conquistar la historia del futuro todavía está en nuestras manos.
____________________________________
1 anuies, Consolidación y avance de la educación superior en México. Elementos de diagnóstico y propuestas, anuies, México, 2007.
2 Los escenarios C y D se ajustaron con una función logística, la cual modela el crecimiento en tres etapas: al inicio el crecimiento se aproxima a una evolución exponencial, inmediatamente después crece cada vez a mayor velocidad hasta que encuentra un punto crítico y el crecimiento se modera, y en la tercera etapa el crecimiento tiende a estabilizarse.
3 Para el cálculo de la cobertura bruta en los cuatro escenarios se consideró la proyección de la población de 19 a 23 años de edad elaborada por el Consejo Nacional de Población (disponible en www.conapo.gob.mx).
4 Los cuatro escenarios están formulados con base en la hipótesis de convergencia de la cobertura de educación superior por entidad federativa en el 2050.
5 Las previsiones sobre la demanda futura de ptc descansan en el supuesto de que la actual relación de 35 alumnos por ptcdisminuye a 24.9 al final del periodo de proyección (2030).
6 Cabe destacar que no se considera en estas estimaciones el eventual impacto de una reforma curricular. Por ejemplo, una reducción del número de cursos podría tener efectos notorios sobre la demanda futura de docentes.
Muy interesante,gracias.
maria
[…] http://estepais.com/site/?p=32598 Esta entrada fue publicada en Noticias. Guarda el enlace permanente. ← Actualidad en Ciencia y educación LikeBe the first to like this post. […]