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Una sociedad más moderna y homogénea de lo que se piensa (primera de dos partes)
Fundación Este País | Luis de la Calle | Miriam Jerade | 01.11.2011 | 0 Comentarios

En esta octava entrega de los resultados de la Encuesta Nacional de Valores sobre lo que nos Une y Divide a los Mexicanos (ENVUD1), realizada por Banamex y la Fundación Este País, nuestros autores echan mano de este poderoso instrumento demoscópico para intentar determinar en qué grado la mexicana es una sociedad moderna. Para ello, evalúan las actitudes de los encuestados con respecto a valores como la democracia, la representatividad, el interés en los asuntos públicos y la transparencia.

©istockphoto.com/4khz

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Introducción

Difícilmente puede un país aspirar al desarrollo sin un proceso de introspección. No sólo para dilucidar las debilidades propias sino, sobre todo, para descubrir las ventajas comparativas e invertir en ellas, enfatizarlas y usarlas como plataforma para alcanzar un mayor nivel de bienestar.

Varias veces se ha dicho que México está en el umbral del desarrollo, que ha de esperarse la gran explosión que lo catapulte al otro lado y le permita alcanzar el éxito sin mayor esfuerzo. Sin embargo, quizá México esté embarcado en un proceso largo, doloroso, sinuoso, caracterizado por mejoras que son difíciles de percibir sin la distancia suficiente. Las mejoras acumulativas y marginales suelen ser frustrantes porque sólo se vuelven aparentes a largo plazo, aunque resultan las más duraderas.

Se pensó que 2010 sería un año simbólico que daría lugar a una serie de cuestionamientos sobre lo logrado en dos siglos de vida independiente, sobre la realidad actual y el rumbo del país. A pesar de la gran cantidad de análisis y publicaciones en relación al bicentenario, la celebración no fue memorable y la reflexión se limitó a una comparación pesimista con el centenario celebrado por Porfirio Díaz. Viene ahora el cambio de gobierno como otra oportunidad para reflexionar sobre lo mexicano y nuestro proyecto de nación. No obstante, a juzgar por las elecciones anteriores (2000 y 2006), las de 2012 también pueden pasar de largo sin generar el ansiado debate sobre la modernidad. Pero aunque dicho debate no se genere (o no sea fructífero), el proceso electoral en ciernes será, sin duda, parte del largo andar para hacer el camino del México moderno. En este contexto, analistas como Jorge Castañeda, Carlos Elizondo Mayer-Serra y Agustín Basave han publicado algunos títulos para preparar el festín electoral.

Banamex y la Fundación Este País han puesto a disposición de los analistas un importante instrumento para la introspección y la medición de los valores que reflejan a los mexicanos. Entre noviembre y diciembre de 2010 levantaron la Encuesta Nacional de Valores sobre lo que nos Une y Divide a los Mexicanos (ENVUD), con una amplia muestra de 15 mil 910 personas en las 32 entidades de la República. La Encuesta cubre una gama muy amplia de aspectos, desde los que tienen que ver directamente con lo que une y divide a la nación hasta los relacionados con la aceptación de la democracia, el futuro de las próximas generaciones, las actitudes frente al ahorro, los juicios sobre el desempeño del gobierno, la confianza que se tiene en los distintos actores sociales y la tolerancia hacia temas como el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo, entre otros.

Llevar a cabo una encuesta sobre valores profundos no sólo permite tomar el pulso de la sociedad mexicana actual, sino que, además, muestra un cambio de perspectiva en cuanto a la importancia que tiene la opinión de los ciudadanos. El propio hecho de realizar una encuesta es signo de progreso, pues en un régimen tlatoanista como el que caracterizó a México en décadas pasadas resultaba innecesario medir el pulso de la opinión pública y sus valores.

Reflexionar sobre los resultados de la ENVUD implica asumir que las soluciones a los problemas del país no emergen sólo de las élites y los analistas. El tomar en cuenta las opiniones de la población sobre los temas en los que debemos trabajar con mayor urgencia y las metas que nos debemos fijar para la próxima década significa reconocer el hecho de que la democracia se construye entre todos.

Este artículo utiliza la riqueza de la ENVUD para tratar de rechazar o corroborar dos hipótesis: (1) la mexicana es una sociedad más moderna que valora la democracia y la participación, está abierta a la competencia, es favorable al comercio internacional y es capaz de mostrar actitudes éticas frente a la ley, y (2) el individualismo que caracteriza a la sociedad mexicana no necesariamente obstaculiza el progreso.

Las anteriores son algunas de las características de la democracia liberal que deben ser valoradas por una sociedad más consciente de su diversidad y, por lo tanto, más intolerante hacia cualquier forma de injusticia. En un artículo publicado en Milenio, Román Revueltas caracteriza a la sociedad civilizada como aquella que se preocupa por las muertes injustificadas, como las de las fosas de San Fernando, y define modernidad de la siguiente manera: “No sólo se refiere a la presencia de tecnologías e infraestructuras, sino, sobre todo, al advenimiento de una sensibilidad social que no acepta ya lo inaceptable, a saber, la injusticia, la desigualdad, la barbarie, la violencia, el autoritarismo y la falta de reglas claras”.2 Éste es el concepto de modernidad que se busca rechazar o corroborar como hipótesis de trabajo: ¿qué tan moderna es la sociedad mexicana?, ¿lo es menos o más que los intelectuales y las élites políticas?

Si bien la Encuesta refleja tendencias conservadoras en cuanto a temas como el matrimonio entre personas del mismo sexo (62% de los encuestados están en desacuerdo) y el aborto (tiene una aceptación de 3.4 en una escala de 1 a 10), en el Distrito Federal y otros estados (donde se encuentra la inmensa mayoría de la clase media) la oposición al cambio en materia de aborto o matrimonios del mismo sexo es débil.3

Por otra parte, a pesar de que la mayoría de los encuestados de la ENVUD se califica en estos temas sociales como conservadora más que como progresista (6.4 en promedio en una escala de 1 a 10), hay indicadores respecto a otros valores que muestran una sociedad si no progresista, sí moderna en sus actitudes. De hecho, con esta encuesta de valores se puede refutar la creencia de que la sociedad mexicana está enclavada en la corrupción como resultado de su historia o que está condenada al rentismo. Así, una de las consecuencias más importantes y positivas de la ENVUD es que permite poner en duda la tesis de que existen rasgos de carácter del mexicano contrarios culturalmente a la modernidad.

Roger Bartra ha expuesto en múltiples ocasiones que la noción de la identidad nacional o del carácter del mexicano no es una realidad ontológica y que lo que se conoce como “cultura nacional” está íntimamente ligado a la construcción de un mito que legitimó durante décadas a los grupos en el poder y que calificaba de traición cualquier intento de modernización.4

La ENVUD permite evaluar si existe en México una sociedad en movimiento, incipiente pero cada vez más amplia y abierta a nuevas ideas, que empieza a exigir reformas y transformaciones en la vida política que las élites no necesariamente están dispuestas a aceptar. Refleja también que la clase media está dispuesta a aceptar los costos de este cambio y vencer la inercia que lo obstaculiza. Es decir, los rasgos que se han atribuido al carácter nacional son más bien aristas de una clase política conservadora, reacia al cambio y que, afortunadamente, constituye una minoría que no refleja la realidad de los deseos ni de los compromisos sociales de los mexicanos.

En este punto hay una coincidencia con el análisis que Roger Bartra hace del reciente título de Jorge Castañeda, Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos, donde éste último sostiene que la modernización de México choca con ciertos rasgos del carácter nacional como el individualismo, la corrupción, el cinismo ante la ley y la evasión de la discusión y el conflicto. Bartra en cambio opina que “[…] los elementos disfuncionales y antimodernos que tan bien ubica Jorge Castañeda son mitos incrustados en nuestra cultura política. Como tales, son difíciles de erradicar, pero no son algo permanente que emana del alma mexicana”.5 En este sentido, entender ciertos rasgos disfuncionales como consecuencia irremediable de una identidad y de una historia puede ser un pretexto para no afrontar la necesidad de ciertas reformas.

Prueba de esta desconexión entre la cultura política y una sociedad más activa es la labor de actores de la sociedad civil que exigen una reforma con herramientas para que los ciudadanos puedan participar activamente en la política y las decisiones de gobierno a través tanto del voto como de la opinión constante y activa. La reforma plantea la evaluación y reelección de legisladores tanto locales como federales y de presidentes municipales; promueve las candidaturas ciudadanas, la democracia participativa y la rendición de cuentas. Si bien la mayoría de la población se muestra todavía indiferente a la urgencia de esta reforma, es importante que exista este movimiento que pone en duda una de las consignas doctrinarias más arraigadas: “Sufragio efectivo, no reelección”. Lo que muestran actualmente las encuestas, entre ellas la ENVUD, es que existe un gran descontento entre la población con respecto a los gobiernos, y que una parte de la sociedad civil exige cambiar el juego político.

Si bien 80% de los encuestados tiene credencial vigente para votar, sólo 9% piensa en no votar, al tiempo que 49% sabe por qué partido votará, mientras que 23% no lo sabe aún. Por otra parte, 19% de los encuestados manifestó que lo haría en blanco. Existe, además, un 45% sin filiación partidista. Esto último muestra que una buena parte de la población se considera independiente y, quizás, esto le permite tener una visión crítica de los partidos. Por ejemplo, cuando se pregunta si los partidos políticos proponen cosas diferentes o si todos son iguales, 53% responde que son iguales, lo que es sintomático de que los partidos políticos no están a la altura de las expectativas sociales.

La segunda hipótesis de este artículo se refiere al carácter individualista que muestra la sociedad mexicana y que en la ENVUD se traduce en actitudes como la desconfianza hacia los otros o la firme idea de que en este país “cada quien jala por su lado”. Estos datos hablan de actitudes negativas que difícilmente podrían ayudar al desarrollo del país. En Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos, Castañeda busca establecer que el individualismo mexicano se traduce en un rechazo a la sociedad de iguales y es incompatible con el progreso:

Así, no pagamos impuestos […]; no votamos o participamos en sindicatos ni organizaciones cívicas, ni usamos transporte público si tenemos coche. Tampoco aceptamos la inviolabilidad de las normas y leyes, ni rechazamos las soluciones individuales para desafíos claramente colectivos.6

Si bien el individualismo como ausencia de solidaridad es síntoma de una sociedad poco moderna, hay otros rasgos individualistas que tienen un trasfondo positivo y son acordes con la modernidad, por ejemplo, el hecho de que la mayoría de los encuestados considere que el éxito de su vida radica en su esfuerzo personal (61%, contra sólo 2% que lo atribuye al gobierno), aunado a la idea de que si sus hijos llegan a tener un mejor futuro, ello será el resultado de su propio esfuerzo y trabajo.

Así, el carácter individualista del mexicano, que sin duda puede ser a veces un obstáculo para una sociedad moderna, también refleja fenómenos positivos como el abandono del tlatoanismo, del paternalismo, y una clara tendencia a asumir la responsabilidad personal, que son características clave para avanzar como nación.

Habría que preguntarse si los aspectos positivos del individualismo están en vías de arraigarse gracias a una mayor participación de la sociedad y a un cambio de las actitudes ante el poder. Habría que cuestionar también si el individualismo mexicano está de facto divorciado de valores comunitarios y si existe realmente un rechazo a una sociedad de iguales.

Aún queda mucho por hacer para convertirnos en una sociedad más responsable y participativa, más productiva y competitiva; en este sentido, la ENVUD permite ver la disposición de los mexicanos para lograrlo. Con base en el análisis de la Encuesta, podemos aventurar conclusiones que quizá sorprendan a muchos:

• La sociedad mexicana es más moderna de lo que generalmente se admite. Además, los rasgos de modernidad atraviesan todas las clases sociales y no están del todo correlacionados con el nivel educativo;
• Es decir, nuestra sociedad no sólo es más moderna sino también mucho más homogénea de lo que se piensa. Las opiniones sobre nuestros valores no parecen coincidir con la división social y la inequidad existente;
• El mexicano expresa valores cívicos de responsabilidad, apego a la ley y respeto a los derechos de los demás que no parecen empatar con la percepción de una sociedad rentista y culturalmente corrupta.
Participación de la clase media

La ENVUD mide el nivel socioeconómico de los encuestados subjetivamente y deja a los entrevistados la posibilidad de autodefinirse.

En respuesta a la siguiente pregunta: “La gente algunas veces se describe a sí misma como de la clase obrera, la clase media, la clase alta o la clase baja. ¿Usted se describiría como de clase…?”, 40% dijo media baja; 13%, media alta; 26%, baja; 19%, clase obrera; y sólo 1%, clase alta. Así, las clases medias (alta y baja) serían por lo menos 53% de la población, ya que algún porcentaje de la clase obrera es sin duda de clase media.

Según la encuesta de Para­metría del 15 de julio de 2011, a la pregunta “¿Usted se considera de clase…?” 32% respondió clase baja; 37%, media baja; 26%, media-media; y 3%, media alta. El resultado de años anteriores no es muy distinto. En 2007, 34% se consideraba de clase baja, 32% de media-baja, 28% de media-media y 3% de media alta. Es decir, 63% se considera de clase media. Las diferencias se vuelven más pronunciadas por entidad federativa. Por ejemplo, en Chiapas, 71% se considera de clase baja, contra 10% en Baja California Sur y 6% en el Distrito Federal.

Lo que muestra la ENVUD es que, efectivamente, la población en México se percibe, en su mayoría, como de clase media. En su artículo “Los mexicanos y sus perspectivas económicas”,7 Verónica Baz y María José Contreras subrayan que existen otros indicadores en la Encuesta que muestran atributos de la clase media. El mayor porcentaje de personas con educación superior se observa en la clase media alta (37%); entre aquellos que se consideran de clase media baja, 18.3% tiene un grado de licenciatura o posgrado. Otros datos relevantes en cuanto al crecimiento de la clase media se refieren al uso de las tecnologías de la información: 51% de los encuestados posee un celular y 21% tiene acceso a internet. 34% de las personas que se describen como de clase media alta tiene acceso a alguna red social como Facebook o Twitter, 49% cuenta con acceso a internet y 73% con teléfono celular.

En la clase media baja, 19% tiene acceso a las redes sociales, 27% tiene acceso a internet y 59% posee un teléfono celular. En la clase baja, 7% tiene acceso a internet y 5% a las redes sociales, mientras que 30% tiene teléfono celular. Según cifras del Censo de Población y Vivienda del INEGI, los hogares con internet representaban 6.2% en 2001 y 22.2% en 2010. Estos datos apuntan a una expansión de instrumentos de participación y organización ciudadana que no existían en el pasado.

En los últimos años, la expansión de la clase media en México ha sido tema de reflexión y debate. En Clasemediero: pobre no más, desarrollado aún no, Luis de la Calle y Luis Rubio ofrecen una serie de indicadores intuitivos sobre las transformaciones de la sociedad mexicana en relación con su manera de ver el mundo y sus patrones de actividad y consumo: la escolaridad, la compra de autos, la venta de casas habitación, el ingreso de las mujeres a la fuerza laboral, el consumo de carne y la multiplicación de instituciones privadas de educación superior, entre otros.

Aunque estos análisis no ignoran que todavía existen amplios segmentos de la población en condiciones de pobreza, buscan demostrar que la consolidación de la clase media es primordial para el desarrollo del país. Esta idea tiene por fundamento el hecho, entre otros, de que la clase media, más informada y activa, desarrolla nuevas formas de participación política,8 lo que puede conducir a una mayor democratización.

¿Se está transformando México en una sociedad más moderna?

Para evaluar si la sociedad mexicana tiene las características de una sociedad moderna y liberal, es necesario primero definir los valores que, con base en los reactivos de la ENVUD, pudieran ser indicativos de una sociedad moderna: democracia, representatividad y participación electoral; conocimiento de los derechos civiles y uso de canales para exigirlos; interés en los asuntos públicos, transparencia y rendición de cuentas; cumplimiento de la ley por convicción propia, apertura a la competencia y responsabilidad civil.

Una de las conclusiones más importantes que la ENVUD permite alcanzar es la homogeneidad de la cultura política, la cual parece trascender toda determinación estructural de clase o sector social. El análisis de algunos de los resultados de la Encuesta indica que las inquietudes y anhelos de los mexicanos son bastante homogéneos, lo que resulta un tanto paradójico en una sociedad que generalmente se concibe como de clases, con importantes diferencias culturales y regionales.

Las coincidencias más relevantes en un análisis segmentado por clases sociales (subjetivas) y por nivel educativo son la falta de credibilidad en las instituciones políticas y una mayor demanda de transparencia y rendición de cuentas públicas, elementos ambos que son distintivos de una sociedad moderna.

Estas dos demandas permiten anticipar una sociedad que exija más de sus autoridades y que esté ávida de nuevas formas de participación en los asuntos políticos y de gobierno.

La democracia como elemento de la modernidad

El apoyo a la democracia y el nivel de participación política de los ciudadanos se consideran características de una sociedad moderna. Como señala Alejandro Moreno en su artículo “La ciudadanía crítica”,9 “la salud de la democracia depende de la capacidad de autocrítica, de aquellos ciudadanos que se quejan de las instituciones y de la labor gubernamental”. En Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos, Jorge Castañeda habla del rechazo del mexicano a la controversia, a la confrontación, de una renuencia al conflicto, lo que constituye una consecuencia de la identificación con la víctima.10

Al respecto, la ENVUD muestra principalmente dos cosas: que la sociedad mexicana es crítica de las instituciones, de la labor del gobierno y de los sindicatos, y que además expresa su descontento. Asimismo, revela que los encuestados no muestran una posición de víctimas ante su realidad, sino un papel activo que reconoce en el propio esfuerzo la clave para salir adelante.

Setenta y ocho por ciento opina que la democracia es una buena forma de gobierno para México. La Gráfica 1 muestra que la aceptación de la democracia es compartida en todas las clases sociales.

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Curiosamente, es en la clase alta donde se encuentra el mayor número de personas que opina que la democracia es una mala forma de gobierno, y es en las clases medias donde la aceptación de la democracia es mayor. Esto indica un rasgo de modernidad en las clases medias mexicanas. En respuesta a la pregunta de si es preferible un gobierno autoritario a uno democrático, la clase alta es la que responde afirmativamente en más ocasiones (24% del total).

La Gráfica 2 muestra las posiciones ante la democracia según el nivel educativo de los encuestados. Se puede ver que, a mayor nivel educativo, mayor aceptación de la democracia. Sin embargo, incluso dentro de la categoría de los encuestados con posgrado, 15% opina que un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático, casi el mismo porcentaje que el de la gente sin estudios.

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Este reactivo se puede cruzar también con el que pregunta a los entrevistados con qué parte del país se sienten más identificados. Si bien 43% respondió que lo hace con su ciudad o su pueblo, a mayor nivel de estudios la gente se siente más identificada con todo el país (53% de quienes tienen un posgrado y 34% de quienes tienen grados universitarios). Esto puede significar que mientras más se consolide la clase media y haya un mayor nivel educativo, habrá un mayor sentimiento de inclusión nacional y un mayor compromiso con la democracia y con el futuro del país.

Representatividad y participación electoral

La aceptación de la democracia como la mejor forma de gobierno pareciera confrontarse en otra de las preguntas de la Encuesta, pues el reconocimiento de la democracia como un valor fundamental de la modernidad —junto con los derechos esenciales y la participación política— implica aceptar la representatividad que emana de las autoridades democráticamente electas respecto a los intereses ciudadanos.

La ENVUD preguntó a los entrevistados qué tanto se sienten representados por su diputado federal. 40% dijo no sentirse representado, 31% dijo que rara vez, 25% que algunas veces y sólo 3% que siempre. En la Gráfica 3 vemos estas diferencias según las clases sociales subjetivas. El mayor porcentaje de personas que se siente representado por sus diputados (siempre o algunas veces) pertenece a las clases altas (38%), si bien este número es considerablemente menor que el de los que nunca o rara vez se sienten representados (62%). En las clases medias, más de 60% no se siente representado por su diputado federal, y el mayor número de los que nunca se sienten representados está en la clase baja (43 por ciento).

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Hay que resaltar que en este rubro las diferencias entre clases no son muy significativas, por lo que la conclusión más importante es que la mayoría de las personas rara vez o nunca se siente representada por sus diputados. Esta falta de representatividad poco tiene que ver con clases sociales o niveles de educación, pero sí con que no exista la reelección.

Si cruzamos la misma pregunta con el dato de las afiliaciones partidistas,11 observamos que 47% de los encuestados sin afiliación se siente muy poco representado, lo que tiene lógica pues la falta de identificación partidista puede deberse a un sentimiento menor de representación (ver Gráfica 4).

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Sin duda, el hecho a destacar es el de que los mexicanos no se sienten representados por sus legisladores y que están dispuestos a expresarlo. La pregunta que surge es si este sentimiento es lo bastante fuerte como para traducirse en una demanda a favor de la reelección y de la reforma electoral. Según estudios de Parametría,12 el número de mexicanos que cree que la reelección de autoridades permitirá tener representantes más capaces y profesionales ha crecido, de 22% en 2007 a 37% en 2009. Si hubiese un debate más amplio sobre las ventajas de la reelección, es posible que se incrementara el número de personas interesadas en que haya incentivos para que los actores políticos representen efectivamente a los ciudadanos y para evitar que cada tres años entren nuevos diputados y presidentes municipales sin experiencia.

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Otra característica de las sociedades modernas es la participación electoral. La ENVUD arroja resultados que invitan a reflexionar al respecto (ver Gráfica 5). En relación con las elecciones de 2012, la ENVUD muestra que hay una amplia voluntad de participación. Sólo 9% de los encuestados no piensa votar. Este porcentaje, sumado al de quienes piensan votar en blanco (19%) y al de los independientes (23%), es reflejo de una sociedad lista para elecciones competidas: 42% no está comprometido con ningún partido. La clave del éxito electoral depende, entonces, de atraer a los indecisos (23%) y/o a los indignados (que por alguna razón creen que es mejor votar en blanco).

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La Gráfica 6 muestra la intención de voto según la clase social. Se trata de un reactivo que arroja datos novedosos para comprender cómo ha cambiado la participación electoral: apenas unas décadas atrás, las clases bajas comprometían su voto con mucha mayor antelación, mientras que ahora lo hacen de un modo similar al del resto de los ciudadanos.

El voto blanco o nulo (que se da menos en la clase alta) es una expresión del descontento con los partidos políticos y sus candidatos. Implica una indignación y quizás una renuncia a una de las herramientas más importantes de la democracia, herramienta que muchos de los movimientos sociales contemporáneos han dejado de lado como señal de la necesidad de una reforma política (como sucedió recientemente en España).

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¿Qué tan dispuestos están los encuestados a promover la tolerancia, a luchar por que se garanticen los derechos ciudadanos y a formar parte del debate y la evaluación, factores todos que constituyen el centro de la vida democrática? La Gráfica 7 se refiere a ello. Muestra el interés de los encuestados en política y el conocimiento que tienen de sus derechos civiles y políticos según las clases sociales subjetivas. Como puede observarse, no existen diferencias importantes entre las distintas clases sociales en términos de participación democrática, conciencia política y ejercicio de los derechos ciudadanos. La relativa indiferencia a la vida política es quizás el resultado de la desconfianza en los partidos políticos y en el sistema político en general. Si se hace el análisis según la afiliación partidista, los independientes aparecen como los más indiferentes, seguidos de los priistas (ver Gráfica 8).

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Los panistas y perredistas son los que más se interesan en la política. Los priistas se interesan un poco menos. Hay un 47% que confiesa interesarse poco o nada, y sólo una minoría confiesa no interesarse en lo absoluto. El hecho de que la política no interese a los independientes podría quizá reflejar el poco impacto del gobierno en la vida cotidiana de las personas. Se debe tener en cuenta que 48% de los independientes son jóvenes de entre 18 y 29 años.

Debe considerarse también la posibilidad de que exista una población desilusionada de la vida política y propensa a la apatía. La Gráfica 9 muestra cómo los apartidistas o independientes siguen poco las noticias sobre política y gobierno.

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Sin embargo, si sumamos las cifras de “mucho” y “bastante”, observamos que 49% conoce sus derechos civiles y políticos y 59% participa en las elecciones. Quizás el problema sea que 66% habla poco o nada de asuntos políticos con otras personas, lo que es signo de que, por el momento, esa gente no se organiza para plantear propuestas distintas a las que ofrecen partidos políticos con los cuales no se siente identificada.

* Los autores agradecen la labor de Natalie Giordano en la elaboración de gráficas y en el manejo de la base de datos de la Encuesta.

_____________________________________

  1. 1 La ENVUD es un estudio realizado bajo los auspicios de Banamex, la Fundación Este País y un grupo de donantes interesados en hacer un retrato de los valores y las creencias de los mexicanos al inicio de la nueva década. Alberto Gómez, Federico Reyes Heroles y Alejandro Moreno agradecen al grupo de académicos, encuestadores e interesados en la temática de valores que, generosamente, aceptaron formar un Consejo Consultivo para este proyecto y cuyo tiempo, observaciones y sugerencias enriquecieron el estudio de manera importante: Andrés Albo, Ulises Beltrán, Edmundo Berumen, Eduardo Bohórquez, Federico Estévez, Nydia Iglesias, Rosa María Ruvalcaba e Iván Zavala. En la realización de la ENVUD participaron diversas empresas: Ipsos-Bimsa Field Research de México, sa de cv (que se encargó de levantar la encuesta en Baja California, Baja California Sur, Coahuila, Colima, Distrito Federal, Durango, Guerrero y Oaxaca); Mercaei, sa de cv (Nayarit, Nuevo León, Querétaro, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz); Nodo-wmc y Asociados, sa de cv (Campeche, Chiapas, Estado de México, Hidalgo, Jalisco, San Luis Potosí, Tlaxcala y Zacatecas) y Pearson, sa de cv (Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato, Michoacán, Morelia, Puebla, Quintana Roo y Yucatán). La empresa Berúmen y Asociados se encargó del diseño de la muestra, la supervisión, la validación de la captura y el respaldo a las encuestadoras durante el levantamiento en campo.
  2. Román Revueltas, “El valor de la vida humana (perdón de la vida de los mexicanos)”, Milenio, 31 de julio de 2011.
  3. Lo mismo pasa en estados como Durango, Aguascalientes o Baja California Sur, que son los más tolerantes y también aquellos donde más gente se percibe como de clase media, a diferencia de estados como Oaxaca, Guerrero y Chiapas, donde existe más población que se considera de clase baja y donde, por ejemplo, entre 70 y 80% de la población se opone al matrimonio de personas del mismo sexo.
  4. Véase en particular Roger Bartra, La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano, Grijalbo, México, 1996.
  5. Roger Bartra, “No hagas mañana lo que puedas dejar para pasado mañana”, Letras Libres, junio de 2011.
  6. Jorge G. Castañeda, Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos, traducción del inglés de Valeria Luiselli, Aguilar, México, 2011, p.125.
  7. Verónica Baz y María José Contreras, “Los mexicanos y sus perspectivas económicas”, Este País, junio de 2011, pp. 57-64.
  8. Soledad Loaeza reconoce que las clases medias han afianzado su capacidad de influencia y su participación política. Sin embargo, su hipótesis, contraria a la de Luis de la Calle y Luis Rubio, sostiene que las clases medias (formadas por pequeños empresarios y trabajadores sindicalizados de empresas estatales) han apostado por la estabilidad, por mantener el status quo y seguir así privilegiándose del rentismo (“Las clases medias mexicanas y la apuesta por la estabilidad” en Ludolfo Paranio [Coord.], Clases medias y gobernabilidad en América Latina, Fundación Pablo Iglesias, Madrid, 2010). Con base en la información de la ENVUD, nosotros mostramos que las clases medias mexicanas comprenden un segmento más amplio de la población (y no únicamente el 20% de Loaeza) y que su apuesta por la estabilidad puede ser justamente la condición para promover el cambio, atajar el rentismo y, quizás, exigir reformas estructurales.
  9. Alejandro Moreno, “La ciudadanía crítica”, Este País, mayo de 2011.
  10. Ver el capítulo “Víctimas y enemigos del conflicto y de la competencia” en Mañana o pasado, óp. cit.
  11. Para hacer las gráficas sobre afiliaciones partidistas utilizamos la pregunta 87 de la ENVUD, donde el encuestado responde si se considera muy priista, algo priista, muy panista, algo panista, muy perredista, algo perredista, de otro partido o no partidista. Al percatarnos de que las diferencias entre los que se consideraban “muy” o “algo” dentro de un mismo partido no eran muy grandes, decidimos agruparlos para que las gráficas resultaran más claras.
  12. Parametría, Respaldan los ciudadanos la reforma política, encuesta realizada en vivienda del 17 al 21 de diciembre de 2009.

_______________
LUIS DE LA CALLE, doctor en Economía por la Universidad de Virginia, es Director General de De la Calle, Madrazo, Mancera, S.C.
MIRIAM JERADE es doctora en Filosofía por la Universidad de la Sorbona. Actualmente, se desempeña como consultora de asuntos públicos en De la Calle, Madrazo, Mancera, S.C.

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¿Qué medimos en la lucha contra el hambre?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Bicicletas, autos eléctricos y oficinas-hotel. El verdadero umbral del siglo XXI
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Parquímetros y franeleros: de cómo diez pesitos se convierten en tres mil millones de pesos
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: Una radiografía de la desigualdad en México
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: Más allá de la partícula divina
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: El acento está en las ciudades. Algunos resultados de la base de datos ECCA 2012
Suhayla Bazbaz y Eduardo Bohórquez