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El cuerpo, con misterio o sin él
Cultura | Este País | Luisa Barrios | 01.12.2012 | 0 Comentarios

El cuerpo es el cuerpo.
Está solo y no necesita de órganos.

Antonin Artaud

El libro que hoy nos ocupa es una publicación que forma parte de una serie de títulos que ha editado la Dirección General de Publicaciones del Conaculta —si mal no recuerdo desde hace un par de décadas—, que se ha nutrido de un amplio repertorio de artistas, en su mayoría mexicanos. Constituida de libros en pequeño formato, que si bien pudieran pertenecer al ámbito de los libros de bolsillo por su particular diseño con pastas duras e impresión en papel couché, la ubica en esas colecciones especiales que representan una suerte de filigrana de las ediciones ya que la dimensión no es en detrimento de la calidad del contenido, a decir del cuidado en la selección tanto de artistas como de los textos incluidos. Además, cuenta con una sección ilustrada donde la reproducción de las imágenes nos da una perspectiva general del tema.

En estas publicaciones se ofrecen ensayos cortos fundamentalmente referidos a revisiones históricas que incluyen textos de prestigiosos investigadores y otros de carácter crítico que compilan referencias de artículos del autor procedentes de catálogos de exposiciones de arte que disertan sobre las cualidades y características de las obras de los artistas. Encontramos que Sandra Pani. El bisturí óptico, pertenece a este último grupo, donde la crítica fue realizada —para fortuna tanto de la artista como de los lectores— por dos reconocidos escritores: Salvador Elizondo y Alberto Blanco, quienes han seguido de cerca el quehacer de esta artista y discurren en breves propuestas intelectuales sobre la elocuencia visual de la pintora, lo que dota a este volumen en particular de virtudes artísticas por partida doble, la que refiere a la artista y la que resulta de la literatura que le alude.

En el primer texto de 1998, que precisamente intitula la publicación, Elizondo transita por los espacios del arte, donde refiere a diferentes pensadores de tiempos pasados, quienes echaron mano de las técnicas de representación visual para develar sus investigaciones sobre el cuerpo en tratados científicos, y establece la relación poética que Sandra Pani recoge en su obra, señalando la manera ideal y sensible con la que ella incurre en la temática del cuerpo. Cito: “Pronto se ve que el arte figurativo ha tomado por su cuenta la forma que tiene la organización del cuerpo como figura poética más que como figura mecánica; y viendo las pinturas de Sandra Pani me fui perdiendo en un laberinto especulativo de huesos, de músculos, de tendones, de ligamentos, de esos arroyuelos de linfa vital que invaden todas las estructuras, hasta las de los muertos”.
En la misma tónica asociativa, Elizondo señala en el segundo texto que se aboca a los dibujos de Sandra Pani, reivindicando las diferencias entre el tratado y la representación estética presente en la artista: “Esta pintura aspira a captar la esencia del cuerpo humano que no puede ser más que formal; el deseo de que un cuerpo sea alma y de que el alma sea visible mediante un signo: estos dibujos”.

En el texto titulado Sandra Pani: La flor del corazón, Alberto Blanco señala a un grupo de artistas que pareciera identificar con el ascendente de la artista, en tanto al empleo de veladuras, mencionando a Mark Tobey en alusión a sus escrituras blancas, o a Giorgio Morandi “respecto de la metafísica”, e inquiere sobre el significado oculto del color percibido tras la veladuras mismas y economía de líneas. Blanco adivina: “Es algo que tiene que ver con el cuerpo, pero que no es el cuerpo. Es algo que tiene que ver con la fisiología, pero que no es la fisiología […]. Es como si con sus cuadros Sandra intentara ofrecernos un retrato interior, lo mismo de la artista que de su arte, lo mismo del ser humano que de otra cosa”. Y en otro párrafo dice: “Se trata de trazar los contornos de una vida”.

En lo personal, y para concluir, yo hallo la obra de Pani más en relación a lo que Gilles Deleuze llamó el vitalismo orgánico, donde visualiza a la vida como una sustancia en relación al cuerpo, bajo su conceptualización y experimentación dentro del arte.

Sandra Pani aplica el automatismo, creado de sí y a partir de sí misma, usando su cuerpo como instrumento y como retrato, sin más racionalización que la provocada por las relaciones entre su cuerpo y el entorno natural. Efectivamente el figurado “cuerpo sin órganos” es un constructo empírico conectado desde su interior a fuerzas externas. Su experiencia se estratifica en sus partes sustanciales y formales donde a partir de ella interpreta el mundo. Para Deleuze, el cuerpo es el depositario del dolor que traza una vereda de intensidades. Ese mapa corresponde, desde mi particular interpretación, a las obras de Pani, que se desdobla y transforma en tantos dibujos como intensidades.

Finalmente, como diría otro artista: “Uno no puede dejar de ser lo que es”, y en el caso de Sandra el cuerpo ha sido su preocupación vital. Con misterio o sin él, el cuerpo se revela ante las sensaciones o, como diría Michel Tournier, se muestra siendo “un testigo vivo de nerviosos meteoros”. ~

* Texto leído en la presentación de El bisturí óptico en el Museo Nacional de Arte el 18 de agosto de 2012.

LUISA BARRIOS (Orizaba, Veracruz) es curadora e investigadora de arte. Actualmente colabora en ambas actividades en el Museo de Arte Moderno y de manera independiente. Ha escrito ensayos sobre temas de artes visuales y música para el IIE-UNAM, UAEMex, IMC, INBA-Conaculta, Trillas, Océano editores y suplementos culturales de Excélsior, El Financiero y revistas académicas y de difusión masiva.

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