Thursday, 18 April 2024
Artículos relacionados
Los espejos y las máscaras
Abierto Por Obras | Cultura | José Ovejero | 01.09.2012 | 1 Comentario

Nos complace invitar a nuestros lectores a seguir esta nueva columna de José Ovejero, quien colaboró recientemente en la revista con sus “Crónicas de la vieja Europa”. En este espacio convergerán diversos temas culturales, siempre con la elegante pluma de este autor que nos comparte sus pensamientos y reflexiones desde el otro lado del Atlántico.

“He tenido la desgracia de comenzar mi libro por la palabra yo, e inmediatamente se ha creído que, en lugar de intentar descubrir leyes generales, me estaba analizando en el sentido individual y detestable de la palabra”. No sé si compartirá el pudor de Marcel Proust el sinnúmero de escritores actuales en español que escriben yo por todas partes. No me refiero aquí a un ficticio yo narrador, sino a un yo que lleva el mismo nombre que el autor de la novela y con el que comparte rasgos biográficos. Sin necesidad de escarbar mucho en la memoria recuerdo a varios autores que usan esa coincidencia en alguna de sus obras, o que emplean elementos autobiográficos perfectamente reconocibles: Cercas, Fuguet, Herbert, Aira, Pron, Zambra, Halfón, Brizuela, Bruzzone, Luisgé Martín…

La autoficción, como se suele llamar a dicho recurso literario, tiende a emparentarse con esta época caracterizada por la redefinición de la intimidad, debida a la abundancia de espacios de autoexposición como Facebook, los blogs, Gran Hermano… Pero lo novedoso no es el recurso, que se encuentra en autores tan dispares como Cervantes, Proust o Gombrowicz; lo nuevo es que sean tantos los autores que practican con entusiasmo el difícil arte de convertirse en personajes.

Si la autobiografía la suele practicar un autor que ha obtenido la condición de personaje en la vida real, es decir, se trata de alguien tan conocido o admirado que el público quisiera conocer detalles de su vida o de la etapa histórica que le tocó en suerte, la autoficción funciona con reglas diferentes. No es que el autor escriba su vida por considerarla más singular que otras; es el hecho de ser escrita lo que la hace singular. Su representación la vuelve valiosa.

Y en ese sentido la autoficción se suma a las técnicas de autopromoción en las redes sociales. No son pocos los escritores que multiplican su presencia en ellas, nos informan de minucias de sus vidas, conocemos a sus mascotas y asistimos a sus fiestas, te acosan para que te hagas fan de su perfil, e incluso algunas escritoras posan en bikini o desnudas como si se tratara de famosas del mundo del espectáculo. Aparecer en muchos sitios, tener muchos seguidores; la presencia viral se convierte en valor de mercado, y el reconocimiento del mercado es el que hoy dicta el canon literario. Y de paso se sortea la condena a muerte que Barthes emitió sobre el autor: si él decretaba su defunción afirmando que la biografía o la intención del autor quedaban sustituidas por el texto, y la única relación que contaba era la del lector con la obra, la autoficción consigue el milagro de resucitar al autor al convertirlo en integrante del texto.

Sin embargo, sería apresurado concluir que la autoficción se reduce a un mero ejercicio de vanidad. Primero porque en muchos libros el posible impudor queda matizado por la posibilidad de que parte de lo narrado sea ficticio. Algún autor incluso desmantela la pretendida verosimilitud del texto —Julián Herbert en Canción de tumba—, señalando a posteriori que tal parte es inventada o que las cosas no fueron como cuenta. Esta forma de autoficción pone en duda la promesa de búsqueda de la verdad del realismo y en particular de la literatura confesional, como cuando Aira escribe en Cómo me hice monja una historia infantil que podría ser autobiográfica y, aunque mantiene el nombre, se cambia el sexo. La literatura se convierte entonces en un espectáculo de máscaras en el que se desmonta la relación entre ficción y realidad.

Pero además, muchos autores que practican la autoficción dirían, como Proust, que su interés no se centra en la propia historia ni en el propio carácter, sino en la búsqueda de un tiempo pasado, rastreando un trauma familiar —Halfón, Brizuela, Zambra, Bruzzone, etcétera— que con frecuencia afecta a toda una sociedad, como cuando la infancia, o la historia de los padres, tiene lugar bajo cualquiera de las dictaduras latinoamericanas del último tercio del siglo pasado.

Tras el ciclón de la posmodernidad que desarboló los intentos de explicación global de los fenómenos colectivos y desprestigió las ideologías que sustentaron buena parte de la literatura comprometida, el escritor investiga ese pasado opresivo, que a menudo es una forma de expulsión del —supuesto— paraíso de la infancia, y se acerca a él desde la experiencia individual. La familia reemplaza a la sociedad, los recuerdos personales al recuento histórico, la ficción, a veces disparatada, a las narrativas consensuadas y a menudo solemnes de los acontecimientos políticos. El pasado es una ficción más, a la que solo podemos acercarnos mediante ficciones individuales.

Montaigne introducía sus ensayos con una advertencia demasiado modesta: “Así, lector, yo mismo soy la materia de mi libro: no hay razón para que ocupes tu ocio en tema tan frívolo y vano.” El autor de autoficción nos seduce con el argumento opuesto: “Leedme, yo mismo soy la materia de este libro —¡esta es mi carne!— ”, aunque luego se libre a un juego de máscaras que a veces, es verdad, resulta frívolo y vano, y otras nos engatusa con ese yo individual y detestable para, sin embargo, ponernos en contacto con una experiencia que trasciende lo personal. ~

——————————
JOSÉ OVEJERO (Madrid, 1958) es colaborador habitual de diversos periódicos y revistas europeos. Entre sus novelas se cuentan Un mal año para Miki, Huir de Palermo, Las vidas ajenas y La comedia salvaje. Es autor, además, de poesía, ensayo, cuento y crónica de viaje. Ha recibido los premios Ciudad de Irún, Grandes Viajeros, Primavera de novela y Villa de Madrid “Ramón Gómez de la Serna”. Obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo 2012 por La ética de la crueldad. www.ovejero.info

Una respuesta para “Los espejos y las máscaras
  1. […] Los espejos y las máscaras. Septiembre 2012 […]

Dejar un comentario



Presentación del libro Aprendiz de Luna de Niza Illescas
Sábado 9 de agosto, 19 hrs. Entrada Libre Radio UNAM, Adolfo Prieto 133, Col. del Valle  
Este País | Cultura 106
Este País | cultura presenta la obra plástica de Javier Carral y su colección de tintas sobre papel. Este mes disfruta de las columnas de Flavio González Mello, Cecilia Kühne, Claudio Isaac, Gregorio Ortega Molina, Bruno Bartra y Ricardo Ancira.
Este País Cultura | Mayo 2014 | 104
Este País | cultura presenta la obra plástica de Lourdes Domínguez con la seria titulada “De urbantenis uno”. Poema de Adán Echeverría, Vicente Quirarte habla sobre Ernesto de la Peña y Federico Arana sobre Luis Cernuda. Disfruta de una muestra de literatura canadiense con el fragmento de novela de Yasuko Tahnh. Como cada mes presentamos […]
Integración, cultura y civilización
Es imposible determinar quiénes, cómo y cuándo decidieron la integración de América del Norte e incluir en ella a México. La respuesta lógica es afirmar que con el Tratado de Libre Comercio, lo que equivale a una simplificación política y económica absurda, porque las consideraciones para decidirlo fueron muchas, y porque hay hechos aislados registrados […]
Más leídos
Más comentados
Los grandes problemas actuales de México (144.729)
...

La economía mexicana del siglo xx: entre milagros y crisis (59.550)
...

Con toda la barba (38.017)
...

¿Por qué es un problema la lectura? (27.171)
Desarrollar el gusto por la lectura no es cuestión meramente de voluntad individual. El interés por los libros aparece sólo en ciertas circunstancias.

La distribución del ingreso en México (23.033)
...

Presunto culpable: ¿Por qué nuestro sistema de justicia condena inocentes de forma rutinaria?
Bas­tan­te han es­cri­to y di­cho ter­ce­ros so­bre Pre­sun­to cul­pa­ble....

Los grandes problemas actuales de México
Se dice que el país está sobrediagnosticado, pero en plenas campañas y ante...

I7P5N: la fórmula
Homenaje al ipn con motivo de su 75 aniversario, este ensayo es también una...

China – EUA. ¿Nuevo escenario bipolar?
No hace mucho que regresé de viaje del continente asiático, con el propósito...

La sofocracia y la política científica
Con el cambio de Gobierno, se han escuchado voces que proponen la creación...

1
Foro de Indicadores
Debates que concluyen antes de iniciarse
El proceso legislativo reciente y sus números

Eduardo Bohórquez y Javier Berain

Factofilia: Programas sociales y pobreza, ¿existe relación?
Eduardo Bohórquez y Paola Palacios

Migración de México a Estados Unidos, ¿un éxodo en reversa?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Donar no es deducir, donar es invertir. Las donaciones en el marco de la reforma fiscal
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Impuestos, gasto público y confianza, ¿una relación improbable?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Los titanes mundiales del petróleo y el gas
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

La pobreza en perspectiva histórica ¿Veinte años no son nada?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

La firme marcha de la desigualdad
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia. 2015: hacia una nueva agenda global de desarrollo
Roberto Castellanos y Eduardo Bohórquez

¿Qué medimos en la lucha contra el hambre?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Bicicletas, autos eléctricos y oficinas-hotel. El verdadero umbral del siglo XXI
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Parquímetros y franeleros: de cómo diez pesitos se convierten en tres mil millones de pesos
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: Una radiografía de la desigualdad en México
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: Más allá de la partícula divina
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: El acento está en las ciudades. Algunos resultados de la base de datos ECCA 2012
Suhayla Bazbaz y Eduardo Bohórquez