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Los múltiples y cambiantes rostros de la informalidad
Este País | Rodrigo Negrete Prieto | 01.07.2013 | 1 Comentario

En los últimos años, el fenómeno ha adquirido características tan complejas que hoy, difícilmente, se pude concluir que lo informal es simplemente aquello que no cumple con los atributos de la formalidad establecidos por la ley. Este ensayo aborda los elementos teóricos e históricos indispensables para entender la relación entre una y otra formas de trabajo.

La informalidad es un concepto discutido en la literatura y en las conferencias internacionales de Estadísticos del Trabajo (CIET) desde hace más de 40 años; sin embargo, solo recientemente se ha acordado la forma en que debe ser medida por las oficinas estadísticas nacionales, bajo directrices operativas y precisas. A lo anterior se añade la complejidad de que en esas largas décadas el fenómeno mismo ha ido más lejos de lo que se pensaba, rebasando los diagnósticos iniciales sobre su porvenir e incluso su geografía: los códigos de operación de la informalidad han dejado de estar circunscritos a actividades premodernas que configuran el paisaje urbano de los países en desarrollo. Paralelamente, ha tenido lugar una informalización de las relaciones laborales en todo el orbe, a manera de una flexibilidad de facto de la que se han servido unidades económicas plenamente constituidas, lo que ha dado lugar a modalidades seudoindependientes de empleo para descargar o eludir obligaciones, ello en un contexto de debilitamiento universal de la sindicalización como paradigma de la relación entre capital y trabajo.

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El concepto actual de informalidad abarca pues fenómenos modernos y premodernos, si bien históricamente nació como un esfuerzo para entender los segundos en toda su particularidad sociológica y antropológica, ya que desafiaban la literatura económica convencional. De hecho, el concepto fue acuñado por la antropología social en una conferencia impartida por Keith Hart en 1971 sobre el desempleo en África. El término lo retoma una misión de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) enviada a Kenya en 1972 para investigar por qué nadie en esas latitudes encajaba en la noción de paro laboral de los países desarrollados.

La informalidad —entendida como estrategia premoderna de supervivencia o ámbito no estructurado de la economía— entra así al debate bajo la figura de “sector informal”, esto es teniendo en mente, más que una condición laboral, un tipo de unidad económica capaz de generar bienes y servicios para el mercado pero con una lógica distinta de la de una empresa que optimiza costos y operaciones y cuya productividad se sustenta en una estricta división del trabajo y en sustituir relaciones interpersonales por procesos o procedimientos. La informalidad, pues, como un modo de producción familiar (Lipton, 1984)1 no asimilable al concepto de empresa racional en el sentido weberiano.

Se discute entonces el carácter dual del desarrollo con sus polaridades, en donde destaca la marginalidad y, a su interior, la informalidad —esta última, como la modalidad de subsistencia de quienes no pueden ser integrados (Tokman, 1978).2 Más adelante hay quienes se plantean si no habrá algún tipo de relación entre modos de producción distintos en el que la informalidad no deja de ser una puerta trasera del capitalismo organizado a manera de canal alternativo de distribución de mercancías (Moser, 1978).3 Sin embargo, con la crisis de los modelos económicos de economía cerrada en los que el Estado jugaba un papel protagónico, y el cuestionamiento de qué tan lejos había llegado en sus atribuciones, se comienza a ver la informalidad como un empresariado incipiente en lucha contra una burocracia barroca y barreras de entrada que el mismo Estado propicia en América Latina (De Soto, 1987).4 Gabriel Zaid, en una de las obras maestras de la prosa expositiva mexicana del siglo XX,5 va más lejos y, desde el punto de vista de los micronegocios, realiza una crítica cultural de las pirámides burocráticas, académicas, sindicales y empresariales con una oda al progreso en pequeña escala que se opone al progreso faraónico basado en la jerarquía y la obediencia y que se llama a sí mismo “moderno”. Más recientemente, el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) han comenzado a considerar el sector informal no solo como un empresariado en ciernes sino como una elección deliberada, y no tanto una condición impuesta (Maloney, 2004);6 elección que resulta en buena medida de consecuencias no previstas de las políticas públicas (Levy, 2010).7

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Como puede observarse, el significado que se da al concepto de informalidad cambia notablemente, pero en todas estas perspectivas el referente sigue siendo un tipo de unidad económica que de un modo u otro constituye un “sector” de la economía.

Para alcanzar un consenso sobre lo que es la informalidad —más allá de sus connotaciones y de la valencia positiva o negativa que se dé al fenómeno—, la OIT convocó en enero de 1993 a la XV Conferencia Internacional de Estadísticos del Trabajo (CIET).8 El consenso que logra la oit resalta un rasgo central de las unidades económicas que constituyen el “sector informal” y en el que concuerda con el marco teórico del sistema de cuentas nacionales, el cual rige los conceptos relacionados con la actividad económica y los agregados macroeconómicos en todo el mundo: el hecho de que el negocio carece de personalidad jurídica y económica distinta de la persona que lo encabeza. La persona y el negocio terminan siendo la misma entidad o, en todo caso, el negocio es indisociable del hogar en el que queda cifrada toda su operación. Es así que:

  1. Los activos no pertenecen a las unidades como tales sino a sus dueños (ya que no tienen personalidad económica).
  2. Los flujos de gasto del negocio y del hogar en el que se sustenta son en algunos rubros indistinguibles (ya que no tienen personalidad económica).
  3. Las unidades económicas por sí mismas no realizan transacciones ni establecen contratos con otras unidades; tampoco asumen obligaciones (ya que no tienen personalidad jurídica).
  4. Los dueños tienen que conseguir financiamiento bajo su propio riesgo y están personalmente comprometidos por cualquier obligación incurrida en sus procesos productivos (ya que el negocio no tiene personalidad jurídica).

Así, la XV CIET, antes que describir lo obvio, enfatiza la vulnerabilidad intrínseca a estas formas de operación, vulnerabilidad que en buena medida es la clave de su conducta y racionalidad. Esa condición de vulnerabilidad queda asociada a los atributos que muestra la Tabla.

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Hasta aquí un primer consenso que ganaba en precisión lo que perdía en generalidad, y que no dejaba de abrir una interrogante en la década de los noventa conforme avanzaba el proceso de globalización y surgían fenómenos como las economías en transición en lo que fuera el bloque soviético. Era una precisión que también dejaba en el limbo conceptual otras formas premodernas de trabajo, como el servicio doméstico que contratan los hogares, dado que estos no lo utilizan como insumo para ofertar algo a terceros sino como consumidores finales de esos servicios. Por su parte, la agricultura campesina de subsistencia también quedaba en un paréntesis dado que su orientación fundamental no es hacia el mercado, más allá de que realice ocasionalmente transacciones en él.

Inevitablemente, la interrogante que de ahí surgirá en los años subsiguientes es: ¿todo lo que no tiene los atributos del sector informal es, entonces, formal? Para tratar de contestar esta pregunta, se convoca la XVII CIET (noviembre de 2003). Su objetivo general fue identificar todas las formas de trabajo expuestas al mayor grado de riesgo personal y económico por estar operando al margen de las legislaciones o en los puntos ciegos de las mismas, de modo que ni los productores independientes ni los empleados pueden invocarlas en su favor. Su objetivo específico fue encontrar todas las modalidades que operan sin protección tanto dentro como fuera del sector informal.

Lo anterior implica que la mirada se posa ya no solo en la naturaleza de la unidad económica (sector informal) sino también en la condición laboral de los trabajadores. Como consecuencia de ello, la informalidad deja de entenderse como algo localizado en un rincón del espectro económico para concebirse como una práctica que puede presentarse en cualquiera de sus ámbitos.

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Tal y como quedó conceptualizado en la CIET precedente (la XV, de 1993), el sector informal se convierte entonces en un caso específico de informalidad: ciertamente uno muy importante que no hay que dejar de identificar, más no el único. El reto ahora es que no se confunda la parte con el todo, pero también que la parte no se diluya en el todo porque, analíticamente, es fundamental determinar qué tanto de la desprotección o informalidad laboral en general se explica por ese componente tradicional o clásico que es el sector informal y qué tanto ya no puede ser explicado por él.

Para ello se necesita un algoritmo que clasifique las distintas modalidades de informalidad, sin confundirlas ni duplicarlas, y que permita dicho análisis. Ese algoritmo de clasificación se concreta en una matriz laboral o “Matriz Hussmanns” que divide, ahora sí de manera definitiva, la ocupación total en formal e informal. Sin entrar en detalles,10 el algoritmo establece que el autoempleo y el trabajo independiente en general (cuentas propias y empleadores) se clasifican en función de la naturaleza económica que encabezan. Los trabajadores dependientes o subordinados, por su parte, se dividen entre los que tienen y los que no tienen acceso a las protecciones o garantías básicas que establece la legislación laboral. Así, el estatus de formal/informal de todas las categorías queda definido, incluyendo el servicio doméstico remunerado (en su enorme mayoría, no protegido) y la agricultura campesina de subsistencia (una modalidad de producción familiar y premoderna que no se puede asimilar a lo formal). Lo que no es menos importante, la matriz permite localizar trabajadores no protegidos ligados a cualquier tipo de unidad económica, incluyendo las formales (empresas, instituciones sin fines de lucro y Gobierno).

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Hasta aquí los conceptos. Quedaba abierto, no obstante, el debate sobre las posibles estrategias a seguir con la infraestructura de encuestas y/o censos de las organizaciones nacionales estadísticas (ONE) para captar información y llenar los rubros de la matriz, y sobre las características que debían tener esos instrumentos de medición para dicho propósito. Es por ello que la Comisión Estadística de la onu crea el llamado “Grupo de Delhi”, cuyo objetivo fue reunir un conjunto de especialistas (seleccionados entre las one del mundo) con el staff de marcos conceptuales de la oit para identificar qué tipo de instrumentos de captación podían responder de manera más eficiente a la Matriz Hussmanns: si se requerían aproximaciones por etapas, combinaciones de más de una fuente o, de haberlo, un tipo de encuesta laboral que pudiera conseguirlo en una sola aproximación. En octubre de 2012, la oit publica el manual de medición con las recomendaciones del grupo;11 en él se reconoce la enoe de México como una fuente modelo para definir la matriz en una sola aproximación. Eso le da a México una ventaja muy grande para generar trimestralmente esta información a nivel nacional y por entidad federativa,12 frente a otros países que requieren de módulos o encuestas especializadas con periodicidades bianuales, quinquenales y hasta decenales.

Por ejemplo, tenemos la Matriz Hussmanns que la enoe permite integrar para el primer trimestre de 2013 (ver el Cuadro). En color beige obscuro se señalan (en millones) los casos de ocupacionales independientes que fueron clasificadas en la informalidad atendiendo la naturaleza de su unidad económica, mientras que, en azul obscuro, sus contrapartes formales. En color beige claro se indican las magnitudes de trabajo subordinado que fueron clasificadas en la informalidad por carecer del acceso más básico a la seguridad social que proporciona una relación laboral y, en azul claro, las magnitudes de sus contrapartes formales. Todo lo beige (claro y obscuro) integra pues la cuenta total de informalidad, y todo lo azul (claro y obscuro), lo formal, para así sumar la ocupación total del país captada en ese momento del año. Se puede apreciar, asimismo, que el componente específico de la informalidad que corresponde al sector informal definido por la XV CIET de 1993 se ubica en el primer renglón. Lo demás corresponde a otras formas premodernas de informalidad que el sector informal no incluía, u otras claramente vinculadas a los procesos de unidades económicas modernas. Los espacios en blanco son, antes que celdillas vacías, imposibilidades conceptuales.

Así, de la ocupación total del país (47.8 millones de personas), 59% corresponde a alguna modalidad de trabajo u ocupación informal, es decir 28.2 millones. De estos, 48.7% se ubica en el sector informal clásico de la economía, y 51.3% en el resto de modalidades informales (ver la Gráfica 1).

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Cuando se analiza por separado el componente de informalidad no explicado por el sector informal, lo que vemos es que por sí solo involucra 30.9% de toda la ocupación, y que de esta, 6.2 millones de individuos son asalariados no agropecuarios y no protegidos, u otro tipo de trabajadores que ponen su fuerza de trabajo sin obtener remuneraciones fijas (trabajadores seudoindependientes que no tienen autonomía en su proceso de trabajo). Lo que suman estos dos grupos sería la informalidad emergente o nueva informalidad. En la enoe se observa que son trabajadores no protegidos porque esa condición no les da acceso a lo más básico de la seguridad social. Ello significa que son trabajadores fuera de nómina y cuyos empleadores no reconocen una relación laboral con ellos. Podrían o no estar dados de alta en otros programas, como el Seguro Popular, pero esto no es lo que importa aquí: si su relación laboral no les da ese acceso básico, ello quiere decir, por extensión, que sus empleadores no hacen contribuciones, a su nombre, a la seguridad social, que no cotizan en un fondo de pensiones y que la relación de trabajo puede concluir en cualquier momento sin liquidaciones de por medio: son pues trabajadores a la intemperie, operando bajo un riesgo personalizado que no es compartido ni amortiguado en forma alguna (ver la Gráfica 2).

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Con todos estos elementos se integra una pieza clave del mercado laboral en países como México. Sin ella, no se podrían entender a cabalidad ciertos fenómenos e incluso ciertas paradojas que tienen lugar en nuestro país y que han dejado perplejo a más de un analista, como el nivel comparativamente bajo de la tasa de desempleo.13
Alguna vez predominó una visión pastoral del desarrollo económico según la cual la informalidad resultaba una suerte de residuo de otro tiempo histórico que tarde o temprano sería fagocitado por el progreso. Hoy en día no estamos tan seguros de quién digiere a quién.

1 * El autor agradece la colaboración de Guadalupe Luna Ramírez en la elaboración de este artículo, así como del equipo de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), encabezado por Tomás Ramírez Reynoso.
2 M. Lipton, “Family, Fungibility and Formality: Advantages of Informal Non-Farm Enterprise versus the Urban-Formal State”, in S. Amin (ed.), Human Resources, Employment and Development, vol. 5: Developing Countries, London, MacMillan (for International Economic Association), 1984, pp. 189-242.
3 Víctor E. Tokman, “An Exploration into the Nature of the Informal-Formal Sector Relationship”, en World Development, vol. 6, núm. 9-10, 1978.
4 Caroline N. Moser, “Informal Sector or Petty Commodity Production: Dualism or Independence in Urban Development?”, en World Development, vol. 6, núm. 9-10, 1978.
5 Hernando de Soto, El otro Sendero: La respuesta económica al terrorismo, segunda edición, Diana, México, 1987.
6 Gabriel Zaid, El progreso improductivo, tercera edición, Siglo XXI, México, 1981.
7 William F. Maloney, “Informality Revisited”, en: World Development, vol. 32, núm. 7, julio de 2004.
8 Santiago Levy, Buenas intenciones, malos resultados: Política social, informalidad y crecimiento económico en México, primera edición en español, Océano, México, 2012.
9 Para una síntesis comentada de las resoluciones tanto de la XV CIET (1993) como de la XVII CIET (2003), ver Ralf Hussmanns, Measuring The Informal Economy: From Employment in The Informal Sector to Informal Employment. Working Paper No. 53, International Labour Office, Ginebra, diciembre de 2004.
10 Para una descripción detallada del algoritmo, consultar en el sitio web del INEGI el documento La Informalidad laboral. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Marco conceptual y metodológico, <http://www3.inegi.org.mx/sistemas/biblioteca/detalle.aspx?c=32519&upc=702825003986&s=est&tg=0&f=2&pf=EncH>.
11 International Labour Organization, Measuring Informality: A Statistical Manual on The Informal Sector and Informal Employment, International Labour Office, Ginebra, 2012.
12 La información trimestral generada por la ENOE sobre la informalidad a nivel nacional y por entidad puede encontrarse en el sitio web del INEGI o consultarse en: <http://www3.inegi.org.mx/sistemas/tabuladosbasicos/tabtema.aspx?s=est&c=32519>.
13 Para abundar más sobre este tema ver: Rodrigo Negrete, “El indicador de la polémica recurrente: La tasa de desocupación y el mercado laboral en México”, en Realidad, datos y espacio: Revista internacional de estadística y geografía, vol. 2, núm. 1, enero-abril de 2011.
_________________
RODRIGO NEGRETE PRIETO es investigador del INEGI.

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