
La semana antepasada, en varias capitales de todo el mundo, se realizaron eventos para festejar el 70º aniversario del fin de la fase europea de la Segunda Guerra Mundial (la guerra del Pacífico tenía que esperar unos meses más). Los festejos marcaron lo que quizá sigue siendo el esfuerzo colectivo más monumental de la historia humana, la derrota de la expresión más fea de la represión política (es decir, los nazis), y la liberación del continente que durante siglos había sido el mayor motor de la civilización.
Pero por más que se considera a la Segunda Guerra Mundial como un evento histórico, el impacto del conflicto sigue resaltando hasta el día de hoy. En algunos sentidos, el legado es positivo. Claro, el fascismo sufrió una derrota contundente y esencialmente final; aunque Franco fue líder de España por tres décadas después de la muerte de Hitler y varios imitadores siguieron a cargo de gobiernos marginales, esa ideología ya no era una opción ni común ni aceptada.
De igual importancia fue la integración de los antagonistas al mundo liberal; después de varios años de ocupación militar, Alemania y Japón, ya arrepentidos por sus agresiones, se convirtieron en miembros pacíficos e importantes de la comunidad internacional. En el caso de Alemania, su rivalidad con Francia, el motor durante siglos de una tensión mortal, se extinguió, por lo menos en términos bélicos. Representa un logro geopolítico histórico y atípico; los resultados políticos de las guerras suelen ser más ambivalentes.
Sin embargo, en muchos otros aspectos, la Segunda Guerra Mundial dejó un legado más complicado. Del fin de ese conflicto nació la Guerra Fría, la rivalidad ideológica y política entre Estados Unidos y Europa Occidental, por un lado, y la Unión Soviética, por el otro, que duró casi medio siglo. La Unión Soviética desapareció hace casi 25 años, y el comunismo ya ocupa el mismo lugar en el basurero de la historia que el fascismo, pero la rivalidad entre Rusia y el Occidente continúa, y sigue siendo la causa de violencia en Ucrania. La paz después de la guerra resultó más exitosa en convertir a los enemigos en amigos que mantener a los aliados como aliados.
Otro de los grandes efectos de la Segunda Guerra Mundial fue el fin del colonialismo europeo en Asia y África. Y si bien eso fue un paso esencial para un mundo más liberal y democrático, la manera en que se llevó a cabo fue un desastre que causó millones de muertes en India y Pakistán, entre otros lugares. Y hoy sigue perjudicando a la región: una gran parte de la tensión en el Medio Oriente se debe a las fronteras incoherentes y arbitrarias que dejaron los poderes coloniales. No es cosa menor: uno solamente tiene que fijarse en la turbulencia de la Primavera Árabe para darse cuenta de la relevancia hoy en día.
En fin, la historia siempre pesa en el presente. El aniversario de la semana antepasada fue correctamente visto como una celebración de un triunfo contra una de las fuerzas más malignas que el mundo ha visto, pero también es un factor de muchos problemas de la actualidad.