Para Gilberto Bribiesca
Mamá:
Están a punto de fusilar a Melchor Ocampo.
El aire se ha transformado en muro de cemento.
Antes de que suceda,
he salido a mirar los aviones
y a viajar en tus ojos.
Ya llegan por Ocampo a su hacienda Pomoca,
hermana de su nombre,
ya lo dejan escribir unas cartas,
aquélla, sobre todo,
en que cede sus libros al Colegio
de San Nicolás Hidalgo
y pide que sus amigos predilectos
antes elijan los que más les gusten.
Todo esto lo leo en una obra
que fue propiedad de tu marido.
Tiene sus subrayados y también tus vigilias.
Comprar ese libro, encuadernarlo,
te robaba el sueño pero nunca los sueños.
Como la mayora de la casa,
mirabas entrar libros y libros.
Unos llegaban heroicos y maltrechos
como el ejército liberal,
templados a fuerza de derrotas
y había que alimentarlos y arroparlos.
Quererlos como a hijos andrajosos
porque chinaco, el guerrillero del pueblo,
viene de la palabra tzinácatl
y tú, aunque no lo supieras,
y a veces maldijeras su llegada,
los cuidabas
como si fueran también nuestros hermanos.
Por eso los dos, tú y papá,
me cuentan la verdadera historia.
Es de Ocampo la frase:
“Me quiebro pero no me doblo”.
Mi padre la decía. Y tú la practicabas.
Hoy Ocampo se llama calle,
nos dice biblioteca, libertad, soberanía,
permite que respirar sea un orgullo
y la patria nos duela como carne.
Directa y a los ojos me llega aquella carta
de José María Arteaga,
ese generalazo michoacano
que atrevió el diminutivo
y se dirigió a su madre como yo te hablo a ti,
aunque no lo parezca, en tercera persona:
“Mamá. Me van a fusilar.
Perdóneme por haber dedicado
mi vida al ejercicio de las armas
que tantas mortificaciones le ha causado.
No tengo para dejarle
sino un nombre sin mancha”.
Mamá:
Ya casi fusilan a Melchor Ocampo.
Y usted que ya no está
para mover, resignada, la cabeza
cuando a su marido y a su hijo
se les quiebra la voz ante tan poca cosa.
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• Tanto por la extraordinaria calidad como por la amplitud de su obra, Vicente Quirarte (Ciudad de México, 1954) es hoy por hoy una referencia obligada en el universo de la poesía mexicana contemporánea. Desde su primer libro, Teatro sobre el viento armado (1979), Quirarte ha publicado decenas de poemarios entre los que se cuentan La luz no muere sola (1997), El ángel es vampiro (1991, Premio Xavier Villaurrutia) y la antología Razones del Samurai 1978-1999 (2000). Es autor también de ensayo —recibió en 1990 el Premio Nacional de Ensayo Literario José Revueltas por El azogue y la granada. Gilberto Owen en su discurso amoroso—, narrativa y obra dramática. Como editor se ocupó de la redacción de la Revista de la Universidad de México y de la dirección del Periódico de poesía. Actualmente es director del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM y de la Biblioteca Nacional de México. En 2003 ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua, convirtiéndose en el miembro de número más joven en la historia de la institución.
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