SIEMPRE HA SIDO difícil saber qué es lo que piensa el público. Los mecanismos para saberlo, a pesar de su indudable evolución, siguen ofreciendo pocas pistas. A veces gana la intuición, pero desde hace 10 años y un poco más, las cosas han entrado en nuevos procesos que sin duda abren posibilidades para que se tenga más certidumbre que incertidumbre. Hoy lo que prevalece son los llamados datos duros. Los números. Sin embargo, no hay duda de que con todo y que los gobiernos, la actual Presidencia, no dan pasos sin tener un referente, utilizan encuestas y todo lo que se le parezca, a menudo surgen los asegunes.
Preguntar, escuchar y luego evaluar pareciera ser el signo de los tiempos. No es que por medio de estos mecanismos se llegue a certezas plenas, lo que pasa es que sin duda tener elementos que ayuden a actuar y diseñar estrategias cambia el tono de las decisiones de los gobiernos, de las empresas y en general de todos los que de alguna u otra forma encabezan procesos en que las decisiones se toman en función de lo que la gente piensa, aunque no necesariamente siente. La fórmula es sencilla: conocer que se piensa para actuar.
Este País nos ha dado el ABC de los números, pero por encima de todo nos ha ofrecido formas nuevas de leer lo que parece confuso. Saber que hoy la población tiene determinados gustos y simpatías políticas forma parte de un trabajo metodológico que permite abrir espacios a nuevos entendimientos de la sociedad. Este País es un referente al cual no le ha sido fácil existir.
A las dificultades que ofrece cualquier proyecto periodístico, hay que agregar la sinrazón de algunos que encuentran en el pensamiento una especie de dique. La anécdota contada por Carmen Aristegui, en este número especial, ejemplifica lo que desde el absurdo del poder por el poder se pensaba de un proyecto que, de manera sencilla, que no simple, pretendía elevar el nivel de debate en México mediante de razones y números, más allá de adjetivos.
II
Este País ha visto en diez años una de las evoluciones más intensas de la historia reciente de México. Han surgido nuevas generaciones de políticos, empresarios, periodistas; y por encima de todo estamos tratando de entrar en un área fundamental para poder enfrentar lo que viene: tolerancia, democracia, pluralidad. Ejes centrales del intento de nueva e histórica nación.
El periodismo es una de las áreas de mayor evolución. Chiapas lo muestra de cuerpo entero. Los jóvenes que cubrieron la guerra no-guerra eran los que estaban cumpliendo funciones en sus medios en la fuente del otrora llamado Departamento del Distrito Federal. Los medios sin entender bien a bien qué pasaba, cuando conocieron la sui generis decisión de Carlos Salinas de designar a Manuel Camacho al frente de las negociaciones, sin salario nada más faltaba, optaron por mandar a todos los de la fuente a San Cristóbal, para tratar de entender e informar sobre la guerra no-guerra.
Todos fuimos testigos de los excesos, voluntarios o no. Sin embargo, la presencia de un grupo de jóvenes, que enfrentaban de la noche a la mañana la posibilidad de estar en primera plana con sus notas o en los espacios principales de los medios electrónicos, abrió una posibilidad de que el periodismo mexicano entrara de la noche a la mañana en la obligación de informar con los elementos en la mano. En pocas ocasiones los medios han jugado un papel tan interesante y protagónico como en esos días. Nunca como en esos días se le aplicó al ejercicio periodístico, de parte del auditorio, la frase del juego de los niños: «los de adelante corren mucho y los de atrás se quedaran».
Es probable que lo sucedido en esos días haya sido una de las piedras de toque para que los medios irrumpieran de manera brutal. El gobierno intentaba controlar, pero ya no tenía capacidad de hacerlo como en otros tiempos. Entre travesuras y trabajos de excepción se gestó un proceso novedoso. Particularmente en algunas estaciones de radio y en cierta prensa escrita.
III
La batalla entre algunos medios y el gobierno era casi tan intensa como la que había entre el gobierno y la rebelión del EZLN. Burócratas que revisaban de cabo a rabo todo lo que se decía, medios de comunicación que militaban más que informaban, pero por encima de todo el preámbulo de formas inevitablemente nuevas. El asesinato de Luis Donaldo Colosio aceleró todo aún más. Los intentos por frenar cualquier hipótesis por parte de la Presidencia fueron innumerables. Los medios especulaban más por la cerrazón que por la información que podrían tener, bajo el manto de un asesinato con tintes de complot.
Igual pasaría después con la muerte de José Francisco Ruiz Massieu. La lucha por el poder colocó a los medios como uno de los mecanismos del enfrentamiento. Si a lo largo de los años los medios han sido el instrumento del poder, era obvio que tenían que cumplir su «sentido de servicio» a aquellos que les habían entregado concesiones y favores, al paso de diferentes generaciones de la «familia de la radiodifusión». La prensa escrita, entonces, surgió como la alternativa. Aparecieron nuevos diarios y se consolidaron otros, junto con la caída de algunos presuntos mitos periodísticos. El escenario empezó a construir nuevas lecturas en el público.
Era, a querer o no, la etapa que presagia la consolidación de Este País y, al mismo tiempo, el inicio cantado de un partido en el poder que empezaba a destruirse a sí mismo. Los acontecimientos y la forma en que se interpretó lo que pasaba abrieron una mirada más clara y consciente de lo que tarde o temprano estaba por venir. Acudir a los números para conocer el deterioro de la población. Revisar las encuestas para entender el ánimo de la sociedad. Atender metodologías que con claridad nos expresaban, entre otros asuntos, los índices de violencia que se estaba gestando, más allá de la experiencia diaria de cada uno de nosotros. Todo esto fue parte del preámbulo en el pensamiento y en la vida diaria, aunque era obvio que cada uno y una a su manera lo estaba viviendo.
IV
Los diez años de Este País han sido los diez años del fin de una era y una clase política en el poder. Todo parecía anunciado y entre la soberbia y la impotencia nada pudieron hacer aquellos que pensaban gobernar, como grupo que había entrado al poder en el 82, hasta el 2006. La crítica en los medios, en las universidades, los movimientos sociales y la dinámica mundial fue dejando al PRI sin armas y sin resortes para defenderse de lo inevitable. Las razones del proceso de cambio a veces parecían tan obvias que hasta confunden. El «ni los veo ni los oigo» terminó por revertirse.
Los números que nos reportaban sistemáticamente los índices de pobreza, la desesperanza de ciudadanas y ciudadanos y la soberbia de las formas de gobierno -las cuales al paso del tiempo hasta parecen absurdas- crearon un estado de ánimo. Entender y vivir el diario construyó conciencias que se vieron fortalecidas por razones e información. El triunfo de Ernesto Zedillo en el 94 es el último resquicio. La victoria fue esperada y más cuando Diego Fernández de Cevallos despareció. El panista argumenta que lo desaparecieron de los medios. Lo cierto es que los números y la percepción de la gente se fueron transformando después del famoso debate, cuando el hoy senador surgió, sin duda, como el ganador.
Al paso de su desaparición el público reaccionó y entre el clima de muertes y asesinatos el votante opta, junto con la fuerza de la maquinaria, por el supuesto «bienestar para la familia». El voto fue mayoritario para el «niño aplicado de los dieces». Ganó sin que nadie se sorprendiera. Las encuestas, las proyecciones, el ánimo de la sociedad, reflejado en mucho en los números y análisis de Este País, acabaron por alertar a los ciudadanos y ciudadanas de lo que iba a pasar. No hay peor chiste ni peor película que aquel o aquella en la que todos sabemos lo que va a pasar. Las elecciones de nuevo nos llevaron a lo previsible y al desencanto. El análisis y las proyecciones nos colocaron ante escenarios a futuro inéditos: en el 2000 otros podrían estar al frente. Era cuestión de tiempo.
V
Los diez años de Este País son los de la transición y el cambio. Pensar que el cambio de gobierno crea de inmediato condiciones diferentes y nuevas en lo político es ver sólo una parte de lo que está pasando. Sigue siendo el tiempo de la transición. El gobierno de hoy no es el de la consolidación. Es el gobierno que debe seguir creando condiciones ante nuevas generaciones y nuevas formas políticas que puedan atender no sólo los partidos políticos. Estos diez años siguen siendo los de los tiempos en que los partidos no logran consolidar su presencia nacional, más allá de ser los representantes de la sociedad en los procesos electorales.
Estos diez años son los de la presencia vital de una sociedad que se niega a los partidos y encuentra formas propias de organización. La gran cantidad, a veces excesiva, de grupos que tienen una presencia real ha permitido nuevas opiniones y expresiones que en otro tiempo no tenían forma de canalizarse y eran, antes de ser escuchadas, sometidas.
Este País ha ensanchado la vida intelectual y comprensión de la vida diaria de la sociedad mexicana. El camino no ha sido fácil. Han sido años de intolerancia y también de escenarios que cambian vertiginosamente y que por ende resultan de difícil entendimiento. La vida en México está llena de pendientes. Los más importantes, que no los únicos, pobreza, injusticia, salud y educación. Cualquier sociedad que se precie de digna antes que nada debe resolver estos dolores de cabeza. Los diez años de Este País nos han permitido entender mejor en qué no caminamos y en qué, con limitaciones, vamos avanzando. Lo más importante es que nuestra sociedad tenga salidas a sus problemas y también que se sienta ánimo y esperanza. Este País nos ha dejado de manera inevitable e involuntaria sin aliento, en la desesperanza y sin ánimo ante la realidad que sistemáticamente reporta. Sin embargo, nos ha dado la invaluable esperanza de detectar y entender a tiempo los caminos para los nuevos tiempos de la democracia, tolerancia y esperanza.