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Cultura | Espacios Y Caracteres | Flavio González Mello | 01.12.2009 | 0 Comentarios

Desventajas de la comunicación

Hasta hace pocos años, cuando un guionista necesitaba que su personaje permaneciera ignorante sobre alguna información fundamental para la trama, sólo tenía que dedicar unas cuantas palabras del libreto a plantear el extravío de la carta reveladora o la descompostura de la línea telefónica. Aislar a un personaje era cosa fácil y de todos los días. Hoy, la proliferación de sistemas de comunicación obliga a dar largos rodeos (a veces, de secuencias enteras) para justificar que, en plena era del SMS, el Blackberry y el e-mail, alguien pueda dejar de enterarse de algo, dondequiera que se encuentre. Es necesario descargarle la pila a su celular, mandarle un virus a su lap, descomponerle el radio del coche, fabricar un providencial apagón que le impida consultar el internet del café de la esquina y una larga lista de movimientos argumentales que en términos de suspenso resultan una mera pérdida de tiempo, pero se han vuelto indispensables para mantener la mínima verosimilitud de la situación.

Nostalgia de la tragedia

Cuando comenzaba el boom de la telefonía celular (dos palabras que ya empiezan a sonar tan anacrónicas como redundantes) me tocó conocer a uno de los radioaficionados que, durante las horas siguientes al temblor de septiembre del 85, prestaron un valioso apoyo recopilando información sobre lo que había pasado y comunicándola al resto del país y al extranjero, en momentos en los que era prácticamente imposible hacer una llamada telefónica. El radiohéroe me narró durante largo rato las hazañas que él y sus pares habían protagonizado al mando de aparatos de transistores que, por unos días, dejaron de ser de aficionados y cumplieron con profesionalismo una importante labor social, supliendo no sólo la caída de las líneas sino también la falta de imaginación de un gobierno que se había pasmado ante el desastre. De pronto, el sujeto en cuestión hizo una pausa y se sumió en un melancólico silencio.

—Todo eso ya no sería posible, por los celulares. Hoy en día la gente atrapada entre los escombros sólo tiene que marcar en su teléfono y pedir que la rescaten…

Y agregó al lamento:

—Así, cualquiera.

De la célula criminal al crimen por celular

El crimen se adapta a las nuevas tecnologías con mucha mayor rapidez que los burocratizados aparatos policiacos. El optimismo de los ochenta imaginaba un futuro lleno de patrullas dotadas de computadoras con extensas bases de datos sobre los personajes del bajo mundo. No es que esa tecnología no exista ni esté al alcance de nuestros cuerpos de seguridad; pero a veces da la impresión de que la policía mexicana sigue usando conexiones telefónicas de 54 kbps mientras sus antagonistas operan con conexiones de banda ancha.

Las autoridades se tardaron más de una década en darse cuenta de que el celular era utilizado por algunas bandas criminales para informar, desde el interior de una sucursal bancaria, a quién convenía asaltar a la salida, cómo iba vestido y exactamente cuánto dinero traía y en billetes de qué denominación. Finalmente, se expidió una norma que prohíbe el uso de celulares dentro de los bancos. Y hay que decir que es una de esas pocas reglas que la autoridad sí se preocupa por hacer cumplir. Cualquiera que haya contestado una llamada dentro de una sucursal sabe que en menos de diez segundos se le acerca un policía para indicarle que cuelgue de inmediato, “por seguridad de todos”.

Eso sí: si el asaltante opta por enviarle a sus cómplices la información sobre el prospecto de víctima vía mensaje de texto, nadie lo molestará.

Y así, mientras los cerebros de nuestra lucha anticrimen siguen trazando estrategias para impedir que los viejos y voluminosos celulares con números rojitos brillando sobre una pantalla negra sean utilizados como peligrosísimas herramientas para delinquir, el crimen organizado (y el desorganizado también) hace mucho que aprovecha las ventajas de la extorsión por celular, pidiendo como botín, en vez de dinero, tiempo aire.

¿Con quién hablo?

—Hola, soy Juan Sebastián. Por el momento no puedo contestar, por favor deje su recado después del tono y yo me comunico en cuanto pueda.

—Estimado usuario: le recordamos que su factura está próxima a vencer. Le recomendamos pagarla a la brevedad en cualquiera de nuestras sucursales para evitar molestias en su servicio telefónico. Por su atención, gracias.

—Lo sentimos, su mensaje ha excedido el tiempo disponible en este buzón. Para grabar nuevamente su mensaje, presione 1. Para salir, presione 2. Para volver a escuchar el menú, presione asterisco.

Bicentenario binario

¿Qué estás pensando?

Corregidora mi marido me encerró bajo llave y está allá afuera dando instrucciones para prenderlos a todos.

El 15 de sep a las 18:05 hrs a través de Facebook para Blackberry Comentar

A Félix Calleja, El Intendente Riaño y otros 17 gachupines les gusta esto.

@llende ¡cómo! Pero entonces, ¿nos han descubierto?

Corregidora
sí, al gilipollas de Arias se le ocurrió soltar toda la sopa y Miguel ya no pudo más que seguirle la corriente.

@llende ¡Joder! Hay que adelantar el plan. ¿Alguien le puede avisar al Zorro?

@ldama
Me lanzo ahora mismo a Dolores.

e-dalgo Tranquilos, todo bajo control. Ya hice una cause que se llama Muera el mal gobierno y convoqué a los feligreses de la parroquia a que se unieran. Ustedes también reenvíensela a todos sus contactos.

Venegas ¿de qué habláis, de qué habláis? Acabo de llegar a Nueva España y no entiendo nada, ¿alguien me puede explicar de qué trata todo este follón?

e-dalgo ¿y ése quién es? ¿quién lo invitó, o qué?

@llende “Venegas” es la petrolera de Hugo Chávez, ¿no?

Corregidora
Que no, que es el nuevo Virrey. Tomó posesión anteayer. Yo acepté su solicitud de amistad. No sé cómo borrarlo de mi lista.

@ldama
Mira: en “Amigos” vas a “todos mis amigos”, ahí localizas al Vi, le picas en la crucecita que tiene al lado y sí le das “confirmar”.

@llende Bueno, ¿y ahora, qué procede?

e-dalgo Pues viva Fernando 7.0 y… ¡vamos a coger gachupines!

Escribe un comentario… ~

Flavio González Mello

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