En defensa del Centro de Cultura Digital – Estela de Luz

Fundatori quietis. El “fundador de la paz”. Aquel que triunfa de las batallas más sangrientas, del caer de miles de cuerpos y la violencia explotada en cada espacio de una tierra es llamado un “fundador de la paz”. Porque el triunfo fatal y caótico acaba con las temporadas de muerte y desorden; porque a veces se necesita de muerte para rescatar con vida. Esa es la idea.

Fundatori quietis es como reza uno de los muros, el principal, del Arco de Constantino que celebra el triunfo del Emperador Romano sobre las fuerzas de Majencio para alcanzar un gobierno de mando único en las antiguas tierras mediterráneas. Esas palabras celebran así, el sacrificio de una violencia por la calma subsecuente: no es que la paz se establezca, sino se “funda”; no es que la guerra “descubra” la paz, la inventa.

El monumento es testigo de ese nacimiento. Esa es su utilidad y única razón de existencia: en lo monumental encapsulamos el tiempo, lo miramos de cara y recordamos todos y cada uno de los brotes de sangre que nos regalaron el invento de la calma. Todo edificio erigido es un Arco Triunfal, uno como el de Constantino, y es tarea del ciudadano, y de nadie más, enfocar las miradas hacia otras perspectivas: podríamos pensar que toda batalla es violencia o que toda batalla es un acercamiento hacia la paz. En todo hay complejidades y ninguna versión sería del todo cierta, pero es cosa de mirar al futuro.

Porque ahí es donde radica una falla común: son pocos los que asumen al símbolo monumental como una invitación para mirar hacia delante, como una oportunidad para dejar las turbulencias enclaustradas debajo del mármol y entonces buscar la única de las salvaciones humanas corroboradas, que es la creación. Son pocos, y ahí la verdadera tragedia, los que gozan de agilidad suficiente como entender que en el pasado lo único que sobrevive es el pasado.

El Centro de Cultura Digital – Estela de Luz, en sus pocos meses de funcionamiento, ha buscado de una forma humilde (y las formas humildes, en general, son las de mayor fuerza) unir la lógica creativa y cultural de toda una generación a pesar del obtuso contexto político que ha rodeado al monumento que lo alberga. Ha dado luz a miles de jóvenes que, más que ignorar muchas de las más cruentas realidades de nuestro país, buscan mirar para adelante. Buscan ser los nuevos Constantinos, que a través de la cultura sonora y la plástica encuentran la mejor bandera para la cohesión social.

Buscan ser los nuevos fundadores de la paz.

De ahí que la sospecha de su clausura nos lleve a tomar partido, alzar la voz, iluminar a una juventud arrinconada en la oscuridad por la politiquería y el oficialismo. Dejar en claro que existimos y hemos sucedido independientemente de dichos brazos enfermos e institucionales; que hemos hecho ya nombre de este país, que buscamos la seña breve del reconocimiento y el gusto, porque la humildad es la mayor de las fuerzas y nosotros, a quien sea que corresponda, buscamos la paz.

La paz verdadera.