¡Caracoles!
Han brotado de esta tierra húmeda.
Sus conchas son pequeñas cuevas
donde aún resuenan los ecos de la lluvia.
Legiones pluviales invaden el jardín
y trepan por la casa;
se mueven con el paso inmemorial del agua
(con esta lentitud han esculpido los ríos las montañas).
Estoy segura que sus almas copian la gota en un cántaro que canta.
La frescura de la noche es suya.
(El infinito respira en espirales.)
Ícaro
No te equivoques,
no son de ave estas alas
que desde mí extienden su hermosura.
Sus dedos las recamaron de oro líquido
y levísimas plumas.
Dédalo las hizo para la fuga.
Y tampoco te engañes
que, aunque pesan y las mueve el aire,
su material es un ebúrneo sueño
y, aunque las venzan las brasas solares
y se despedacen
y yo caiga
y el océano me engulla y me desolle,
ese sueño y mi figura
en la cenit de la belleza fulgurante
permanecerán.
El vértigo del sol en mis pupilas es inmarcesible
La mosca
En tu corazón seis patas.
Pesa y zumba el presagio negro.
En ti ha posado el asco craso de sus alas.
Te reflejas en todos sus ojos
[y no te tiene miedo
Elisa di Biase (Ciudad de México, 1981) estudió Lengua y Literaturas Hispánicas
en la UNAM. Actualmente cursa estudios de maestría en literatura
en la Universidad Complutense de Madrid, con el apoyo de una beca de la
Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.
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