Leemos, en el párrafo sexto del artículo 28 consti-
tucional, que “el Estado tendrá un banco central,
que será autónomo en el ejercicio de sus funciones
y en su administración”; que el objetivo prioritario
de dicho banco será “procurar la estabilidad del
poder adquisitivo de la moneda nacional” y, lo
más importante de todo, que “ninguna autoridad
podrá ordenar al banco conceder financiamiento”,
lo cual quiere decir que el Ejecutivo federal no po-
drá obligarlo a emitir dinero (imprimir billetes y
acuñar moneda), para financiar parte de su gasto.
Todo ello apunta en la dirección correcta, que en el
caso de cualquier banco central es la de la estabili-
dad del índice general de precios y, por consiguien-
te, la de la preservación del poder adquisitivo de
los consumidores y, ¡todavía más importante!, de
los ahorradores. El primer paso por el camino del
progreso económico, entendido como la capaci-
dad para producir más (dimensión cuantitativa) y
mejores (dimensión cualitativa) bienes y servicios,
para un mayor número de gente (dimensión so-
cial), es, precisamente, el ahorro, uno de cuyos
principales enemigos es la inflación.
Un banco central debe tener como única tarea la
que la Constitución le señala al Banco de México:
procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la
moneda nacional, como una de las condiciones
necesarias del progreso económico. Sin embargo,
no faltan las voces, sobre todo de legisladores, que,
bajo el influjo del keynesianismo, y sobre todo en
tiempos de recesión económica, afirman que al
banco central se le debe imponer la tarea de pro-
mover el crecimiento de la producción de bienes y
servicios y, por lo tanto, la creación de empleos y
la generación de ingresos.
Quienes proponen tales cosas no saben que la
única manera que un banco central tiene para pro-
mover el crecimiento, el empleo y el ingreso es por
medio de la estabilidad monetaria, y que cualquier
otra herramienta que pueda usar para lograr tal fin
es contraria a la preservación del poder adquisitivo
y perjudicial para el crecimiento de la producción,
la creación de empleos y la generación de ingresos.
¿Cuál puede ser esa otra herramienta? La inflación,
la pérdida del poder adquisitivo, la inestabilidad
monetaria, todo lo cual es contrario a la tarea que
cualquier banco central debe promover.
¿Cuál es la lógica que sustenta la propuesta de
imponerle al Banco de México, la promoción del
crecimiento, el empleo y el ingreso, sobre todo en
tiempos de recesión? La creencia de que un au-
mento en la demanda agregada (la demanda de to-
dos, por todos los bienes y servicios), da como
resultado un aumento en la producción de esos
bienes y servicios, con el consiguiente incremento
en el empleo y el ingreso, aumentos, todos estos,
que contrarrestan las presiones recesivas. Ésta es la
lógica que sustenta la intención de imponerle al
Banco de México, como segunda tarea, la promo-
ción del crecimiento, el empleo y el ingreso.
Si el Banco de México recurre a la emisión pri-
maria de dinero para financiar parte del gasto gu-
bernamental, el resultado será un incremento en la
demanda agregada. Ahora bien, suponer que ese
aumento en la demanda agregada (en el gasto to-
tal), se traducirá en un incremento en la produc-
ción, el empleo y el ingreso, es decir, en la oferta
de bienes y servicios, es suponer demasiado, tal y
como una y otra vez lo muestran los hechos.
Una recesión se define como una caída en la pro-
ducción, porque el crecimiento resulta menor o por-
que resulta negativo; así, la recesión se supera una
vez que el crecimiento pasa de negativo a positivo, y
de bajo a elevado. ¿Qué se puede hacer para supe-
rar la recesión? Según las teorías inspiradas por Key-
nes, lo que se puede y debe hacer es generar deman-
da, y quien debe y puede hacerlo es el gobierno,
aumentando su gasto y aumentándolo de manera
nflacionaria, es decir, recurriendo a la emisión pri-
maria de dinero. De lo que se trata es de que el go-
bierno gaste más, sin que nadie más gaste menos,
para lo cual el gobierno debe financiar el aumento
en su gasto, no con más impuestos (el resultado se-
ría que, lo que el gobierno gasta de más, los contri-
buyentes gastarían de menos, y no habría un au-
mento en la demanda agregada), tampoco con más
deuda (el resultado sería el mismo: lo que el gobier-
no gastara de más, es lo que sus acreedores gastarían
de menos, y tampoco habría un incremento en la
demanda agregada), sino con inflación, es decir, con
impresión de billetes y acuñación de moneda, es de-
cir, con emisión primaria de dinero.
¿Cuál será el resultado de un mayor gasto guber-
namental financiado con emisión primaria de di-
nero? ¿Cuál la consecuencia de que el gobierno
gaste más, sin que nadie más gaste menos? Un au-
mento en la demanda agregada, es decir, en el gas-
to total en la economía, con lo cual se cumple la
primera parte del “plan” keynesiano, faltando el
cumplimiento de la segunda: el aumento en la
producción, el empleo y el ingreso, sin lo cual no
se sale de la recesión. Entrampados en la recesión,
el reto no es generar demanda, sino reactivar la
producción, y suponer que basta lo primero para
conseguir lo segundo es suponer demasiado. Todo
dependerá de las expectativas de los empresarios.
Según la Encuesta sobre la expectativas de los
principales analistas en economía del sector priva-
do, de enero de 2009, levantada y publicada por
el Banco de México, el crecimiento de la produc-
ción en 2009 será de -1.2%, y la pérdida de em-
pleos en el sector formal ascenderá a 201 mil; de
cumplirse la proyección, hará de 2009 un año de
retroceso: se estima que el crecimiento de la pro-
ducción en 2008 fue de 1.4%, y se sabe que la pér-
dida de empleos en el sector formal de la
economía sumó 29 mil 589 plazas.
Supongamos que un empresario forma sus ex-
pectativas a partir de la mentada encuesta y que
gracias a un mayor gasto gubernamental, financia-
do con emisión primaria de dinero, aumenta la de-
manda por la mercancía que produce. ¿Ese
aumento lo llevará a incrementar la producción de
la mercancía en cuestión, tomando en cuenta que
prevé un año difícil? ¿No le resultará más fácil, an-
te el aumento en la demanda por su producto, su-
bir el precio del mismo? No hay una respuesta
única, pero lo que sí se puede afirmar es que, en
épocas de recesión, el aumento en la producción,
con todo lo que ello conlleva, desde pedir crédito
para invertir hasta contratar trabajadores, no de-
pende únicamente, ¡y tal vez ni siquiera principal-
mente!, del aumento en la demanda. Si así fuera,
aplicando el “plan” keynesiano, no habría recesión
que durase más de unos cuantos meses. Lo que im-
porta son las expectativas de los empresarios, no el
gasto total en la economía.
Pero los keynesianos insisten y, avanzando un
paso, afirman que el alza general de precios le per-
mite a los empresarios aumentar sus ganancias, lo
cual alienta sus inversiones, aumenta su produc-
ción, e incrementa la oferta de bienes y servicios,
lo que compensa los daños que, en materia de po-
der adquisitivo, genera el alza de precios; así, el
precio que hay que pagar a cambio de mayor creci-
miento, más empleos y mejores ingresos es la pér-
dida del poder adquisitivo de nuestro dinero,
dictumfavorito de los keynesianos. El dictum, ¿es
verdadero? No, pues pasa por alto que la inflación
es un alza general de precios: aumentan los precios
de las mercancías ofrecidas por los empresarios, y
los precios de los factores de la producción utiliza-
dos por ellos, lo cual eleva sus costos. Se puede re-
ducir la utilidad o convertirse en pérdida, lo cual
desincentiva las inversiones y, por ello, la produc-
ción, el empleo y el ingreso. En 2007 la inflación
fue 3.8% y 6.5 en 2008. ¿La consecuencia fue un
mayor crecimiento de la producción? En 2007 la
producción creció 3.3% y 1.4 (estimado) en 2008.
Una mayor inflación, ¿causa mayor crecimiento?
Sería un grave error el que los legisladores, im-
pulsados por el senador Beltrones, le impusieran al
Banco de México la tarea de promover el creci-
miento, algo que, al final de cuentas, sería contra-
dictorio, ya que, supuestamente, un banco central
promueve el crecimiento por medio de la infla-
ción, alza general de precios que es la antítesis de
la estabilidad monetaria.
La mejor contribución que cualquier banco cen-
tral puede hacer al progreso económico es garanti-
zar una moneda sana y fuerte, que mantenga el
poder adquisitivo de los consumidores y de los
ahorradores.
En éste, como en muchos otros temas, hay que ir
más allá de las fronteras.
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