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El recuento y la despedida. Un Politécnico de calidad Entrevista con Enrique Villa Rivera, director del IPN
Este País | Vanesa Job | 01.12.2009 | 2 Comentarios

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En su centro de operaciones en Zacatenco, Enrique Villa Rivera está sentado echando humo con un cigarro en la mano y con su barba bicolor perfectamente bien afeitada. Lleva un traje de color oscuro y a pesar de que ha tenido un día ajetreado se le ve tranquilo y confiado sobre las cuentas que habrá de rendir antes de abandonar esa oficina. Le quedan pocos días al frente del Instituto Politécnico Nacional y en Los Pinos piensan en los nombres de los posibles sucesores entre los que se menciona a Efrén Parada, secretario general; a la doctora Yoloxóchitl Bustamante Díez, secretaria académica del IPN y hasta el hermano del ex presidente Zedillo, Eduardo Zedillo Ponce de León.

El mismo líder politécnico ha hablado a su comunidad estudiantil de las características que habrá de tener su sucesor. También lo ha hecho con el presidente y ampliamente con el secretario de Educación, Alonso Lujambio.

Tal vez apelando a su misma trayectoria, les dijo que deberá ser “una persona formada académicamente con altos niveles de especialización, es decir, que además de formación de licenciatura tenga estudios de posgrado necesariamente”.

Insistió en que la discusión interna se debe ir “academizando”, porque a lo largo de la historia de la comunidad politécnica se han tenido problemas ligados con grupos políticos que no obedecían al principio de desarrollo de la institución.

A diferencia de como ocurre en la Universidad Nacional Autónoma de México, los politécnicos no pueden elegir a su líder porque, de acuerdo a la Ley Orgánica, es una designación del presidente de la República. En los pasillos de la institución se plantea que eso debe cambiar.

En la visión de Villa el debate debe darse para encontrar los consensos que modifiquen la ley, pero no ve que en los siguientes tres años se den las condiciones. Ya lo intentaron tiempo atrás y la comunidad quedó confrontada y dividida. “Estoy seguro que más temprano que tarde lo tendremos que hacer”, dice.

A más tardar el próximo 12 de diciembre, cuando Villa deje su oficina, se deberá tener al próximo director. El líder politécnico no quiere adelantar a qué se va a dedicar, pero deja entrever que podría quedarse en el IPN o aceptar alguna tarea que le encomiende Calderón en el gobierno federal.

“Cuando salga de esta oficina voy a extrañar a mi gente, pero lo mejor que me llevo es la gran cantidad de amigos que hice. No hay mejor recompensa que el que se detenga un académico o un estudiante y que me diga que hice un buen trabajo por el Politécnico. He hecho lo mejor que he podido en la coyuntura que me tocó y estoy seguro que la mejor experiencia de mi vida será el haber sido director del Poli.”

Villa Rivera aspira una bocanada más de su tabaco y se apresta a hablar con Este País de la situación en la que queda la educación politécnica después de la gestión del único director general que ha sido elegido por un presidente de la República y ratificado por el siguiente mandatario.

El hombre nacido en un ejido de nombre Cochibampo, cerca de Los Mochis en el estado de Sinaloa dice que su trayecto dentro del Poli le sirvió para que al llegar a la dirección general supiera de los “dolores” del IPN. Toda su carrera profesional la hizo en la institución, desde sus estudios universitarios hasta su colaboración con cinco ex directores generales.

Enumera los dolores del Poli:

“El Instituto no era plenamente reconocido. Había problemas entre los miembros distinguidos de la comunidad; habíamos dejado de tener espacios, tanto en el gobierno federal como en colegios y organizaciones. Nuestra comunidad estaba dividida. Habíamos pasado tres años en una discusión estéril sobre si era posible o no cambiar la Ley Orgánica. En el campo de la calidad había serios problemas. Habían avanzado otras universidades más chicas y recientes en todo el esquema de calidad de los programas de nivel medio al superior. Eso había que enfrentarlo rápido. En el tema de la infraestructura, muchos de los edificios se habían quedado obsoletos.

Nuestros laboratorios y las áreas físicas eran viejos. Habíamos dejado de ser la entidad con actividades culturales de los años setenta y teníamos que recuperarlo. Además teníamos problemas de credibilidad interna y externa.

”Lo que hicimos en lo que hace al tema de la cobertura, dice Villa, fue utilizar todos los espacios de la institución, sin olvidar los esquemas de la calidad.”

Para remediar la situación “primero hubo que convencer a la comunidad del Plan de Desarrollo, sobre el camino que estábamos trazando para avanzar. Se habían vivido procesos similares con promesas que nunca se cumplieron y la comunidad se había inmunizado. Por lo tanto tenía que convencerlos con hechos. Me propuse ser un líder en la comunidad para que con el ejemplo mostrara que sí se podían hacer las cosas. Yo tenía que ser el que llegara primero, el que tenía mayor información y propuestas, pero siempre estando receptivo a las ideas de los demás. Los primeros días de mi gestión los aproveché para reunirme con los líderes políticos.

Aquí me senté con ellos. Porque sabía que para el siguiente año debía tener un mejor presupuesto que el que se me había asignado. Me empecé a reunir con empresarios, que luego se volvieron amigos.

–¿Cómo quiénes?

Como Lorenzo Zambrano, Carlos Slim, Alfredo Harp Helú, los presidentes de las cúpulas empresariales. Había que mostrar la valía de la institución y lo que había hecho a lo largo de muchos años. Algunos de ellos se han convertido en mecenas de la institución como la Fundación Harp Helú, que creyó en lo que estaba diciendo y valoró que los recursos que daba al Politécnico se ejercían con responsabilidad y transparencia.

–¿Cómo llega a la entrega de su gestión?

–Con mucha satisfacción. Entrego una institución estable, gobernable, en paz, que está trabajando todos los días. A lo largo de estos seis años los resultados son alentadores. Primero, mejoramos la calidad del servicio educativo. La calidad se mide con el número de programas que han sido reconocidos por organismos externos a la institución. Estos organismos acreditadores evalúan cada programa de las instituciones de educación del país. Detectan ciertas variables como que haya buena planta docente, buenos programas de estudio, áreas de servicio de cómputo, biblioteca y dan una calificación. En el año 2003 nuestra institución tenía un poco menos de 50 programas reconocidos por su calidad.

A seis años hemos pasado a 162 programas reconocidos. Eso significa que 96% de la matrícula total en los programas presenciales esté cursando un programa acreditado por su calidad. Somos los punteros a nivel nacional en ese aspecto.

Villa asevera que en el caso del nivel medio superior todos, es decir los 54 programas han sido avala dos por su buena calidad. Y remata al recordar que en el primer año de aplicación de la prueba Enlace, los estudiantes del Poli obtuvieron los mejores resultados, comparados con las escuelas públicas y privadas (en esta prueba no participó la UNAM).

Dejando a un lado su modestia, Villa subraya que en el año 2009 fueron “los mejores” de todo el país.

“En el nivel superior hemos avanzado notablemente. Tenemos 54 programas y en el nivel posgrado teníamos ocho programas reconocidos por el Conacyt en 2003 y ahora tenemos 54. Eso significa que hemos más que duplicado el número de becas porque una de las primeras consecuencias de tener estos programas acreditados es que el Conacyt nos da becas. En calidad tuvimos un avance extraordinario. Tenemos cinco reconocimientos por parte de la Secretaría de Educación Pública.”

Por todos es sabido que uno de los problemas que atraviesa la educación superior en México es el de la cobertura. Estamos en un país donde más de 7.5 millones de jóvenes no tienen acceso a la educación superior.

Villa dice que en el Politécnico crearon 24 mil nuevos lugares para los estudiantes que desean ingresar. “Hemos creado otra institución adentro del Poli”. Para eso, explica, se mejoraron los lugares que ya teníamos, ampliamos otros y construyeron nuevos espacios, como la Unidad Politécnica de Ingeniería en Guanajuato. “Fue la primera escuela fuera de la zona metropolitana.”

El ingeniero petrolero, adelanta que en el mes de enero, el nuevo director general inaugurará una nueva sede en Zacatecas con oferta en tres áreas de la ingeniería computacional, mecatrónica y ambiental.

En el Politécnico, 65% de la matrícula proviene de familias de menos de cuatro salarios mínimos. Por eso, dice Villa, las becas eran un asunto prioritario para mantener a los estudiantes en la institución. Pasamos de 23 mil becados en 2003 a tener poco menos de 65 mil estudiantes becados.

–Uno de nuestros pendientes es la educación universitaria. La ONU dice que estamos desperdiciando el bono demográfico, y usted se muestra convencido de que la educación es un asunto de seguridad nacional.

–Es un tema en el que tenemos que avanzar de manera más acelerada y no lo hemos hecho. Tener en este momento solamente a 27 jóvenes de cada 100 en edad de estudiar la universidad, es bajísimo. Es desperdiciar una oportunidad que nos está dando el bono demográfico. Se nos están perdiendo más de 70 jóvenes de cada cien que, teniendo la oportunidad de estudiar, podrían colaborar en el desarrollo social y económico del país. Otras naciones con menor grado de desarrollo han avanzado más rápidamente. Mientras no tengamos una masa de gente educada este país no avanzará.

–¿Cuánto presupuesto necesitaría para poder atender a todos los aspirantes del IPN?

–Tendríamos que hacer otro Poli. En nivel superior deberíamos contar con los recursos para aceptar el doble de lo que estamos aceptando, es decir 92 mil estudiantes que se quedan fuera. Necesitaría tener más de un millón de metros cuadrados adicionales y eso significa una buena cantidad de dinero. En 2009 tuvimos 10 200 millones de pesos, por lo menos necesitaría 20 mil millones para atender a los estudiantes que presentan examen y tienen las competencias, porque hay algunos que no las tienen.

–¿Cómo está el nivel de deserción?

–Hemos avanzado, tanto en el nivel medio como en el superior. Perdemos muchos lugares en los primeros semestres, si ya los mantenemos después de tercer semestre tenemos más certeza de que se quedarán. Estamos perdiendo en el nivel superior alrededor de 30 de cada 100. La eficiencia terminal es de un poco menos de 70 en el nivel superior y en el nivel medio superior es del orden del 60 por ciento.

–¿Cuánto tarda un egresado del IPN en obtener trabajo?

–Las encuestas nos muestran que en un 70% los estudiantes encuentran trabajo en los primeros seis meses después de haber egresado. Es un porcentaje alto en comparación con otros modelos universitarios de formación. Y por supuesto con salarios más altos.

–¿De cuánto?

–De alrededor de 9 o 10 mil pesos. Sabemos, por la página de la Secretaría del Trabajo, que es mucho más sencillo para un profesionista encontrar trabajo en áreas de ingenierías que en otras áreas como la filosofía o las humanidades.

La ciencia

Villa no podía concluir la enumeración de sus logros sin mencionar la consolidación de la capacidad científica del IPN con el Sistema Nacional de Investigadores (SNI). De 2003 a la fecha pasaron de 322 a 727 miembros del SNI y 2010 lo arrancarán con poco menos de 740. “Otras instituciones no han podido hacer en 25 años lo que nosotros hicimos en seis”, dice emocionado Villa.

“Además, sumando al CINVESTAV, somos la primera fuerza en el país en el campo de las ingenierías. Somos la segunda, en talla o dimensión. La primera es la UNAM. Eso le da fuerza para que la investigación pueda resolver problemas de la sociedad”, dice el miembro de las Comisiones Nacionales para la Evaluación del Posgrado en Ciencias Exactas e Ingeniería del Conacyt.

–¿Cuáles son las innovaciones científicas desarrolladas por sus investigadores que más lo impactaron?

–Hay varias que impactan, pero una de ellas es haber desarrollado el GAI. Este grupo que ahora está integrado por más de 300 personas son los responsables de todo el análisis de la integridad de los ductos troncales de Petróleos Mexicanos. El Poli ha ayudado a Pemex que tenga un mejor sistema de mantenimiento con una innovación desarrollada aquí. Es un proyecto muy importante que nos genera recursos que se quedan en la institución para invertirlos.

Otro proyecto que ha sido impactante en la sociedad es el desarrollo de productos indelebles como la tinta que se usa en las elecciones en el país. Pero ahora hay nuevos productos derivados que sirven, por ejemplo, para el control de acceso de entradas y salidas en los Ceresos. Es un producto que está siendo vendido a diferentes países de Centroamérica. Y siempre he dicho, entre broma y en serio, que ojala en el futuro próximo el pueblo chino vote y nos compren la tinta, porque podremos resolver el problema económico de la institución.

La sangre de Villa

A un costado del sillón donde reposa el director del Politécnico, en el librero tiene una galería con los reconocimientos que ha ido cultivando a lo largo de su carrera, como la presea Sentimientos de la Nación que le dieron los diputados del estado de Guerrero, en septiembre de 2008, en la Catedral de la Asunción de María. También la medalla al Mérito Científico del Consejo Cultural Mundial y la Orden Nacional de la Legión de Honor, en grado de Caballero, que le dio el gobierno de la República Francesa.

En parte todos esos reconocimientos se los debe a sus padres. Y es que desde su educación primaria fueron muy exigentes con él. “Eran de aquellos que piensan que la letra con sangre entra”, recuerda. Las bases de la educación de Villa estuvieron en manos de sus progenitores en la escuela rural que ellos fundaron. En primer año lo recibió su madre María del Rosario Vargas y en sexto de primaria sus calificaciones las firmó su padre como maestro de la escuela, que años más tarde llevaría su nombre, en el tuno matutino, Manuel Villa Beltrán y el de su madre en el vespertino. “Mi padre era como un monje, en el buen sentido de la palabra, porque se dedicó a fundar escuelas en el norte de Sinaloa.

También era el médico de la escuela donde trabajaba porque aprendió por correspondencia algunas cosas de medicina. ”Mis padres –dice Villa– pensaban que la mejor herencia que podían dejarme era formación y la posibilidad de ser alguien en el futuro. “Me daban una disciplina muy dura, me inculcaron valores relacionados con el trabajo en equipo, con la solidaridad, pero fundamentalmente con la cultura del esfuerzo. Fue tan duro ese aprendizaje, porque lo practicaban tanto en el aula como en mi casa, que yo tenía que ser el hijo y estudiante modelo. Nunca hubo un día de pinta, pero eso hizo que cuando yo estaba en sexto me gané mi primer viaje a la ciudad de México porque fui el niño aplicado de mi escuela y del Estado”, recuerda Villa, al que en su época de secundaría le apodaban  La Moléculapor su corta estatura.

En aquella época, Villa Rivera era un provinciano y un estudiante introvertido que no sabía que en 1972 se mudaría definitivamente a la capital del país y cursaría su carrera en la Escuela Superior de Ingeniería Química e Industrias Extractivas del IPN para ser ingeniero químico industrial. No quiso estudiar en Coahuila porque en ese momento la Universidad Autónoma de Sinaloa, la de Guerrero o la de Oaxaca pasaban momentos complicados por la presencia de grupos políticos.

Entró al IPNcon ayuda del “abuelo politécnico”, don Juan de Dios Batiz.

“Toda mi formación la hice en escuelas públicas por eso estoy convencido de la valía de la educación pública en el país”, dice orgulloso.

Cuando llegó a estudiar al Politécnico, recuerda Villa, las cosas eran muy distintas. “No teníamos calculadoras y las computadoras eran rarísimas. Utilizábamos reglas de cálculo Faber Castel, que ahorita son como para poner en un cuadro como antecedente tecnológico. Sólo por señalar algunos ejemplos.”

Villa quería más mundo.

Ya desde su época de universitario tenía claro que haría estudios de posgrado fuera del país. Había pensado en Inglaterra, pero una convocatoria del Conacyt le dio la oportunidad de ir al Instituto Francés del Petróleo. Allá vivió durante cinco años, sin regresar a casa, mientras se acercaba a los conocimientos de maestría y doctorado.

“Cuando entré al posgrado no tenía idea de que un doctorado da conocimientos para hacer investigación. En Francia me di cuenta que mi futuro sería un laboratorio para hacer investigación o un aula para formar muchachos. Yo quería ser un buen profesionista, pero no sabía qué quería hacer y en dónde. La estancia en Francia me cambió la vida. Si me hubieran tomado una película y un estudio de personalidad antes y después de haber regresado, era como otra persona. La cultura francesa me formó mucho en mi especialidad, pero lo más importante que aprendí fue haber abierto los ojos al mundo, el haber aprendido de una cultura completamente diferente a la de México, que me permitió aprender que el estado de Sinaloa era muy pequeño en comparación con la cultura universal. Pero al regresar de Francia tenía un ansia por conocer cada rincón de México. Eso no lo tenía antes, los sinaloenses somos muy regionalistas”, recuerda Villa, que habla tres idiomas.

Villa rememora que en su estancia en Francia se relacionó poco con latinos y que, al contrario, tenía estrechos vínculos con los franceses o con personas de origen anglófono.

En 1983, regresó de la tierra de la torre Eiffel y para Villa no fue un problema encontrar trabajo, regresó directo a su casa politécnica, donde se puede decir que empezó su trayecto hacia el máximo cargo de la institución. “En aquel momento mi sueño era crear un laboratorio de termodinámica”.

“Yo tenía un espíritu inquieto, actitudes de liderazgo que le heredé a mi padre. Por lo tanto, al año que regresé fui nombrado subdirector en el área de posgrado e investigación. Y así paulatinamente fui dejando el laboratorio y la docencia para dedicarme a las actividades de gestión.”

Villa pasó por varios cargos dentro del Poli. Fue jefe de la división científica y tecnológica para todo el politécnico, director de graduados e investigación por doce años, luego coordinador general de vinculación, hasta que Miguel Ángel Correa lo nombró secretario académico.

“Ése fue el primer momento en que soñé ser director del Politécnico. Yo sabía que estando en la secretaría académica tenía posibilidades y me di cuenta de que toda mi carrera estuvo avalada por el trabajo que había realizado. Yo no traía el aval de ningún político atrás. Pensé que el trabajo que me avalaba no era suficiente, sino que tenía que conocer el ambiente político y empresarial”, confiesa.

El 12 de diciembre de 2003, el presidente Vicente Fox lo nombró director del Instituto Politécnico Nacional y tres años más tarde Felipe Calderón lo ratificó.

Ahora, desde el sillón de su oficina Villa repasa las paredes que le sirvieron de guarida, contesta uno de los teléfonos rojos con los que se comunica con otros rectores de universidades y con el mismo presidente.

En la oficina del director general del Instituto Politécnico Nacional, Villa Rivera siente melancolía, pero está satisfecho de sus seis años de gestión.

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2 Respuestas para “El recuento y la despedida. Un Politécnico de calidad Entrevista con Enrique Villa Rivera, director del IPN”
  1. carolina alvarez dice:

    Hola, soy una joven del ejido COhuibampo de donde es originario este señor, estoy a un año de culminar mi preparatoria y me gustaria tener un acercamiento con el, me podrian ayudar?

  2. dwight s. dice:

    Gracias, muy interesante!

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