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En el décimo aniversario de Este País
Este País | Histórico | Berumen Edmundo | 29.09.2009 | 0 Comentarios

EN EL PRÓLOGO que tuve la oportunidad de escribir a fines del 2000 para el libro Seguridad nacional y opinión pública editado por el Instituto Nacional de Administración Pública (INAP), en donde se presenta una selección de resultados de diversas encuestas levantadas por el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), opinaba:

 

«Otear, pulsar la «opinión pública», fue durante mucho tiempo el privilegio exclusivo de destacados olfatos políticos desarrollados en largas carreras al servicio público, así como de avezados empresarios buscando anticipar y satisfacer modas y tendencias del consumidor.

 

«Con el desarrollo de las ciencias sociales, llegó la preocupación de construir marcos de referencia para medir conductas y percepciones de manera objetiva, mediante estudios de caso con guías de observación y cuestionarios cercanos posibles a las definiciones formales especificadas en las teorías. Mediante la inducción se avanzaba lentamente hacia conclusiones sostenibles.

 

«El uso exitoso de la estadística en el campo industrial para controlar procesos y calidad de productos, pronto llegó al campo demográfico, económico y social, trayendo consigo la «inferencia estadística» como la herramienta básica para arribar con mayor celeridad a estimaciones válidas de parámetros poblacionales de universos grandes. Se logra así estimar con buena precisión promedios, proporciones, tasas, razones y totales de parámetros relativamente estables (estaturas y pesos promedio, tasas de desempleo, ingresos promedio, incidencia de enfermedades, etc).

 

«El avance en el campo social no se detuvo, y entre otras cosas nos enseñó que la percepción individual y colectiva del momento es la realidad del momento. Se intensifica entonces, de manera particular en las esferas de gobierno, la necesidad de medir periódicamente parámetros dinámicos que reflejen las cambiantes opiniones y percepciones de distintos grupos poblacionales, y así estar al tanto de las preocupaciones y sentir de la sociedad sobre el acontecer local, regional y nacional. El seguimiento permite actuar en consecuencia para mejorar la difusión de hechos y logros, y anticipar respuestas posibles a problemas que preocupan a la sociedad.

 

«A su vez, el desarrollo tecnológico en los medios de transporte, pero sobre todo en los medios de comunicación, trajo como consecuencia una sociedad expuesta a más información local, regional, nacional y global, con mayor oportunidad y frecuencia.

 

«Llegamos así a los albores del siglo XXI (…) donde a diario escuchamos en la radio, vemos en televisión, leemos en periódicos y revistas, los resultados de la encuesta más reciente sobre los temas más diversos.

 

«…El advenimiento y crecimiento explosivo de internet en el periodo 1995-2000 posibilitó el preguntar, obtener una respuesta, procesarla y desplegar el resultado con el último dato recogido, en «tiempo real» (…) y no sólo en internet, sino también en diversos noticiarios y programas que hacen sondeos telefónicos mediante llamadas «entrantes» a números específicos.

 

«Pero algo se perdió en el camino. Cuando la indagación cae en la categoría de «sondeo», donde el informante se «autoselecciona» al aceptar la invitación a contestar la pregunta del momento en el sitio visitado, o llama al número de teléfono indicado para el «sí» o el «no», se pierde la característica metodológica crucial de la encuesta por muestreo: que el procedimiento que se utilice para seleccionar a los encuestados y procesar la información, permita inferir estimaciones válidas sobre el tema investigado para toda la población de interés.

 

«Si el diseño de una indagación no tiene esta característica, sus resultados, y las interpretaciones que de ellos tanto gustan hacer algunos conductores de noticieros y comentaristas, son meros «datos curiosos», útiles para llenar espacios ociosos en diversos medios, pero que sólo se refieren a los pocos o muchos informantes que fortuitamente estaban sintonizados al sitio o medio correspondiente.

 

«El investigar un tema por medio de una encuesta, conduce a realizar ésta en base a una muestra probabilística de la población que se quiere estudiar. El hacerlo así reduce considerablemente los costos de la investigación, los resultados se conocen en corto tiempo, y aunque parezca paradójico, un diseño y tamaño adecuado de muestra permite mejor calidad, precisión y confiabilidad de los datos que se miden, comparado con los que se obtendrían en base a un censo…. »

 

Este País ha sido testigo y actor en los últimos diez años de la promoción de «una cultura más ceñida a los hechos», que sirva «para leer el cambio». El espacio que abrió, y generosamente brindó a las encuestas y encuestadores, mucho ayudó a lograr el reconocimiento que hoy tiene en el campo políticoelectoral la investigación por encuesta. El camino fue largo y sinuoso, con algunas desviaciones, topes y baches importantes, pero condujo a buenos parajes.

 

Al final de la década de los ochenta, los encuestadores transitaron por zonas de niebla, con poca visibilidad, donde la duda reinaba y la poca precaución al tratar de no perder o rebasar al de enfrente causó pequeños y no tan pequeños alcanzones y choques. El método y los procedimientos no estaban documentados, y la improvisación con frecuencia fallaba. La credibilidad era nula.

 

Pero los errores enseñan. Se instala una mínima disciplina, y sus ventajas evidentes promueven el ensayo y ajuste, con la documentación correspondiente, y el dejar en manos del profesional adecuado cada uno de los componentes clave del instrumento: diseño conceptual, diseño estadístico, selección de muestras, logística de campo, reclutamiento y capacitación, captura y validación, procesamiento y análisis, interpretación y entrega de hallazgos.

 

Se alcanza así a mediados de la década de los noventa una meseta reconfortante, de manejo suave, donde la cantidad y amplitud de los carriles permite el tránsito en paralelo de los encuestadores sin mayores obstáculos. Se hacen visibles las distintas marcas y modelos, que en una elección presidencial con escasa posibilidad de competencia da cabida a todos para que lleguen a la siguiente meta sin mayores percances, varios alcanzan buenos niveles de credibilidad.

 

El tiempo pasa, el motor del cambio abandona la velocidad constante y se acelera. La competencia se abre; la expectativa de un resultado inesperado deja de tener probabilidades despreciables, casi nulas, para pasar a escenarios de riesgo, donde es posible y probable que no se mantenga el statu quo.

 

El camino suave se hace brecha, los encuestadores enfrentan incertidumbres desconocidas ante una competencia real. Varios piensan que los enfoques y diseños sencillos ya no satisfacen. Piden asistencia externa. De fuera llegan líderes de cuadrilla con aditamentos para el motor; varios de ellos juzgan necesario instalar algún tipo de «filtro» para que funcione mejor. La cuadrilla local los instala sin saber bien a bien cómo funcionan.

 

La carrera inicia, los encuestadores que la siguen de cerca se topan con espontáneos no calificados que se mezclan con ellos. Las narraciones del resultado de las distintas etapas abundan, la convergencia y consistencia pasada se desvanece; retorna la confusión.

 

Que si son los filtros de importación, que si son los espontáneos no calificados, que si el uso de medios está acelerando la dinámica de cambio de opinión haciendo más relevante el periodo de la medición, que si la competencia real hace insuficiente los tamaños de muestra usuales, que si los estrategas de la difusión manipulan como propaganda una selección intencionada de algunos resultados, que si se está preparando un resultado oficial preconcebido, etcétera.

 

Al acercarse a la meta, un faro en desuso se enciende. El IFE hará además del Programa de Resultados Electorales ^eliminares (PREP), tres ejercicios de «conteo rápido» independientes, y un cuarto que aproveche los datos de los tres. Ya en las elecciones de 1994 mostró su bondad el ejercicio. Habrá contra qué contrastar de manera oportuna los demás ejercicios de encuestas de salida y conteos rápidos.

 

Los serenos observan que no es poca ni despreciable la información que se desprende de las distintas encuestas: se llegaría a la elección en una competencia cerrada, la competencia por el primer lugar sería sólo entre dos, la diferencia entre los dos primeros lugares sería de sólo un dígito, el tercer lugar se había rezagado bastante de los punteros, un nuevo partido estaba luchando por sí sólo para alcanzar su registro.

 

La elección llega, las dudas se esclarecen, las encuestas de salida y conteos rápidos hacen bien su tarea, se asienta pronto la credibiüdad en el resultado.

 

¿Salva este final feliz la confusión previa de resultados discordantes? No. Los encuestadores tenemos la responsabilidad de profundizar en el análisis de lo acontecido. Ya lo iniciamos en un foro propiciado por el IFE, la Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercados y Opinión Pública (AMAI), y el Colegio Nacional de Actuarios, que se realizó del 24 al 26 de agosto del 2000, en Cuernavaca, Morelos. La memoria del taller está disponible vía cualquiera de las tres organizaciones.

 

Terminó la discusión. No. Si acaso algunos, o la mayoría de los técnicos quedaron satisfechos, la tarea no termina. Tenemos la obligación de encontrar el lenguaje sencillo necesario para explicarle a la sociedad en general lo que pasó, y cómo reducir el riesgo de que vuelva a ocurrir.

 

Como siempre, Este País no dejará solos a los encuestadores. Las páginas en blanco de números futuros nos esperan

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