Un tsunami cultural ha sacudido al mundo en los últimos años. Algunos incluso lo han comparado con el impacto del punk, cuya fugaz supernova musical estalló a mediados de la década de 1970 e impregnó todo el panorama cultural posterior, hasta nuestros días. Lo cierto es que las revoluciones no son bien palpables en el momento de su gestación, y sólo con el tiempo se podrá apreciar el impacto real de esta novedosa subcultura. Se trata del balkan beat, una música inspirada en melodías tradicionales de gitanos de la cordillera de los Balcanes, a la que se agregan secuencias rítmicas electrónicas y sonidos de vanguardia: música para bailar que, como el rock and roll en los cincuenta o el punk en los setenta, más allá del mensaje directo en las letras, representa en sí misma una visión contestataria del mundo.
La nueva vertiente tiene un claro origen en dos puntos geográficos, entre 2002 y 2004: por un lado, en Frankfurt, el DJ Shantel comenzó a integrar sonidos balcánicos a sus sets electrónicos; por el otro, en el Mehanata Bulgarian Bar de Nueva York se desarrolló una nueva cultura de fiesta gitana, con la banda de inmigrantes israelíes Balkan Beat Box a la cabeza. Estos músicos fueron pioneros al integrar ritmos electrónicos, ambientes de dub y sonidos del hip hop a esa tradición, y fue en sus ciudades, a través de reventones sui generis que retomaban la energía festiva gitana, donde se encendió la chispa del rescate de la música balcánica —y en general la de Europa del Este y el cercano oriente— y se originó el subsecuente estallido hacia todo el planeta. Sin embargo, el género tiene diversos precursores, sin los cuales jamás habría existido: uno de los más importantes es el músico serbocroata Goran Bregovic, quien desde la década de los sesenta tocaba rock con tintes sonoros locales en la ex Yugoslavia; en los noventa, con la música que hizo para las películas Tiempo de gitanos y Underground —ambas dirigidas por Emir Kusturica— se expandió por todo el globo esta nueva forma de hacer la música de los gitanos.
Otro actor fundamental en este auge es Gogol Bordello, banda de punk gitano creada en Nueva York en 1999; su extraordinaria mezcla de música de Europa del Este y Rusia con el punk y el rock los ha catapultado a la fama mundial, llevando el género a todo el planeta. Por ello y por el auge que cobró la world music en esa década, del balkan beat derivan múltiples corrientes musicales: desde bandas que optan por un sonido más tradicional, como los rumanos de Shukar Collective, hasta las que se inclinan más hacia lo electrónico, como Max Pashm de Inglaterra y Gipsy Sound System de Suiza, o quienes retoman la tradición de la fanfarria balcánica añadiéndole ska, como La Zikabilo de Francia, y aquellos que la impregnan de otras melodías de oriente y occidente, como los belgas Think Of One. Otra peculiaridad del balkan beat es que ha conformado una nueva subcultura dentro del rock. Su sonido viene acompañado de una estética y de expresiones orales propias, pero, sobre todo, trae consigo una perspectiva de vida: la visión de los gitanos de Europa del Este y su espíritu nómada que se extiende a la forma como han hecho la música durante milenios, abrevando de cualquier sonido que se han encontrado en su largo peregrinar desde el lejano oriente hasta Europa y el resto del mundo.
Es una visión perfecta para los tiempos de la globalización cultural: cuando las fronteras políticas parecen borrarse, surge una nueva manera de crear regionalismos con esa música que se nutre de todas las músicas, pero que sólo se puede hacer en el momento y espacio en que el creador está ubicado. Un localismo global que ha dado un nuevo significado cultural y social a la frase “piensa globalmente, actúa localmente”, acuñada en 1905 por Patrick Geddes en el libro The Evolution of Cities, refiriéndose a la planeación urbana de esa época. De los Balcanes a la Sierra Madre En México, la euforia balcánica ha crecido notablemente en el último año, principalmente con la consolidación de diversos colectivos como Gipsy Fever, Tochtli y Los Magníficos Impostores, los cuales han armado cientos de eventos dedicados al género, fomentando una explosión de bandas y DJs entre los que están Kromatta, Nabusenko, La Internacional Sonora Balkanera, DJ Gadjio, !karamo, Ruth’s Selecta, Peach Melba y Blacky, entre muchos otros, además de diversas bailarinas, malabaristas y artistas gráficos.
En el país también existen antecedentes que parten esencialmente del lanzamiento en México del soundtrack de Underground, cuya música se escucha en algunos antros y reventones desde hace diez años. Otro parteaguas fue la visita al D.F. de Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra en 2005, cuyo exitoso concierto hizo patente el gusto que existía en México por esa música, previa al balkan beat. A partir de ello se dio el auge de festivales como el Ollin Kan, de los primeros en traer bandas de ese estilo, y el ya más consolidado World Music, mientras que diversos colectivos de DJs, como Mestizo Sound System y La Logia Electric Fan, difunden desde entonces el género. Antes, hacia 2004, al sur de la Ciudad de México se conformó Polka Madre, que fusionaba música del oriente europeo con rock, convirtiéndose así en la banda pionera del género en la capital, misma que ha trazado y pavimentado la ruta para los nuevos colectivos y grupos afectos al balkan beat.
De esta manera, en 2009, tras las arrasadoras visitas a la Plaza Santo Domingo de Goran Bregovic —hace año y medio— y de Balkan Beat Box al Zócalo —en marzo—, quedó claro que la subcultura ha arraigado por estos territorios. Con deslices hacia la cumbia y el norteño, siempre dentro del rock, el balkan beat en México está reconfigurando la identidad de un sector de la población ante un mundo en el cual se desvanecen las fronteras políticas y se redefine la pertenencia a una región a partir del vínculo dialéctico con la aldea global. Una identidad que se forja, aquí y en el mundo, con el sueño de alma gitana que persigue el balkan beat: derribar las fronteras a partir de la diversidad cultural. ~
Bruno Bartra
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