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La educación mexicana. Algunas tendencias y problemas: 1990 – 2000
Este País | Histórico | Díaz de Cossío Roger | 29.09.2009 | 0 Comentarios

AL CELEBRAR LA REVISTA Este País su décimo aniversario es quizá interesante hacer algunas reflexiones sobre la educación mexicana en la última década del siglo xx.

 

Durante la última década, la población del país aumentó en 15.9 millones, mientras la matrícula total lo hizo en 4.9 millones de alumnos (véase cuadro). En otras palabras, el porcentaje de la población en la escuela casi no cambió, disminuyó de 29.8 a 29.4. Esto tiene varias interpretaciones. Primera: casi seguimos igual después de diez años. Segunda: estamos un poco mejor por la variación de la pirámide demográfica en la década, donde el porcentaje de edades bajas está disminuyendo. Me inclino más por la primera porque la eficiencia del sistema de educación básica es todavía baja y mejora muy lentamente. Esto da como consecuencia que no todos los que entran terminan los ciclos y se puede comprobar en la penúltima columna del cuadro que el rezago aumentó en casi 5 millones de hombres y mujeres mayores de 15 años. La inmensa mayoría de los que no terminan un ciclo escolar lo hace por razones económicas, no intrínsecamente educativas, aunque esto merece un mayor análisis.

 

 

Desconcentración

El 18 de mayo de 1992 se firmó el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y se transfirieron a los estados los servicios educativos federales, antes centralizados. Las entidades federativas han ido asumiendo esta función con penas y esfuerzos. En algunos se ha replicado la centralización burocrática, ahora de los estados a los municipios. En otros, los que tenían servicios estatales importantes, ha sido difícil el manejo simultáneo de dos conjuntos de maestros con distintos escalafones. Algunos estados todavía hoy tienen autoridades distintas para los servicios estatales y los federalizados. Existen otros problemas no resueltos: las diferencias en las maneras de ejercer los presupuestos que hace que se lleven dos contabilidades; las relaciones entre los secretarios de educación y de finanzas de cada estado, ya que la federación envía los recursos directamente a las tesorerías estatales. En general los problemas son de choques entre culturas burocráticas y sindicales. A veces se encuentran casos en que los maestros tienen una plaza federal, otra estatal y a la vez perciben sueldo de la universidad pública local.

 

Pero a pesar de los problemas anteriores, el resultado ha sido positivo. Poco a poco se toman mejores decisiones, porque se está cerca de los problemas. Los estados van desarrollando esquemas propios, adaptados a su circunstancia. En algunos se prueban nuevas maneras de educar y se producen contenidos propios. El cambio ha sido muy grande y llevará todavía algunos años en consolidarse para beneficio de una educación más diversificada. Todavía el sistema de educación tecnológica está centralizado.

 

En 1994 se logró instalar antenas parabólicas con receptor digital en las escuelas telesecundarias del país y al mismo tiempo se pudo reservar un segmento de satélite para la educación y la cultura. De esta manera, la Secretaría de Educación de México es una de las pocas del mundo que tiene a su disposición, 24 horas diarias, 8 canales digitales y otros de radio, el sistema EDUSAT. Ha sido posible así extender la telesecundaria hasta los lugares más remotos y dotar de antenas a numerosos establecimientos. Se cuenta ahora con un sistema de más de 20,000 antenas donde se reciben programas educativos, culturales y de capacitación.

 

 

Educación virtual

La educación mexicana ha entrado despacio a la era de la telemática, a pesar de que desde la década de los años setenta se proclamaban sus beneficios para la educación. No fue sino hasta bien entrados los noventa cuando dos grandes instituciones mexicanas de educación superior dedicaron recursos, imaginación y esfuerzo a la educación virtual: el Tecnológico de Monterrey y el Instituto Politécnico Nacional. Las grandes universidades públicas han sido reacias al cambio, por su propia rigidez, por los intereses creados y porque, en fin, el cambio es muy grande. Lo mismo ha pasado en otros países del mundo. Se plantean cuestiones de calidad del aprendizaje, de que un alumno distante no tiene los beneficios de la socialización y muchos otros. Tarde o temprano se va a reconocer a la educación virtual o a distancia como una nueva opción, pero va a ser difícil imbricarla estrechamente con los sistemas presénciales.

 

La mayor parte de las universidades han creado sus sistemas virtuales en paralelo a los tradicionales.

 

Otro problema muy distinto es el de los maestros frente al hecho de que sus alumnos van a encontrar con facilidad información en Internet. Hasta ahora los proyectos que introducen Internet y computadoras están dirigidos a las escuelas y no a los maestros. Todavía un porcentaje muy pequeño de maestros mexicanos usan Internet. Es necesario hacer grandes esfuerzos para que los maestros se apropien de la tecnología, que la hagan suya. Una vez logrado esto, los proyectos escolares proliferarán como la espuma.

 

 

Educación para la vida

En el año 2000 se empezó a implantar para los adultos en rezago, por medio del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos, el modelo Educación para la Vida, donde los adultos, por primera, vez deciden lo que quieren estudiar. Esto, en oposición al modelo que tiene todo el sistema educativo nacional, donde se les dice a todos los alumnos lo que deben estudiar. Por esto, el modelo es revolucionario. Está formado por módulos de manera que el adulto pueda ir seleccionando lo que le interesa. Los módulos forman un gran menú de opciones, desde «¡Aguas con las adicciones!» hasta matemáticas contextualizadas. El adulto va acreditando módulos que acumula para obtener un certificado de secundaria. Se trata de un sistema abierto, alternativo de educación, muy flexible donde se pueden probar y adaptar contenidos regionalmente.

 

 

La evaluación del aprendizaje

Ésta es un tema no resuelto en la educación mundial. Siempre será difícil porque no sabemos cómo aprende el cerebro humano. Todos somos diferentes, cada uno de nosotros con cien mil millones de neuronas interconectadas de maneras distintas. Pretender medir la inteligencia o las aptitudes mediante una prueba que tiene resultados numéricos siempre ha sido una falacia. La inteligencia no es una cosa y menos se puede medir con un número. En febrero de 2001, Richard Atkinson presidente de la Universidad de California recomendó abánanos’ el uso de la prueba de aptitud SAT 1 para el ingreso a la universidad y despertó una gran reacción en contra de todos los elaboradores de pruebas que ganan cientos de millones de dólares con el negocio de venderlas a todas las universidades de Estados Unidos (véase The áfew York Times del 17 de febrero). Lo anterior no quita el hecho de que mediante una prueba se puede averiguar cuánto aprendió un alumno de los conocimientos básicos de una disciplina en particular. Y esto nunca debe nacerse para castigar a un alumno sino para mejorar su escuela. Ojalá nosotros no sigamos tarde, como siempre, la obsesión por las pruebas que hay en Estados Unidos.

 

 

Alguna libertad

A fines de 2000 se concedió a las universidades particulares una mayor libertad para fijar sus contenidos de estudio, dentro de ciertas reglas. Aunque todavía insuficiente, éste es un paso hacia delante. Hasta ahora, salvo algunas* instituciones como el Tecnológico de Monterrey y el ITAM, que tenían sus propios decretos, las demás instituciones tenían que estar asimiladas a la UNAM, la SEP o el IPN. Esto crea diversidad en el sistema y permite que se puedan observar diversos métodos y maneras de organizar la educación.

 

Pero, en general, todo el sistema educativo nacional es autoritario respecto a lo que se puede aprender, desde primaria hasta posgrado. Ojalá vayamos introduciendo maneras más flexibles en que un estudiante pueda formar su propia educación, haciéndose responsable de lo que quiere estudiar, especialmente a partir de la secundaria. La flexibilidad debe ser la bandera del futuro, tal como es ahora en la educación de los adultos.

 

 

El autor es investigador del Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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