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Memoria de los trenes
Cultura | Histórico | Pi i Murugó Anna | 29.09.2009 | 1 Comentario

Lourdes Roca, Km. C-62. Un nómada del riel. Instituto Mora-conaculta-fonca-P\aza y Valdés editores, México, 2000, 239 pp.

 

AHORA QUE NOS ahogan con biografías e historias de personajes supuestamente destacados, importantes y comprometidos (los casos de María Bernal, Joaquín Hernández Galicia «La Quina», Carlos Salinas de Gortari o Paola Duarte, entre otros), se agradece y valora este libro que constituye un importante proyecto impulsado por diversas editoriales del país.

 

Como se argumenta en la introducción del texto, éste se propone «Reconstruir una y muchas historias apelando a la memoria, que es el objetivo de la reconstrucción del pasado».

 

En este sentido, la indagación de la memoria oral que de Salvador Nuñez hace la autora es importante y permite conocer un poco de la historia del país, de la industria ferrocarrilera, así como de la de un ser humano que podríamos llamar desconocido y anónimo pero muy cercano a nosotros.

 

La historia oral es el recurso utilizado para acceder a esa «otra visión que el racionalismo y la visión positivista habían dejado de lado». La historia regional, local y particular, sin la cual la gran historia no tendría fundamento, es reivindicada en este libro al ser la fuente principal de información.

 

Además de la historia oral, cabe señalar el esfuerzo realizado para incorporar en este libro la historia visual. Esta se hace presente a través de las múltiples fotografías antiguas de familias, lugares, mapas y recortes de periódicos de la época que apoyan el texto, y obviamente en el video que acompaña el libro, con el mismo título.

 

El nómada y protagonista colectivo e individual de esta obra es Salvador Núñez que llegó en 1972 a la estación de Cima, enclavada en el bosque del límite sur-sureste del Distrito Federal y que forma parte del tramo México-Cuernavaca. A partir de su voz surgen en el texto otras voces, las de sus hijos, familiares, amigos y compañeros que han tenido contacto con él durante su vida en los distintos lugares donde ha residido.

La voz de Salvador Nuñez se convierte a su vez en un texto explicativo de su contexto, de su ubicación histórica, personal y social.

 

También en otros momentos aflora la visión subjetiva de la autora, por ejemplo, en este párrafo bastante expresivo: «Cima es una forma de vida que cuando la conocí me atrapó. Así empezó esta historia, con la magia de Cima y las vivencias de Salvador, guías hacia el conocimiento y la comprensión de un pasado rielero que aquí vamos a compartir.»

 

En 1999, la fecha más reciente a la que se remite el texto, Salvador era jefe de estación jubilado de Ferrocarriles Nacionales de México, acababa de ser bisabuelo y seguía viviendo en Cima, junto con su hijo mayor de 43 años y el menor de 10 años. Pero su infancia y su adolescencia siempre transcurrieron entre vagones, casetas de ferrocarril y distintas estaciones.

 

Así explica él parte de ese periodo de vida: «Mi papá ganaba 62 pesos quincenales, de esos 62 pesos daba 40-42 para el gasto de toda la quincena y el resto se lo tomaba él de chupe. En esta forma se distribuía la quincena. De ahí comprar zapatos, ropa, comida y eso fue con los cuarenta.»

 

En 1953 Salvador se va a la capital y se titula como telegrafista, dejando de ser «chícharo», el joven ayudante, mensajero, cocinero… que sirve en cualquier ocupación. Nos explica este cambio como algo emocionante: «Así que yo en esta colonia era el hijo de doña Paula, hasta ahí no-más, entonces cuando el hijo de doña Paula llegó allá como titulado de telegrafista, no, pues fue el gran acontecimiento. Como un héroe; sí, no, mi mamá le platicaba a todo el mundo que su hijo era telegrafista. Sobre todo porque quienes habían, se habían venido conmigo a estudiar a México, y, y vieron que era muy difícil, era muy difícil porque no había esperanzas de que nos dieran la carta de recomendación y se regresaron y, y yo no me regresé.»

 

En 1954 consigue el título de jefe de estación, cargo que le permitirá vivir con mayor autosuficiencia. Ante todo porque le proporciona cierta consideración y apoyo de la comunidad, que depende de sus servicios.

 

Así describe la importancia de ser jefe de estación en ciertas poblaciones norteñas a las que él se dirigió: «Hay lugares donde el jefe de estación es muy, muy, muy importante. En este lugar, por ejemplo, el presidente municipal, el señor cura y el jefe de estación, controlan a todo el pueblo.»

 

Su percepción del movimiento ferrocarrilero al que estuvo ligado, y por el que fue encarcelado seis meses, es lapida ria: «Y es que el sindicato fue muy fuerte cuando Demetrio Vallejo, hasta ahí nada más, de ahí se vino en decadencia; a menos, menos, hasta llegar a nada. A horita el sindicato sirve para dos cosas: para nada y para nada.»

Salvador conoció muchas poblaciones y tuvo también contacto con los Estados Unidos, lo que le permitió comparar la situación ferroviaria de ambos países y mejorar su inglés.

Ya establecido en Metepec, cerca de la Ciudad de México, hizo contacto y amistad con los antropólogos y arqueólogos estadounidenses y canadienses que colaboraron en la reconstrucción y en el estudio de las ruinas de Teotihuacán. El mundo se amplió para él en ese entonces, pues combinaba su trabajo de jefe de estación con la traducción de las tesis de estos antropólogos; viajaba también frecuentemente a los Estados Unidos para mejorar su vocabulario y su pronunciación en inglés.

 

El recorrido vital y profesional de Salvador Nuñez lo es también del imaginario rielero popular durante cierto periodo histórico de México.

 

De este libro cabe destacar el acertado uso que la autora hace de los testimonios orales para darle vida al contexto histórico por vía de la voz de los protagonistas, haciendo únicamente las aclaraciones pertinentes.

 

Lo que quizá se echa en falta en este libro es una amplia bibliografía que nos permita buscar referencias a los hechos históricos que se detallan, por ejemplo, sobre Demetrio Vallejo y la privatización de los ferrocarriles, los descubrimientos arqueológicos de Teotihuacán, y sobre el Niño Fidencio

Una respuesta para “Memoria de los trenes”
  1. Lorena Uriostegui dice:

    Tuve la oportunidad de escuchar de viva voz de Salvador Nuñez muchas de sus historias sobre los ferrocarriles. El trabajo de la Dra. Lourdes Roca es muy importante, porque a través de la vida del Profe. Salvador, se pueden conocer historias increíbles sobre los ferrocarriles vinculados a algunas cuestiones políticas.

    Es todo un caso Salvador Nuñez, que descanse en paz querido maestro.

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