¡Si tuviera dinero, iría al aeropuerto y cualquier avión!
Tuvo que parar. Diluviaba en el interior del parabrisas. Y ni siquiera un poco de silencio en aquel arcén herido de ráfagas.
Permaneció allí hasta que sintió frío. Y sed. Y se habían terminado los kleenex.
Dio la vuelta y regresó.
Como si volviera de un viaje.
Teresa de Paz
El viaje fue tremebundo.
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El viaje fue tremebundo.