La voz hemisferio ya aparece definida en el Diccionario académico del año 1780. En las ediciones que van de ese año hasta la de 1970 se explican varias acepciones, una de las cuales pertenece al ámbito de la geometría: “Cada una de las dos mitades de una esfera dividida por un plano que pase por su centro”. Las demás tienen que ver con la astronomía. Por ejemplo, en la 19ª edición (1970), se distinguen, en lo que se refiere a la astronomía, cuatro tipos de hemisferios: el austral (“el que, limitado por el Ecuador, comprende el polo antártico o austral”); el boreal (“el que, limitado por el Ecuador, comprende el polo ártico o boreal”); el occidental (“el de la esfera celeste o terrestre opuesto al oriental, por donde el Sol y los demás astros se ocultan o transponen”); y el oriental (“el de la esfera celeste o terrestre determinado por su meridiano, y en el cual nacen o salen el Sol y los demás astros”). Como se ve, el de hemisferio es en este Diccionario (1970) un concepto astronómico, así aluda a la esfera celeste o a la terrestre. En la siguiente edición, la 20ª de 1984, a estas acepciones (astronómicas) se añaden tres de carácter geográfico: 1) hemisferio (“mitad de la superficie de la esfera terrestre, dividida por un círculo máximo, de preferencia el Ecuador o un meridiano”); 2) hemisferio continental (“aquel que encierra la mayor parte de las tierras y cuyo polo se sitúa aproximadamente al norte de Francia”); 3) hemisferio oceánico (“aquel constituido principalmente por mares, cuyo polo está cerca de Nueva Zelanda”). Todas estas acepciones (geométricas, astronómicas y geográficas) se mantienen en la 21ª entrega (1992) y en la más reciente, la 22ª de 2001. En esta última se añade el hemisferio cerebral, acepción del ámbito de la anatomía.
Ahora bien, en el inglés de los Estados Unidos uno de los significados, quizás el primero, del término Western Hemisphere es el siguiente: “The western part of the terrestrial globe, including North and South America, their islands, and the surrounding waters”. Como se ve, lo que para los Estados Unidos es el hemisferio occidental, para nosotros, para la cultura hispánica, es simplemente América. No me detengo ahora en explicar el abusivo empleo que en inglés se hace de la voz America. Ya me he referido a ello en otras ocasiones. Baste decir que la han hecho sinónima de Estados Unidos. Por tanto, como en el inglés estadounidense America significa Estados Unidos, han determinado llamar Western Hemisphere a lo que nuestra cultura conoce como América. Obviamente los que hablamos español nada podemos hacer para impedir que los anglohablantes se apropien de la palabra América. Convendría al menos que no los imitáramos, que nosotros, en nuestra lengua, por una parte, no llamemos a los Estados Unidos América y, por otra, que no nos refiramos a América con la designación de hemisferio occidental. De hacerlo se incurre en evidentes anglicismos, no sólo innecesarios sino, además, dañinos por cuanto atentan contra nuestra idiosincrasia, literalmente en este caso, contra nuestra manera de ver el mundo. Nótese que, cuando en inglés Western Hemisphere se hace equivalente a America, se está empleando con un sentido plenamente geográfico, no astronómico. En español, por lo contrario, el término hemisferio occidental es astronómico, no geográfico. Desde un punto de vista geográfico, en español un hemisferio no es otra cosa sino la “mitad de la superficie de la esfera terrestre, dividida por un círculo máximo, de preferencia el Ecuador”. En español, como concepto geográfico, no existe el término hemisferio occidental; sí lo hay como concepto astronómico, pero, como quedó explicado, de ninguna manera significa ‘América’.
Como puede fácilmente suponerse, el empleo de hemisferio occidental por América es muy común en el español hablado y escrito en los Estados Unidos. Más grave sin embargo es que el anglicismo haya pasado no sólo al español americano sino también al europeo. Véase el siguiente pasaje del libro España inteligible. Razón histórica de las Españas (1985) de Julián Marías:
Pero lo que me parece interesante no es la verdad o falsedad de tales imputaciones, sino el hecho de que ellas, referidas a ciertos hechos de la conquista de América, situados en los últimos años del siglo XV y los primeros decenios del XVI, han quedado perdurablemente adscritas a la historia entera de España y han impedido ver la realidad de la América hispánica, del hemisferio occidental de la Monarquía española, para la cual, con excepciones mínimas, han sido ciegos los que se han ocupado de estas cuestiones o han querido trazar una imagen del mundo [subrayado mío].
Este anglicismo es frecuente en la prensa de los países americanos. Siguen algunos ejemplos:
Las naciones del hemisferio occidental se reunieron en Washington, a fines de enero, para aprobar un ambicioso plan de acción y cooperación para combatir el terrorismo en nuestra región del mundo. Sólo faltaba un país del hemisferio: Cuba (La prensa de Nicaragua, Managua, 15-04-2002).
Estados Unidos ya ha iniciado la redefinición de sus relaciones con el resto del mundo. Esta redefinición ya se inició en el hemisferio occidental con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que sería el inicio de una empresa más ambiciosa que abarcaría a todo el continente (Excélsior, México, 21-10-1996).
Los dos bandos que tomaron parte en ese debate, sin embargo, deberían estar de acuerdo en la importancia que tiene fomentar la democracia donde ya existe. En su segundo periodo, el gobierno de Clinton tiene la oportunidad de unir a las naciones del Atlántico y del hemisferio occidental revitalizando y creando nuevas instituciones (Clarín, Buenos Aires, 03-02-1997).
El fenómeno no se limita, lamentablemente, a la prensa. No faltan buenos escritores que hacen uso del término hemisferio occidental para referirse a América:
En realidad, cuando Humboldt publicó su famoso libro El reino de la Nueva España, una nueva nación había aparecido en el hemisferio occidental, siguiendo a la letra la fórmula de Humboldt para el éxito. Los Estados Unidos de América se habían levantado contra la Gran Bretaña, a partir de una rebelión contra los impuestos en Boston (Carlos Fuentes, El espejo enterrado, 1992).
Me parece que en todos los casos anteriores y en otros semejantes, puede sustituirse hemisferio occidental por América o por el continente americano. Resulta, creo yo, muy lamentable que la Academia se haya visto en la necesidad, en la más reciente edición del Diccionario (2001), de añadir en el artículo americano la acepción de ‘estadounidense’. Se corre por tanto el riesgo de que, en la próxima edición, se tenga que añadir, en el artículo hemisferio, el dato de que hemisferio occidental es sinónimo de continente americano. Obviamente no será culpa de la Academia, que se limita a consignar el uso que damos a las palabras. Los responsables seremos los hispanohablantes, que no tratamos de conservar, en nuestra lengua, el significado tradicional de las palabras.~
José G. Moreno de Alba
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los felicito.
para nosotros los amantes de nuestro bello idioma, es una suerte encontrar esta columna.
¿sería posible que me lo mandaran a mi correo?
sería una gran suerte, gracias mil. alicia
piedras negras, coahuila.