<body>En imágenes donde regresa reiterada, incesantemente sobre sí mismo, Germán Venegas se mira en el espejo de su arte. Son autorretratos de cuerpo entero que, conforme se suceden, presentan variaciones más o menos notables. La destreza técnica no sólo es evidente, es admirable. Al talento nato que devino visible desde muy temprano en su vida se añadió, es claro, una sólida formación académica. Se suceden los retratos y, de pronto, German Venegas ya no está solo. Lo acompañan esqueletos: la muerte acaso, la suya propia o la abstracción.
Imposible no pensar en la muerte burlona, chocarrera, del imaginario mexicano, la de Posadas por ejemplo. La compleja síntesis está completa. En un eje ?si la desagregamos? las llamadas alta cultura y cultura popular. En otro, la tradición nacional y la universal. El vértice donde todo, por curvatura del espacio-tiempo estético, converge: Venegas mismo. Esa serie de retratos es acaso cifra de su trayectoria y su producción general ?de la que presentamos aquí una muestra. Con admirable soltura, Venegas ha transitado de la talla de madera inspirada en la tradición popular a la elocuente parodia de Tiziano; de retablos que refieren
necesariamente al cristianismo, a una intelectualización ?¿posmoderna?? de la pintura. Acaso, como nos dice Gonzalo Vélez en el texto que aquí le dedica, la constante ha sido ?la
preocupación en torno a la religiosidad y la espiritualidad?. El mérito de Venegas es, entre muchos otros, la naturalidad con que articula todo esto, la manera ?lógica? en que se encuentran lo propio y lo extranjero, lo sublime y lo cotidiano. Eco de la retrospectiva presentada en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, esta muestra de la obra de
Venegas, en la medida en que rompe con la linealidad temática que nos ha caracterizado gráficamente, representó un desafío para EstePaís|cultura. Creemos que, gracias a la riqueza del material, el desafío ha sido bien librado y será, en igual proporción, gozoso para nuestros lectores. </body>
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