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<p>A juzgar por la obra que ha seleccionado para su publicación en el presente
número de <strong>EstePaís|cultura</strong>, Daniel Manzano Águila
tiene una predilección por el registro de la figura femenina. Un examen
más detenido no contradice lo anterior, pero lo matiza. Si los estados
de ánimo y la actitud de las mujeres que retrata no nos engañan,
Manzano Águila parece interesarse, ante todo, no en su propia contemplación
de la modelo —y en la adaptación de ésta a sus fines como
artista, o a los de la obra— sino en la modelo como ser contemplativo
o, cuando menos, observador. Se trata de desnudos, pero a simple vista los poderes
eróticos del género son aquí, en el mejor de los casos,
secundarios. Las mujeres de Manzano Águila asumen posiciones de reposo,
de inteligente espera. Por definición, una modelo posa —el más
activo de los roles pasivos—, pero las modelos de estas obras (de muchas
de ellas) son sólo presencias: velan, piensan, aguardan. Hay excepciones
notables. Algunas no hacen sino acentuar, por contraste, dichos estados de ánimo.
Véanse las mujeres negras que flanquean a una tercera figura. El movimiento
y la patente energía erótica de aquéllas, al fondo, difiere
de la quietud de ésta. Otras excepciones lo son de manera más
radical. Sugieren trazos propios de estudios anatómicos, o dejan al movimiento
fluir, en ideas dancísticas. Coordinador del programa de posgrado en
artes visuales de la Academia de San Carlos de la UNAM, Daniel Manzano Águila
es doctor en bellas artes por la Universidad de Valencia. Su obra ha resultado
seleccionada en diversas bienales, trienales y concursos internacionales de
grabado, y se ha exhibido en muestras individuales y colectivas en países
como España, Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia, Italia
y Egipto. <br>
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Nos congratulamos de acoger su trabajo en las páginas del suplemento.
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