We do not experience and thus we have
no measure of the disasters we prevent.
J. K. Galbraith
Introducción: México y las recientes
crisis financieras
A lo largo de mi carrera profesional en el gobierno
de México he tenido que enfrentar, por lo menos,
cinco crisis financieras, generadas dentro y fuera del
país. Durante los años ochenta, México fue uno de
los protagonistas de la crisis de la deuda externa de
América Latina. De hecho, fue el pionero. Un dudoso
privilegio. Fue una crisis de enorme magnitud y
alcance internacional, que reveló con una claridad
sin precedente las sensibles conexiones entre los flujos
de petrodólares de los países árabes, las políticas
de los bancos de los países desarrollados y las balanzas
de pagos de los países en vías de desarrollo.
En esos años, en la Secretaría de Hacienda, mi experiencia
a cargo primero de la contratación y después
de la renegociación de la deuda externa mexicana
fue maratónica, y, hasta cierto punto, reconocida como
exitosa.
Posteriormente, durante la administración del presidente
Ernesto Zedillo, en los años noventa, tuvimos
que hacer frente a la crisis financiera de
1994-95, y a las implicaciones internacionales de la
crisis asiática de 1997, de la crisis rusa de 1998 y de
la crisis de Brasil y su llamado efecto “samba” de
1998-99. Como secretario de Hacienda y Crédito Público,
de enero de 1998 a diciembre de 2000, tuve
que enfrentar tres desafíos complejos para evitar desembocar
en otra crisis financiera: la instrumentación
y legislación del rescate bancario; la caída de los
precios del petróleo por debajo de 10 dólares el barril
en 1998 y su impacto en las finanzas del gobierno
de México; y el “blindaje” de las finanzas
públicas mexicanas para terminar con las ya tradicionales
crisis financieras de cambio de sexenio.
Todos estos eventos implicaron costos económicos
y sociales, decisiones difíciles, pero también un
enorme aprendizaje para las instituciones mexicanas.
El conocimiento adquirido por los funcionarios
mexicanos en materia de anticipación y gestión
de crisis financieras fortaleció al sistema financiero
y aminoró los efectos negativos de las crisis subsiguientes.
Sin embargo, siempre hubo factores imponderables,
cambios en los mercados o en las
políticas, cambios de los políticos o del contexto
internacional que hicieron cada una de estas crisis
eventos diferentes. Ésta es una primera reflexión
respecto de la crisis económica de este turbulento
2008: el aprendizaje histórico ayuda a gestionar las
nuevas crisis, pero se requiere de un esfuerzo aún
mayor para identificar y atenuar los riesgos.
México está hoy mucho mejor preparado para
enfrentar esta crisis financiera global, cuyo epicentro
se encuentra en Estados Unidos y los otros países
avanzados. Sin embargo, nuestro país sigue
siendo vulnerable. Comparar nuestras experiencias
en las crisis anteriores con los desafíos de hoy es
de utilidad porque nos permite percibir la evolución
de nuestro sistema económico y financiero,
de nuestras instituciones, de nuestro marco jurídico-
político, y diseñar mejores políticas para hacer
frente a la coyuntura.
Recordar el futuro: aprendiendo
de las crisis anteriores
De acuerdo con la filosofía taoísta china, la vida
no es una línea recta con principio y fin, sino un
círculo en el que las fases y las crisis retornan una y
otra vez. La historia de la economía internacional,
en la que percibimos el retorno cíclico de bonanzas
insostenibles seguidas de crisis financieras, pareciera
confirmar dicha filosofía. Esta visión
circular nos permite mirar al pasado pensando en
el presente y, sobre todo, en el futuro.
Si bien una de las dimensiones más evidentes de
la crisis de los subprime ha sido la innovación financiera,
parte importante de sus causas no son
novedad. A simple vista, existen diferencias entre
las crisis de los ochenta y noventa y la crisis de
2008, pero si se mira más detenidamente se pueden
detectar algunas constantes importantes que
pueden servir de guía para el reforzamiento de los
sistemas financieros nacionales y para el replanteamiento
de la arquitectura financiera internacional.
Primero veamos las diferencias. En contraste con
la crisis actual, gran parte de las crisis anteriores tuvieron
su origen en serios desequilibrios fiscales y
de balanza de pagos en economías emergentes, financiados
a través de deuda externa y flujos de capital
de corto plazo. Con algunas excepciones, en
las crisis de los ochenta y noventa, una serie de factores
–que no están presentes en la actual crisis–
jugaron un papel determinante: bancos
centrales poco independientes, tipos de
cambio fijos o semifijos, economías cerradas
o en proceso de apertura (y por
lo tanto poco competitivas), bajas reservas
internacionales, sistemas financieros
y bancarios débiles con excesiva influencia
de los gobiernos y alta volatilidad
política.
Sin embargo, a pesar de estas diferencias importantes,
una serie de factores, que estuvieron presentes
en las crisis de los 80 y los 90, siguen presentes
en la crisis actual: regulación y supervisión inadecuadas;
crecimiento imprudente de las carteras hipotecarias
sin una apropiada medición del riesgo;
aplicación poco rigurosa del gobierno corporativo;
desarrollo de bonanzas financieras insostenibles;
falta de instituciones internacionales preparadas y
facultadas para regular un mercado financiero crecientemente
globalizado y sofisticado; falta de
coordinación entre autoridades financieras nacionales;
y una volatilidad significativa de los fondos
especulativos y de corto plazo. Son los desafíos
que tenemos enfrente; las pistas paralelas en las
que debemos avanzar para producir un sistema financiero
internacional estable y confiable.
Desde la perspectiva de México, un vistazo a su
experiencia con las crisis anteriores muestra un
proceso de fortalecimiento institucional. Durante
las últimas dos décadas, México ha venido fortaleciendo
y modernizando sus estructuras e instrumentos
macroeconómicos, monetarios, financieros
y políticos, para navegar con mayor seguridad las
aguas de la globalización.
En dicho proceso, México ha construido un
“blindaje” macroeconómico sólido para enfrentar
las variaciones de los mercados financieros y la economía
globalizada. A diferencia de la crisis de principios
de los ochenta y de la de 1994-95, México
cuenta hoy con cuatro grandes pilares de estabilidad:
una posición fiscal sólida; un tipo de cambio
libremente flotante; amplias reservas internacionales1
y un sector financiero bien capitalizado.
No obstante, México sigue teniendo tareas pendientes
que lo hacen vulnerable frente a los cambios
de la economía mundial. Una serie de factores
inhiben un mejor desempeño económico y
limitan la posibilidad de que el mercado interno
pueda jugar un papel predominante en la generación
de riqueza cuando la economía internacional
está a la baja, como en el
momento actual. Hay por lo menos cinco
grandes retos que erosionan la fortaleza
económica de nuestro país a la hora
de enfrentar la crisis:
1. El nivel de educación. El rezago educativo
sigue limitando las potencialidades
económicas y sociales de México;
mermando la competitividad empresarial y la productividad
laboral y deteniendo el diseño y aprobación
de reformas estructurales y la capacidad de investigación
y desarrollo del país. En los últimos
años, México ha aumentado el gasto gubernamental
dedicado al sector educativo, que se ubica por
encima de la media de la OCDE cuando se mide como
porcentaje del PIB (6.5%).2 Sin embargo, esto
no se ha traducido en un mejor desempeño de los
estudiantes en las pruebas internacionales estandarizadas.
Además, dicho gasto medido por estudiante
sigue siendo bajo. Por otra parte, sus costos de
salarios de maestros (en relación con el PIB per cápita)
también están por encima de la media de la OCDE.
3 A pesar de esto, los estudiantes mexicanos siguen
teniendo los rendimientos bajos. En el último
examen del Programa para la Evaluación Internacional
de Estudiantes de la OCDE (PISA) –dedicado a
medir los conocimientos científicos– el desempeño
de los estudiantes mexicanos se ubicó en el último
lugar. En este rubro, la Alianza por la educación,
acordada recientemente por parte del sindicato nacional y las autoridades educativas, es un paso en la
dirección correcta que tendrá un impacto importante
en el rendimiento de los estudiantes.
2. La diversificación comercial. México sigue teniendo
una alta dependencia comercial de Estados
Unidos. A pesar de contar con tratados de
libre comercio con más de 30 países, la economía
mexicana sigue destinando cerca del 85% de sus
exportaciones al mercado estadounidense, el mismo
porcentaje que hace diez años.4 Hasta ahora,
el efecto diversificador del Tratado de Libre Comercio
México-Unión Europea (TLCMUE) ha sido
limitado: en 2000 (año de entrada en vigor del
TLCMUE) las exportaciones mexicanas a la UE representaban
4% del total exportado, en tanto que
en 2007 representaron apenas 5%.5 Uno de los
principales obstáculos a la diversificación ha sido
el alto costo de transporte de productos a Europa
y Asia; pero también el bajo nivel de internacionalización
del sector empresarial
nacional.
3. El escaso grado de internacionalización
de las empresas mexicanas. De acuerdo
con el estudio de la OCDE “Pequeñas y
medianas empresas en México” (2007),
solamente 1% de las Pymes mexicanas
–el 99% de los establecimientos productivos
del país– exporta regularmente. La mayoría
de las exportaciones mexicanas las siguen
llevando a cabo un puñado de corporaciones nacionales
y de empresas extranjeras a través de maquila
y comercio intrafirma. Este factor reduce
significativamente la capacidad de respuesta y
adaptación del sector empresarial mexicano a la
desaceleración del mercado doméstico y de los
mercados externos tradicionales.6
4. La limitada capacidad de innovación. A pesar de
los logros recientes –como el aumento significativo
del gasto en investigación entre 1996 y 2005 y
la aplicación de uno de los tratos fiscales más favorables
en la OCDE a estas actividades–, la intensidad
de ciencia y tecnología en la economía mexicana
es una de las más bajas de la OCDE (con un gasto
nacional bruto equivalente al 0.5% del PIB).7 México
sigue ocupando el último lugar de la OCDE en
número de investigadores por cada mil personas
empleadas8 (gráfica 1) y su desempeño tecnológico,
medido en patentes y publicaciones, sigue siendo
bajo. Es fundamental que México incremente
su capacidad de innovación, de acuerdo con las
necesidades del país. La riqueza de las naciones
hoy se construye con capital intelectual, con ideas,
patentes y conocimiento.
5. Transformar la política fiscal en un
importante instrumento de desarrollo. Como
en otros países de América Latina,
uno de los grandes desafíos estructurales
de México es cómo convertir su política
fiscal en un importante instrumento
al servicio del desarrollo. La edición
2009 del estudio de la OCDE “Perspectivas
económicas de América Latina” atribuye gran
parte de la desigualdad en los países latinoamericanos
a la ineficacia relativa de los sistemas fiscales.
En efecto, el estudio constata que las
desigualdades en México, antes de impuestos y
transferencias, son similares a las de los países europeos
de la OCDE.
Sin embargo, como se puede apreciar en la gráfica
2, las distribuciones de rentas netas de estos países
después de impuestos y transferencias son
mucho más igualitarias que en México u otros países
de América Latina. El gobierno mexicano debe
seguir esforzándose por incrementar la recaudación
fiscal, mejorar la calidad del gasto público y
resolver la informalidad con planteamientos innovadores
y regímenes simplificados. La legitimidad
fiscal de un gobierno, y la confianza en su sistema
fiscal, reflejan la calidad del contrato social de una
nación. Es también importante incrementar la capacidad
financiera del Estado sobre todo tomando
en cuenta que el retorno marginal del gasto social
en México es particularmente alto.
Éstos y otros desafíos estructurales, como la falta
de competencia en los sectores clave o la construcción
de una red de comunicaciones y
transportes competitiva, han limitado
la productividad y la competitividad de
México durante años; reduciendo su
capacidad de respuesta a las crisis internacionales.
Entre 2000 y 2006, en
nuestro país, el crecimiento anual promedio
del PIB por hora trabajada fue
uno de los dos más bajos de la OCDE
(cerca de un 0.6%) y significativamente
más bajo que el experimentado durante el quinquenio
anterior.9 Esto ha tenido un impacto negativo
en la calidad de vida de los mexicanos. La
productividad, como afirmaba Paul Krugman,
“no lo es todo, pero en el largo plazo es casi todo.
La habilidad de un país para mejorar su nivel
de vida a lo largo del tiempo depende, casi por
completo, de su habilidad para aumentar su producción
por trabajador”.10
La crisis financiera actual: posibles
consecuencias para México
A pesar de que la posición financiera y fiscal de
México se ha fortalecido en los últimos años, el
país es afectado por la crisis financiera y la desaceleración
económica internacional en diversas
formas. Uno de los efectos principales se ha manifestado
en la salida de capitales y la dificultad
creciente en el acceso al crédito. Al igual que
otras economías emergentes, México experimentó
alguna salida de capitales conforme se incrementó
la aversión al riesgo y los inversionistas comenzaron
a desconfiar de los mercados emergentes.
En octubre, la bolsa de valores cayó
drásticamente y el peso recibió severas presiones.
La situación empeoró con el deterioro del acceso
a los mercados internacionales para financiar el
crecimiento o el comercio. A pesar de que cierta
devaluación es parte del ajuste a las nuevas condiciones
del mercado, y de que el banco central
está usando sus reservas para tratar de “suavizar”
los ajustes en los mercados de cambio, el debilitamiento
del peso está reduciendo el margen de
maniobra para recortar las tasas sin detonar nuevas
fugas de capitales.
El endurecimiento de las condiciones financieras
también está contrayendo el crédito doméstico.
El acceso a préstamos por parte de empresas y
consumidores se ha vuelto más difícil en los últimos
meses, reflejándose en el aumento
de los intereses y la caída en los préstamos
otorgados por los bancos. Las filiales
mexicanas de bancos extranjeros
han retraído sus actividades como parte
de un esfuerzo global para reducir el
riesgo. Esto tendrá un impacto negativo
en la demanda doméstica. Y esta caída
en la actividad económica puede aumentar
la cartera vencida de los bancos.
La crisis financiera y la desaceleración económica
global están impactando el sector real de la
economía mexicana. Desde luego que las exportaciones
de manufacturas a Estados Unidos son
uno de los principales transmisores de “contagio”.
El flujo de remesas también ha caído, ya que muchos
migrantes mexicanos trabajaban en el paralizado
sector de la construcción de viviendas y
algunos están incluso regresando al país. El colapso
de los precios del petróleo, combinado con
un declive en la producción, es otro desacelerador
de las exportaciones y la actividad productiva. Todos
estos factores, en combinación con un declive
de la confianza y un deterioro de los salarios reales,
sugieren una caída en el crecimiento económico
en 2009 a tan sólo 0.5%, con una
recuperación posible hasta 2010.11 Si bien esta
caída en la actividad económica y de los precios
de las materias primas reducirá las presiones inflacionarias,
el peso debilitado ejercerá una presión
en dirección contraria.
La crisis también está ejerciendo presión sobre el
presupuesto del gobierno mexicano. Si bien las
prudentes operaciones de cobertura permitirán al
gobierno federal evitar que las disminuciones en el
precio del petróleo afecten el gasto público, otros
ingresos fiscales podrían caer conforme se reduzca
el crecimiento. No obstante, los niveles moderados
de deuda pública y el ahorro parcial de los ingresos
petroleros excedentes del pasado permiten cierto
margen para la expansión fiscal.
Posibles soluciones a la actual crisis
Frente a estos desafíos, México puede y debe usar
todo su arsenal de políticas macroeconómicas para
enfrentar la crisis: la política fiscal para alentar la
demanda interna; la política monetaria para manejar
las presiones en el mercado cambiario; y la política
financiera para contribuir al
fortalecimiento del propio sector. Por
supuesto, las reformas estructurales deben
seguir en la agenda y seguramente
podrán potenciar el crecimiento conforme
vayan siendo instrumentadas, elevando
la productividad de México. En
este momento de deterioro de las perspectivas
de empleo, resulta crucial diseñar
un conjunto de políticas dirigidas a proteger a
las familias más vulnerables del impacto social de
la crisis.
Las medidas adoptadas por el presidente Calderón
reflejan una respuesta alerta, ágil y técnicamente
sólida, en la que destacan: el fortalecimiento de
las instituciones financieras; el estímulo de la demanda
interna; el aumento de la liquidez; el apoyo
a las Pymes para facilitar su acceso al crédito y su
participación en las compras públicas; el apoyo a la
inversión en vivienda, salud, infraestructura agrícola
y transportes.
Gran parte del nuevo gasto se está destinando a
infraestructura, lo cual puede ayudar al crecimiento
en el largo plazo; pero es crucial que los proyectos
arranquen pronto para proveer el impulso
inmediato que necesita la economía. La caída importante
de los precios del petróleo presenta una
oportunidad para eliminar o cuando menos reducir
el subsidio al consumo de gasolina. Los recursos
generados podrían reorientarse para tener un
impacto más progresivo.
El manejo de la política monetaria seguirá dependiendo
del comportamiento de sus dos grandes
determinantes: la inflación y el tipo de
cambio. El Banco de México ya ha aumentado las
tasas tres veces en este año (a 8.25%) para mantener
controladas las expectativas de inflación.12 Como
mencioné anteriormente, el debilitamiento del
crecimiento económico y la caída en los precios de
las materias primas tenderán a atenuar las presiones
inflacionarias, lo cual debe abrir espacio para
“aflojar” la política monetaria. Sin embargo, México
puede requerir de un periodo más prolongado
de tasas altas si las salidas de capitales continúan
acentuando la depreciación del peso, de cerca de
30% desde el verano.13
Las medidas del banco central para incrementar
la liquidez y fortalecer la confianza son bienvenidas.
El reciente acuerdo entre el Banco de México y
la Reserva Federal de Estados Unidos,
junto con mayor liquidez y las garantías
del gobierno a algunos préstamos, deben
traducirse en una inyección de confianza
a los mercados financieros. El
hecho de que la mayor parte del sector
bancario sea propiedad de grandes bancos
extranjeros es algo que dio tranquilidad
y estabilidad muchos años pero
que hoy habrá que seguir de cerca, pues las filiales
mexicanas de algunos bancos parecen más sólidas
que sus casas matrices.
Una oportunidad para reformas de fondo
México estará cada vez mejor preparado para enfrentar
las crisis internacionales y lograr un crecimiento
sustentable de largo plazo en la medida en
que sea un país más justo. La desigualdad se ha convertido
en el más grande obstáculo para mejorar el
desempeño económico del país. El objetivo supremo
de las políticas públicas es crear un ambiente
propicio para el florecimiento de la actividad económica
y el progreso social y facultar a todos los ciudadanos
para que puedan desarrollar al máximo sus
potencialidades. Para ello tiene que garantizarse un
acceso equitativo a servicios públicos de calidad en
educación, salud, vivienda, seguridad pública, financiamiento,
ciencia y tecnología, entre otros.
La turbulencia de los mercados financieros, la
falta de confianza en el sistema bancario y, sobre
todo, el impacto de esta crisis en la economía real
y el empleo, requerirán decisiones valientes del gobierno
mexicano. Pero esto no debe distraernos o
desviarnos de nuestros objetivos de largo plazo, de
nuestros desafíos estructurales. Al contrario, es justamente
enfrentando esos desafíos estructurales
como podremos sacar a nuestras economías de esta
fase recesiva. La crisis abre una ventana de oportunidad
excepcional para innovar políticas
públicas y promover reformas exitosas, para construir
consensos legislativos extraordinarios. Como
afirmó un delegado ante la OCDE recientemente:
“sería terrible desperdiciar la crisis”.
1 Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Informe semanal
del vocero, 24-28 de noviembre de 2008.
2 OECD, “Education at a Glance 2008”, OECD Indicators, p.
229.
3 Idem, p. 15.
4 De acuerdo con las estadísticas de comercio internacional
de la Secretaría de Economía, México realizó el 85%
de sus exportaciones a Estados Unidos en 2007, en
comparación con un 86% en 1997.
5 Secretaría de Economía, Estadísticas de Comercio Exterior,
http://www.economia-snci.gob.mx/sphp_ pages/estadisticas/
cuad_resumen/expmx_e.htm
6 OECD, “SMEs in Mexico issues and policies”, p. 62.
7 OECD, “Science, Technology and Industry Outlook
2008”, p. 140.
8 OECD, Factbook 2008, Economic, Environmental and
Social Statistics, p. 161.
9 Idem, p. 265.
10 Paul Krugman, “The Age of Diminished Expectations”,
Third edition, MIT Press, (agosto 8, 1997).
11 De acuerdo con estimaciones de la Dirección de Economía
de la OCDE.
12 Idem.
13 Idem.
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