FUNDAR UNA REVISTA no es tarea fácil y menos aún mantener su constancia en la publicación y en la distribución por un periodo de dieciocho años. Es por eso que el décimo aniversario de Este País es motivo de reconocimiento y una buena ocasión para propiciar la reflexión.
En el contexto de las publicaciones existentes, Este País llegó a llenar un vacío al colocarse en el punto intermedio entre las revistas académicas de ciencias sociales y las revistas de opinión.
En lo que respecta a las primeras quizá no sea demasiado drástico afirmar que su presentación poco atractiva, la aridez de su lenguaje y la prácticamente inexistente visión del público al que van dirigidos y de criterios adecuados de distribución han llevado a una difusión muy limitada de lo que en ellas se publica. Lamentablemente, esta posición es compartida por el resto de las publicaciones universitarias en nuestro medio que. en términos generales, se han resistido a salir de la semiclandestinidad. Si les va bien, algunas de ellas salen a «tomar aire» en las ferias anuales del libro después de las cuales regresan a ser resguardadas en el lugar que parece estarles asignado de forma permanente en la bodegas de sus respectivas universidades.
Frente a esta realidad, y como contraste, tenemos la distribución exitosa de algunas revistas que presentan sus textos en forma de ensayos políticoliterarios, que en términos generales dan prioridad a las opiniones sobre los hechos. En nuestro medio político intelectual acostumbrado a los grandes liderazgos y a las «camarillas intelectuales» algunas de estas revistas fueron percibidas como «territorio» de grupos específicos integrados alrededor de uno o más figuras intelectuales, quienes de alguna o otra forma se constituyen en las guías de los contenidos editoriales de la publicación.
Sin embargo, a pesar de las grandes diferencias entre estos dos tipos de publicaciones, e independientemente de la calidad de sus contenidos, en lo que respecta a al tratamiento de problemas sociales y políticos en términos generales se puede afirmar que, por lo menos hasta mediados de la década de los noventa, ambas tenían en común la poca relevancia otorgada a lo que podríamos considerar como una «cultura del dato». En particular me refiero a aquellos datos cuantitativos que parten tanto de la interpretación de las fuentes estadísticas existentes como de la generación de la propia información a partir de las técnicas modernas de encuestas y entrevistas.
Este País fue en cierta forma pionera en el medio intelectual mexicano al proponer y llevar a cabo la realización de estudios de opinión y encuestas, que en su momento estaban prácticamente ausentes en los medios. En sus primeros números la revista presentó resultados en torno a la moralidad y los valores de los mexicanos; la percepción sobre la democracia; la presencia y aceptación de los políticos en la opinión pública, entre otros temas.
Ahora, diez años después de haber sido fundada, frente a la existencia inédita de un sistema electoral competitivo, la situación parece haber dado un viraje y nos encontramos ante un uso excesivo de las encuestas. Los abusos de la «encuestionitis» me parecen evidentes: tenemos desde estudios serios como el llevado a cabo por el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM sobre los valores de los mexicanos, hasta las encuestas telefónicas para rastrear opiniones sobre el horario de verano, o las preguntas abiertas al público que han incorporado los programas noticiosos para competir por los ratings de los telespectadores o radioescuchas.
En la medida en que son pocos los sondeos o encuestas que adolecen de la necesaria rigurosidad, quizá valdría la pena retomar las propias reflexiones sobre su validez y sus alcances, y recordar como advertencia las limitaciones de las mismas y los criterios de objetividad básica que también están expuestos en los números de Este País, y en particular en varios artículos publicados en 1993 y 1994 donde se discute la credibilidad ciudadana y la relevancia de las encuestas para la modernización política.
Además de los temas relacionados con elecciones y opinión pública en torno a los líderes y a los partidos políticos, en Este País se han rastreado actitudes y puntos de vista sobre varios problemas de nuestra realidad. Ante la imposibilidad de hacer referencia a todos ellos, y en virtud de que hago entrega de este artículo en una fecha cercana al Día Internacional de la Mujer, me concentraré en los problemas que se vinculan con esta conmemoración y en particular en los que han sido tratados por la revista que están relacionados con la salud y la participación económica de las mujeres.
En lo que se refiere a esta última, en su número de enero de 1995, la revista publica datos donde se analiza su participación en distintos ámbitos. Se trata de un tema sin duda importante, ya que con base en los datos del INEGI podemos observar que mientras en 1970 las mujeres constituían el 19.8% de la población ocupada, en 1996 este índice alcanza el 32.5%. Los datos de la Encuesta Nacional de Empleo de 1997 muestran que la participación de la mujer alcanza el 37% en las zonas más urbanizadas del país.
Además de los temas relacionados con la participación de la mujer, en el mismo número de la revista, se hace un análisis para percibir la evolución económica cuantitativa con base en información de los Censos Económicos de 1993. Al respecto es conveniente tener presente que a los censos económicos más recientes, que se levantaron en 1999, se incorporaron nuevas preguntas que son importantes para la captación del empleo en nuestro país. Por primera vez se incluyen la captación del personal ocupado en los niveles ejecutivos y gerenciales donde, según datos arrojados por mi propia investigación, se encuentran las mayores disparidades entre hombres y mujeres. En ausencia de datos nacionales confiables, llevamos a cabo un rastreo minucioso de diferentes directorios comerciales en 1994, que nos permitió obtener una cifra que apenas llega a representar el 5% de mujeres en los puestos más altos de dirección de las compañías privadas. El estudio y seguimiento que realizamos unos años después mostró que este porcentaje había ascendido a 10% en 1997.
Más allá de los problemas relacionados con la participación política y económica de las mujeres, Este País ha abordado también importantes cuestiones relacionadas con la salud pública y la población femenina.
En el número de noviembre de su primer año de existencia, la revista aborda las actitudes frente al aborto y las posibilidades de modificar la legislación en esta materia. La atención en esta cuestión no es fortuita sino que responde a la efímera legalización del aborto en Chiapas que produjo una constante referencia al tema en la opinión pública. A pesar de que la propuesta no fructificó el debate ocupó un lugar en los medios que acaso no haya tenido precedente.
Buscando como constante el apego a los datos y per-meada por el ambiente intelectual en torno al TLC, Este País compara las actitudes en torno al tema en Canadá México y Estados Unidos y nos muestra que de 1981 a 1990 en nuestro país se registró un considerable descenso de quienes opinan que nunca puede justificarse el aborto. El número incluye varios estudios y una encuesta presentada por Susan Pick y Marha Givaudan en la que se abordan de forma más ampliada las opiniones de hombres y mujeres en nuestro país.
Después de este debate, el tema pareció adormecerse en términos de su presencia en los medios de comunicación. No sería sino hasta nueve años después, ante la relevancia que ocupó el caso de la joven Paulina que a los 14 años fue violada por un delincuente en Mexicali y a la que se le negó el derecho a abortar, cuando el tema vuelve a tener relevancia en la conciencia pública. El debate se intensifica meses después ante la propuesta de la reformas aprobadas por el Congreso de Guanajuato que convertían a la víctima en victimaría y pretendían abolir el derecho de la mujer a interrumpir el embarazo aun en los casos de violación que es la única razón en la que se considera legal el aborto en todo el territorio nacional.
Como sabemos, la legislación de Guanajuato fue efectivamente contenida por varias organizaciones de la sociedad civil y por la opinión pública que demandaron que el gobernador ejerciera su derecho a revocarla. A semejanza de la propuesta de 1991 en Chiapas, en la cual se intentaba abrir el abanico de las causas legales del aborto, la legislación de Guanajuato, que pretendía penalizarlo sin ninguna excepción, también tuvo una vida efímera.
El ambiente se caldeó y fue oportunamente aprovechado por los grupos feministas y la Jefa del Gobierno del Distrito Federal, quienes lograron agregar dos causas a los motivos legales para abortar y hacer que, como en otros estados, en la capital del país también se considere dentro del ámbito de la legalidad el aborto que se lleva a cabo cuando se presentan riesgos en la salud de la madre y por deformaciones congénitas del feto. La propuesta tuvo eco en el estado de Morelos que, en agosto del 2000, modificó su legislación en el mismo sentido.
Las controversias y pasiones que se despertaron en torno a estos hechos hicieron evidente que se trata de uno de los temas más rispidos de nuestro medio que parece ir a contracorriente con la creciente apertura y tolerancia, que, quiero pensar, hemos desarrollado en otras cuestiones.
Ante la dificultad de abordarlos objetivamente y conocer las opiniones reales y cuantificables de las mujeres y los hombres en México, sería deseable que Este País pudiese poner en las manos de sus lectores y lectoras los resultados de estudios y encuestas que permitan comparar las percepciones y actitudes actuales frente a las que se publicaron hace diez años. Una de las propuestas, a partir de hechos como los de Chiapas y Guanajuato, ha sido el de hacer una consulta nacional donde se expresaran los acuerdos o desacuerdos frente a la legalización del aborto, Sin embargo, como lo señaló la propia revista en 1991, tal propuesta no ha fructificado y quizá no fructifique; sin embargo, los puntos de vista de los mexicanos pueden conocerse mediante los estudios de opinión.
No sé si en el momento de conmemoración al que nos ha invitado la redacción sea justificable la propuesta de nuevas tareas. Por mi parte considero que éstas serían plausibles, ya que Este País no sólo abrió un camino para la validación de datos objetivos y de encuestas sino que también pudo aplicarlas a la aproximación a temas «sensibles» como lo son los relacionados con las opiniones sobre la planificación familiar, el divorcio, la homosexualidad, la virginidad, las relaciones extramaritales, así como una encuesta sobre sida y opinión pública (junio de 1992, y enero de 1994)) Además, desde su segundo año de circulación, Este País también ha tratado otros temas que se vinculan con los anteriores como lo podrían ser las relaciones Iglesia-Estado (diciembre de 1992; mayo de 1994) y otras cuestiones afines que ocupan un lugar prioritario dentro de la agenda de los debates de nuestro «amanecer de siglo».
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