María Elena Briseño
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La utopía pervertida
Leonardo Padura,
El hombre que amaba a los perros,
Tusquets, México, 2009.
Para los personajes del último libro de Leonardo Padura, El hombre que amaba a los perros, la utopía comunista se trastocó en la “utopía pervertida”. Una de las numerosísimas historias que podrían mostrar esa perversión es el tema de esta novela: el largo y oscuro complot para asesinar a Trotsky.
Narrada desde un presente muy cercano y con una postura mucho más desencantada que crítica, Padura reconstruye las historias personales de Iván, el narrador, cubano que escribe un libro que nunca ve la luz y que conocemos gracias a su amigo Daniel; la del asesino, Ramón Mercader del Río, alias Jacques Monreal, alias Fran Jacson, alias Ramón Pavlovich López, alias Jaime López; y la de la víctima, Liev Davídovich, alias León Trotsky. En 573 páginas, Padura integra magistralmente cada historia en sus propios contextos históricos: la Cuba de Castro, la Guerra Civil Española, la Rusia de Stalin, la Rusia de los sesenta y el México de Lázaro Cárdenas.
Sólo alguien educado en la utopía del comunismo puede, sin artificios, darle voz al Ramón joven e idealista, al Ramón cínico y al Ramón amargado, y entender los contrastantes contextos para estructurar su novela: las conspiraciones preliminares al crimen, iniciadas en los últimos años caóticos de la Guerra Civil Española, las noticias del terrible genocidio estalinista, la vida en Moscú en los años sesenta y los efectos devastadores de una Cuba secuestrada. Con excesivo detalle, Padura rehace el exilio de Trotsky acompañado de su esposa Natalia, de secretarios y secretarias, guardaespaldas y perros, pero sobre todo, denuncia la lista interminable y cada vez más escalofriante de los crímenes de Stalin. Recrea, sin el romanticismo que lo ha caracterizado, el México de Diego Rivera y Frida Kahlo de los años treinta, y hace el más desolador retrato del derrumbe moral y físico de Cuba.
No es gratuito ni que Iván haya estado leyendo el cuento de Chandler que da nombre a esta novela, en una playa de La Habana en 1977, cuando tuvo su primer encuentro con Jaime López, ni que este acontecimiento aparezca al inicio del libro. Porque Padura sabe, muy bien, cómo presentar las piezas del rompecabezas que permite a los lectores de thrillers participar activamente en el desarrollo del muy largo complot.
El acierto de un título
Pavel Kohout, La hora estelar de los asesinos (Alianza Editorial, España, 2004) y The Widow Killer (St. Martin Press, New York, 1998).
¿Cómo fue la vida en Praga bajo la invasión nazi? ¿Cómo cooperaron los checoslovacos con los nazis? ¿Cómo fueron los meses previos al suicidio de Hitler y el fin de la ocupación? ¿Cuántos alemanes pudieron huir antes de que los ciudadanos checoslovacos se vengaran por sus excesos? ¿Cuántos grupos políticos checoslovacos, enfrentados, trataron de hacerse del poder? ¿Por qué los checoslovacos temían que llegaran los rusos en vez de las tropas aliadas?
En términos generales los relatos de ficción terminan con el desenlace de algún suceso o cadena de sucesos. No es frecuente leer qué pasó después del desenlace, cómo siguió la vida o cuáles fueron las repercusiones. Es en este “después” que el novelista, dramaturgo y poeta checo Pavel Kohout (Praga, 1928) crea un auténtico thriller detectivesco, el de un brutal asesino de viudas presentado a partir de su patología, de la planeación y ejecución de sus víctimas y de la investigación que realizan los dos detectives encargados. Esta historia se desarrolla en la Praga de los últimos cuatro meses de la ocupación nazi —cuatro capítulos—: febrero, marzo, abril y mayo de 1945, después de casi seis años. Lo interesante es seguir la colaboración de los dos detectives, uno de la policía del “Protectorate”, el nombre de las estructuras de gobierno checoslovaco invadido, y el otro de uno de los diferentes grupos nazis presentes en Praga (militares, la SS y la Gestapo), cada uno con su forma cotidiana de vida primero en una ciudad invadida y, al final, en una ciudad caótica.
Con oficio y maestría, el escritor nos va ofreciendo las pistas para que nosotros, casi al mismo tiempo que el joven detective checoslovaco Jan Morava y el experimentado Edwin Buback, de la Reich Security, podamos descubrir al asesino de viudas.
Los otros asesinos, a los que alude el título en español de la novela, ya sabíamos desde el comienzo quiénes eran.
Nueva York, enero de 2010. ~
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