Cuando una nación democrática entra en guerra inmediatamente se forman en su interior elementos contrarios a la misma. Los pacifistas casi siempre encabezan la lista de los opositores al conflicto armado. En su caso se trata de una cuestión de principios, tan arraigados en ocasiones como los de algunas religiones.
Pero no son ellos los únicos opositores. Casi siempre los partidos políticos de oposición, que en las primeras etapas del conflicto suelen no oponerse al mismo y hasta llegan a apoyarlo públicamente tarde o temprano se vuelven críticos tanto de las razones que originaron el conflicto, como del manejo del mismo por parte del poder ejecutivo y su partido en el poder. Es algo casi natural, inherente a las estructuras democráticas.
Ese fue el caso en el gobierno de Bush hijo y de los republicanos, en su conflicto en Irak y en Afganistán. Lentamente los demócratas construyeron un discurso alternativo cuyo mejor exponente fue el entonces candidato Obama, mismo que les ayudó a regresar a la Casa Blanca.
No reparamos ahora en la posición de los partidos políticos, que se aprestan a manejarla con fines electorales, sino en puntos de vista que surgen de diferentes espacios de la sociedad preocupados por lo que parece un conflicto de largo aliento, acaso una guerra sin fin, como apunta uno de nuestros autores.
En todo caso, el combate al narcotráfico ha resultado azaroso, por decir lo menos y da la impresión de que el gobierno abrió una caja de Pandora. Así, ha dejado al descubierto una gran cantidad de males relacionados no sólo con la corrupción de los cuerpos policíacos y otros órganos encargados de operar la llamada “violencia legítima” sino de algunos funcionarios públicos y políticos, así como de redes internacionales muy complejas relacionadas con una demanda que existe fundamentalmente fuera de nuestras fronteras.
Nos encontramos en un momento crucial, pues los golpes que el gobierno ha asestado a la estructura del narcotráfico apuntan en todas las direcciones mencionadas y quedan preguntas en el aire.¿Qué sigue ahora? ¿Hasta dónde resistirá nuestra sociedad el impacto de una guerra prolongada? ¿Qué hacer en momentos en que la despenalización del consumo avanza en otros países?
David Torres