Los terremotos ocurren al azar, las muertes no. Haití no es coincidencia. No, claro que no lo es. Tampoco es coincidencia que en los últimos cincuenta años todos los desastres naturales con más de 50,000 víctimas hayan ocurrido en países pobres. Siempre se escucha de China, India, Pakistán e Irán… Fue en Indonesia, en 2004, donde 227,898 personas murieron en un terremoto. Fue en China, hace dos años, donde 69,195 murieron tan sólo en la región de Chengdu-Lixian-Guangyuan. Nunca es Japón. Nunca son los Estados Unidos.
A los países desarrollados nunca les toca.
Esto no significa que en los países ricos no haya desastres. De hecho, Estados Unidos tiene un promedio de 17 desastres naturales cada año, muchos más que los 10 anuales de China y los 12 anuales de la India. Hay sismos en California, huracanes en Florida, tornados en Kansas. Estados Unidos ha sufrido 6 terremotos iguales o más fuertes que el que azotó Haití en los últimos nueve años. ¿Y cuántos murieron en todos estos terremotos? Dos, sólo dos.
Los desastres naturales en los países desarrollados no van a los encabezados.
En el mismo orden de ideas, los terremotos más fuertes tampoco son siempre los más letales. En septiembre del 2003, un sismo de 8.3 sacudió Japón, dejando saldo blanco. Tres meses después, un terremoto de 6.6 -apenas un séptimo de intensidad en comparación con el primero- mató a 31,000 personas en Irán. “Terremoto Mata Miles”, anunciaba la BBC respecto a Irán. En Japón la nota se titulaba, “Preparados para el grande.”
No es coincidencia que uno de los mejores predictores del número de muertes en un terremoto es el producto interno bruto (PIB) del país donde ocurre el desastre.
Los países desarrollados son la tierra del desastre sin víctimas. Mientras que en promedio una nación con un PIB per cápita de $2,000 pierde 944 ciudadanos en desastres naturales al año, un país con un PIB de $14,000 sólo pierde un promedio de 180, según el Dr. Kahn, profesor de la cátedra de economía de Tufts Univeristy. Los números son crudos como la pobreza. Un aumento del 10% en el PIB de una nación reduce en 5.3% el número de víctimas. En Estados Unidos, el promedio de víctimas fatales en terremotos desde 1980 es de un habitante por millón en cada terremoto; en la India, de 2,294.
La pobreza le pone la mesa a la tragedia. Con servicios de salud menos desarrollados, los países en vías de desarrollo enfrentan mayores problemas para responder adecuadamente a los desastres. Con un sistema de educación más precario, carecen de información sobre qué debe hacerse en caso de emergencia. No invierten en sistemas de previsión y alerta porque no pueden. Sus habitantes viven en zonas precarias, en predios tomados ilegalmente o en construcciones frágiles.
Sin embargo, no es la pobreza la principal asesina, es la corrupción. Los países pobres, con democracias generalmente más inestables e instituciones menos desarrolladas, tienen gobiernos más rapaces. Las licencias de construcción se otorgan sin cumplir las regulaciones. Nadie se da cuenta hasta que la mitad de la ciudad se viene abajo.
México, 1985. ¿Quién aceptó la construcción de edificios altos en la zona del valle? ¿Cuántos de los –oficialmente— 9,500 muertos del sismo se hubieran salvado de no haber sido por la corrupción de nuestro gobierno? ¿Cuántas personas estarían hoy con nosotros, viendo crecer a sus nietos, yendo a las bodas de sus hijos y celebrando navidades?
Y a todo esto me viene a la mente mi vecina Susana…
Cuando era chica, cada vez que temblaba se repetía la misma escena. Está temblando, gritaba mi mamá y todos salíamos despavoridos: mi hermana menor, mi papá, yo e incluso mis mascotas, las tortugas, que salían en mi mano. No fuera a ser que el departamento se nos viniera encima. Enrique, mi vecino del cuarto piso (y entrañable rival de Nintendo), nunca salía. Se quedaba allá arriba, viendo cómo las paredes se cuarteaban y la lámpara se movía tantito. Si te toca, te toca, decía su mamá Susana.
Desafortunadamente, Susana estaba equivocada. No nos toca al azar. Siempre le toca más al pobre. Siempre le toca más a los que viven en las casas de interés social, a los que ocupan predios ilegales, a los de las viviendas de cartón, a los de las ciudades perdidas.
La pobreza y la corrupción tienen muchas formas de matar. El desastre es tan sólo una de ellas, y Haití no es una coincidencia.
Viridiana Ríos
Estudiante del doctorado en Gobierno y miembro del
Programa en Iniquidad y Política Social en la Universidad
de Harvard. Antes de ingresar al doctorado cursó la
licenciatura en Ciencia Política en el ITAM. Por favor,
dirija sus comentarios a [email protected]
Jairo y Marcela. Muchas gracias por sus comentarios. La corrupción se esparce rápidamente pero puede ser combatida. Las armas: aumentar la conciencia ciudadana y el monitoreo de los servidores públicos. Está en nosotros mismos la solución.
Viridiana, yo vivo en México, Distrito Federal, en mi ciudad se han permitido licencias a antros sin adecuadas salidas de emergencia en caso de incendiio y sismo y ésta negligencia ya ha cobrado en repedidas ocasiones la muerte de numerosas personas, éstos son claros ejemplos de corrupción en los que se dá la mordida y todo funciona, mi pais enfrenta varios problemas, pero uno de los más grandes o quizá el más importante es la corrupción, por ésta razón tú artículo me atrapó y lo leí con todo interes.
Viridiana, que acertadas son tus observaciones, y que útiles son para refrescarnos la mente acerca de un punto muy importante: La corrupción es el enemigo.
De la corrupción se generan toda clase de fallas en los sistemas políticos y económicos de los países. Desde mi punto de vista, en México se está generando una cultura contra la corrupción que aunque aún en gestación, tiene potencial. El primer paso para que se desarrolle más esta cultura anti-corrupción es por un lado seguir señalando a los corruptos. El segundo paso es comenzar a fundamentar esos señalamientos con datos e información más dura, para que se documente y comunique quién, cómo , cuándo y donde cometió corrupción. De esta forma las acciones impropias ya no podrán esconderse entre dimes y diretes. La información dura tiene una superficie muy plana en donde no hay escondrijos para el corrupto.
Nuevamente, felicidades por tu artículo.
Muy interesante el blog de Viridiana. Quiero pensar que muchos de los muertos del terremoto de 1985 en México no fueron tanto víctimas de la pobreza como de la corrupción, en el caso de edificios que no cumplían con los requisitos de construcción, y de la propia naturaleza. También es interesante el comentario de Patricia que insinúa que el colonialismo español, a pesar de todo, fue menos malo que el francés, que dejó a sus colonias en el abandono total. Habría que ver la situación de las excolonias en África. Saludos.
[…] This post was mentioned on Twitter by Eric Magar and Dante Licona, Este Pais. Este Pais said: New post: La pobreza y la corrupción tienen muchas formas de matar: Haiti no es coincidencia http://estepais.com/site/?p=27357, 2010 […]
Patricia,
En efecto, los países aparecen y desaparecen de nuestro radar con mucha facilidad. Países pequeños como Haití sólo cobran relevancia cuando hacen encabezados. Así, la tragedia es en realidad un arma de dos filos. En su lado «positivo,» funciona para atraer la atención y presión internacional que, en el mejor de los escenarios, puede incluso ayudar a mejorar las condiciones del país víctima.
Muchas gracias por tu comentario.
Viridiana, que atinados comentarios para recordarnos que los desastres naturales tienen impactos diferenciales de acuerdo a cómo se prepara o no la sociedad que los recibe, a su situación socioecoómica y política…por otra parte me ha llamado mucho la atención el dar cuenta de la ignorancia sobre Haití por gran parte de la gente. El temblor, que desafortunadamente ha causado tanto daño a la parte más pobladad de este país, lo pone en las noticias, recuerda que es la nación más pobre de América Latina, que ocupan sólo una parte de una isla, que fueron colonia francesa, que casi todos sus descendientes son de origen africano, que tienen una lengua propia basada en una reinterpretación del francés y sus lenguas originarias -el creol- y que nos permite pensar en los resultados de «madres patrias» distintas a la nuestra…
Patricia