OBSERVATORIO CIUDADANO DE LA EDUCACIÓN
Grupo de Redacción del OCE: Alejandro Canales, Raymundo Carmona León, Daniel Cortés Vargas, Antonio Gómez Nashiki, Mery Hamui Sutton, Aurora Loyo Brambila, Aldo Muñoz Armenta, Carlos Muñoz Izquierdo, Maira Pavón Tadeo, Roberto Rodríguez Gómez y Marisol Silva Laya.
El próximo 22 de septiembre se cumplen cien años de la refundación de la UNAM. El artículo 1 de la Ley Constitutiva de la Universidad Nacional de México, de 1910, establecía como su finalidad la de “realizar en sus elementos superiores la obra de la educación nacional”, tarea de interés público que ha cumplido con creces, entretejiendo su propia historia con la historia política, social, científica y cultural del país.
El carácter de “autónoma” lo adquirirá más adelante, con la Ley Orgánica de 1929, lo que es reconocido como principio distintivo de su identidad. La aprobación, en diciembre de 1944, de la Ley Orgánica que actualmente la rige, va a confirmar finalmente las reglas de su relación con el Estado, quien es garante financiero de sus funciones para brindar educación, llevar a cabo investigación y extender la cultura a la sociedad. Labor que la ha convertido en polo literario, filosófico, científico, jurídico, médico, artístico, musical y arquitectónico de México, y por la cual acumula múltiples reconocimientos nacionales e internacionales. Pero hay también otra historia, la de una institución transformada en una universidad de masas, siempre con una oferta de espacios rebasada por la demanda, que rechaza cada año a miles de jóvenes que desean estudiar el bachillerato o una licenciatura en sus aulas; que debe contraargumentar, con hechos, la necedad de sus críticos nacionales que ven en ella a una universidad sin “calidad”; que debe batirse, año con año, por recursos públicos para seguir cumpliendo con su labor, entre otros muchos problemas.
Así, bajo el compás de una historia también plagada de refutaciones, difícil de narrar en pocas líneas, es que la UNAM ha dado forma a su labor durante cien años, para obtener resultados a veces modestos, las más de las veces buenos, y otras veces extraordinarios.
Trazos de su singularidad
En el discurso inaugural de reapertura, Justo Sierra señalaba que la Universidad Nacional de México debía mantenerse íntimamente ligada a la problemática social, siempre abierta a nuevos hallazgos para producir un conocimiento nacional que permitiera fincar un saber mexicano y, al mismo tiempo, reconocía que debía mantener siempre una posición internacional. La institución quedó integrada por las siguientes escuelas: Preparatoria, Nacional de Jurisprudencia, de Medicina, de Ingenieros, de Bellas Artes (Arquitectura) y la de Altos Estudios (que sentaría las bases de su trabajo de investigación científica). Simiente de lo que actualmente son sus 14 planteles de educación media superior (9 escuelas nacionales preparatorias y 5 colegios de ciencias y humanidades), sus 13 facultades, 5 unidades multidisciplinarias (o facultades de estudios superiores), 4 escuelas, 29 institutos de investigación científica y 16 institutos de investigación humanística.
Además de que alberga a la Biblioteca y Hemeroteca Nacionales, el Herbario Nacional, los servicios Sismológico Nacional, Mareográfico y Magnético y el Observatorio Astronómico Nacional; así como escuelas de extensión en Estados Unidos y Canadá. A lo largo de las décadas posteriores a su creación, la UNAM comienza a desplegar un compromiso constante con la realidad del país, apegada a la formación de cuadros profesionales. Bajo este contexto, la nueva Ciudad Universitaria, inaugurada en 1954, se convertirá en un espacio de experiencia primaria de debate político encaminado a la democratización del país.
La movilización estudiantil, atada en principio a la intención de recomponer la vida interna universitaria, generalmente en lo referido a sus reglamentos y a la dinámica de participación de sus múltiples actores (de diferentes tendencias ideológicas), se verá en algunos casos presa del impacto de las circunstancias y problemas políticos nacionales, lo cual estará presente en los movimientos estudiantiles, en algunos casos sindicales, que abarcan medio siglo.
El fenómeno de masificación de los espacios de educación superior emerge en México en la década de los setenta. A partir de este momento, la UNAM será la institución que incorpore la mayor cantidad de alumnos a sus aulas: en 1970 tendrá 106 mil alumnos, para 1980 la cantidad de 303 mil, cifra que decrece en las siguientes décadas, para repuntar a partir de 2004 y alcanzar en el ciclo 2008-09 la cifra total de 305 mil alumnos.
Cabe destacar que del total de su matrícula en 2009, un 51.4% son mujeres, cuando en 1970 un 23.5% pertenecía al género femenino, además de que la universidad sigue concentrando arriba de 40% de la matrícula total de licenciatura universitaria y tecnológica del Distrito Federal. Por lo que hace al número total de profesores de carrera e investigadores, este aumentará de forma constante hasta finales de la década de los setenta, pero luego y hasta estas fechas el crecimiento será lento.
Un aspecto notable es la edad del personal de tiempo completo definitivo, que se encuentra actualmente alrededor de los 45 años: 92% en el caso de los profesores y 87% en el caso de los investigadores (“Estadísticas del personal académico de la UNAM, 2006”, Dirección General de Asuntos del Personal Académico, DGAPA).
El tema de la jubilación y de las pensiones de este personal, así como la incorporación de nuevos profesores, son problemas complejos al que todavía de forma incierta hacen frente las autoridades de la UNAM, y cuyos efectos a mediano plazo pueden ser muy graves para la institución. Desde 1984, año en que fue creado el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), la UNAM es la institución que incorpora a sus filas el mayor número de profesores que reciben este reconocimiento.
En 2008, 3 251 de sus investigadores, 22% de un total de 14 681 en todo el país, pertenecían a alguno de los tres niveles del sistema, concentrándose la mayoría, en números absolutos, en el nivel 1, pero 33 y 45% del total de los investigadores se ubican en los niveles 2 y 3. La universidad cuenta con el mayor número de investigadores nacionales eméritos: 142 hasta el año 2008.
La demanda de ingreso
La UNAM es la universidad con la mayor oferta y demanda de lugares en el país.
Según el portal de estadísticas de la institución, durante 2008-09 registró un total de 305 969 alumnos, un 35.3% estudia el bachillerato, 56.4 la licenciatura, 7.8 el posgrado, .2 el propedéutico de la Escuela Nacional de Música, y .3% la carrera de técnico (enfermería y música). Ofrece 153 planes de estudio en 82 carreras de licenciatura; 40 programas de posgrado, que incluyen 83 planes de estudio (34 de doctorado y 49 de maestría), y 33 programas de especialización que incluyen 172 especializaciones. En los últimos diez años, la UNAM abrió cerca de 14 mil nuevas plazas en todos sus niveles (en bachillerato dicha cantidad se mantuvo constante, mientras que en licenciatura y posgrado se abrió su mayor número).
Para ingresar al bachillerato y licenciatura existen dos modalidades: presentarse a un concurso de selección o ingresar a través del pase reglamentado. El número de rechazados en bachillerato y licenciatura es alarmante: tan sólo en 2009 se inscribieron al concurso de selección de licenciatura 174 mil jóvenes, y sólo fueron admitidos 15 mil para ocupar una de las poco más de 38 mil plazas disponibles (los 23 mil jóvenes restantes ingresaron por pase reglamentado), mientras que al concurso de selección de bachillerato se inscribieron 147 mil jóvenes, y sólo fueron admitidos 35 mil.
Sobre el perfil de los alumnos de primer ingreso a licenciatura, es posible destacar que en la modalidad del examen de selección los estudiantes provienen sobre todo de bachilleratos públicos (62%) y de familias con un ingreso menor a cuatro salarios mínimos (48%).
Mientras que quienes acceden por pase reglamentado, 52% proviene de los cinco planteles del CCH y un 48% de las nueve escuelas preparatorias, y poco más de 55% proviene de una familia que tiene un ingreso de menos de cuatro salarios mínimos. La idea de la movilidad social ascendente y de igualación de oportuni- dades podría constituir una respuesta a estudiantes con este perfil socioeconómico, sin embargo, ésta difícilmente se sigue presentando en México.
Reconocimiento internacional
En 2009, el trabajo internacional de la UNAM continuó encaminado, aunque con altibajos, a las prácticas de colaboración académica (un total de 733), la movilidad de estudiantes (383 en total) y profesores (261), la firma de acuerdos de cooperación con otras universidades (122), así como a la creación de redes formales e informales por parte de sus científicos, en prácticamente todas las áreas del conocimiento.
Esta participación se puede observar, en parte, en el incremento de artículos científicos de la UNAM: en 2008, el Institute for Scientific Information (ISI) registró 2 883 artículos de la universidad en revistas arbitradas internacionales, lo que significa que la UNAM contribuyó en 33% de la producción total registrada para México ese mismo año (8 773 artículos), participación que ha mantenido alrededor de ese rango desde comienzos de la presente década.
Si se considera su porcentaje de participación en el conjunto de la producción científica de las universidades mexicanas, la UNAM interviene con poco más de 50 por ciento. En los últimos años, la UNAM ha sido repetidamente clasificada en los rankings internacionales del Times Higher Education y Quacquarelli Symonds (THE-QS), el Academic Ranking of World Universities (ARWU), y el Ranking Mundial de Universidades en la Red (Webometrics) como la mejor universidad en lengua española de Iberoamérica, y se le menciona dentro de las 200 mejores a nivel mundial.
Si se atiende a la presencia de la UNAM en esta clasificación, es posible afirmar que es una universidad de investigación, y de formación profesional. Asunto que obliga a formularse la pregunta acerca de la posibilidad de que ambas tareas no sólo continúen siendo compatibles, sino que además mejoren su integración. Referencia especial merece el registro de su campus central, en junio de 2007, como patrimonio cultural de la humanidad, en razón de los valores arquitectónicos que presenta el conjunto de sus instalaciones. Así como la entrega en el mes de octubre del año pasado del premio Príncipe de Asturias en Comunicación y Humanidades, entre otras razones por constituir un centro de referencia a lo largo de cien años.
Presupuesto
A lo largo de los últimos diez años, el presupuesto de la UNAM aumentó en pesos corrientes en cerca de 14 mil millones, al pasar de poco más de 10 mil millones, en 2000, a 24 mil millones en 2009. Cerca de 90% de este presupuesto lo recibe como subsidio federal, el otro 10% lo obtiene de sus ingresos propios (servicios de educación, servicios y productos, y productos del patrimonio).
Mientras que el Consejo Universitario lo distribuye regularmente de la siguiente forma: 60% a docencia (aproximadamente un 46% a licenciatura y un 14% a bachillerato), 25 a investigación, 9 a extensión universitaria y 6% a gestión institucional. Año con año, el subsidio federal de la UNAM se encuentra sujeto a un arduo trabajo de cabildeo de las autoridades universitarias con el Congreso de la Unión.
Hace falta definir una agenda de trabajo legislativo con las universidades y reforzar el reconocimiento de la autonomía a través de una ley específica, como algunos especialistas lo han propuesto, que posibilite, sobre todo, el acceso a recursos públicos de forma invariable, que permitan fortalecer las tareas sustantivas de la universidad.
Comentarios finales
Después de un siglo, la UNAM aparece en el espectro del sistema universitario del país como un modelo. Ha logrado proyectar un fuerte sentido de identidad institucional que promueve pautas de acción valorativas, profesionales, científicas y culturales en quienes participan de su dinámica interna cotidianamente, y en la sociedad que mantiene vínculos con ella.
Pero todavía tiene que enfrentar debilidades de índole interna y externa, entre las que destacan el estancamiento de su oferta estudiantil; los desequilibrios en las condiciones de trabajo de los profesores según su tipo de contrato y adscripción institucional; la imposibilidad de contratar a jóvenes académicos, lo que se liga al riesgo de no poder continuar la reproducción de líneas consolidadas de investigación; los obstáculos que pueden constituir las prácticas sindicales; la falta de nuevos vínculos con los diferentes sectores de la sociedad; o la puesta en duda de la calificación profesional de sus egresados en el terreno laboral.
La UNAM es una universidad de masas, y lo debe seguir siendo para favorecer la atención a la enorme demanda de estudiantes que desean formarse en sus aulas, y para cumplir con un proyecto de educación pública con el que se comprometió desde su refundación. Pero también es una universidad de investigación y especializada, por las tareas que realizan sus docentes e investigadores desde sus centros y facultades.
Su dinámica institucional, sus reconocimientos a nivel nacional, regional e internacional, refuerzan ambas lecturas.
Sin embargo, los recortes en su asignación presupuestal pueden poner en riesgo este proyecto. Cumplir con ello, es un acto de corresponsabilidad básica para con una institución cuyos fines no son otros que los fines educativos de Estado.
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