En México no podemos saber de una fiesta, un guateque, un borlote, un sarao o un mitote sin que de inmediato dejemos todo de lado y acudamos presurosos. El caso del Centenario y Bicentenario de la Revolución e Independencia no podían ser la excepción. Todos, absolutamente todos, se sienten invitados, convocados o al menos ya se sienten apuntados para participar en tan conspicuas celebraciones.
También sabemos que en México generalmente muchas veces es más importante la celebración que lo celebrado, o como reza el dicho popular: “hay que seguir la procesión y no fijarse quién es el muerto”. Así pues, asistiremos a una variedad de festejos, homenajes, agasajos y conmemoraciones de las grandes hazañas patrias y exaltaremos la probidad y la casi perfección de nuestros héroes y prohombres que sacrificaron sus vidas o las dedicaron para que las generaciones por venir disfrutasen de las bondades y satisfacciones que su generación careció.
Pero si vamos a hablar de un país que tan entusiastamente se dispone a la celebración, también es tiempo de reflexionar sobre ¿qué tan satisfechos podemos sentirnos de la situación en que se desenvuelve nuestra nación y qué tan congruentes y dignos nos hemos conducido para con los afanes e ideales que nos legaron esos personajes a los que tan fervorosamente recordaremos este año?
Don José Vasconcelos, uno de los educadores y pensadores más preclaros de nuestro país en el siglo XX, en su “Breve Historia de México”(1) nos advirtió con precisión cruda y específica sobre la Independencia: “Todo el desastre mexicano posterior se explica por la ciega, la criminal decisión que surge del seno de las chusmas de Hidalgo y se expresa en el grito suicida: Mueran los gachupines…” y continúa: “Fue, pues, un crimen, el hecho de lanzar a los de abajo contra los de arriba, sin plan alguno de mejoramiento social, y tan sólo para tener soldados”. Y para que no nos quede duda de las repercusiones que tuvo nuestra tan accidentada Independencia y la falta de ideología de la misma, caracterizada por el odio y el rechazo a nuestra propia sangre española así como la falta de credibilidad y solidaridad con nosotros mismos, Vasconcelos nos advierte: “Pero duró tanto el perjuicio de que sólo mediante la entrega al extranjero, el país se haría grande, que uno de los propósitos de las leyes de Juárez, fue desposeer a la Iglesia que era mexicana, para dar las tierras a sus aliados yankees. Y la política agraria de Díaz no fue otra: la de las concesiones sin medida a compañías extranjeras, norteamericanas, por supuesto”.
“Y finalmente, y como epílogo, la actual revolución, que al desposeer, malbaratar, aniquilar al propietario mexicano, ha logrado ya que el cincuenta por ciento de la propiedad territorial esté en manos de norteamericanos”.
Con esa claridad y precisión descarnadas, el maestro Vasconcelos nos aleja del mito de la “historia de piedra” oficial, al igual que tantos otros estudiosos de esa ciencia que han luchado por presentar el rostro humano de nuestros héroes –con sus virtudes y defectos, sus aciertos gloriosos y sus errores garrafales– que es la materia prima de la historia de la humanidad.
En los casos de Hidalgo y Morelos, las opiniones de Vasconcelos no son menos crueles: “Al principio descorazona pensar en el papel poco airoso que México desempeña en el panorama general de la Independencia hispanoamericana. Ni figuras de renombre internacional y capacidad egregia como Miranda, el de Venezuela y Francia; ni guerreros de genio como Bolívar, ni grandes almas como Sucre, ni patriotismos excelsos y esclarecidos como el de San Martín, ni estadistas como Santander, ni héroes de visión clara a lo Morazán: nada de esto produjo la independencia mexicana. Nuestras dos figuras principales de la época, Hidalgo y Morelos, son citados siempre por cortesía continental, a la zaga de los grandes libertadores sudamericanos”.(2)
Sobre la paternidad (efectiva) de la Independencia, el historiador Francisco Martín Moreno va aún más lejos que Vasconcelos y despoja de tal título al cura de Dolores, atribuyéndoselo al canónigo Matías Monteagudo. Sin ambages, Martín Moreno afirma: “El Padre de la Patria, le pese a quien le pese, fue Matías Monteagudo y en ningún caso el cura Hidalgo, por más que éste haya iniciado el movimiento de independencia con el estandarte de la Virgen de Guadalupe en la mano… La verdad es que Hidalgo fue fusilado el 30 de julio de 1811, apenas unos meses después de haber convocado al pueblo a la rebelión, y eso únicamente porque Fernando VII había sido depuesto del trono por Napoleón Bonaparte. El sacerdote de Dolores, a diferencia de Morelos, nunca demandó el rompimiento con la España monárquica ni exigió que un criollo o un mestizo se ocuparan del nuevo gobierno…”. “Iturbide y sólo Iturbide, no te confundas, consuma la independencia de México gracias al patrocinio político, económico y militar de Monteagudo, cuando Hidalgo ya llevaba diez años de muerto. ¡Imagínate…!”(3).
PRIMERO DIOS, LUEGO LA IGLESIA… ¿ Y LOS MORTALES?
Y vaya que la Iglesia jugó y sigue desempeñando un papel fundamental en la dinámica de la historia y la vida nacional, asaz contradictoria y predominante. Durante la Conquista fue fundamental la participación del diácono Jerónimo de Aguilar, quien había naufragado en las costas de Yucatán en 1511 y convivió durante ocho años con los mayas, “cuya lengua dominaba” (4). Al integrarse a la expedición de Cortés, Aguilar se convirtió en su principal guía en la región y en su traductor con los indios de la zona. Posteriormente aparecería Malintzin (La Malinche) a quien los historiadores se han encargado de darle una de las posiciones más ambivalentes, contradictorias y contrastantes de nuestra historia.
No deja de ser interesante que un fraile y una mujer autóctona, que luego sería la amante del conquistador, hayan sido las primeras grandes ayudas con que se iniciara la invasión y posterior destrucción de una de las civilizaciones más grandes y avanzadas del Nuevo Mundo. Un hombre de Dios y una pecadora fueron los personajes de que se sirvieron España y la Iglesia para llenar sus arcas y aumentar su feligresía en América.
Así pues, los frailes y sacerdotes llegados de España, al principio, desempeñaron un papel caritativo y bondadoso, denunciando y combatiendo ante la misma Corona Española los abusos, crímenes, vejaciones y despojos que los soldados y capitanes hacían de los nativos del Nuevo Mundo. Lograron que los reyes promulgaran las leyes de Indias y otros decretos a fin de defender y otorgar derechos y condiciones de desarrollo a los indígenas. De ahí llegan hasta nosotros las acciones y escritos de Bernal Díaz del Castillo, Fray Bartolomé de las Casas, los dominicos, Fray Pedro de Gante, Los “Doce Apóstoles” franciscanos entre los cuales estaban Fray Francisco de Soto, evangelizador de los tlaxcaltecas; Fray Martín de Coruña, apóstol de Michoacán y Jalisco; Fray Antonio de Ciudad Rodrigo, benemérito de las primeras expediciones misioneras en Yucatán y Nuevo México; Fray Toribio de Benavente, que se llamó asimismo Motolinía (“el pobrecito”, en náhuatl); Fray Luis de Fuensalida, defensor de los fueros de los indios; Fray Juan de Ribas, apóstol de la pobreza, profundo conocedor de la lengua náhuatl; Fray Francisco Jiménez, el primero que puso “en canto llano muy gracioso” la doctrina cristiana en la lengua de los naturales; y Fray Andrés de Córdoba, lego también, predicador en lengua mexicana, y un sin fin más. (5)
Destaca entre todos ellos la heroica y noble acción de Fray Bartolomé de las Casas, fraile dominico que llegó a La Española (Santo Domingo) en 1502 (17 años antes de la llegada de Cortés a América), donde fue Procurador Universal y Protector de las Indias. En 1531 pasó a Nueva España, para poco después regresar a La Española, y ¿qué habrá visto y comprobado el buen hombre?, que fue a España donde se entrevistó con “Carlos V y lo convenció de que se expidiesen las Nuevas Leyes de 1542, que daban un golpe mortal a las encomiendas”. Tan terrible fue la reacción de los encomenderos en América en contra del sacerdote, que lograron la derogación de las Nuevas Leyes y que las cosas regresaran a su estado anterior en 1545 (6). Obviamente el fraile temiendo por su vida regresó a España.
Bien vale la pena recordar que fue hasta 1537 (18 años después de la caída de la Gran México-Tenochtitlan), cuando el papa “Paulo III publicó la bula Sublimis Deus, carta de reconocimiento pontificio a los derechos humanos de los indios”(7)
Pero así como se reconocen los esfuerzos de los clérigos por procurar una armonía entre españoles y nativos, también se ha denunciado el terrible papel que con los años desempeñó esa institución para el sojuzgar, explotar y casi lograr el exterminio de aquellos a quienes supuestamente debían proteger y ayudar para civilizarlos y enseñarles el camino de Dios. Los datos no permiten lugar a dudas: “Los trabajos forzados, las enfermedades europeas y el simple y brutal choque cultural, destruyeron a la población indígena del Caribe. Algunas estimaciones de la población india en el México central calculan números tan grandes como 25 millones en vísperas de la conquista, sólo la mitad 50 años más tarde, y sólo algo más de un millón en 1605”(8). Es decir; la existencia y legados de los indígenas llegó hasta nosotros más por la voluntad y el coraje de los conquistados, que por los deseos de los españoles y sus conceptos cristianos de la vida y la muerte, que mantuvieron al pueblo en la ignorancia y el fanatismo. Tanto esto fue así que “para 1821, cuando Iturbide llegó al poder, México, con cuatro millones de kilómetros cuadrados, se encontraba sepultado en el analfabetismo con un noventa y ocho por ciento de la población incapaz de saber leer y escribir” lo que permitía “garantizar, a través de la ignorancia, el pago de las limosnas, donativos y obvenciones parroquiales, se contara o no con ahorros familiares” (9).
Pero la terrible influencia de la Iglesia no acabó sólo con la exacción indiscriminada de los bienes de su grey; las políticas de protección a sus intereses provocaron el despoblamiento de las tierras del norte, lo que aprovecharían oportunamente los norteamericanos para adueñarse sin mayores esfuerzos de más de la mitad del territorio del nuevo país: “Los malvados yanquis pudieron arrebatarnos Tejas, Nuevo México y California porque durante los siglos XVll y XVlll dichos territorios permanecieron abandonados y despoblados gracias a que el clero condicionó el ingreso de los inmigrantes a que profesaran, única y exclusivamente, la religión católica, de otra suerte no podrían venir a la Nueva España”…. “Esa estúpida política clerical estimuló el apetito expansionista norteamericano y propició el gran robo, el descarado despojo del que después fuimos víctimas”(10).
LA GALERÍA DE PRESIDENTES
Aunque determinante y decisiva, no sólo fue la Iglesia la que contribuyó al desmembramiento y caos de México, la colaboración del Ejército y de sus dirigentes mediante asonadas, conspiraciones y golpes de Estado, sumieron al país en un desorden que se prolongó durante casi todo el siglo XIX y parte del XX; de 1824 a 1934, el país tuvo nada más 53 presidentes. Eso sin contar las varias veces en que Santana, Juárez, Díaz y otros ocuparon esa misma posición; y sin contar tampoco a nuestros dos emperadores (Iturbide y Maximiliano).
Y conste que Porfirio Díaz gobernó de 1876 a1880 y de 1884 a 1911, mediando el período de 1880 -1884 en el que su compadre Manuel González desempeñó el encargo. Tan solo en 1876, México tuvo cuatro presidentes; Sebastián Lerdo De Tejada, y los generales José María Iglesias, Juan N. Méndez y el propio Díaz.
En el México que va de la Revolución al Maximato, ésto es, de 1911 a 1940, tuvimos otros 16 presidentes (todo un récord); en 29 años 16 presidentes.
Y sólo de 1940 al 2010, ya llevamos sólo 12 constitucionales y un “legítimo”.
200 AÑOS DESPUÉS ¿ESTAMOS DE ACUERDO EN QUÉ?
En claro español, un pueblo que a lo largo de su historia independiente, desde su constitución como Nación, no ha logrado establecer el “consenso”, esa palabra de que tanto se habla y nadie define, cuyas raíces son casi religiosas, está enfrentando un problema serio y muy grave.
Cuando hablamos de consenso, “no se está hablando de lo que cree un individuo o un grupo de ellos, sino de lo que cree el pueblo entero, que es donde nace, se nutre y pervive toda la legitimidad”(11). Cuando un pueblo deja de creer en sus instituciones o por su misma ignorancia jamás las ha comprendido, muy poco en verdad es lo que se puede lograr para un crecimiento y desarrollo armónico que lo conduzca a estadios superiores de igualdad y legalidad (hablar de justicia es casi un sarcasmo). La imposición brutal y policiaca, el autoritarismo llevado a los extremos, lo hemos visto, no proporciona satisfacciones populares y mucho menos sentimientos de pertenencia a una cultura o a un proyecto nacional.
Sentirse rechazado o apartado por discriminación económica, racial, cultural o en cualquier otra modalidad, sólo genera resentimientos, sectarismos, caudillajes y pandillas vandálicas que se procuran las satisfacciones por sus propios medios frente a ese gran conglomerado que no sólo no los integra, sino que sólo los contempla como parte del folklor nacional y sujetos de la caridad pública, o bien, como producto de los errores y la voracidad de regímenes anteriores.
En México existen más de 60 millones de pobres; 20 de ellos en la miseria; 15 millones de jóvenes entre 15 y 24 años sin acceso a educación media superior o superior; más del 60% de la población está desnutrida, tenemos el segundo lugar mundial de obesos mórbidos desde edades muy tempranas, la población indígena sigue sumida en el abandono, la dispersión geográfica, el fanatismo religioso, la superstición, el alcoholismo y prácticas ancestrales más cercanas a la edad de piedra que al mundo actual. Se calcula en más de 350 mil, el número de personas que trabajan en el cultivo, distribución y tráfico de drogas; de cada 100 denuncias presentadas ante el ministerio público, menos de 5 merecen una orden de aprehensión y sólo una recibe sentencia.
Más de 15 millones de mexicanos radican en calidad de “refugiados económicos” en los Estados Unidos, a quienes sólo se les recuerda cada mes para saber ¿cuánto enviaron en dólares? y cuánto varió esa cifra con respecto al mes o al año anterior. Por miles se cuentan los profesionales y posgraduados que están buscando la oportunidad para abandonar un país que no invierte siquiera el 1% de su PIB en investigación y desarrollo científico, y prefiere privilegiar las importaciones.
Mientras el 10% de la población concentra cerca del 49% de la riqueza nacional, el resto de los habitantes tiene que contribuir con mayores impuestos para “ayudar a los que menos tienen”, a sabiendas que las grandes empresas y empresarios eluden o evaden abiertamente al fisco mediante concesiones y privilegios a todas luces injustificables (incluso reconocidos por el presidente Calderón).
Los partidos políticos, los diputados y los senadores hace mucho tiempo que dejaron de ser considerados por la sociedad como sus auténticos representantes y portavoces de sus necesidades y carencias. Los gobernadores se han convertido en una suerte de contratistas y mercachifles de medianos y altos vuelos, que difícilmente logran ir más allá de la inauguración, la dádiva y la componenda con los plutócratas locales. En el terreno de la educación y la salud cada día salen a relucir más las carencias que los logros. En pleno bicentenario no hay un sólo estado del país que haya logrado ondear la bandera blanca del analfabetismo, y los resultados de los programas de educación nos tienen en el último lugar de aprovechamiento entre los países de la OCDE, mientras que en hospitales y clínicas públicas las carencias son mucho mayores que los recursos .
México, a 200 años del inicio de la guerra de Independencia, 100 del inicio de la Revolución, con 107 millones de habitantes aquí más otros 15 millones del “otro lado”, sumido en la inseguridad y su autoridad desafiada por gavillas, pandillas y bandas de rufianes mejor equipados que las policías o el Ejército, con severos rezagos en materia energética, económica, laboral y sin proyectos objetivos, claros, precisos y calendarizados, sigue a la espera de respuestas.
A lo mejor, como todos los cumpleañeros, los mexicanos nos estamos inquietando antes de tiempo y para el 15 de septiembre o el 20 de noviembre, finalmente en un discurso sorpresa (de cuelga), el señor Calderón nos dirá cómo hemos decidido los mexicanos resolver nuestros problemas, cuándo estarán resueltos, en qué y cómo nos pusimos de acuerdo, y al igual que en los cuentos con final feliz; todos llenos de alegría y los ojos arrasados en lagrimas, sabremos ¿a dónde vamos y cómo seremos como país?, en el gran concierto de las naciones en un mundo globalizado y con ligero aumento de la temperatura, ¿o será fiebre?
1.- Vasconcelos José, Breve historia de México, tomo II, pág 10 y ss, Fernández editores s.a. , México, 1967.
2.- Vasconcelos José, Ibid.
3.- Martín Moreno, Francisco, México ante Dios, Alfaguara, México, 2006.
4.- Enciclopedia de México, Edición Especial para Encyclopaedia Britannica de México, México, 1993. Tomo 3
5.- Enciclopedia de México. Ibid. Tomo 5
6.- Enciclopedia de México. Ibid. Tomo 3
7.- Enciclopedia de México. Ibid. Tomo 4
8.- Fuentes Carlos, El espejo enterrado, Fondo de Cultura Económica, México, 1993.
9.- Martín Moreno, Francisco. Ibid.
10.- Martín Moreno, Francisco. Ibid
11.- Ortega y Gasset, José, Una interpretación de la historia universal: en torno a Toynbee, Revista de Occidente S.A. Madrid, España 1966.
Ricardo Iglesias Flores
Yo considero muy valiosa la visión que de esta Nación pude ver en la exposición “Mexico a través de sus causas”. Ya que desde que fue sometida y tronchada la mútiplicidad y riqueza de las sociedades indígenas reduciendo la presencia de éstas a la vergüenza y marginación, se dieron las codnciones para trasplantar una visión de colonia ajena y jamás comprometida con la naturaleza del pueblo y sus tierra, sino sólo con las riquezas que demandan los mercados mundiales. Así germinó otra sociedad comprometioda con la fatalidad de quien no tiene opciones. Cada quien asume su causa en sus condiones particulares como su entendimiento o ignorancia le permiten en un estado permanente de emergencia y zozobra. Discuros van y vienen. Proyectos y pactos de los que nadie es responsable. Ahora mismo México está sometido a una clase política de cloaca, cínica e inútil.Pero muy cara pues es otro mecansimo de saqueo: la de servirse del poder y los bienes publicos. ¿Religión? y ¿Nacionalismo? Puro fetichismo de lo más vil que justifican la desgracia de los desposeidos y la impunidad de lo más ricos.
EN México coexisten mentes claras junto a esnobistas pronazis como el que aquí se cita. Niños sin zapatos, ni pan en casas miserables en el mismo país del hombre más rico del mundo. Las chusmas que tanto denostan aquí tienen su propia causa, eso sí fragmentada y eso es la base del éxito de tanto pillo.
es mucho para leer
jejeje
bye
“… porque durante los siglos XVll y XVlll dichos territorios permanecieron abandonados y despoblados gracias a que el clero condicionó el ingreso de los inmigrantes a que profesaran, única y exclusivamente, la religión católica, de otra suerte no podrían venir a la Nueva España…”
Que raro entonces que justo hacia mediados del siglo XIX los EE.UU. empezaran a recibir una gran cantidad de emigrantes de Europa meridional y central, mayoritariamente católicos. Cuando estalló la revuelta en Texas, ya había un gran número de estadounidenses establecidos ahí, ilegalmente muchos de ellos, casi ninguno católico. ¿No es plausible pensar que permitir el establecimiento de contingentes diferentes en lengua, religión, cultura y costumbres solo acelerara la escisión de esas regiones? Cuando uno piensa que, al momento de estallar la Guerra México-Estadounidense, tan solo los jesuitas habían fundado ya seis universidades en el vecino del norte, viene la pregunta: ¿El carácter retrógrado de la Iglesia en México, era producto de su catolicidad, o de su mexicanidad?
Evidentemente las cosas no son como las pintan o nos las quieren hacer ver. Despues de leer escritos documentados como el que nos ocupa, la percepción de quienes los han leido respecto de los asuntos allí tratados ESPERO que sea difderente.
No encuentro mejor forma de explicar la múltiple problemática nacional sino desde ópticas sustentadas en datos y con una visión histórica profunda y enterada.
Ojalá todos nos ocupásemos de estos gravísimos temas responsablemente y con antecedentes en la mano.
Felicidades por tan seria exposición.