Rodrigo González Rueda realizó estudios de posgrado en la Jack Kerouac School of Disembodied Poetics en Boulder, Colorado. Es pianista aficionado y hace unos años estuvo dedicado a la actuación y el teatro. Actualmente es asistente editorial para el Museo de Arte Carrillo Gil, trabaja en una librería en la colonia Roma y está editando su primer libro de poesía.
Tony Frisell, Lady in the Water, Weeki Wachee Springs, Florida, 1947.
En una dulce suspensión del tiempo
flotando en el mar de los excesos
un tipo de muerte tras la asfixia ahoga
una caída Pernoctar en la orilla
de la sorpresa
un golpe en la cabeza Decidir
el encuentro que termina
apoderándose de todo
Al otro lado terra incognita
sueños de perfección y vacuidad
la nada primero la cara
contra la cortina que da paso
a una mayor transparencia
Blancura y piel nueva son en efecto
desaparecer
Espejo que abandona su ser turbio
y despierta, mar de modas,
a las cosas más simples del mundo
con la cubierta mojada el aplazamiento
de un pasado inexistente
Es la hora de la naturaleza
de la obediencia —que ya vamos tarde—
en este tiempo tan lento donde
se encuentra y no se encuentra
semilla frágil sustancia
dentro de un sol en reposo que brilla
en la pulpa blanca de una hoja de cuchillo
hambre de azul y fresco
Entre nubes de urgencia creciente
que por la noche encienden una
luz pálida en la muerte
la nitidez cobra sentido
y de las propias distancias arroja
insospechados silencios y placeres
El viento es agua y no hay rechazo
la arrogancia se despide y todo es
bienvenida mientras el mar se extiende
a tus pies
Visión estrecha se abre al espacio
donde las nubes crecen
y rastros de radiación se extienden
despidiendo los últimos restos
de un calor desvanecido
Intoxicación y pureza
entre el horizonte y el lugar
donde morías