Con el afán de entender por qué el cine mexicano es tan poco popular entre las audiencias mexicanas, en las dos entregas anteriores hemos reflexionado sobre la influencia del sistema de producción-distribución-exhibición de Hollywood y sobre las trabas, o al menos la actitud ambigua de las cadenas exhibidoras hacia el cine nacional. A pesar de todo hay películas nacionales que han obtenido una aceptación popular o ingresos de taquilla notables. ¿A qué se debe?
Excepciones 1: cintas de gran público
Pues bien, aunque haya una influencia poderosísima de Hollywood en las salas mexicanas y los exhibidores no sean almas de la caridad y no les pongan las cosas fáciles a los cineastas mexicanos, hay películas que a pesar de los pesares han sido muy exitosas entre la audiencia. Se me ocurren seis casos: Sexo, pudor y lágrimas (Antonio Serrano, 1998), Amores perros (Alejandro González Iñárritu, 2000), Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2000), El crimen del padre Amaro (Carlos Carrera, 2002), Arráncame la vida (Roberto Sneider, 2008) y El estudiante (Roberto Girault, 2008). Al repasar la lista pienso que, como conjunto, tienen poco en común, excepto porque han sido vistas por mucha gente.
Pero me haré la pregunta obvia: ¿por qué estas películas han tenido tanto público?
En primer lugar todas han tenido campañas publicitarias fuertes. Han seguido el principio de que es necesario colocar temas o productos en la cabeza de los espectadores (o los consumidores). Sexo, pudor y lágrimas anunciaba el regreso del cine mexicano bien hecho a las carteleras y funcionó. Amores perros llegó a la cartelera como una leyenda venida de Cannes. El crimen del padre Amaro se valió de uno de los muchos escándalos de la iglesia católica. Siguiendo las reglas de la publicidad, no basta con tener campañas amplias sino que hay que darle una identidad al proyecto (o producto) y eso se hizo.
Pero la publicidad no basta. Necesita haber algo más. Entonces, ¿qué puede hacer exitosas a estas películas? Y la respuesta obvia es que dan lo que la gente espera, es decir, que tienen esquemas reconocibles, a la gringa, vaya. Y bueno, pues no. Sexo, pudor y lágrimas es una comedia clasemediera un tanto internacional, pero no con un esquema gringo (de entrada, habla de parejas que se separan). El crimen del padre Amaro, además de su historia central muy latina —en el término más amplio del concepto—, quiso hacer un palimpsesto de la realidad —corrupta y sórdida, obvio— mexicana. Arráncame la vida es una actualización del cine mexicano de la época de oro. Y tanto Amores perros como Y tu mamá también son trabajos de autor (o autores).
No vi El estudiante, pero algo me queda claro de esa película: a la gente le gustaba y por eso la recomendaba. ¡Ojo!, se trata de gente común y corriente que sólo quiere ver una película y puede pasar de sus postulados morales —o incluso coincidir con ellos— sin ningún resquemor. Y digo, los cineastas del Opus también tienen derecho de expresarse y también tienen derecho de que les vaya bien. Como no vi y no me interesa ver ni por accidente esta película en particular no la juzgaré. Pero lo que sí noté fue que la gente decía que estaba bonita, que Jorge Labat actuaba como los grandes o que se sentía conmovida ante un choque de valores entre generaciones. De nuevo: no tengo nada que decir al respecto.
Lo que sí tengo claro es que al menos Sexo, pudor y lágrimas, Amores perros, Y tu mamá también y Arráncame la vida son películas de buena factura. Con esto me refiero a que tienen historias —al menos— solventes, una producción decorosa —y no me refiero a su presupuesto sino a la calidad de la producción— y establecen vínculos de emoción con el público— sin que esto signifique identificación. Total, que al final lo que hace memorables estos esfuerzos (de autor o no) es su hechura.
Sólo que además de este cine, cierto cine de arte no popular mexicano también ha sido exitoso. ¿Bajo qué criterios?
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