Cultura |
Mariana Riva Palacio | 01.03.2011 | 1 Comentario
El reciente estreno de 127 horas y su exitoso recorrido por la temporada de premiaciones ha puesto de nuevo en la palestra a Danny Boyle. Con nueve largometrajes a su cargo, forma parte del exclusivo club de ganadores en la categoría de mejor director con el mismo filme en los Oscar, los Golden Globe, los Director’s Guild y el bafta, honor que comparte sólo con Mike Nichols (El graduado, 1967), Milos Forman (Atrapado sin salida, 1975), Richard Attenborough (Gandhi, 1982), Oliver Stone (Pelotón, 1986), Steven Spielberg (La lista de Schindler, 1993) y Ang Lee (Secreto en la montaña, 2005). Casi diecisiete años después del estreno de su primera cinta, continúa ganándose a la crítica y al público, ahora con el retrato de un joven enfrentado a su peor pesadilla: quedarse quieto y pensar en su vida.
Choose films
Fue a finales de 1996 cuando muchos nos topamos por primera vez con el cine de Danny Boyle. La xxix Muestra Internacional de la Cineteca arrojó como resultado, además de clásicos instantáneos como Belleza robada, Tierra y libertad, Fargo y Crash, extraños placeres, una legión de fans que llegaron incluso a perder la cabellera en aras de imitar al antihéroe del momento: el escuálido y a la vez cool Renton, protagonista de Trainspotting (conocida también por su desafortunado título en español: La vida en el abismo).
La cinta —referencia obligada del cine noventero— retrataba la vida de un grupo de yonquis escoceses, pero al igual que la novela de Irving Welsh en la que está basada —referencia obligada de la literatura noventera—, fue lo suficientemente universal como para que, sin necesidad de jeringas o pastillas, los jóvenes de su momento se identificaran con los nuevos lost boys, con su apatía, su aburrimiento, su falta de opciones. Buena parte del crédito es de John Hodge, guionista de cabecera de Boyle, quien realizó una magnífica labor al condensar las historias y personajes de Welsh, interpretados por Ewan McGregor, Robert Carlyle, Jonny Lee Miller, Ewen Bremner y Kevin McKidd, siendo los dos primeros quienes capitalizaron de mejor manera el éxito de la cinta, con carreras notables en Hollywood, sin dejar de lado el cine independiente.
“Choose life. Choose a job. Choose a career. Choose a family. Choose a fucking big television, choose washing machines, cars, compact disc players and electrical tin openers. […] Choose your future. Choose life.” Las líneas con las que abre la cinta se convirtieron en el nuevo manifiesto juvenil. En su popularización colaboró en gran medida “Born Slippy”, canción interpretada por Underworld que la tenía por estribillo y que formaba parte del también mítico soundtrack. Personajes, música y mensaje formaron un coctel que, en forma de camisetas, pósters, discos y un etcétera tan largo como la mercadotecnia lo permita, fue irresistible en su momento.
Antes y después de Trainspotting se encuentra lo que para algunos es lo mejor y lo peor de la producción de Boyle: Shallow Grave (Tumba al ras de la tierra, 1994), una comedia negra, y A Life Less Ordinary (Vidas sin reglas, 1997), una comedia malograda. A pesar de que ambas provienen de guiones originales de John Hodge y tienen a Ewan McGregor a la cabeza del reparto, la diferencia parece estribar en que la primera es una producción independiente, y por consiguiente modesta (costó 2.5 millones de dólares), con dos excelentes actores coprotagonistas (Kerry Fox y Christopher Eccleston), mientras que en la segunda los 12.5 millones invertidos por las grandes productoras hollywoodenses funcionaron como un lastre, así como la participación de Cameron Diaz como heroína romántica del filme.
La siguiente cinta de Boyle, The Beach (La playa, 2000), representó su regreso a las novelas sobre la juventud de los noventa, esta vez de la mano del también inglés Alex Garland. Su relativo éxito se vio minado por el recelo generado por el churro anterior y las demandas por daño ecológico en la isla que sirvió de locación a la película; tampoco ayudó la sustitución de Ewan McGregor por Leonardo DiCaprio en el papel protagónico: el distanciamiento con quien fuera su actor fetiche prácticamente le costó la secuela de Trainspotting (basada en la correspondiente secuela literaria, Porno), pues los fanáticos se han opuesto desde entonces a que alguien más calce los sucios Converse de Renton. En todo caso, uno de los beneficios que Boyle logró con La playa fue su afortunada sociedad con Garland, quien sería el guionista de dos de sus filmes posteriores: 28 Days Later (Exterminio, 2002) y Sunshine (Alerta solar, 2007), ambas protagonizadas por el nuevo favorito de Boyle, Cillian Murphy.
Los filmes de la dupla Boyle-Garland presentan a distintos tipos de jóvenes, en diversas circunstancias: en la primera, Richard es un turista gringo que se topa accidentalmente con la posibilidad de un paraíso que resulta un espejismo posthippie creado por un grupo multinacional de chicos y que se quiebra al primer contacto con la realidad; en la segunda, Jim despierta en un Londres habitado casi en su totalidad por zombies, y el único lugar donde aparentemente podría sobrevivir está dominado por militares, lo cual resulta aún peor; la tercera, un Solaris del nuevo milenio, retrata los últimos días de los tripulantes del Icarus ii, encabezados por Capa, en su intento por reavivar al moribundo Sol y no enloquecer en el intento.
Sin dejar de lado a la juventud, y demostrando sus dotes al dirigir a niños, Boyle sumó a sus intereses la cuestión socioeconómica en Millions (Millonarios, 2004), especie de cuento de hadas enmarcado en el cambio de moneda en Inglaterra, y Slumdog Millionaire (Quisiera ser millonario, 2008), un descarnado retrato de la realidad en la India con un programa de concursos como telón de fondo. Con guión de Frank Cottrell Boyce, colaborador frecuente de Michael Winterbottom (24 Hour Party People, Code 46), Millions presenta el dilema ético de un par de hermanos de siete y nueve años que se topan con un botín aparentemente sin dueño (como en Shallow Grave, pero sin sexo ni sangre) y a punto de perder su valor, pues la libra iba a ser sustituida por el euro. La cinta, aunque demasiado suave y hasta moralina, se salva por las actuaciones de los niños y los destellos de humor típicos de Boyle. Sin embargo, los problemas a los que se enfrentan —pillos en busca de su dinero incluidos— resultan diminutos en comparación con los de Jamal, el héroe de barriada de Slumdog Millionaire, quien se ve obligado a lidiar con un mundo organizado para que gente como él no prospere, y cuyo principal motor no es la ambición personal sino la necesidad de salvar a su amada, otra víctima del orden económico. Basada en la novela homónima de Vikas Swarup, adaptada por el multipremiado Simon Beaufoy (guionista de The Full Monty y coresponsable de 127 horas) y protagonizada por Dev Patel (de la controvertida serie británica Skins), esta cinta se convirtió en la favorita del público y la crítica durante 2008, año en el que ningún premio se le resistió. Queda sólo advertir que al final incluye una multitudinaria escena de baile tipo Bollywood.
La última hora
El estreno más reciente de Boyle, 127 Hours(127 horas, 2010), es también su primera incursión en el guionismo. Junto a Simon Beaufoy, adaptó Between a Rock and a Hard Place, libro autobiográfico del montañista Aron Ralston, quien en 2003 se autoamputó el antebrazo derecho durante una excursión que no salió como esperaba. Este episodio da pie a una serie de remembranzas y reflexiones, mismas que Boyle lleva a la pantalla por medio de flashbacks, pantallas divididas, collages de imágenes con multitudes que corren presurosas hacia quién sabe dónde y una edición tan vertiginosa como la caída que dejó atrapado al protagonista. Las razones de Boyle para filmar esta historia —personal, interior, de aspecto casi teatral— después de alcanzar el éxito con otra muy distinta —grupal, con toda clase de exteriores, casi coreográfica— pueden no resultar obvias. Pero si se mira con detenimiento, Ralston es el nuevo Renton, el nuevo Richard, el nuevo Jim. Es decir, un arquetipo generacional: distraído, frenético, individualista, vigoréxico, cercano al déficit de atención, incapaz de establecer relaciones amorosas duraderas y de dar mantenimiento a las familiares. Tan es un producto de la era digital que en medio de su infortunio es capaz de esgrimir una cámara y filmarse, ya que como para muchos en la actualidad, si no hay un registro mediático que mostrar o atesorar es como si las cosas no sucedieran. Pero las grabaciones pasan del mensaje casi feisbuquero (“Chin, metí la pata, creo que no llegaré temprano al trabajo, jajaja”) a la apertura sentimental y la confrontación con su realidad, con las decisiones que han desembocado en que se encuentre solo, atrapado entre rocas, a escasos metros de su meta original y sin esperanza de rescate, pues no se tomó el tiempo de avisarle a nadie dónde estaría.
127 Hours, pues, recupera los mejores elementos del cine de Boyle: es una adaptación inteligente de una obra literaria, reflejo de nuestro tiempo; con un protagonista carismático (en este caso un James Franco que no deja duda respecto a su talento) y capaz de reflejar las características y diatribas de la juventud actual; y cuenta con la edición justa para transmitir la experiencia de su protagonista. Además de que la música se gana, como siempre, su lugar entre los personajes, pero sobre todo, resulta la traducción en beats del espíritu de la época.
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este análisis del director y guionista Boyle
me invitan a ver su nuevo producto.
felicidades pues!!!
Alberto Castillo