Cinco expertos en opinión pública, dos generaciones, una tarea: reflexionar cómo la investigación de opinión pública ha evolucionado en los últimos 20 años en México. Preparado de forma colectiva, este texto reúne las respuestas de los participantes a varias preguntas que captan diversas facetas del desarrollo de las encuestas y su contribución al entendimiento de la opinión pública en el país.
La importancia de esta conversación radica en el papel fundamental de cada uno de los autores dentro del campo que nos ocupa: Enrique Alduncin —Director General de la empresa Alduncin y Asociados— y Miguel Basáñez —Director Asociado del Instituto de Cambio Cultural de la Fletcher School en la Universidad de Tufts y Presidente Fundador de la revista Este País— contribuyeron a abrir brecha a la investigación por encuestas en México, el primero con influyentes estudios sobre “Los valores de los mexicanos” en los años ochenta, y el segundo como artífice de los primeros pronósticos electorales que se publicaron en medios de comunicación con motivo de las elecciones federales de 1985 y 1988. Sus estudios son considerados como pioneros en la investigación de opinión pública en el país.
Alejandro Moreno —profesor del ITAM y responsable del Departamento de Opinión Pública del diario Reforma— y Pablo Parás —Presidente de la empresa data OPM— iniciaron hace 20 años, al lado de Alduncin y Basáñez, su formación en encuestas.
Entre los cuatro suman literalmente miles de estudios demoscópicos, así como innumerables experiencias de investigación en la academia, el gobierno, la política, la sociedad civil y los medios de comunicación. Sus respuestas pueden reflejar distintas vivencias y, a veces, puntos de vista encontrados, pero los guía una misma creencia —que las encuestas pueden ser un valioso instrumento de la democracia— y los rige un mismo código —los cuatro han representado a México en la Asociación Mundial de Investigadores de Opinión Pública (WAPOR), organización encargada de establecer estándares para la calidad y la transparencia de la investigación por encuestas en el mundo.
Por su parte, Federico Estévez es profesor del ITAM y ha sido una de las voces que desde la academia ha contribuido, siempre con una visión crítica, tanto a la investigación de la opinión pública como al gremio de los encuestadores en México. Su participación en discusiones metodológicas está documentada en Este País desde principios de los noventa.
¿Cuál es la contribución de las encuestas a la transformación política y la democratización del país en los últimos 20 años?
Miguel Basáñez: Como miembro de la generación de 1968 (me refiero a quienes teníamos entre 13 y 27 años cuando ocurrió el movimiento estudiantil de aquel año), mi formación de abogado incluyó dos errores que las encuestas ayudaron a evidenciar. Primero, la creencia en la inmutabilidad de principios, normas y estructuras sociales; segundo, el desapego al conocimiento empírico. Ambos errores son herederos de nuestro pasado colonial ibérico, enemigo de la Reforma europea del siglo XVI y, por lo tanto, común a toda América Latina.
La inmutabilidad es falsa porque dos poderosas fuerzas son motores de cambios permanentes en los entornos físico y social: el crecimiento de la población y la difusión tecnológica. Eso provoca que haya tres Méxicos casi irreconocibles entre sí, a tan sólo 50 años de distancia entre uno y otro, en las décadas de 1910, 1960 y 2010. Al cambiar la estructura física y social cambian nuestras preferencias por los principios que nos guían (¿libertad o igualdad?, ¿orden o justicia?, ¿prosperidad o bienestar?). Y las leyes que nos rigen deben adecuarse. Pero lamentablemente este razonamiento todavía no es evidente para muchos abogados que legislan, juzgan, gobiernan o litigan.
El desapego al conocimiento empírico se apoya en el primer error de inmutabilidad que las encuestas empezaron a cuestionar desde 1988. Las mediciones de opinión nos reeducaron mostrando que los números y las matemáticas sí pueden ser útiles para entender mejor al país. Que sí es importante medir las cambiantes preferencias de una sociedad en transformación permanente. Y ese estado de ebullición anímica que las encuestas nos fueron mostrando sólo puede encauzarse en una democracia. No cabe en las dictaduras benevolentes, ni aun en las perfectas del viejo priismo.
Las encuestas de 1988 fueron el catalizador que aceleró el proceso democratizador. Todos los ingredientes necesarios estaban presentes (liderazgo lúcido, participación política, periodismo combativo, circunstancia internacional) como varias veces en el pasado. Pero en 1988 las encuestas fueron el nuevo ingrediente clave. Desplazaron del poder presidencial al poder ciudadano la razón del Estado para conducir al país, o sea la esencia de la democracia.
Enrique Alduncin: Las encuestas consisten en una metodología científica basada en las teorías de las probabilidades y la estadística desarrolladas en el siglo XVII, XIX y XX. Su objetivo es aportar conocimiento sobre conjuntos denominados poblaciones. Esta metodología y sus procedimientos permiten conocer con cierto grado de certeza características de la población con sólo muestrear o seleccionar un número relativamente pequeño de la población. Esto se puede realizar eficientemente y con un costo relativamente bajo, de ahí su éxito, una vez que se comprende su utilidad y las paradojas que encierra, como la poco entendida de que el tamaño de la muestra no depende del tamaño de la población. Así, una muestra para China o para Panamá, para la República Mexicana o para el estado de Colima, sería del mismo tamaño.
En las dos décadas finales del siglo XX toman carta de naturalización las encuestas, especialmente las de opinión pública en los ámbitos político y gubernamental y las de mercado en el tercer sector y el productivo. Hoy día las organizaciones de cualquier tipo difícilmente toman decisiones o trazan planes sin el auxilio de encuestas. También se evalúan cursos de acción por medio de ellas. En los últimos 10 años la industria de las encuestas alcanza niveles insospechados hace dos décadas; de la incredulidad y reserva se pasa al extremo opuesto. Los partidos políticos llegan a elegir candidatos a través de ellas —“lo que diga la encuesta”— no sólo para diputados o presidentes municipales, también para gobernadores. Para 2012 la izquierda decidirá su candidato para presidente de la República por medio de una encuesta. En esta función las encuestas coadyuvan con la democracia e incluso pueden suplir algunos de sus mecanismos como la votación.
¿Hasta qué grado es válido este alcance de las encuestas? Una encuesta, ¿puede ser más equitativa y democrática que una elección tradicional con urna y boletas? La respuesta afirmativa puede basarse en los argumentos de que las tasas de participación difícilmente superan el 70% de la población y que una encuesta bien diseñada con probabilidad uniforme le da una oportunidad igual a todos los ciudadanos de emitir su opinión y su voto, cuando los procedimientos tradicionales otorgan mayores probabilidades de votar a los más letrados y pudientes. ¿Hasta qué punto elegir a uno entre seis candidatos, todos pertenecientes a una plutocracia o clase política, en el sentido de Gaetano Mosca, aunque de diferentes colores, es democracia? ¿No se podría expresar la voluntad de los ciudadanos de manera más articulada y completa que con un sí o un no?
Pablo Parás: Las encuestas constituyen un diagnóstico relevante, preciso y oportuno que permite entender las percepciones, preferencias, comportamiento, actitudes y valores de los mexicanos. Lo anterior contribuye en varias formas a la democratización, siendo las principales: dar voz a los ciudadanos para responder a sus preferencias y ser considerados al momento de definir políticas públicas, investigar si las actitudes y preferencias conducen y soportan la democracia, documentar y legitimar los procesos electorales, retroalimentar a los gobiernos.
La manera en que los gobiernos en México usan o han usado la información de las encuestas es una cuestión de preposición gramatical que sirve parcialmente para determinar la calidad (y cantidad) de la democracia. Pasamos de una situación de exclusión (gobernar “sin”, “en contra” de la opinión pública) en donde se cuestionaba la existencia misma de la democracia a una situación de atención (gobernar “con” la opinión pública) que reconoce a ésta como algo complejo, relevante, situacional y necesario pero no suficiente. Sin embargo, en muchas instancias nos encontramos en dos escenarios de sobreproporción: la obsesión por la aprobación (gobernar “para” la opinión pública) y la obsesión por el costo político (gobernados “por” la opinión pública).
Alejandro Moreno: La contribución de las encuestas a la transformación política de México se ha dado de diversas formas y con distintos alcances. En primer lugar, hay que reconocer que las encuestas pueden ser un mecanismo de empoderamiento ciudadano al articular y publicitar las diversas voces, opiniones, actitudes, creencias y sentimientos de la población en la arena política. En toda democracia, las opiniones de los ciudadanos importan, y las encuestas que se hacen de forma responsable y con metodologías sólidas ayudan a conocer bien y de manera confiable la diversidad de opiniones que existen en la sociedad.
En segundo lugar, las encuestas hoy son inseparables de la vida y la competencia político-electoral. Ayudan a conocer las tendencias e intenciones de voto de los electores, pero también las razones y motivaciones de los votantes, sus problemáticas, sus necesidades, sus prioridades y sus deseos. En un ambiente competitivo, los partidos y sus candidatos no pueden prescindir de estos instrumentos, por lo que las opiniones de la gente se han incorporado a la elaboración de propuestas y mensajes de campaña, así como a los propios planes de gobierno.
En tercer lugar, las encuestas miden el sentir ciudadano acerca del desempeño del gobierno, lo cual constituye una forma de evaluación de los gobernados a sus gobernantes aún en tiempos no electorales. En las democracias, los índices de aprobación ciudadana a la labor gubernamental son un factor que incide en las diversas ecuaciones de poder. Sin las encuestas, las voces ciudadanas estarían más desarticuladas y serían menos visibles. A esto podemos sumarle que las encuestas permiten conocer la cultura política y el grado de confianza que los ciudadanos tienen en sus instituciones y otros aspectos que inciden en la calidad de la democracia que tenemos.
Finalmente, las encuestas ofrecen al ciudadano información útil y valiosa para ver y entender lo que opinan y creen otros ciudadanos. Las democracias deben garantizar que las voces de la gente puedan expresarse, y las encuestas son, sin duda, una de las vías primordiales para la expresión de opiniones. El derecho y la libertad de hacer y publicar encuestas de opinión pública, o las restricciones a ese derecho y esa libertad, nos pueden decir mucho acerca de la salud democrática de un país.
Federico Estévez: Sin menospreciar las bondades informativas de las encuestas para el debate y el análisis políticos en México a lo largo de 20 y más años, cabe resaltar que su impacto general tiene claroscuros y que algunas facetas de la encuesta político-electoral, desde su entrada en escena en los años ochenta, han tenido impactos no del todo positivos para la joven democracia mexicana.
Destaca en este sentido la quizás inevitable politización de las encuestas y su lectura. En el momento en que se tornaron referencia obligada para cualquier discusión electoral, estallaron las “guerras de las encuestas” en perfecta relación cíclica con las temporadas electorales y con ferocidad notable en las elecciones federales de los años noventa. En aquel entonces, los mismos encuestadores se encargaban de la hechura de noticias y controversias, criticando abiertamente a sus colegas rivales por la gama de sus decisiones metodológicas —técnicas de muestreo, fraseo de reactivos, estructura de instrumentos, factores de ponderación de resultados, etcétera— con el fin de hacer cuestionable ante el público la validez de sus ejercicios demoscópicos. Dada la disparidad de los escenarios electorales retratados por diferentes encuestas, y muchas veces con discrepancia en la predicción del ganador hasta en elecciones al final no tan cerradas, se volvió permanente la percepción en algunos segmentos de la opinión pública de que la mayoría de las encuestas publicadas reflejaban intereses partidistas y motivos políticos, que tenían un propósito propagandístico y no científico.
A pesar de la evolución de la industria hacia cierta estandarización metodológica y al relativo abandono del protagonismo público por parte de sus profesionales, esta mala percepción sigue siendo alentada por las mismas divergencias en torno a la predicción del grado de competitividad esperado en muchas elecciones importantes —como se vio de manera clara en las elecciones gubernatoriales de 2010. Hasta las encuestas de salida, que alguna vez han sido la joya de la corona, se han visto infectadas por el mismo virus. Encuestas electorales de toda índole que se aprecien como politizadas y no neutras no pueden cumplir un papel de referencia objetiva ante las disputas por el poder. La sola mención de la experiencia de 2006 basta para entender los alcances de la desacreditación de la encuesta electoral. Por la misma razón, el gremio profesional bien haría en adoptar mayor humildad al presentarse como informador público.
¿Qué han aportado las encuestas al conocimiento de los mexicanos en los últimos 20 años?
MB: Gracias a las encuestas nuestro conocimiento de la realidad económica, política y social es hoy mucho más extenso y profundo de lo que era hace apenas cuatro lustros. Con sólo unos cientos de opiniones podemos saber lo que piensa, cree y siente el mexicano. Lo que el ciudadano común se preguntará es de qué sirve conocernos mejor si ese conocimiento no se traduce en un vivir mejor. Mi respuesta es que no basta con tener el conocimiento sino que se requiere saber usarlo. Ésa es la responsabilidad principal de los liderazgos ciudadanos, políticos, empresariales e intelectuales del país.
FE: Justo es reconocer que las encuestas no electorales y particularmente aquéllas patrocinadas por los gobiernos, desde mediados de los noventa, han sido especialmente relevantes como generadoras de información útil para la conducta gubernamental. Con el fin de retroalimentar procesos de implementación, operación y evaluación de las políticas públicas, el sector público ha incorporado, de manera periódica y sistemática, encuestas aplicadas a los beneficiarios de programas sociales, para los usuarios de servicios públicos que buscan medir el impacto de los programas, así como la opinión de la población afectada. Con ello y como nunca antes, los gobiernos tienen mayor capacidad de respuesta ante la ciudadanía, infundiendo mayor utilidad social a sus programas y estimulando mayor eficiencia y eficacia social en la acción pública. Con esta innovación, la democracia mexicana ha logrado mejorar su calidad, ensanchando la relación entre gobernantes y gobernados y fortaleciendo la capacidad administrativa de aquéllos para atender la demanda de éstos. No puede pedirse más a la ciencia demoscópica.
PP: Al principio de los años noventa, la revista Este País y algunos otros medios daban a conocer las “primeras fotografías” de la opinión pública mexicana. Resultaban fascinantes aquellas primeras descripciones de las preferencias, opiniones y actitudes. Todo era nuevo: mucho que documentar, tanto que medir. En 20 años se ha logrado un importante acervo de investigaciones que nos ha acercado al conocimiento de los mexicanos en muchas áreas. Actualmente, existe un creciente número de investigaciones serias —promovidas por el gobierno, la academia y la sociedad civil— que generan conocimiento sobre temáticas específicas y permiten contar con valiosa información para la toma de decisiones y el diseño de programas y políticas públicas. Son ejemplo de ello las encuestas recientes sobre una variedad de temas relevantes como corrupción, victimización, capital humano, capital social, discriminación, adicciones, raza y etnicidad, calidad de vida, filantropía y sociedad civil, por mencionar algunos.
AM: Hace 20 años, cuando yo estaba terminando la universidad, las encuestas eran una gran novedad; generaban reacciones que iban desde el entusiasmo exacerbado (como si fueran la panacea de todo) hasta descalificaciones absurdas (recuerdo que a veces a los encuestadores se les pintaba como brujos o adivinos). Pero las encuestas llegaron en el momento adecuado para generar un conocimiento que hoy resulta invaluable: saber la opinión y conducta del ciudadano, del votante, del consumidor, en un país que venía experimentando una mayor apertura y competencia en distintos ámbitos. A principios de los noventa, los mexicanos fueron testigos de la creación de nuevas instituciones, como el IFE; participaron de unas elecciones más competitivas, miraron cómo el pri comenzaba a perder elecciones y opinaba acerca de las políticas de privatización y apertura comercial del gobierno, a la vez que experimentaba una mayor diversidad de bienes y servicios. Las encuestas estuvieron ahí para medir esos cambios. Lo más interesante es que éstas se daban a conocer, lo cual permitió ampliar el alcance del conocimiento acumulado, de ser propiedad de unos cuantos a convertirse en experiencia común de muchos. El número 1 de Este País, por ejemplo, publicó los primeros resultados derivados de la Encuesta Mundial de Valores relativos a cómo los públicos de México, Estados Unidos y Canadá veían la integración comercial y qué tanta convergencia había en sus valores.
Transcurridas dos décadas, se ha acumulado una literatura muy rica que nos dice cómo vota la gente, qué opina de sus gobiernos, qué preferencias de política pública prevalecen en la población, cuáles son los valores predominantes en la cultura política, económica y social de los mexicanos, por mencionar algunos temas. Además, al insertar a México en estudios comparativos como la Encuesta Mundial de Valores y el Latinobarómetro, podemos comparar a nuestra sociedad con otras. La conclusión de ello es que no somos tan únicos como se solía creer. Si bien el conocimiento acumulado en 20 años ha sido trepidante, creo que tan sólo es el inicio. Falta mucho para que nuestra sociedad se conozca bien a sí misma, con una mayor profundidad, además los cambios se detectan continuamente. Por otro lado, la mayoría de nuestras encuestas más valiosas han sido ejercicios nacionales que no nos permiten ver aún las realidades a nivel estatal. Nos falta avanzar en ese ámbito. No obstante, lo que hoy sabemos es mucho más de lo que se sabía hace 20 años. Una sociedad que se mide y se conoce a sí misma es una sociedad que puede tomar las decisiones adecuadas para mejorarse.
¿Cuáles son los mayores retos que enfrentan las encuestas hoy día y en qué se ha avanzado con respecto a hace 20 años?
MB: Veo dos retos entrelazados que afectan a las encuestas no sólo de México sino del mundo: uno de ética y otro de creatividad. Me explico. Los dos sistemas ordenadores de las sociedades actuales —democracia y capitalismo— requieren de ajustes mayores.
La democracia porque es hija de la sociedad más individualista del planeta (Estados Unidos) y la hemos tratado de trasplantar casi sin ajustes a la mayoría de los países de personalidad social opuesta (colectivistas). Esos trasplantes acríticos simplemente no funcionan. Japón, en casi todos los sentidos un país extraordinario, es hoy tal vez el caso más paradigmático de disfuncionalidad política. El capitalismo, ese vehículo envidiable de innovación y creatividad tecnológica, se ha extraviado para mal, como lúcidamente expone Michael Porter (HBR, enero-febrero 2011).
Gracias al conocimiento axiológico del mundo que las encuestas de valores han aportado, nos estamos aproximando al momento de poder regresar al taller para un servicio mayor tanto al capitalismo como a la democracia. Y esta reparación involucra esas dos dimensiones de ética y creatividad que empieza en las encuestas, pero que se transmite a todas las áreas del conocimiento científico y humanístico. Dimensión ética, porque no podemos despojarnos del vínculo con los principios que nos orientan; dimensión creativa, porque la circunstancia exige arrojarnos al momento de descubrimiento y creación donde, como Einstein decía a G.B. Shaw, arte y ciencia se tocan.
AM: La opinión pública está tomando facetas y dinámicas distintas a las que conocemos hoy y que sabemos que podemos medir a través de las encuestas. En especial, las nuevas tecnologías han abierto un nuevo espacio público para la expresión e intercambio de opiniones, y las encuestas resultan muy limitadas para reflejar esa faceta de la “opinión pública”. El reto, sin duda, es poder conocer de manera sistemática ese nuevo espacio de opiniones. Por otro lado, al hablar de nuevas tecnologías es inevitable pensar en las nuevas generaciones de mexicanos. Me parece que uno de los retos más importantes de la investigación de opinión pública en el país es formar a sus nuevas generaciones de encuestadores, transmitirles y procurarles las más sólidas bases éticas y metodológicas, y encender en ellos la curiosidad y la creatividad para seguir entendiendo, y cada vez mejor, a la sociedad mexicana.
EA: La tecnología en los últimos 20 años ha hecho posible la convergencia de las telecomunicaciones con la informática y la capacidad de proceso continúa creciendo de acuerdo con la ley de Moore ampliada: cada dos años se duplica la capacidad y la complejidad de los procesadores; a la par, en ese lapso los costos de procesamiento disminuyen a la mitad. En la década de los ochenta también llegan la computadora personal (Apple II, 1977) e internet (Web 1989) y con estos avances la popularización y el advenimiento de la sociedad del conocimiento. En gran medida, a ellos se debe el éxito en México y en el mundo de las encuestas de opinión: de tres años para llevar a cabo una encuesta se pasó a tres meses y hoy a tres días. Un reto importante que enfrentamos es avanzar tan rápido como otros países similares; mientras Brasil cuenta con 68 millones de cibernautas, México tiene 24 millones y Estados Unidos 220 (penetración de 36%, 21% y 75%, respectivamente). No es aventurado esperar en 20 años la universalidad del teléfono y la PC, además de otros avances tecnológicos. Estos factores continuarán incidiendo en el modo de hacer encuestas, en sus alcances y metodologías. Por lo pronto hay que incluir en el quehacer las redes sociales (Facebook, Twitter, Linkedin) y las múltiples redes especializadas que se pueden crear. Los retos y posibilidades para el desarrollo de las encuestas de opinión son tan grandes como nuestra imaginación y su impacto e influencia continuarán creciendo.
PP: Veo cinco retos principales: diversificación de cobertura, acceso a las bases de datos, generación de conocimiento, mejora de los diseños de investigación y análisis y creación de centros de investigación anclados en universidades.
Continuar la positiva tendencia de diversificar el objeto de estudio y atención de las encuestas. La mayoría
de los estudios en México se concentra en la coyuntura y lo electoral, lo cual responde a la demanda y refleja una visión de corto plazo y poca profundidad, en donde el interés se centra en la reacción y obtención del poder. Sin embargo, hemos visto una sana tendencia a diversificar la cobertura temática y la profundidad de análisis.
Intensificar y mejorar los esfuerzos por hacer públicas las bases de datos. Debemos concebir a las encuestas como un bien público y en ese sentido es de vital importancia que muchas más casas encuestadoras depositen sus bases de datos en archivos de acceso público, universal y gratuito. Es conveniente también reforzar los pocos bancos de datos de encuestas existentes.
Adicionalmente y como un esfuerzo complementario del anterior, es importante promover e incentivar el uso de las encuestas para generar conocimiento; el potencial es enorme. Una forma muy sencilla de lograrlo es a través de los concursos de investigación de tesis y trabajos inéditos sobre temáticas específicas.
Diseños de investigación y análisis. El reto, como sugiere Irving Crespi, es crear mediciones o indicadores que sean muy específicos en sus referentes del comportamiento del individuo con marcos teóricos generalizables. Debemos ser mucho más críticos al evaluar la validez y confiabilidad de nuestros instrumentos de medición; captar con múltiples indicadores aquellos conceptos que no sean directamente observables (sobre todo actitudes y valores); validar nuestras mediciones con el uso de análisis factorial confirmatorio, y privilegiar y promover el uso de herramientas de análisis estadístico sofisticado, desde regresiones hasta modelos de ecuaciones estructurales.
Creemos que es conveniente que existan en México centros de investigación y análisis de opinión pública ligados a instituciones de educación superior, públicas o privadas, como los hay en prácticamente todas las democracias avanzadas.
FE: El reto principal para las encuestas hoy es el de su credibilidad ante la opinión pública. La renuencia de los encuestadores de enfrentarlo entraña varias razones entendibles. Por un lado, se privilegian las idiosincrasias de las casas encuestadoras por encima de las exigencias profesionales que les son comunes. Se sigue defendiendo el mito del diagnóstico (las encuestas como fotografías, que no películas) sin aceptar la responsabilidad de inducir expectativas respecto de la capacidad predictiva del ejercicio. Además, se trata de un gremio que, con unas cuantas excepciones, aglutina a las mismas personas que dominaban la industria en sus albores, si bien ahora la comparten con algunos de sus aprendices tempraneros. Los first comers rara vez tienen incentivos para renovarse durante el periodo de su dominancia. No es muy distinto el contexto en que operan los encuestadores.
Empero, el desafío a la credibilidad que presentan la politización, la imprecisión y la no convergencia de las encuestas electorales sí admite soluciones parciales y alcanzables. En el caso de las encuestas que se realizan al final de la temporada electoral, existe una sola fuente de validación externa, que son los resultados finales de la elección. Los encuestadores mismos así lo reconocen, gritando su éxito al acertar bien una elección o callando su fracaso, en espera de que se olvide con el tiempo. Falta solamente sistematizar el récord de aciertos y desaciertos de las casa encuestadoras desde los noventa, para poder calificar su calidad pronosticadora. En tiempos no electorales y en las fases tempranas de campaña electoral, no hay validación externa posible, pero una aproximación probabilística al problema de juzgar la precisión e imparcialidad de las encuestas es factible: calcular las tendencias dinámicas del gremio en su conjunto.
En efecto, para los reactivos casi estandarizados (aprobación presidencial, camino que lleva el país, evaluación retrospectiva de la economía, identificación partidista e intención genérica de voto, entre otros), sería posible y deseable que proliferaran las “encuestas de encuestas” para establecer la media gremial como punto de referencia. Para ello, falta la aparición de sitios como 538.com, Pollster.com y Real Clear Politics en la blogosfera mexicana.
¿Qué perspectivas tiene la investigación de la opinión pública (no solamente las encuestas) en México en los próximos 20 años?
MB: Responder a los retos que relato. En un ambiente amenazado y vulnerado como el actual, el ciudadano debe seguir hablando y no callar: exigir, exigir y exigir. No cejar en la rendición de cuentas. Y las encuestas son su mejor voz colectiva.
AM: Destaco la acumulación y socialización del conocimiento que nos genera la investigación de opinión pública. Como reflexión final, tomo prestada la siguiente frase de un libro de Thomas Sowell, A Conflict of Visions (2007): “El conocimiento es […] la experiencia social de los muchos, personificado en la conducta, los sentimientos y los hábitos, más que en la razón especialmente articulada de los pocos, no importa lo talentosos o aptos que éstos sean”.
EA: Las nuevas tecnologías incidirán en nuevas prácticas cívicas y democráticas; la socialización también será diferente. La investigación privada de grandes y pequeñas instituciones e incluso personales e individuales se multiplicará y será mayor y más importante que la de los centros tradicionales como las universidades y los órganos de investigación gubernamentales. Se puede esperar la creación de muchas fundaciones e instituciones con el propósito de investigar los más diversos temas sociales, económicos y políticos que permitirán un conocimiento muy superior al que prevalece hoy día y que estará al alcance de las grandes mayorías. En todo este quehacer jugarán un papel fundamental las encuestas de opinión que seguramente se realizarán también con nuevas tecnologías más al alcance de los ciudadanos comunes y corrientes.