Si Este País quería ser un canal de la voz de la sociedad y no de un solo segmento, debía ser capaz de convocar y hospedar a expertos de signos distintos e incluso encontrados. Había una sola condición: la transparencia metodólogica.
¿Qué es una revista? Cuando decidimos fundar Este País nuestro primer hogar fue un pequeñísimo estudio que yo tenía en Tlalpan. Ahí nos reuníamos Miguel Basáñez, Adolfo Aguilar y Eugenia Calero, quien empezó a idear la personalidad gráfica de la publicación. Toda publicación que se respete necesita una identidad gráfica, pero ella no hace a una revista. Ese proceso se llevó varios meses. En paralelo Martha Reyes, nuestra gerente durante más de 20 años, tan sólida como discreta, fue ordenando los ingresos que obtuvimos por la venta de acciones en nuestra “gira artística” por todo el país presentando el proyecto. Queríamos obtener una cantidad suficiente para garantizarnos varios meses de operación con pocos ingresos. Pero los recursos tampoco hacen una revista.
Crecimos un poco y tuvimos que mudarnos. Miguel generosamente nos ofreció unos rinconcitos en su oficina. Miguel es fanático de las nuevas tecnologías —se acababa de comprar una Mac— e insistía en que ya estábamos listos para el parto: había proyecto, un diseño aceptable y algo de centavos. Pero una revista es mucho más que eso. Miguel y yo discutíamos, fue difícil calmar su ansiedad de ver el primer número. La revista de fondo apenas estaba en gestación. El mayor reto era garantizar un flujo de materiales de calidad que se inscribiera en la línea editorial. Se necesitaba un núcleo de colaboradores que arrojara sistemáticamente carbón a la caldera para así mantener andando la publicación. A diferencia de otras revistas, ese núcleo no se había formado ni por razones ideológicas o doctrinales, ni tampoco por coincidencia profesional.
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No había un grupo de amigos que fungiera como semilla. Ése fue el caso de Medio Siglo, revista fundada entre otros por Carlos Fuentes, Porfirio Muñoz Ledo y Rafael Ruiz Harrell y cuyo disparador fue una coincidencia generacional. Tampoco había un líder, como en los casos de figuras tan diferentes como José Pagés Llergo en el periodismo o Paz en el amplio espectro de sus intereses o Enrique Florescano y Héctor Aguilar en la historia. He explicado anteriormente que incluso entre los fundadores no había una amistad estrecha. De hecho algunos no nos conocíamos. La carencia de una piedra de toque así era muestra del vacío al que apuntaba la publicación. Había la coincidencia en la necesidad de impulsar una forma de conocimiento, pero eso no necesariamente deviene en la conformación de un grupo. Francisco José Paoli Bolio lo describió puntualmente en un amplio y muy generoso texto, Conciencia y poder.1 Paoli Bolio captó las diferencias esenciales de la nueva publicación:
“La diferencia de Este País con las otras publicaciones de fin de siglo está en que no se recogen posiciones de un grupo […]. Varios de sus colaboradores más frecuentes participan también en otras revistas […].
Hay una marcada diferenciación ideológica entre sus colaboradores que incluso representan puntos de vista contradictorios […]. Aparentemente de eso se trata: de una publicación que se hace cargo de la pluralidad que se ha desarrollado en la sociedad mexicana y la acoge en sus páginas.
No nace como competidora de otras en sus propósitos originales, sino que viene a llenar un espacio. […] Reúne para tal propósito a un conjunto de científicos sociales de diversas disciplinas […]. La manera de hacerlo [es] difundir los resultados de encuestas y sondeos”.
Paoli Bolio lo resume en una expresión: Este País busca “privilegiar los datos, ‘las cifras duras’, las dimensiones de los fenómenos sociales, las tendencias […]. Este País es la revista que ve al poder desde la sociedad”.
Debo ser preciso. El gran predominio del pensamiento ideológico en las ciencias sociales, sobre todo en las universidades públicas y en la unam en particular, convertía a los conocedores de la demoscopía en aves raras. La gran mayoría de los encuestadores levantaban estudios de mercado y eran competidores entre sí. Sus empresas peleaban por los mismos contratos. Eso no era un buen motivo para reunirlos. Aquellos que hacían encuestas de otro tipo, electorales por ejemplo, trabajaban para funcionarios públicos. Sus datos no podían ser utilizados en nuestra publicación. Por supuesto que había grandes conocedores de estadística, pero estaban concentrados en el inegi. Su actuación sólo podía ser la de los servidores públicos. Este País nacía desde la sociedad y para la sociedad. La diferencia era mayor. No trabajaríamos ni para las empresas, ni para intereses de políticos o funcionarios.
En el área de prospectiva estaba la Fundación Barros Sierra, en la cual Antonio Alonso Concheiro había logrado acumular valiosísima información. Pero en el origen mismo de la Fundación estaba un grupo de la Facultad de Ingeniería que tenía poco que ver con el resto. En El Colegio de México había otros especialistas, pero insisto, estaban dispersos y no conformaban un grupo. Había que reunirlos y convencerlos de la necesidad de difundir este tipo de conocimiento. Ése era el reto. Sólo así tendríamos una verdadera revista, es decir una propuesta epistemológica avalada por profesionistas de diversas especialidades que estuvieran nutriendo la publicación.
Los enrarecidos tiempos políticos complicaron aún más el nacimiento de la publicación. México estaba muy polarizado, que es un eufemismo para decir dividido. Las muy cuestionadas elecciones del 88 habían quebrado amistades, incluso había familias en las cuales la comunicación se había roto. En ese momento surgieron varias organizaciones ciudadanas que en realidad estaban afiliadas a una posición política. Al extender las invitaciones a potenciales colaboradores en muchos brotaba un recelo entendible: de qué lado estarán éstos, se preguntaban y con razón. La integración plural del grupo convocante daba garantías y ayudó mucho a lograr la convocatoria. Pero la sospecha siempre mina cualquier proyecto que está naciendo.
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En los primeros números —como ya conté— utilizamos información de la Encuesta Mundial de Valores entre otros motivos para darnos el tiempo necesario para conseguir otros materiales generados por casas encuestadoras que hubieran conseguido la autorización de divulgar los hallazgos. Para nosotros había sin embargo una condición no negociable, de principios: en Este País no se publicaría ningún estudio sin especificar los datos metodológicos del mismo y, algo aún más delicado: el origen del patrocinio. Todo debía estar expuesto, como en vitrina. Así surgió la “Vitrina metodológica” que acompañaría a todos y cada uno de los estudios, sin excepción.
Este prurito hoy podría parecer excesivo, pero en ese momento era muy común la divulgación de estudios con alto impacto político —fulano va perdiendo por 20 puntos— patrocinados clandestinamente por los adversarios. Se hacía campaña con encuestas, eso en el mejor de los casos. Porque también se divulgaban cifras sin ningún sustento, como nos había ocurrido a nosotros. Los trajes a la medida eran también muy populares: dime qué resultado quieres y yo veo cómo te lo genero. Todo era manipulable, desde las cifras sobre las reservas monetarias hasta los niveles de inflación. Las encuestas eran peccata minuta. De ahí la desconfianza generalizada alrededor de las cifras y en particular de las encuestas. La mula no era arisca…
Nadaríamos a contracorriente: mucha ideología y poca tradición fáctica, dispersión de los especialistas, desconfianza muy bien justificada y, por si fuera poco, un país dividido y en muchos sentidos herido. Este País no sólo sería un desafío a las costumbres y hábitos intelectuales, sino que además tendría que enfrentar el desprestigio de las cifras que muchos charlatanes habían provocado. El grupo de los sin grupo tenía mucho trabajo por delante.
1 Francisco José Paoli Bolio, Conciencia y poder en México, siglos xix y xx, Miguel Ángel Porrúa, México, 2002.
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FEDERICO REYES HEROLES es Director Fundador de la revista Este País y Presidente del Consejo Rector de Transparencia Mexicana. Su más reciente libro es Alterados: preguntas para el siglo xxi (Taurus, México, 2010). Es columnista del periódico Reforma.
solicito atte. el e- de C. Reyes heroles.
gracias