En noviembre pasado, el Sistema Universitario Jesuita otorgó a Carlos Muñoz Izquierdo su máximo reconocimiento, el doctorado honoris causa. Premió así la trayectoria y las extraordinarias aportaciones de uno de los mayores investigadores del tema de la educación en México. Luego de publicar en su número anterior la semblanza que el Observatorio Ciudadano de la Educación le dedicó, Este País reproduce a continuación el discurso íntegro con el que el maestro recibió tal distinción.
Agradezco esta distinción a las autoridades del suj y, de manera muy especial, el apoyo que generosamente me proporcionaron —durante muchos años— para poder dedicarme a la investigación educativa. También quiero expresar mi gratitud a todas las personas que tuvieron la gentileza de postularme para recibir este grado.
Una de las razones por las cuales estoy aquí se encuentra en una frase atribuida a un actor británico, la cual, traducida libremente, reza así: “El que rechaza una distinción la acepta de todos modos, pero haciendo más ruido del habitual.”1 Por eso me animé a estar aquí, aun sabiendo que varios integrantes de nuestra comunidad merecen estar en mi lugar.
Debo aclarar que no sólo acepto este grado a título personal, sino también como un reconocimiento a los esfuerzos que muchos integrantes de la generación a la que pertenezco hicieron con la finalidad de mejorar la educación. Quiero referirme, de manera especial, a los investigadores que me han acompañado en diversos momentos de mi vida profesional; y muy especialmente, a quienes lo hicieron inspirados por su fe cristiana. Algunos ya no están físicamente entre nosotros, pero sabemos que nos están acompañando en una forma que escapa a nuestros sentidos.
Me voy a permitir hacer algunas reflexiones acerca de las responsabilidades que estamos heredando a las generaciones que vienen después de la mía, pues a sus integrantes les tocará llevar a buen término la estafeta que nosotros recibimos de nuestros mayores.
En primer lugar, mencionaré algunos hechos históricos y la situación en la que actualmente se encuentra el sistema educativo nacional.
En segundo lugar, haré un breve recuento de los conocimientos de los que pueden partir las acciones que se lleven a cabo con la finalidad de mejorar el funcionamiento de dicho sistema. Al hacerlo, señalaré algunos que no han sido plenamente aprovechados en México. Por último, mencionaré algunas líneas de investigación cuyos resultados podrían contribuir, desde mi punto de vista, a subsanar estas deficiencias.
Un poco de historia
El 8 de marzo de 1808, el científico alemán Alexander von Humboldt dirigió una carta al rey Carlos iv, con la cual le hizo llegar el resultado de la expedición que había realizado en el Reino de la Nueva España.2 En síntesis, Humboldt afirmó: “México —porque así es mencionado nuestro país al menos en la versión del documento a la que tuve acceso— es el país de la desigualdad. Acaso en ninguna parte la hay más espantosa en la distribución de fortunas, civilización, cultivo de la tierra y población”.3
Y al final de su libro, el científico expresó lo siguiente: “Ojalá que esta obra persuada [a los poderosos] de que el bienestar de los blancos está íntimamente enlazado con el de la raza bronceada; no puede existir felicidad duradera en [las] Américas, sino en cuanto esta raza llegue a participar de todos los beneficios que son consiguientes a los procesos de la civilización y de las mejoras del orden social”.4
Si ese investigador regresara a México, 200 años después, para saber si sus deseos se habían cumplido, se llevaría varias sorpresas. Se enteraría, por ejemplo, de que en nuestro país vive uno de los hombres más ricos del planeta; pero, en contraste, casi la mitad de la población —es decir, unos 50 millones de habitantes— se encuentra en condiciones de pobreza.5 También encontraría que el 10% de la población concentra más de la tercera parte (36.4%) del ingreso nacional; mientras otro 10% de los mexicanos (que se encuentran en el extremo inferior de la distribución del ingreso) sólo recibe el 1.64% del mismo.6
Asimismo, Humboldt leería en algún informe internacional que México, a pesar de haber tenido la osadía de adherirse al grupo de países más ricos del mundo (la ocde), tiene un índice de desigualdad en la distribución del ingreso (48.2) que rebasa, en más del 50%, al que corresponde —en promedio— a los países mencionados (30).7
Al conocer esta realidad, el investigador —haciendo gala de su vocación científica— se preguntaría si podría ser atribuida a nuestra herencia colonial. Empero, descubriría que la desigualdad social registrada en otros seis países de nuestra región —que también fueron colonizados por países europeos— es menos aguda que la observada en México.8 Después, nuestro autor se preguntaría si tal desigualdad podría ser atribuida a la composición étnica de México (pues se habrá enterado de que ésta interpone mayores obstáculos al éxito de las políticas dirigidas a redistribuir el ingreso). Nuevamente, sin embargo, el investigador rechazaría su hipótesis, pues observaría que la desigualdad existente en al menos tres países que —desde este punto de vista— se encuentran en condiciones semejantes a las del nuestro, es más leve que la registrada en México.
Por lo anterior, Humboldt se iría convencido de que la desigualdad social que impera en nuestro país no está totalmente determinada por factores históricos; lamentaría que quienes gobernaron a México durante los dos siglos siguientes a la fecha en que lo había visitado, no tuvieron la voluntad política —ni la capacidad técnica— necesarias para evitar la desastrosa situación que había encontrado. Y, finalmente, se iría convencido de que los ciudadanos del México independiente tampoco hemos tenido la fuerza necesaria para exigir a nuestros gobiernos la instauración de un régimen social más justo.
Acontecimientos del siglo xx
Durante los 200 años que han transcurrido desde que el citado investigador vino a México, han pasado muchas cosas. Por obvias razones sólo mencionaré dos hitos que, a mi parecer, dejaron una profunda huella en nuestra historia.
En primer lugar, debemos recordar que en México se inició la que fue considerada como la “primera revolución social del siglo xx”. Sin embargo, después de haber impulsado algunas acciones redistributivas, el movimiento revolucionario abrió el paso a la instauración de un régimen político que impulsó un modelo de desarrollo cuyos frutos —que no fueron pocos— sólo estuvieron al alcance de algunos estratos sociales. Esto, aunado a un férreo control gubernamental de los medios de comunicación, permitió que durante varias décadas el país viviera en una aparente paz social. Pero sólo en apariencia, porque ocultaba profundos desequilibrios entre los niveles en los cuales los integrantes de las distintas capas sociales tuvieron acceso al poder, la riqueza y, en general, al bienestar.
De aquí se desprende el segundo hito que aquí quiero recordar. Me refiero al movimiento estudiantil que estalló en 1968. Ése fue un súbito despertar del letargo en el que el país había permanecido durante varias décadas; y sembró —en la conciencia de muchos de nosotros— la esperanza de que, por fin, México se podía transformar en un país democrático, sostenido por un sistema económico competitivo que permitiera construir una sociedad justa, productiva, participativa y respetuosa de los derechos humanos.
En ese contexto, muchos creímos que era posible “cambiar las estructuras”; lo que significaba —en el lenguaje de esa época— reordenar las relaciones sociales con la finalidad de promover el bien común. Esa creencia se apoyaba en varias teorías que señalaban a la educación como un poderoso instrumento del cambio social que anhelábamos impulsar. Por eso nos dedicamos a buscar algunos caminos que condujeran al cumplimiento de esas predicciones.
Situación del sistema educativo del país
Aunque durante estos años el sistema educativo ha cambiado profundamente, todavía está siendo afectado por una serie de problemas. Como sería imposible reseñarlos integralmente, sólo me referiré a algunos que me parecen especialmente importantes.
1. Si bien es cierto que desde hace 30 años el sistema escolar ha tenido la capacidad necesaria para ofrecer educación primaria a todos los niños que, por sus edades, han tenido derecho a recibirla, también lo es que la enseñanza impartida —prácticamente en la totalidad de los niveles educativos— es de calidad deficiente. Basta compararla con cualquier parámetro (nacional o internacional) para comprobar este dicho. Lo más grave es que este problema no sólo afecta a las instituciones sostenidas por el Estado.
2. La probabilidad de que los estudiantes concluyan los ciclos educativos que han emprendido también deja mucho que desear. Este problema se acentúa en la enseñanza secundaria y, sobre todo, en los bachilleratos y en la educación superior.
3. Los integrantes de los estratos en los que está fragmentada nuestra sociedad tienen oportunidades marcadamente distintas de obtener aprendizajes satisfactorios. Lamentablemente, esta situación no sólo afecta a los aprendizajes de las disciplinas que son indispensables para tener acceso al conocimiento científico y tecnológico, sino también a las que están llamadas a contribuir, más directamente, a la construcción de una sociedad como la que todos queremos.
4. Existe un fuerte desequilibrio estructural entre las cantidades de niños, adolescentes y jóvenes que terminan sus estudios o los abandonan prematuramente, y las de aquellos que pueden tener acceso a una ocupación que les permita vivir dignamente. No deberíamos asombrarnos, por tanto, de la magnitud que han alcanzado los problemas derivados del desempleo y subempleo juveniles, entre los que se encuentra la criminalidad (muchas veces acompañada del consumo de sustancias ilícitas).
Es evidente, pues, que por estas razones nuestro sistema escolar no ha podido contribuir a la instauración de la sociedad que todos deseamos, y no lo podrá hacer mientras siga funcionando del mismo modo (ya decía Albert Einstein que intentar obtener resultados distintos sin cambiar las estrategias que no han sido eficaces, es un signo de locura). Por tanto, la tarea más importante que estamos legando a las nuevas generaciones consiste en buscar los caminos necesarios para que el sistema escolar contribuya a realizar el sueño que nosotros sólo alcanzamos a forjar.
Conocimientos disponibles para mejorar la educación
Afortunadamente, los conocimientos aportados por los distintos campos del saber están siendo constantemente transformados y, por supuesto, los relacionados con las ciencias de la educación no han permanecido al margen de esa dinámica. Particularmente, me refiero a los que han sido aportados por los sociólogos, los especialistas en administración escolar y los psicólogos educativos.
Los primeros identificaron las funciones que la educación puede desempeñar en las sociedades modernas; los especialistas en administración han señalado un conjunto de características que debe reunir la educación para lograr un adecuado desempeño de las funciones mencionadas; y los psicólogos educativos, a su vez, han demostrado que la adquisición de esas características no es imposible, pues han desarrollado y validado empíricamente algunas teorías sobre los aprendizajes de los educandos que así lo comprueban.
Conocimientos aportados por los sociólogos
De acuerdo con la sociología, las funciones que la educación puede desempeñar en las sociedades modernas son muy importantes. Expresadas esquemáticamente, son las siguientes:
1. La creación y transmisión del conocimiento;
2. El impulso a la movilidad social mediante una justa distribución de la escolaridad a la que tienen acceso los diferentes estratos en los que está dividida la sociedad;
3. La conservación y transformación de nuestros valores y costumbres;
4. La incorporación, en forma civilizada, de las nuevas generaciones a la sociedad, y
5. La generación y reposición de los recursos humanos que son necesarios para el adecuado funcionamiento del sistema productivo.
Conocimientos aportados por los especialistas en administración educacional
A su vez, los administradores han identificado las cualidades que debe reunir la educación para lograr que los sistemas escolares desempeñen adecuadamente las funciones antes mencionadas. Estas cualidades han sido expresadas en el esquema que hemos llamado “modelo multifactorial de la calidad de la educación”.
Ese modelo tiene las cinco dimensiones siguientes:
1. La relevancia científica y axiológica de la educación;
2. La pertinencia cultural de la misma;
3. La eficacia pedagógica y los efectos que genera la educación a largo plazo;
4. La equidad con la que se distribuyen las oportunidades de ingresar al sistema educativo, de permanecer en él hasta la conclusión de los estudios emprendidos y los aprendizajes efectivos, y
5. La eficiencia con la cual el sistema aprovecha los recursos que se le asignan, es decir, la relación que exista entre los resultados del propio sistema y la cantidad de recursos que fueron necesarios para obtenerlos.
Aportaciones de la psicología de la educación
A su vez, los psicólogos han señalado las características que deben reunir las relaciones pedagógicas para lograr que la educación impartida satisfaga las condiciones señaladas por los especialistas en administración.
A título de ejemplo, me referiré a algunas investigaciones del psicólogo Benjamin Bloom, con las cuales confirmó la validez de un apotegma atribuido a Jerome Bruner, quien afirmó: “Cualquier persona puede adquirir un aprendizaje deseado, en cualquier momento de su vida, si se le proporcionan las condiciones necesarias para lograrlo”. En pocas palabras, esto significa que todos los alumnos pueden adquirir cualquier conocimiento, o desarrollar cualquier competencia, si se le sabe enseñar.9
Este descubrimiento no ha sido plenamente aprovechado, según Bloom, porque “los objetivos deseados no son claramente definidos, y la implementación de los mismos no se lleva a cabo contando con el apoyo de materiales de instrucción cuidadosamente diseñados”. A esto, el investigador agregó: “Una implicación de esta teoría es que el talento puede ser desarrollado; es decir, si la mayoría de los estudiantes puede alcanzar el mismo nivel de aprendizaje en determinada asignatura y adquirir las mismas habilidades, ello demuestra que es posible desarrollar el talento requerido para cualquier campo del currículo”. En síntesis: “Si la igualdad en el aprendizaje es posible, la función selectiva de las escuelas debe ser sustituida por la de desarrollar las habilidades de los educandos”.10
¿Hasta dónde hemos llegado en México?
Si algo hemos aprendido durante los últimos lustros es que existe una íntima relación entre los resultados que obtienen los alumnos en el sistema escolar (en términos de la duración de la escolaridad y la calidad de los aprendizajes) y las condiciones socioeconómicas y culturales en que se encuentran los propios estudiantes o sus familias. Por esta razón, muchos investigadores han intentado medir la proporción de los aprendizajes que dependen de las características de los alumnos, y aquella que puede ser atribuida al desempeño de las escuelas.
Después de muchos intentos, hemos llegado a la conclusión de que las escuelas ejercen una influencia significativa en los aprendizajes de sus alumnos. Sin embargo, la magnitud de la misma ha resultado ser bastante pequeña en comparación con el tamaño de la proporción de los aprendizajes que se asocia con diversos factores externos a las escuelas. Todos sabemos que, en efecto, existen diversos factores que no pueden ser controlados por los agentes escolares (tales como la pobreza y las repercusiones que ésta tiene en el trabajo infantil y en las precarias condiciones de salud y alimentación de los niños de escasos recursos). Sin embargo, también hemos comprobado que, aun así, subsiste una proporción del aprovechamiento escolar que, habiendo sido tradicionalmente atribuida a factores externos a las instituciones educativas, en realidad es causada por la intervención de las propias instituciones.
Como sería imposible señalar aquí todas las razones en las que se apoya esta afirmación, me limitaré a mencionar dos que me parecen especialmente importantes. La primera se refiere a que, generalmente, los docentes no están preparados para atender, como sería necesario, a los estudiantes que tienen más dificultades para aprovechar sus enseñanzas. (Lamentablemente, la mayoría de esos estudiantes pertenecen a familias de escasos recursos.) En segundo lugar, sabemos que, si bien es indispensable que los sistemas educativos establezcan objetivos curriculares uniformes para todo el país, también es necesario que los procedimientos utilizados para alcanzarlos deben adecuarse a la situación, características y posibilidades de cada estudiante. Esto, que es muy importante, ocurre en pocas ocasiones alrededor del mundo11 y, lamentablemente, no ha sido observado —al menos en forma generalizada— en nuestro país.
Esta observación nos remite a dos de las cinco cualidades que, según señalé anteriormente, debe reunir una educación de buena calidad. Me refiero a la relevancia científica y axiológica de la educación, así como a la pertinencia cultural de la misma. La primera se refleja, fundamentalmente, en los objetivos curriculares; y la segunda, en los métodos que utilizan los docentes para perseguirlos.
Es importante mencionar que estas dos cualidades son condiciones indispensables para que la educación reúna las otras tres, que integran el “modelo multifactorial” al que me referí anteriormente.
Mirando hacia el futuro
El problema, se encuentra en que todavía carecemos de los procedimientos que son necesarios para que nuestros docentes sean capaces de aplicar algunos conocimientos que han sido aportados por los investigadores que he citado. Por eso considero que los esfuerzos encaminados a solucionar esta carencia deberían aparecer, con la prioridad más alta, en las agendas de los investigadores de nuestra educación.
Desde luego, sería imposible detallar aquí todas las actividades que son necesarias para avanzar hacia la solución de este problema; por esta razón, sólo esbozaré tres líneas de investigación —y una de desarrollo experimental— que, desde mi punto de vista, pueden aportar los conocimientos, experiencias e instrumentos que son necesarios para avanzar hacia la consecución de este objetivo. Las líneas son:
1. El análisis de los procesos por medio de los cuales son formuladas las políticas y los programas educativos, lo que permitirá generar los conocimientos necesarios para diseñar e implementar programas que realmente promuevan el bien común;
2. La revisión de los objetivos de los currículos para verificar su relevancia axiológica y científica;
3. La identificación de políticas y programas que sean capaces de asegurar la disponibilidad de los insumos del sistema escolar (recursos humanos, auxiliares didácticos, financiamiento, etcétera) que son necesarios para impartir, en todos los niveles del sistema escolar, una educación culturalmente pertinente.
A su vez, la línea de desarrollo experimental que mencioné anteriormente, se refiere al diseño, evaluación y difusión de las innovaciones que son indispensables para aprovechar las aportaciones de los investigadores citados.
La investigación no puede, por sí misma, rendir los frutos que se esperan de ella, por lo que el desarrollo experimental —y el consecuente desarrollo de tecnologías que permitan aplicar el conocimiento científico— desempeña una función imprescindible.
Estamos, pues, ante la disyuntiva de dejar que el sistema escolar siga funcionando como hasta la fecha —lo que nos obligará a pagar todos los costos inherentes a nuestra pasividad—, o bien impulsar las acciones necesarias para lograr los objetivos que hemos buscado.
Quisiera terminar mi intervención haciendo notar a los jóvenes que la decisión que tomen ante esta disyuntiva no sólo se debe basar en el análisis “racional” cuyos resultados me he permitido resumir en esta intervención. En realidad —y esto es lo más importante— esa decisión debe ser una consecuencia de la empatía que debe despertar en nosotros la situación en que se encuentran los millones de mexicanos que están esperando respuestas inspiradas en el humanismo, especialmente si éste tiene raíces cristianas.
Ya decía la psicóloga Carol Gilligan, cuando criticaba los planteamientos estrictamente racionales de Lawrence Kohlberg,12 que todo lo que hagamos para promover la justicia debe ser una consecuencia de la compasión que debe despertar en nosotros el sufrimiento de nuestros semejantes más desvalidos.13 Ojalá que los jóvenes estén de acuerdo con esta opinión y actúen en consecuencia.
Notas:
- “To refuse awards is another way of accepting them—with more noise than usual.” Cf. Jarski, Rosemarie, Great British Wit, Randomhouse, Londres, 2005, p. 76. (Agradezco a mi colega Pedro Flores Crespo el haber puesto a mi alcance la obra citada.)
- Ese resultado se encuentra en el libro intitulado Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España, Editorial Porrúa, México, 1973.
- Op. cit., p. 68.
- Ibid, p. 566.
- Datos publicados en la página web de Ciencias Sociales Hoy, con base en información proporcionada por el inegi: http://.www.ocei.es/docs/MX1106.pdf
- Ibidem.
- Cf. Growing Unequal: Income Distribution and Poverty in oecd Countries. (oecd, 2008, figure 1.1).
- Cf. The World Factbook – Field Listing: Distribution of Family Income. Gini Index. El “índice de Gini” que corresponde a México es de 48.2. Ese valor supera al de los siguientes países: Venezuela (41), Uruguay (45.2), Jamaica (45.1), Argentina (45.7), Costa Rica (48) y Ecuador (47.9).
- Este apotegma fue expresado por Bloom de la siguiente manera: “Cada estudiante puede ser ayudado para alcanzar un determinado objetivo con el mismo nivel de competencia, aun dedicándole aproximadamente la misma cantidad de tiempo, siempre y cuando las variables incluidas en [mi] teoría sean tomadas adecuadamente en cuenta en el proceso de aprendizaje”. Bloom, Benjamin S., Human Characteristics and School Learning, New York, 1976, p. 276.
- Es importante mencionar que los hallazgos de estos autores exigen a los administradores de la educación, a los docentes y a los padres de familia (en una palabra, a todos los integrantes de las comunidades educativas), el compromiso ético que es indispensable para poder ser exitosamente aplicados.
- Un reporte de la consultora Mc Kinsey dio a conocer las características de los 25 sistemas educativos que se caracterizan por su alta eficiencia académica. Un factor común en todos ellos es que aseguran que todos los alumnos del mismo grupo adquieran los conocimientos necesarios para aprobar sus exámenes. Cf. Barber, M. y M. Mourshed, “Cómo hicieron los sistemas educativos con mejor desempeño del mundo para alcanzar sus objetivos”, preal, Reporte no. 41, julio de 2008.
- Por brevedad, omito en el texto cualquier referencia a la relación que esa autora establece entre esta percepción de la justicia y el género de las personas.
- Cf. Gilligan, C., y Attanucci, J., “Two Moral Orientations: Gender Differences and Similarities”, Merrill-Palmer Quarterly, 1988, p. 223-237.
*Discurso de recepción del doctorado honoris causa de la uia
me ha encantado este articulo. no conocia a este honoris causa y creo que le seguiré la huella, escribe bien.