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Filantropía para cambiar el mundo. Entrevista con Manuel Arango Arias
Este País | Ariel Ruiz Mondragón | 01.11.2011 | 1 Comentario

En nuestro país la filantropía tiene una larga historia que data cuando menos de la Colonia, y ha sufrido diversas transformaciones en su entendimiento y en su práctica: si antes era únicamente ayudar al desvalido mediante donaciones de dinero de parte de los más ricos, ahora forma parte fundamental de lo que llamamos responsabilidad social de las empresas y de la sociedad civil que labora con una cultura solidaria en pos del beneficio social. Sobre el significado, los alcances y proyecciones de la filantropía en el México actual, Este País sostuvo una conversación con Manuel Arango Arias, quien es fundador y Presidente Honorario del Centro Mexicano para la Filantropía (CMF) e integrante de varias organizaciones más, como la Fundación Xochitla, Compartir Fundación Social y la Fundación Mexicana para la Educación Ambiental. Economista por el Lawrence College of Appleton, Wisconsin, es un empresario destacado. Socio fundador del Grupo CIFRA (desde el que impulsó la cadena de tiendas de autoservicio Aurrerá), también ha sido presidente de los grupos Concord y Costa Baja. ARM

ARIEL RUIZ MONDRAGÓN: ¿Por qué es necesaria la filantropía en nuestro país?
MANUEL ARANGO ARIAS: Todos sabemos que filantropía significa amor a la humanidad; pero mucha gente asocia la palabra con el que comparte algo de lo que tiene, y se piensa siempre en bienes materiales. Nosotros la vemos bajo otra óptica: obviamente está el dinero, que sí cuenta, pero para nosotros lo más importante es que haya una cultura solidaria, que es cuando se comparten en beneficio de los demás cosas muy valiosas como el tiempo, el talento y la capacidad que se tenga.

La filantropía es fundamental: el recurso humano es lo mejor de un país, y cuando ese recurso, aparte de preocuparse por su bienestar y el de los seres cercanos a él, se preocupa parcialmente por el bien de los demás, es un activo que no tiene límite.

Poner el talento y el tiempo de la persona parcialmente al servicio de la sociedad da al país una riqueza adicional que no tiene medida. El dinero siempre tiene medida; pero por mucho dinero que se ponga no hay el suficiente para solucionar los problemas. Muchos de éstos se solucionan encontrando nuevo modelos y formas de hacer las cosas, por ejemplo educando y cuidando la salud.

Es muy importante cuando un país tiene esa cultura solidaria, de preocuparse por todo lo que nos rodea y por los otros seres humanos. Es una aportación enorme al progreso del país.

En este mundo globalizado la competitividad juega un papel fundamental, y muchas veces para alcanzarla se reducen costos y se eliminan gastos que se consideran superfluos. ¿Cómo funciona la filantropía bajo esa condición?
En un tiempo se decía que la responsabilidad del empresario era, básica y simplemente, cumplir con todas las leyes, así como otorgar una rentabilidad a los accionistas. Hoy en día esto ha cambiado para bien: en el cmf creamos el programa de responsabilidad social empresarial, y hemos podido demostrar que en México, al igual que en muchos otros lugares del mundo, las empresas de mayor rentabilidad son también las de mayor responsabilidad.

La solidaridad y la responsabilidad no van en detrimento de la rentabilidad de la empresa, sino al revés: las empresas que están más preocupadas por el entorno ambiental y humano en el que operan son las que normalmente ocupan los primeros lugares de rentabilidad en el mundo. Es lógico: una empresa que, por ejemplo, se preocupa por el medio ambiente se vuelve, normalmente, mucho más eficiente, y cuando tiene una participación activa en los temas sociales es mejor vista por los clientes potenciales y por los colaboradores de la propia empresa. En el caso de éstos, hay menor rotación porque la gente quiere trabajar en una empresa que tiene una buena imagen, que se preocupa por sus colaboradores y por el entorno en el que opera, mientras que los clientes prefieren comprar los servicios y los productos de una empresa con una imagen responsable y solidaria.
Entonces, la filantropía es un arma competitiva.

Usted ha señalado que la filantropía va más allá de dar dinero, que es un acto de responsabilidad y de solidaridad de las empresas con la sociedad. ¿Ese concepto es compartido por las empresas del país?
Es difícil generalizar, pero en el cmf nosotros empezamos con nuestro programa de responsabilidad social empresarial hace cerca de 15 años. Toca cuatro áreas: la ética de la empresa, su comportamiento en los temas ambientales, su comportamiento en el entorno social y la parte de los colaboradores. Las calificamos, y es increíble el progreso que hemos visto en muchísimas empresas, pues la verdad es que antes esos aspectos no se veían como parte de su quehacer. Hoy, los temas de solidaridad y de participación de la empresa están íntimamente ligados al medio ambiente.

Esta filosofía ha sido adoptada en general por la empresa mexicana, en la que hay muchos niveles: hay desde compañías muy avanzadas en todos estos temas, y otras que están más atrasadas, y las hay multinacionales y las que apenas empiezan.

¿Cómo ha cambiado la filantropía desde la fundación del cmf en 1988 hasta ahora, con el proceso democratizador del país?
Todo está muy ligado. Déjeme hablar de la sociedad civil, que creo que es muy importante porque la cultura solidaria viene de ella. ¿Quién es la sociedad civil? No es un club cerrado sino somos todos. Nosotros la dividimos en dos: la parte que está operando con un propósito de rentabilidad, que es la empresa, y otra, muy grande, que se dedica a obras sin fines de lucro. Éste es un capítulo enorme de la sociedad civil, que nosotros hemos tratado de definir en cuatro áreas: (1) las iglesias, cuya misión es llevar la parte espiritual; (2) las organizaciones mutualistas o cooperativas, que buscan el beneficio de sus asociados; (3) las asociaciones políticas, como los partidos políticos, que al igual que las dos primeras no buscan el lucro, y (4) la filantropía, que se dedica a beneficiar a terceras personas.

La filantropía encaja dentro de la sociedad civil, y para que ésta sea rica necesita haber democracia; en los países donde hay dictaduras no hay sociedad civil. En los países con democracia y con libertad podemos elegir qué es lo que queremos hacer.

Nosotros pensamos que es bueno que haya mucha gente, sean empresarios o no, e inclusive gente del gobierno que esté dispuesta a ser parte de la sociedad civil y aportar parte de su tiempo y de su talento al beneficio social.

Usted ha dicho que el objetivo de la filantropía y de la responsabilidad social “no es solucionar todos los problemas sociales del país”. Asimismo, el presidente Felipe Calderón, durante una discusión sobre la reforma fiscal, dijo que “la desigualdad no se va a revertir únicamente con acciones filantrópicas”. ¿Cuáles son los alcances y límites de la filantropía?
Cuando alguien dice que la filantropía no va a resolver los problemas, y estamos pensando que lo que significa es cuánto dinero pueden repartir ciertas personas, pues por supuesto que no será suficiente el dinero para solucionar los problemas. Pero eso cambia si lo vemos con la otra óptica: ¿cuántos mexicanos estamos dispuestos a contribuir con nuestro tiempo para solucionar los problemas del país? Esto es filantropía. Yo, supuestamente, no tendría obligación personal, y podría decir que los problemas los resuelva el gobierno porque yo ya pagué mis impuestos. Por esto, la filantropía debe ser vista como la sociedad que está dispuesta a participar, a tomar compromisos, a organizarse sin fines de lucro para resolver los problemas de la sociedad; aunque yo no digo que los pueda solucionar sola, sí le puedo decir que sin ella no se van a resolver.

A mí no me gusta cuando alguien dice: “La filantropía no va a solucionar los problemas”. Por favor, vamos a entender de qué estamos hablando cuando decimos filantropía: para mí son los ciudadanos comprometidos y solidarios con todos los problemas de su país, y eso sí resuelve problemas.

Sin una sociedad con esa cultura no se van a resolver los problemas; puramente gobierno y mercado no los solucionan, porque uno persigue mantener el poder y el otro la rentabilidad, lo que está bien dentro de la ley. Claro que el gobierno y el mercado son muy importantes, pero cuando el primero no tiene la suficiente capacidad para educar o ayudar en salud, por ejemplo, qué bueno que toda la sociedad se sume, ya que tiene un efecto multiplicador enorme.

Otra cosa: no tiene que ser solamente uno o el otro de los anteriores elementos, sino somos todos en grandes alianzas para resolver los grandes problemas.

¿Cómo ha sido su relación con los gobiernos?
En la época priista el gobierno no veía con buenos ojos a la sociedad civil organizada, porque ésta iba a asumir una tarea y a tratar de incidir en ella, lo que puede ser molesto para el gobierno o para un empresario. En aquellos años no éramos bien vistos quienes nos organizábamos en temas de medio ambiente, de democracia o de derechos humanos (porque la filantropía no es nada más ayudar al desvalido o andar haciendo actos de beneficencia, que son muy buenos, sino también ayudar a que progrese la democracia, a que haya transparencia y respeto a los derechos humanos, y ayudar a evitar la corrupción). Por lo anterior, hoy la filantropía es contribuir a resolver los problemas de la humanidad, y una democracia dice “bienvenida, sociedad civil, organízate y ayuda”.

Este tránsito ha ido mejorando, pero antes la sociedad civil organizada era vista como unos “grillos” que querían meterse en lo que no les correspondía. Es más, se nos decía que nosotros no podíamos hacer lobby; pero había la necesidad de cambiar las cosas y de tratar de organizarse para lograrlo.
Entonces, en resumen, el avance ha supuesto un tránsito lento. Hoy en día todo el mundo habla de la sociedad civil, e incluso el gobierno ya se da cuenta de que sin sociedad civil organizada al país le falta algo muy importante.

Creo que todavía no contamos con los beneficios que se deberían dar a la sociedad civil, el marco jurídico todavía no da los incentivos necesarios. Hemos progresado mucho al obtener la deducibilidad —aunque todavía hay muchos requisitos tortuosos. Pero aún siento que el marco jurídico debería darle mayor valor al que llamamos tercer sector para potenciarlo, para que más gente participe y se dé cuenta de lo que es poner al servicio de la sociedad el talento de los mexicanos.

Se critica que muchas acciones filantrópicas se deben a que las empresas buscan beneficios fiscales, e incluso se ha llegado a mencionar la evasión fiscal. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Una vez se lo dije a un ex presidente, quien me dijo: “Oye, tú siempre has sido muy defensor de todos estos temas, pero fíjate que yo me he encontrado que en estos terrenos hay gente organizada con otras finalidades, como la evasión fiscal”. Le dije: “Presidente, tiene toda la razón; pero es el mismo caso en el sector empresarial y en el gobierno. Para eso está la ley, que sirve no para juzgar a un sector sino para juzgar el comportamiento dentro de ese sector. Hay de todo entre los empresarios; lo que queremos es que se apeguen a la ley, y al que no lo haga que la propia ley lo castigue. Lo mismo queremos en el gobierno, y pues hay que ponerles las penas correspondientes. Eso es todo”. Me dijo: “Retiro lo dicho”.

Hay de todo en el mercado, y para eso está la ley: yo te doy todo el beneficio, pero si no cumples o me engañaste, vas a sufrir la pena correspondiente. Ése es el trabajo del gobierno.

¿Respecto a otros países, cómo nos encontramos en el tercer sector?
Tenemos directorios de cerca de seis mil instituciones operando en México, que son muy pocas: hay países en el mundo, y no hablo de Estados Unidos sino de países de Latinoamérica, que tienen más de 100 mil instituciones. Vamos muy atrasados, y se debe a que no se fomentó a tiempo y debidamente el crecimiento del sector.

La Universidad John Hopkins se propuso hacer un estudio en el mundo para medir el sector solidario. Invitaron a México a participar, y fue un estudio que abarcó alrededor de 15 países desarrollados y otros tantos en proceso de desarrollo.

El nuestro es el país que recibía la menor ayuda del gobierno al sector solidario. En casi todos los países del mundo el gobierno canaliza fondos a través de este sector, porque tiene un efecto multiplicador muy grande: se trata de hacer gestiones privadas con fines públicos. El gobierno otorga a través de estas instituciones dinero del presupuesto en lugar de contratar más gente para hacer la tarea. En México el sector creo que sólo recibía del gobierno 8% de todos sus presupuestos. Eso está cambiando: el gobierno empieza a ver que sí es redituable, escogiendo bien las organizaciones para invertir en este sector.

Creo que no avanzaremos hasta que tengamos un sector bien visto tanto por el mercado como por el gobierno, y que se reconozca que su aportación es absolutamente necesaria. Cuando usted tiene esas tres partes (gobierno, mercado y sociedad civil), usted tiene la cultura de un país rico.

¿Cuáles son las principales perspectivas y desafíos de la filantropía en México?
Un estándar que hemos intentado fijar en el cmf es que queremos que todas las empresas donen el uno por ciento de sus utilidades antes de impuestos a la causa que ellas quieran, que puede ser su propia fundación o su propio programa, lo que ellas quieran. Vamos a fijar ese estándar. Hay países del mundo en que es más alto, pero empecemos con el 1%, que creo es el que tiene Canadá. Si todas las empresas dieran el 1% de sus utilidades, tendríamos bastante dinero para hacer cosas, pero no está sucediendo. Si nosotros sumáramos las 500 empresas más grandes con esa aportación, si sumáramos las utilidades en bolsa usted se asustaría.

También debemos promover que los mexicanos adultos nos den una hora voluntaria de trabajo a la semana. En Estados Unidos, si se suman todas esas horas el resultado es equivalente a nueve millones de americanos que están trabajando tiempo completo.

En México podríamos hacer lo mismo. Entonces tendríamos dos estándares: todos una hora de trabajo voluntario y aportaciones de las empresas de 1% de sus utilidades. Si eso se hiciera y la gente estuviera dispuesta a hacer una tarea y los empresarios a aportar el dinero, el conjunto de las dos cosas daría un resultado enorme. Ésa es la gran tarea que debemos hacer, mientras que el gobierno debe reconocer la importancia del crecimiento de este sector y sus efectos sobre la sociedad mexicana.

Finalmente, está también la necesidad de establecer la alianza de tres pilares de la sociedad: gobierno, empresa y sociedad organizada. ¿Crees que nosotros vamos a cambiar el mundo? Pues sí, la sociedad civil organizada es de los factores más importantes para esa transformación, tanto o más que el gobierno o el mercado. EstePaís

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ARIEL RUIZ MONDRAGÓN es editor. Estudió Historia en la UNAM. Ha colaborado en revistas como M Semanal, Metapolítica y Replicante.

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