En dos décadas ha cambiado mucho la situación de la filantropía y las organizaciones de la sociedad civil en nuestro país. A partir de los datos disponibles, este trabajo presenta los logros conseguidos y también las carencias en el sector, así como las razones que impulsan la participación ciudadana y las dificultades que debemos enfrentar para conquistar lo más importante: la confianza de la gente.
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Introducción
Hace 20 años no existían muchos datos sobre la sociedad civil organizada ni la filantropía en México. Esta situación reflejaba el bajo desarrollo del sector, el cual tampoco atraía mucha atención por parte de los medios, los políticos ni los investigadores. Pero en los últimos años hemos visto una gran apertura en términos de la disponibilidad de datos, y la transparencia de algunos aspectos del sector ha mejorado —al igual que nuestro entendimiento de la sustentabilidad de las organizaciones y la cultura de la filantropía. Esto se debe en buena medida a ciertos cambios en las leyes que regulan el sector y a varios esfuerzos de investigación.
Ya que hoy existen estos datos, nos toca el enorme trabajo de interpretarlos y entender sus implicaciones. Aprovechando una diversidad de fuentes gubernamentales y académicas, en este ensayo se revisan los datos en dos secciones, analizando un tema en cada una: el crecimiento y tamaño del sector en los últimos 20 años, y la falta de confianza en las organizaciones. El primer tema es desarrollado con varios conteos oficiales del número de organizaciones, basados en registros federales. La segunda sección, sobre confianza, está basada en una encuesta de opinión pública.
A pesar de que se cree que la cantidad de organizaciones es el indicador más acertado de la fuerza del asociacionismo en México, y que la opinión pública es el fundamento para la creación de asociaciones, el análisis de los datos revela focos rojos para la sociedad civil organizada y la filantropía. Poniendo el número de organizaciones en una perspectiva comparativa, podemos decir que el sector está poco desarrollado, a pesar de su reciente y dramático crecimiento. Asimismo, los datos de la encuesta, en cuanto a las actitudes y los patrones de donaciones del pueblo mexicano, muestran que la fundación de la sociedad civil organizada es débil e incierta, caracterizada por una falta de confianza y de apoyo por parte de la mayoría de los mexicanos.
Crecimiento y tamaño del sector
Sin lugar a dudas el sector ha crecido en los últimos años, pero hay que interpretar los números con cuidado. Los primeros indicadores analizados son (1) el número de donatarias autorizadas por el Servicio de Administración Tributaria (SAT), y (2) la cantidad de organizaciones que tiene una Clave Única de Inscripción, o CLUNI, del Instituto Nacional de Desarrollo Social (INDESOL). La designación de donataria autorizada implica que la organización puede recibir donativos deducibles de impuestos y estar exenta del pago del impuesto sobre la renta, como parte del Título III de la Ley del Impuesto sobre la Renta (LISR). Por su parte, la cluni se asigna según el Registro Federal de las Organizaciones de la Sociedad Civil, creado por el indesol como parte de la Ley Federal de Fomento a las Actividades de las osc. Con esta clave se adquiere el derecho de acceder a apoyos y estímulos públicos y recibir asesoría y capacitación de la administración pública federal.
Como se puede ver en la Gráfica 1, el número de donatarias autorizadas se ha incrementado desde su inicio en 1991, pero en algunos años, especialmente de 2010 a 2011, se encuentran unos declives dramáticos. Esto se debe a que el estatus de donataria autorizada conlleva tanto incentivos fiscales generosos como obligaciones fiscales exigentes, por lo que las autoridades pertinentes a cada registro vigilan la información y eliminan aquellas donatarias que incumplen con alguno de los requisitos, los cuales incluyen la participación en un nuevo portal de transparencia. Dado esto, el número de donatarias autorizadas por sí solo no es un buen indicador del tamaño del sector, pues las fluctuaciones en la cantidad de donatarias se deben más a la capacidad y motivación de las organizaciones de cumplir o no con los requisitos en un año dado que a una tendencia creciente —o decreciente— de incorporación al sector.
En la misma gráfica se ve que el número de CLUNI ha incrementado dramáticamente desde su incepción en 2006, empezando con 3 mil 594 organizaciones registradas y alcanzando 15 mil 28 este año. A pesar de estos números, no podemos decir que el tamaño de la sociedad civil organizada se ha incrementado a la par —cinco veces en un periodo de cinco años. Este aumento más bien refleja la novedad del registro y el interés que muestran las organizaciones, muchas de ellas ya existentes, en acceder a varios apoyos del gobierno federal.
Otro problema que tiene el usar sólo los números como medición del sector se encuentra en las divergencias entre registros. En otras investigaciones ya se ha establecido que los universos de donatarias autorizadas por el sat y de organizaciones con cluni son muy distintos, y no hay una correlación en su ubicación estatal.1 Así como la decisión de participar en un registro o en el otro refleja tanto una capacidad institucional de cumplir con los requisitos de cada registro como una estrategia de financiamiento y sustentabilidad, el número de donatarias o de cluni no refleja la totalidad de las organizaciones de la sociedad civil.
La mejor aproximación al tamaño de la sociedad civil organizada hasta el momento es la cuenta satélite de las instituciones sin fines de lucro del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Tomando como base el censo económico,2 el INEGI identificó a todas las instituciones sin fines de lucro que tienen figura legal. Este censo, al no ser un registro particular, es un universo mucho más incluyente. Como se puede ver en la Gráfica 2, el número de las instituciones sin fines de lucro privadas (ISFLP) es de 40 mil 89, más de cinco veces el número de donatarias y tres veces el número de CLUNI. Se puede ver también que casi 3 mil organizaciones participan en ambos registros, o 42% de las donatarias y 31% de las CLUNI.
La mejor manera de entender la importancia de esta cifra es ponerla en perspectiva comparativa. Como se puede ver en la Tabla 1, el número de organizaciones en México, según su población, está muy por debajo no sólo del de Estados Unidos sino del de sus pares en América Latina. Mientras Estados Unidos y Chile tienen más de 60 organizaciones por cada 10 mil habitantes, México tiene menos de cuatro. Brasil y Argentina tienen una organización por cada 589 y 341 habitantes respectivamente, pero en el caso de México hay tan sólo una organización por cada 3 mil mexicanos. Esto indica una densidad asociativa mucho más baja en México, y debe servir como un foco rojo no sólo para los líderes de la sociedad civil sino también para cualquier persona preocupada por la vitalidad de la participación cívica y la democracia en el país.
El gran reto de la confianza3
Con el fin de tener un mayor entendimiento de las opiniones, valores y hábitos de los mexicanos en cuanto a la filantropía, el Proyecto de Filantropía y Sociedad Civil del itam desarrolló la Encuesta Nacional de Filantropía y Sociedad Civil en México (ENAFI). Esta encuesta, la primera de su tipo en México, se llevó a cabo en 2005 y de nuevo en 2008. En la ENAFI se trataron tres temas principales: las donaciones, el trabajo voluntario y el capital social (el cual tiene dos ámbitos: el de las normas de reciprocidad y confianza y el de participación en redes de índole social).
Entre los resultados de la ENAFI, quizás el más sobresaliente e importante es el que trata la confianza del público en las organizaciones de la sociedad civil y en el impacto que éstas tienen. De los sondeados, 60% declaró que prefiere dar de manera directa a los individuos necesitados, y tan sólo 16% prefiere donar a instituciones (otro 16% declaró no tener preferencia.) La Gráfica 3 muestra estos resultados. Asimismo, las razones de estas preferencias son de gran importancia para el desarrollo de la filantropía en México. La causa más popular por la que la gente declaró preferir donar a individuos, elegida por un tercio de los sondeados, es la creencia de que el dinero se usará de manera apropiada. Es decir, se cree que al dar algunos pesos a un niño en la calle o a algún anciano, éstos comprarán comida o lo que les haga falta.
Algo sumamente interesante es que, al diferenciar según su ingreso a aquellos que dieron ésta como la razón de su preferencia, es notorio que era la más común entre los sondeados pertenecientes al estrato más bajo (por 40%), mientras que sólo 26% de los miembros del estrato de ingreso más alto la nombraron como justificación de su respuesta (un tercio de los sondeados de este grupo de ingreso). La diferencia, pues, entre los grupos de ingreso que daban ésta como su razón para donar de manera directa fue de 14 puntos porcentuales.
Asimismo, entre el grupo de ingreso más bajo la razón menos dada era una falta de confianza en las instituciones (con 10%), mientras que para el grupo de ingreso más alto esta respuesta fue la más popular (33%); la diferencia porcentual en este caso fue de 23 puntos. En ambos casos, el grupo de mayor ingreso mostraba mayor escepticismo, tanto hacia los necesitados como hacia las instituciones. Dado que este grupo es en el que se espera haya más ingreso disponible para donaciones, su falta de confianza es sumamente preocupante.
La Tabla 2 muestra, dentro del 16% que prefiere dar a instituciones, cuáles son las razones proporcionadas por los sondeados. La respuesta con mayor popularidad (casi dos tercios) es que esperan que éstas le den un buen uso a las donaciones. La segunda respuesta más popular es que se espera que al dar a instituciones, el dinero donado tenga un mayor impacto: 16% de los que prefieren dar a instituciones dieron esta razón.
De nuevo se nota una divergencia según niveles de ingreso —un total de 84% del grupo de menor ingreso total respondió que éstas eran sus razones para donar a instituciones (con 68 y 16%, respectivamente), en contraste con el 73% de los pertenecientes al grupo de mayor ingreso (con 59 y 14% respectivamente). Esto implica una diferencia porcentual de 11 puntos en cuanto a la confianza que muestran los mexicanos en las instituciones. Aun entre aquellos del grupo de mayor ingreso que dijeron preferir donar a instituciones, la confianza que dijeron tener en que las instituciones le dieran buen uso a la donación o en que éstas llegaran a tener un impacto es mucho más baja que la que muestran los sondeados del grupo de menor ingreso.
Conclusiones
Ya que tenemos datos para analizar, la realidad es que los resultados no son alentadores. El número de organizaciones de la sociedad civil es muy bajo e indica una debilidad sobresaliente en el asociacionismo en México y una gran tarea pendiente en la construcción de una infraestructura para la sociedad civil y la filantropía en México. El análisis de los resultados de la enafi muestra una fundación débil en las actitudes y el compartir de los mexicanos, quienes no confían en las organizaciones y expresan su solidaridad por vías informales. Esta preferencia debilita las organizaciones.
Finalmente, se pueden hacer unas sugerencias sobre cómo se puede aprovechar mejor la disponibilidad de los datos —por el gobierno, los académicos y la sociedad civil organizada. Cada actor en este proceso tiene una responsabilidad distinta, pero están todas relacionadas entre sí. El gobierno —en particular el Ejecutivo— debe mejorar el acceso a los datos y difundir con mayor fuerza el hecho de que éstos existen. Los académicos tenemos que compartir el trabajo de difusión y ofrecer análisis contundentes y relevantes, avanzando la agenda de investigación según las nuevas tendencias que encontremos. Un gran pendiente es entender mejor las raíces y las implicaciones de la desconfianza ciudadana. Por último, las organizaciones tienen que enfrentar la problemática de la falta de confianza por parte de la gente y el bajo nivel de participación ciudadana, promoviendo la visibilidad de sus finanzas y sus programas de acción y abrazando la práctica de la rendición de cuentas.
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1 Véase Sergio García et al., Donativos privados 2006. Una aproximación a la contribución ciudadana para las causas sociales, Incide Social/ITAM, México, 2009.
2 Véase Instituto Nacional de Estadística y Geografía, Sistema de Cuentas Nacionales de México: Cuenta Satélite de las instituciones sin fin de lucro de México, 2008, INEGI, México, 2011. En particular, los resultados del Capítulo 3, sección 4 (“Otros Indicadores”) en la página 59.
3 Adoptado de la discusión en Michael D. Layton, “Financing Civil Society in Mexico: Insights from the Second National Survey on Philantropy and Civil Society, 2008”, en Ana Luisa Rojas, Rafael Hernández y Francisco Javier Rodríguez (coord.), La siguiente generación. Sociedad civil en Canadá y México, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, 2011, pp. 175-177. El análisis completo de los resultados se encuentra en Michael D. Layton y Alejandro Moreno, Filantropía y sociedad civil en México: Análisis de la ENAFI 2005-2008, Miguel Ángel Porrúa/ITAM, México, 2010.
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MICHAEL D. LAYTON es Director del Proyecto sobre Filantropía y Sociedad Civil del Instituto Tecnológico Autónomo de México.
***ARCHIVO ESTE PAÍS: ORGANIZACIONES DE LA SOCIEDAD CIVIL***
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