¿Qué libros, espacios, fotografías, música y sonidos de la cultura mexicana se llevaría usted a una isla desierta? ¿Para qué escribir su propia lista?
Quizá para dibujar su personalísimo mapa del tesoro o para jugar con otros a enterrar uno nuevo; quizá para salir del laberinto al comprender que no estamos solos, formar conscientes parte de algo más grande y en el coro de las ensoñaciones de Comala, o al cantar de la poesía de José Alfredo Jiménez, iluminar caminos con la luz de nuestros símbolos culturales.
Entre las muchas valías de éstas listas no puede dejarse a un lado el que uno aprende mucho al leerlas. No todos venimos de la misma brecha y descubrir las fotografías de Nacho López pudiera ser, para quienes no las conocen, una sorpresa tan grata como el vislumbre de los viajes de Ajofrín.
Ya sea eligiendo la voz de Chavela Vargas, un pedacito de la hora nacional, los secretos del chamanismo y de la petición de lluvias, las historias de Cantinflas, la dulzura de las calaveritas del día de muertos, o los objetos que usted considere importante incluir; cada uno aporta, como bien decía Aristóteles, algo propio a la verdad.
Además, al nombrar ordenamos y aprendemos de nosotros mismos. En el trabajo de priorizar se aquilata el valor de la renuncia: ¿Cómo abandonar, sin más, las pinturas de Frida Kahlo, los murales de Diego Rivera y de Orozco, los recuerdos del Casino de la Selva o la iconografía del enmascarado de plata?
De allí la importancia de diseñar juntos este mapa, para que nada se pierda, para que las generaciones futuras encuentren estos productos esenciales reunidos y dispuestos para acompañarles toda la vida. Para que cada mexicano pueda emprender el camino de su elección al sonido del danzón o de las voces de Jorge Negrete y Pedro Infante o asistir, junto al esqueleto de la señora Morales, a la apertura de las cajitas de Olinalá del mundo.
Nos encontramos inmersos entre los fundamentales de nuestra cultura, valores compartidos que ofrecen a las generaciones por venir, guía propicia en un mundo incierto.
Nos encontramos inmersos, sí, pero lo que no se nombra no puede observarse. Es menester iluminar el recorrido y la participación de cada uno de nosotros resulta tan fundamental como los objetos incluidos en las más de 700 listas con las que lectores y especialistas han contribuido a este ejercicio cultural.
Éste País y CONACULTA extienden a usted una cordial invitación para que participe diseñando su propio mapa de viaje, su lista personal o sus listas fundamentales de la cultura mexicana en este esfuerzo colectivo que estará vigente hasta el 31 de enero de 2012.
Antonio Santiago Juárez