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La cena
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Un restaurante. Un largo mantel cubre la vasta mesa. Darío y Ana muy cerca uno del otro. Por las ventanas se observa la noche.
darío: …Y no sabían qué hacer, así que me llamaron. Era un trabajo normal, lo he hecho una y mil veces, tú sabes, sabes cómo es, y sin embargo… no pude, sólo no pude.
ana: Deberías olvidarlo.
darío: No, no creas que me arrepiento de haberlo dejado… pero es curioso cómo todavía me da vueltas por la cabeza. (Ella le besa la frente.) Vueltas, muy redondas como tus ojos. (Ella lo vuelve a besar.) Infinitas como tu mirada. (Pausa.)
ana: Como tu paciencia. (Pausa.)
darío: Como debió haber sido mi cartera.
ana: No lo hagas más, por favor, hoy no. (Silencio.) ¿Qué tal la viande?
darío: ¡Oh! ¡Deliciosa! ¿Quieres?
ana: Estoy bien. Sabía que venir era lo mejor. (Se lleva un bocado a la boca. Tose.)
darío: Bueno, no quedaba mucho de dónde elegir. Después de la última consulta…
ana: Me parece un magnífico lugar. (Pausa.) Nunca me voy a arrepentir.
darío: Nunca es una enorme palabra para cuatro letras…
ana: Son cinco.
darío: Y para tan poco tiempo…
ana: Son cinco.
darío: ¡Ya sé que no sé contar! (Transición.) Lo siento, lo siento… ¿Qué tal está?
ana: ¡Delicioso! Es sólo que me lleno rápido, como antes, ¿te acuerdas? Bueno, no así, pero… depende de qué estemos recordando… (Darío prueba del plato de Ana.)
darío: No tienes idea de a qué sabe, ¿verdad?
ana: Es… sólo estoy un poco congestionada, ¿no tienes un pañuelo? (Él busca en su smoking.)
darío: Estas cosas deberían venir con toda una caja incluida.
ana: Pensé que los sacarías.
darío: No… no me pareció que…
ana: ¿No te parecieron importantes los pañuelos?
darío: No es lo que quise decir. Es… tan pronto hicimos cuentas y nos decidimos… apenas dio tiempo de tirar los uniformes y las palas… aventar los zapatos.
ana: Imaginaba que dejarlos colgados era mucho más sencillo.
darío: Sí… siempre pareció más sencillo. (Pausa.) Todo.
ana: Pero lo hicimos.
darío: Fallamos rotundamente.
ana: Los zapatos.
darío: Ah… eso. (Entra el mesero.)
mesero: ¿No se les ofrece nada?
darío: Estamos bien, gracias.
ana: Un pañuelo desechable. (El mesero le da un pañuelo.) No. ¿No tiene desechable?
mesero: No se preocupe, éste es el indicado para usted.
ana: ¿A qué se refiere?
mesero: Va por cuenta de la casa.
ana: Pero…
darío: No digas más, está bien, perfecto por lo que pagamos, para ser lo último que…
mesero: Con permiso. (Sale.)
ana: ¿Qué vamos a hacer?
darío: Seguir comiendo, terminar la botella.
ana: ¡No! ¡Sabes a lo que me refiero!
darío: ¡Fue sólo un pañuelo! Además ya hablamos de eso.
ana: ¡No! ¡Aún puedes irte!
darío: ¡No volveré a utilizar la pala!
ana: ¡No tienes que hacer esto! ¡Vete!
darío: ¡Ya está hecho!
ana: ¡****!
darío: ¡No lo nombres! Vuelve a hacerlo y me iré, pero al mar.
ana: ¡No! ¡Eso no! ¡Por favor! (Abraza a Darío y llora.)
darío: Perdón. Son los nervios, ya sabes. (Pausa.) Jamás volveremos. Ni tú ni yo.
ana: ¿Aunque no nos quede nada?
darío: No. (Pausa.) Nunca. (Ana intenta calmarse.)
ana: Aun así tengo miedo.
darío: Usa el pañuelo, amor. Sí, así, ¿ves? Te ves mejor sin lágrimas. Ya estás mejor. Lista para disfrutar la cena. Anda, parte el pan, no, un poco más. Toma, te hará bien. Veme, así, sonríe. (Pausa.) Salud.
ana: Salud.
darío: Mañana aún estaremos juntos. (Ella asiente, luego se limpia la nariz. Su sangre mancha el pañuelo. Él la observa, inconsolable.)
ana: Es sólo lo normal, de verdad, lo normal. ¡Ahora vuelvo! (Ella se va. Él vacía su copa, una y otra vez. Entra el mesero con una botella de vino.)
mesero: Tome.
darío: Estoy bien.
mesero: Va por cuenta de la casa.
darío: He dicho que estoy bien.
mesero: Le suplico que la acepte.
darío: ¡Bueno, usted es…!
mesero: Se la manda el señor. (Pausa.) El mismo que manda el pañuelo. (Pausa.) Él. (Pausa.)
darío: No haga esto, por favor.
mesero: Él.
darío: ¡Estamos bien! ¡De verdad no necesitamos nada!
mesero: Él sabe.
darío: ¡Dígale que no! ¡Dígaselo!
mesero: Él lo ha decidido.
darío: ¡No! ¡No lo haré de nuevo! ¡Se lo juro! (Pausa.)
mesero: Suba las escaleras. Hable con él.
darío: ¡Gracias! ¡Gracias! (Sale corriendo hacia las escaleras. Entra Ana.)
ana: ¿Dónde está?
mesero: Por fin se ha ido.
ana: ¿A dónde?
mesero: Siéntese. Tome una copa.
ana: ¿Dónde está? ¿Qué le dijo?
mesero: Su esposo lo ha decidido.
ana: ¡Hágalo volver! ¡Hágalo!
mesero: Contrólese.
ana: ¡DARÍO! ¡REGRESA!
mesero: ¡Contrólese o la llevaré al mar!
ana: ¡No! ¡No! ¡Jamás volveré! ¡Nunca! ¡Nunca! (Sale corriendo por la puerta. El mesero recoge platos y copas. Vuelve Darío.)
darío: ¿De verdad es necesario?
El mesero avienta la mesa a un lado. Vemos que debajo se encuentra un bulto en una bolsa de tela del tamaño de un hombre, y una pala. Darío la toma. Súbitamente, alza la herramienta por encima de su cabeza y comienza a golpear el bulto. Éste se mueve desesperadamente por unos segundos y luego se queda quieto. Darío deja la pala y permanece mirando al mesero. Después se arrodilla y agacha la cabeza. El mesero le venda los ojos.
mesero: El señor se encargará de ella.
(Oscuro.)
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* José Emilio García (Ciudad de México, 1985) estudió Letras Inglesas con especialidad en traducción en la unam. Tradujo What’s Wrong with My Hair, de Satoshi Kitamura (fce, 2008).
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