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La cena
Becarios De La Fundación Para Las Letras Mexicanas | Cultura | José Emilio García | 01.03.2011 | 0 Comentarios

Un res­tau­ran­te. Un lar­go man­tel cu­bre la vas­ta me­sa. Da­río y Ana muy cer­ca uno del otro. Por las ven­ta­nas se ob­ser­va la no­che.

darío: …Y no sa­bían qué ha­cer, así que me lla­ma­ron. Era un tra­ba­jo nor­mal, lo he he­cho una y mil ve­ces, tú sa­bes, sa­bes có­mo es, y sin em­bar­go… no pu­de, só­lo no pu­de.
ana: De­be­rías ol­vi­dar­lo.
darío: No, no creas que me arre­pien­to de ha­ber­lo de­ja­do… pe­ro es cu­rio­so có­mo to­da­vía me da vuel­tas por la ca­be­za. (Ella le be­sa la fren­te.) Vuel­tas, muy re­don­das co­mo tus ojos. (Ella lo vuel­ve a be­sar.) In­fi­ni­tas co­mo tu mi­ra­da. (Pau­sa.)
ana: Co­mo tu pa­cien­cia. (Pau­sa.)
darío: Co­mo de­bió ha­ber si­do mi car­te­ra.
ana: No lo ha­gas más, por fa­vor, hoy no. (Si­len­cio.) ¿Qué tal la vian­de?
darío: ¡Oh! ¡De­li­cio­sa! ¿Quie­res?
ana: Es­toy bien. Sa­bía que ve­nir era lo me­jor. (Se lle­va un bo­ca­do a la bo­ca. To­se.)
darío: Bue­no, no que­da­ba mu­cho de dón­de ele­gir. Des­pués de la úl­ti­ma con­sul­ta…
ana: Me pa­re­ce un mag­ní­fi­co lu­gar. (Pau­sa.) Nun­ca me voy a arre­pen­tir.
darío: Nun­ca es una enor­me pa­la­bra pa­ra cua­tro le­tras…
ana: Son cin­co.
darío: Y pa­ra tan po­co tiem­po…
ana: Son cin­co.
darío: ¡Ya sé que no sé con­tar! (Tran­si­ción.) Lo sien­to, lo sien­to… ¿Qué tal es­tá?
ana: ¡De­li­cio­so! Es só­lo que me lle­no rá­pi­do, co­mo an­tes, ¿te acuer­das? Bue­no, no así, pe­ro… de­pen­de de qué es­te­mos re­cor­dan­do… (Da­río prue­ba del pla­to de Ana.)
darío: No tie­nes idea de a qué sa­be, ¿ver­dad?
ana: Es… só­lo es­toy un po­co congestionada, ¿no tie­nes un pa­ñue­lo? (Él bus­ca en su smo­king.)
darío: Es­tas co­sas de­be­rían ve­nir con to­da una ca­ja in­clui­da.
ana: Pen­sé que los sa­ca­rías.
darío: No… no me pa­re­ció que…
ana: ¿No te pa­re­cie­ron im­por­tan­tes los pa­ñue­los?
darío: No es lo que qui­se de­cir. Es… tan pron­to hi­ci­mos cuen­tas y nos de­ci­di­mos… ape­nas dio tiem­po de ti­rar los uni­for­mes y las pa­las… aven­tar los za­pa­tos.
ana: Ima­gi­na­ba que de­jar­los col­ga­dos era mu­cho más sen­ci­llo.
darío: Sí… siem­pre pa­re­ció más sen­ci­llo. (Pau­sa.) To­do.
ana: Pe­ro lo hi­ci­mos.
darío: Fa­lla­mos ro­tun­da­men­te.
ana: Los za­pa­tos.
darío: Ah… eso. (En­tra el me­se­ro.)
mesero: ¿No se les ofre­ce na­da?
darío: Es­ta­mos bien, gra­cias.
ana: Un pa­ñue­lo de­se­cha­ble. (El me­se­ro le da un pa­ñue­lo.) No. ¿No tie­ne de­se­cha­ble?
mesero: No se preo­cu­pe, és­te es el in­di­ca­do pa­ra us­ted.
ana: ¿A qué se re­fie­re?
mesero: Va por cuen­ta de la ca­sa.
ana: Pe­ro…
darío: No di­gas más, es­tá bien, per­fec­to por lo que pa­ga­mos, pa­ra ser lo úl­ti­mo que…
mesero: Con per­mi­so. (Sa­le.)
ana: ¿Qué va­mos a ha­cer?
darío: Se­guir co­mien­do, ter­mi­nar la bo­te­lla.
ana: ¡No! ¡Sa­bes a lo que me re­fie­ro!
darío: ¡Fue só­lo un pa­ñue­lo! Ade­más ya ha­bla­mos de eso.
ana: ¡No! ¡Aún pue­des ir­te!
darío: ¡No vol­ve­ré a uti­li­zar la pa­la!
ana: ¡No tie­nes que ha­cer es­to! ¡Ve­te!
darío: ¡Ya es­tá he­cho!
ana: ¡****!
darío: ¡No lo nom­bres! Vuel­ve a ha­cer­lo y me iré, pe­ro al mar.
ana: ¡No! ¡Eso no! ¡Por fa­vor! (Abra­za a Da­río y llo­ra.)
darío: Per­dón. Son los ner­vios, ya sa­bes. (Pau­sa.) Ja­más vol­ve­re­mos. Ni tú ni yo.
ana: ¿Aun­que no nos que­de na­da?
darío: No. (Pau­sa.) Nun­ca. (Ana in­ten­ta cal­mar­se.)
ana: Aun así ten­go mie­do.
darío: Usa el pa­ñue­lo, amor. Sí, así, ¿ves? Te ves me­jor sin lá­gri­mas. Ya es­tás me­jor. Lis­ta pa­ra dis­fru­tar la ce­na. An­da, par­te el pan, no, un po­co más. To­ma, te ha­rá bien. Ve­me, así, son­ríe. (Pau­sa.) Sa­lud.
ana: Sa­lud.
darío: Ma­ña­na aún es­ta­re­mos jun­tos. (Ella asien­te, lue­go se lim­pia la na­riz. Su san­gre man­cha el pa­ñue­lo. Él la ob­ser­va, in­con­so­la­ble.)
ana: Es só­lo lo nor­mal, de ver­dad, lo nor­mal. ¡Aho­ra vuel­vo! (Ella se va. Él va­cía su co­pa, una y otra vez. En­tra el me­se­ro con una bo­te­lla de vi­no.)
mesero: To­me.
darío: Es­toy bien.
mesero: Va por cuen­ta de la ca­sa.
darío: He di­cho que es­toy bien.
mesero: Le su­pli­co que la acep­te.
darío: ¡Bue­no, us­ted es…!
mesero: Se la man­da el se­ñor. (Pau­sa.) El mis­mo que man­da el pa­ñue­lo. (Pau­sa.) Él. (Pau­sa.)
darío: No ha­ga es­to, por fa­vor.
mesero: Él.
darío: ¡Es­ta­mos bien! ¡De ver­dad no ne­ce­si­ta­mos na­da!
mesero: Él sa­be.
darío: ¡Dí­ga­le que no! ¡Dí­ga­se­lo!
mesero: Él lo ha de­ci­di­do.
darío: ¡No! ¡No lo ha­ré de nue­vo! ¡Se lo ju­ro! (Pau­sa.)
mesero: Su­ba las es­ca­le­ras. Ha­ble con él.
darío: ¡Gra­cias! ¡Gra­cias! (Sa­le co­rrien­do ha­cia las es­ca­le­ras. En­tra Ana.)
ana: ¿Dón­de es­tá?
mesero: Por fin se ha ido.
ana: ¿A dón­de?
mesero: Sién­te­se. To­me una co­pa.
ana: ¿Dón­de es­tá? ¿Qué le di­jo?
mesero: Su es­po­so lo ha de­ci­di­do.
ana: ¡Há­ga­lo vol­ver! ¡Há­ga­lo!
mesero: Con­tró­le­se.
ana: ¡DA­RÍO! ¡RE­GRE­SA!
mesero: ¡Con­tró­le­se o la lle­va­ré al mar!
ana: ¡No! ¡No! ¡Ja­más vol­ve­ré! ¡Nun­ca! ¡Nun­ca! (Sa­le co­rrien­do por la puer­ta. El me­se­ro re­co­ge pla­tos y co­pas. Vuel­ve Da­río.)
darío: ¿De ver­dad es ne­ce­sa­rio?
El me­se­ro avien­ta la me­sa a un la­do. Ve­mos que de­ba­jo se en­cuen­tra un bul­to en una bol­sa de te­la del ta­ma­ño de un hom­bre, y una pa­la. Da­río la to­ma. Sú­bi­ta­men­te, al­za la he­rra­mien­ta por en­ci­ma de su ca­be­za y co­mien­za a gol­pear el bul­to. És­te se mue­ve de­ses­pe­ra­da­men­te por unos se­gun­dos y lue­go se que­da quie­to. Da­río de­ja la pa­la y per­ma­ne­ce mi­ran­do al me­se­ro. Des­pués se arro­di­lla y aga­cha la ca­be­za. El me­se­ro le ven­da los ojos.
mesero: El se­ñor se en­car­ga­rá de ella.
(Os­cu­ro.)

___________

* José Emilio García (Ciudad de México, 1985) estudió Letras Inglesas con especialidad en traducción en la unam. Tradujo What’s Wrong with My Hair, de Satoshi Kitamura (fce, 2008).

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