Destellos verdes
Restos de turrón miel aceite ropa por planchar. Cocina de luz caoba con destellos verdes esta noche. Guapa en su preocupación me habla interrogándose. La escucho y yo también me interrogo algún recuerdo algún futuro. Intentamos cocinar en la pota de las brujas ingredientes de siempre con otros que aparecieron de noche en su jardín. La pota rebosaba plof plof: exhalaba perfumes sobre nuestro pelo hasta quedarnos dormidas. Soñé un parto sorpresa: una niña: la primera. Reía todo el tiempo con ceño fruncido también fruncido al llorar. Esto me preocupaba un poco pero feliz la arropaba en mis rodillas y con una toalla a falta de toquilla escondía mis piernas sin depilar.
Disculpe, señora
Disculpe, señora, si va a tirar el palo, ahí tiene una papelera. Mmm, bueno, sí, no sé, venía pelando el tronco. Yo se lo decía por si, como es un poco grande… Ya, ya, pero ¿qué le hace a usted pensar que yo quiero tirarlo? Ah, no, si yo… Mire, es que me gustaría seguir pelándolo mientras camino. Está bien, pensaba yo que por la calle… ¿Quiere usted decir que no puedo ir por la calle con un palo, que además no es un palo, es un trozo de rama, una ramita? Como poder… Usted no lo haría, ¿verdad? No creo. Ya, pero eso es porque trabaja usted en un jardín. Será por eso, sí, pero mire, perdone, usted haga lo que quiera. Claro que lo voy a hacer, pero sigo sin entender por qué me sugirió usted que lo tirara. Pues ya le he dicho. No, si yo, en realidad, se lo agradezco, ha sido usted muy amable y así hemos hablado un rato. Muchas gracias, señora, para mí ha sido también un placer. Estupendo, seguiré mi camino entonces, por esa calle se va al centro, ¿verdad? Sí, señora, y un poco más abajo, al doblar la esquina, tiene usted otra papelera.
El guitarrista que surgió de la siesta
Cuando el guitarrista llegó, ellas estaban en la siesta, ¿y quién canta con la voz aún nublada de sueño? La perra —más despierta— probó, pero al guitarrista le pareció que resultaba demasiado lírica para su toque flamenco, así que desapareció por la cocina, recogió un limón gigante debajo de la mesa y se sentó a contemplarlo, mientras meditaba si hacerse un zumo o guardarlo para su mujer. En ese momento se acordó de los higos que le había llevado el día anterior, recién descolgados de la higuera, y se le llenó la boca de agua, de tal modo que tuvo que mantenerla cerrada un rato largo porque aunque tragaba, no cesaba. Un poco aturdido acercó su mano derecha a la boca y fue entonces cuando resonó aquel rasgueo que inundó la cocina de armónicos. No sabemos si despertó a las cuerdas que dormitaban aún en la sala contigua; lo que sí sabemos es que la perra, que no paraba de hacer ejercicios vocales para volver a intentarlo, se calló.
Espesura
Espesura gris que no cobija sofoca el respiro entre ramas frías tejado sin líneas escondida luz. La lavadora suelta una carcajada cuando para los ojos de mi perra no soy más que un bulto —¿de color claro?— de donde surgen manos que acarician su cuerpo anciano y serenan demandas. No nos asfixia la niebla porque sólo abro ventanas a la luz. Pero ¿cómo puede penetrarme entonces? Cuánta risa se llevó el verano.
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Colaboradora frecuente de estas páginas, Teresa de Paz es licenciada en sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Fundó la Editorial Arnao en 1980. Ha publicado minificciones en revistas como Metamorfosis y El País Semanal.
TERESA QUERIDA… Alegría, alegría… Eres fantástica. Un abrazo gigante.
Teresa,un gusto pasar por estos «momentos» simpáticos y agradables. Felicidades
Todos tus cuentos me gustaron, a ni uno sólo fui indiferente.
Guitarra, higos, perrita….¿quién sino tú?
Felicidades a Teresa de Paz TERESONA para los cuates.
Teresa: gracias por estos momentos. Son todos preciosos, aunque me quedo con la sra. y la papelera.
¡Felicidades!
Muy bien mi escritora preferida desde la montaña.