Cuando hablamos de la Generación de la Ruptura en el arte mexicano, la necesidad de anotar en plural esos dos sustantivos se torna imprescindible. En efecto, fueron varias las generaciones y varias las rupturas que, en estricto sentido, cuestionaron el canon de la llamada Escuela Mexicana de Pintura, incluso antes de la aparición de las primeras exposiciones de José Luis Cuevas, Vicente Rojo y Fernando García Ponce, entre otros. Ahora bien, en cuanto a las diversas rupturas que pusieron en entredicho la hegemonía de la referida escuela nacionalista, el plural ofrece un abanico, sí, de propuestas visuales, pero también de actitudes sobre el cuestionamiento de tal legado. Con la exposición Retrofutura podemos abarcar sesenta años del arte de Rafael Coronel (Zacatecas, 1931) y corroborar, con total amplitud, la particular ruptura de su visión plástica: la revisitación del arte del Renacimiento y del Barroco europeo con la mirada presente, es decir, con el peso trágico de nuestros días puesto al descubierto por la sensibilidad de un hombre moderno.
En cierto modo, el título de esta retrospectiva —felizmente paradójico, abierto a todos los trampantojos conceptuales— abre puertas al campo de la obsesión cardinal y siempre renovada de Coronel: el rostro humano. La parte más expuesta de nuestra anatomía pero, al mismo tiempo, la más recóndita y enigmática. ¿Qué delata y qué oculta el rostro de los hombres y mujeres pintados y dibujados por el artista? Ataviados por sombreros y tocados, velos y afeites, antifaces y barbas, los rostros de los cuadros de Rafael Coronel contienen el misterio, la expectación, el desasosiego, la revelación…
Demorarse frente a un cuadro del artista zacatecano puede dar lugar a una serie de hallazgos. Por ejemplo, reparar en la dramaturgia que ciertas piezas suyas ponen de manifiesto, esa tensión ritual que reúne a los personajes convocados en el lienzo o la catarsis o epifanía propiciadas entre ellos y que de un momento a otro estallarán en la superficie de la tela. Más allá de los elementos escenográficos y de vestuario que saltan a la vista por su elegancia y colorido, muchas de sus obras son verdaderas puestas en escena. Cancelando el devenir espacio-temporal, la bidimensionalidad de su pintura es suficiente para la representación dramática desde el vigor y el rigor de la composición misma; en ese espacio plástico, la elección y disposición del color expresan sentimientos y emociones, incluso cierta filosofía frente a las preguntas esenciales de la vida. La luz y las sombras en torno de los seres y objetos que construye también están encaminadas a desvelar un filón de la condición del hombre en un momento de encrucijada o de plenitud.
Por todo lo dicho, la exposición-homenaje por los ochenta años de Rafael Coronel en el Palacio de Bellas Artes es una oportunidad ideal para ver algunos de los momentos estelares de su obra. Como pintor en activo, su trabajo dibujístico y plástico sigue dando de qué hablar, de qué mirar, de qué sorprenderse. Los ochentas de Rufino Tamayo dieron lugar a una etapa de piezas excepcionales. Con toda seguridad, este mismo periodo que comienza el pintor zacatecano arrojará cuadros de renovada verdad y belleza, asedios inquietantes a ese rostro humano, continente siempre incógnito e indómito por descubrir. ~
Obra plástica de Rafael Coronel