“Hasta que los leones tengan sus propios historiadores,
las historias de cacerías seguirán glorificando al cazador”
Proverbio africano
Me parece un fenómeno curioso, por decirlo de algún modo, que dentro de las acciones para la reivindicación de las lenguas originarias la traducción del himno nacional mexicano se haya convertido en una de las principales preocupaciones. El 8 de diciembre de 2005 se reformó el artículo 39 de la Ley de los símbolos nacionales de manera que fuera posible la traducción a las otras lenguas que se hablan en el país. Antes no estaba permitido y eso me parece más que elocuente. Desde entonces, a través de del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas se impulsó un programa de traducción del Himno Nacional. Por otra parte, desde muchos años atrás también otras instituciones educativas, organizaciones e iniciativas personales se dieron a la tarea de traducir un himno que exalta, sobre todo, la guerra (existe incluso una versión en plautdietsch, la lengua de los menonitas).
Pero ¿cuál es el objetivo de traducir el Himno Nacional? Una de las principales preocupaciones del México independiente fue la creación de símbolos que pudieran fomentar la idea de la unidad nacional. Después de todo, ¿qué tenían en común un habitante mestizo de San Cristóbal de Las Casas y un indígena kumiai de Baja California? ni la lengua, ni la comida, ni la historia; pero pertenecían a un solo país por causas totalmente ajenas a su voluntad y había que hacerlos sentir parte de él. Tantos pueblos distintos con historias y lenguas particulares, con identidades bien diferenciadas, tuvieron que agruparse bajo un mismo Estado-nación. Un Estado que a la hora de concretar su división política en entidades estatales independientes y soberanos no tomó en cuenta las diferencias territoriales y culturales de los pueblos que la conformaban. Como consecuencia, la integración de los pueblos indígenas a la nueva patria dejó mucho que desear; a través de testimonios sobre las guerras de independencia, las de intervención extranjera y la revolución mexicana, podemos constatar que se acusaba a los indígenas de ser malos patriotas, de no interiorizar apropiadamente el discurso nacionalista, de ser malos mexicanos, de no amar a México, de no ser aquellos soldados que el cielo dio a la patria en cada hijo. Salvo ciertas excepciones, la leva fue el principal mecanismo para incorporar a los indígenas a las batallas para salvar la patria y no un repentino sentimiento de amor por México que como estado quiso, sobre todo, nulificar sus realidades culturales.
¿Cuál es entonces el objetivo de traducir el Himno Nacional mexicano a las lenguas originarias y minoritarias de México? ¿Con cada traducción los pueblos indígenas acrecentaremos nuestro sentido de pertenencia a este Estado-nación? ¿Seremos mejores patriotas? ¿Estas lenguas serán mejor valoradas? Lo dudo mucho. La letra del Himno Nacional además de estar muy ligada a su contexto histórico no refleja la diversidad cultural del país además de que, para la mayoría de los mexicanos hablantes nativos del español, la letra apenas es comprensible (“Masiosare”, un extraño enemigo en lugar de “Mas si osare un extraño enemigo”). Yo creo que no tiene sentido gastar tantos recursos para realizar estas traducciones. En todo caso, si el objetivo es lograr una mayor inclusión y valoración de la diversidad de lenguas habría que componer un nuevo himno o seguir el ejemplo de Sudáfrica: en la inauguración de la Copa Mundial de Futbol de 2010 el himno nacional de este país se entonó en afrikaans, xhosa, sotho, zulú e inglés, a cada parte le correspondía una lengua y todos los sudafricanos la aprendieron así.
¿Se imaginan el impacto que tendría que todos los mexicanos (independientemente de su primera lengua) cantáramos un himno con estrofas en plautdietsch, en español, en maya y en náhuatl? A eso podríamos llamarle, verdaderamente, Himno “Nacional”.
Pero no sé , a mí los nacionalismos me parecen hasta peligrosos.
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