Restaurante Bar Familiar
En la mesa,
un señor viejo,
con bata y cabellos blancos,
presume de su oficio,
de su trabajo en el hospital.
Sentada junto a él,
una muchacha,
que podría ser su hija,
le acaricia la mano.
Tienen tiempo esperando;
desde que llegaron se han quejado del servicio,
de que el mesero no los atiende.
Yo me escondo detrás de la barra.
Finjo que no los veo.
El gerente me fuerza
a atender la mesa:
mi padre y su amante
esperan el desayuno.
Buzón de quejas
Trabajé bajo la mirada inquisidora
del Coronel Sanders,
limpié los baños más sucios,
rescaté del suelo pedazos de pollo
que se reutilizaron,
me encerraron
en un enorme refrigerador,
me coloqué
durante todos los días
una etiqueta en la playera del uniforme
que se incrustaba en mi piel;
estoy aprendiendo, decía.
¿Cómo logro quitarme el uniforme?
Barra
Sé su nombre,
estudiamos en el mismo colegio;
él ocultaba sus granos con maquillaje,
cuando sudaba, se le escurría por el rostro.
No me reconoce,
me mira como a un extraño.
Escucho su conversación,
habla de sus dos carreras universitarias,
de su ascenso en la oficina,
de su auto nuevo.
La mujer que lo acompaña
me pide más cerveza,
mientras él sigue hablando.
Pasa el tiempo,
se queda solo,
le acerco su cuenta.
No tiene para pagar, me dice,
suda, vuelvo a ver sus granos
y poco a poco
comienza a reconocerme.
Mesa redonda
Cuando mis padres decidieron divorciarse,
me invitaron a comer.
Observé los detalles que había en el restaurante,
su escenografía medieval:
candelabros enormes, óleos en los muros,
columnas, ventanales,
ahí se planeaban las batallas,
se firmaban los tratados.
No sé bien de qué se habló
sólo recuerdo la palabra “custodia”.
A veces la comida
no arregla más que el hambre. ~
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LUIS FERNANDO LUGO TORRES (Ciudad de México, 1985) ha participado en diversos talleres de poesía impartidos por Antonio Deltoro, David Huerta y Aurelio Asiain. Ha sido becario del programa Jóvenes Creadores del fonca (2010-2011). Actualmente es becario de la Fundación para las Letras Mexicanas.