El tránsito del planeta Venus por el disco solar es un evento astronómico de inusual importancia. La última vez ocurrió en 1874 y 1882; luego en 2006 y próximamente el 6 de junio de 2012. A pesar de su muy esporádica ocurrencia fue esencial para determinar la distancia entre nuestro planeta y el sol—la medida humana del universo, la Unidad Astronómica—por medio de la medición de un tercer objeto estelar como referencia, Venus.
La importancia histórica de las observaciones de este evento astronómico para nuestro país es trascendental, ya que rememora la gesta increíble de un puñado de compatriotas que en 1874 remontaron toda clase de obstáculos para dar feliz término y no poca gloria a la primera misión científica internacional del México independiente.
Lo anterior, sin embargo, sucedió durante un momento calamitoso para México, que boqueaba con dificultad en el turbulento río de la vida independiente.
México era un país incomunicado, con centros urbanos aislados uno del otro y cuyos pocos caminos eran presa de saqueadores y desertores del ejército. Apenas ocho años, la intervención de la casa austríaca de los Habsburgo había terminado con el fusilamiento de Maximiliano. Aunque “el respeto al derecho ajeno es la paz” de Juárez era la consigna para la república restaurada de Lerdo de Tejada, las pugnas intestinas entre conservadores y liberales sometían a los mexicanos a la servidumbre de múltiples líderes, cuyos intereses mezquinos les impedían ver por el desarrollo del país y su sociedad. A lo anterior se añadían levantamientos, rebeldías y cuentas públicas desastrosas.
Pero el decurso de la historia corrige su rumbo gracias al esfuerzo de unas pocas figuras. El caso de Gabino Barreda y Francisco Días Covarrubias, director del primer observatorio de la Ciudad de México, quienes tras lograr aprobarse en el Congreso la Ley de Instrucción—liberal y humanista en esencia—tendieron los cimientos del “Estado docente”. Resultado de lo anterior, además de la Escuela Nacional Preparatoria, fue el estudio obligatorio de matemáticas, ciencias naturales, cosmografía, física y geografía entre otras disciplinas además de lenguas vivas como el francés, inglés y alemán.
Mientras la inestabilidad política ralentizaba la producción científica nacional, el progreso y la técnica crecían vertiginosamente en el viejo continente. Para los intelectuales de la época, las reformas educativas—imbuidas del espíritu positivista—eran la única herramienta para el mantenimiento del orden social y el progreso de la sociedad.
En lo que respecta a la misión científica mexicana, desde 1871 había surgido la iniciativa en el Congreso de enviar un grupo de expertos a observar el evento astronómico a uno de los sitios ponderados como ideales por su ubicación y clima para registrar el fenómeno: Yokohama. Pero no fue hasta 1874, de hecho pocos meses antes de ocurrir el fenómeno, que la iniciativa fue rescatada por el presidente Lerdo de Tejada, quien convocó al astrónomo mas prestigiado de la época: Francisco Díaz Covarrubias. El científico se apresuró a reunir a un selecto grupo de mexicanos, entre ellos, Francisco Jiménez, ingeniero pionero en determinar longitudes geográficas a través de señales telegráficas; Manuel Fernández Leal, eminencia de la geometría, la trigonometría y la geodesia; Agustín Barroso, matemático y fotógrafo y a petición expresa del presidente, Francisco Bulnes, quien se integró a la expedición en calidad de cronista.
Para describir una sola idea de las múltiples peripecias que el grupo de científicos debió acometer baste mencionar que para iniciar el viaje hacia Japón debieron trasladarse de Ciudad de México hacia Veracruz por tren (la línea férrea había sido inaugurada apenas un año antes), embarcar entonces rumbo a Nueva York vía La Habana y luego atravesar el territorio estadounidense de costa a costa para finalmente abordar un buque en San Francisco que los llevaría a Japón. Tal era el estado de los caminos entre México y Acapulco en dicha época…
Frente a múltiples dificultades, las inquietudes del líder de la expedición y su encomiable probidad se asientan en una crónica de viaje. Escribe Covarrubias: ¿debía yo volverme atrás para decirles que se había gastado inútilmente el dinero de la nación? 1
Pero el objetivo del viaje se cumplimentó el 9 de diciembre de 1874 cuando las observaciones y mediciones se realizaron puntualmente. Meses después, la delegación mexicana es la primera que entrega los resultados de sus observaciones a la Convención de Geografía, en París, y los miembros de las comisiones rusa, angloamericana y francesa escuchan los pormenores de las mediciones mexicanas en voz de Covarrubias.
Mención aparte merece la crónica del joven Bulnes, quien con apenas 28 años de edad, publica en 1875 su crónica “Sobre el hemisferio norte, once mil leguas”. Además de ser una fuente pródiga en detalles sobre la expedición misma, y en contraste con la seriedad y mesura de Covarrubias la crónica de Bulnes es un catálogo de asombros y reflexiones -“la barbarie principia donde el hombre acaba como manjar y la civilización comienza con las trufas2– a lo largo de un prolongado itinerario: China, Vietnam, India, Adén, Puerto Saíd, Nápoles, Roma y París.
En suma, la misión astronómica mexicana de 1874 no carece de méritos, especialmente por ser testimonio de una época en la que a pesar de tribulaciones que no pocas veces cimbraron la viabilidad misma del país, la dedicación y el arrojo de intelectuales y la firmeza de un proyecto educativo nacional de altos vuelos rindió frutos palpables, hoy capítulo ejemplar de la historia de México.
El próximo 6 de junio será la última oportunidad de contemplar el tránsito de Venus en este siglo, ya que el evento no se repetirá hasta el año 2117. A pesar del tiempo transcurrido, la conmemoración de este evento cobra especial importancia desde la óptica de nuestros días, y por ello la necesidad que Covarrubias escribiera por “presentar a nuestro país ante la ciencia con la actitud que le corresponde como pueblo culto” no solo es todavía actual sino apremiante.
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1 Viaje de la comisión astronómica, México, Imprenta políglota de C. Ramiro y Ponce de León, México, 1876.
2 Sobre el hemisferio norte, once mil leguas: impresiones de viaje a Cuba, Los Estados Unidos, El Japón, China, Conchinchina, Egipto y Europa, Imprenta de la Revista Universal, México, 1875.
RODRIGO AZAOLA es egresado de la UNAM -FFyL- y del Colegio de Mexico, ahora es miembro del Servicio Exterior como Consul en Nueva Zelandia.