Con este material, el tributo que rendimos a Carlos Fuentes se desdobla hacia las páginas habituales de la revista. Aparece aquí una faceta más del escritor: la de la denuncia infatigable, la de la indignación ante la desigualdad y la injusticia. Nuestra autora retoma la noción del México olvidado de Fuentes para referirse a las inercias y los intereses creados que impiden el desarrollo de los desfavorecidos.
Un escrito que puede considerarse “menor” en la vasta obra de un autor como Carlos Fuentes —Por un progreso incluyente (1997)— abre vías para transformar positivamente el “progreso” que hemos construido los mexicanos. Si se vincula su planteamiento con la visión del mundo que ofrece Karl Popper en otro opúsculo, Un mundo de propensiones (1992), es posible formular nuevas preguntas cuyas respuestas sugieren las acciones de política social con las que México puede iniciar la búsqueda de las transformaciones que merecemos como sociedad —aunque, sin duda, puede anticiparse que transcurrirá mucho tiempo antes de que tales acciones se promuevan si dependen de “políticos”, a quienes el mismo Fuentes se refirió en su último artículo (publicado en Reforma el 15 de mayo de 2012): “Me preocupa e impacienta que estos grandes temas de la actualidad estén fuera del debate de los candidatos a la presidencia de México, dedicados a encontrarse defectos unos a otros y dejar de lado la agenda del porvenir”.
Fuentes postula que en el siglo XX logramos consolidar un México social y económicamente de avanzada, “integrado al comercio y a la tecnología mundiales”, y a la vez un México olvidado, “un segundo México, el de la pobreza, la enfermedad y la ignorancia”. Si bien su trabajo está centrado en la educación y en el papel de esta para incorporar a México en la “revolución global de la producción” basada en el conocimiento, los señalamientos sobre la injusticia del modelo de progreso que hemos seguido pueden utilizarse para corregir el rumbo.
Popper, por su parte —anticipando en 1988 la idea de historias posibles a la que se refiere Stephen Hawking, la cual seguramente ya estaba presente por esos años en la atmósfera científica inglesa—, señala: “Me tomó décadas llegar a una solución satisfactoria a la vez que muy simple, la teoría de la probabilidad como propensión, y apenas hace un año llegué a percatarme de su significación cosmológica: vivimos en un mundo de propensiones” (Popper, 1992).
¿Cómo se vincula el México olvidado de Fuentes con la perspectiva teórica de las propensiones? Es inobjetable que en muchas comunidades, mientras no cambien las condiciones de aislamiento, marginación y pobreza, no se modificarán las propensiones de su población: se perpetuará la elevada mortalidad materna e infantil, la baja escolaridad, la falta de participación en actividades productivas y la precariedad de las condiciones de vivienda, por citar solo los indicadores en los que presentan las mayores desventajas. Mientras Popper afirma que “las propensiones son inherentes a una situación y si esta no cambia, las propensiones tampoco lo harán”, Fuentes se pregunta: “¿Estamos dispuestos a relegar al olvido los problemas de alimentación, educación y trabajo de las grandes mayorías y clausurar para siempre el segundo México?”.
Las propuestas para actuar en lo social son diversas, y provienen de diagnósticos también variados. Para ilustrar lo anterior, cito una posición que incluye varias de las observaciones hechas con mayor frecuencia:
Permitimos la formación de un federalismo social salvaje, con un “centro” incapaz de conducir, articular y dar sentido y propósito al desarrollo nacional, y alentamos la competencia y proliferación de ofertas de servicios sociales, diferenciadas entre estados y municipios, que a la larga han generado dispares niveles, en cobertura y calidad; dispersando las acciones, desperdiciando los recursos y minimizando los impactos […]. Reconstruir a México como una verdadera República Social exige a nuestra generación actuar al nivel de las dimensiones que nos imponen los retos del presente. Por ello será necesario, partiendo de lo que tenemos, realinear y reformar instituciones y programas, asumiendo que deberemos eliminar algunos y sustituirlos por nuevas propuestas (Fuentes Alcalá, 2011).
En el campo de la política social práctica, la Unidad de Microrregiones de la Sedesol ha efectuado desde el año 2000 un espléndido trabajo para mejorar las políticas, primero delimitando microrregiones para la coordinación y operación de los diversos programas sociales, y después, en el presente sexenio, identificando Zonas de Atención Prioritaria (zap) mediante sistemas de información geográfica y a partir de datos censales actualizados. Asimismo, ha elaborado un índice de accesibilidad que permite ubicar en el territorio las localidades de cada zona e identificar aquellas situadas en condiciones fisiográficas difíciles, sin vías de comunicación transitables durante todo el año, ni medios de transporte que permitan a sus pobladores acudir a otras localidades en mejores condiciones para tener acceso a la infraestructura social y los servicios básicos de que carecen.
Ni los diagnósticos efectuados, ni los avanzados recursos técnicos aplicados para orientar los programas sociales a las zonas con mayores deficiencias, han sido efectivos para cambiar la situación de aquellas localidades. La pregunta que cabe hacerse es: ¿por qué? Una respuesta quizá le conceda razón a uno de los proverbios de Bertrand Russell: “Los científicos se esfuerzan por hacer posible lo imposible. Los políticos, por hacer lo posible imposible”.
Es claro que los programas de gobierno se diseñan y operan en secretarías de Estado que son enclaves disciplinarios donde predominan, según sea el caso, agrónomos, ingenieros, médicos, economistas, sociólogos, antropólogos, geógrafos, biólogos, etcétera. Este predominio profesional da primacía a una misma mirada para efectuar los diagnósticos y plantear los problemas, a la vez que conduce a propuestas de solución limitadas. Russell Ackoff afirmó que “cuando un problema está bien planteado, ya está en gran medida resuelto”. Empero, cuando en las oficinas burocráticas se llama a expertos, si es que se los llama, se hace con el problema “ya planteado”, esperando que con sus conocimientos propongan la solución.
Asimismo, hay coincidencia en que la planeación está ausente de las políticas públicas mexicanas desde hace más de un cuarto de siglo. El territorio y sus pobladores no se consideran al diseñar programas de gobierno que, en general, responden a improvisadas promesas de campaña y resultan inoperantes o deficientes pues desconocen la realidad en que se pretenden implementar.
Si se tienen marcos conceptuales suficientes, técnicas y estrategias de análisis adecuadas, y expertos con conocimientos y experiencia, lo que falta es una perspectiva metodológica que articule estos recursos. El rompecabezas se completa con el enfoque de los sistemas complejos y la investigación interdisciplinaria, desarrollado por Rolando García a partir de la epistemología constructiva que impulsó Jean Piaget en la Escuela de Ginebra. La especialización en una disciplina, afirma García, es fundamental para el trabajo interdisciplinario, pero este exige combinar conocimientos científicos en una metodología adecuada para plantear los problemas y, posteriormente, evaluar las vías para solucionarlos.
Integrar las piezas enumeradas exige compromiso y trabajo con una perspectiva de largo plazo; esto es precisamente lo que no ofrecen las condiciones vigentes en las “parcelas” del Poder Ejecutivo responsables de la “investigación social”.
La obra citada de Carlos Fuentes menciona incidentalmente el poder. Acerca de la población indígena dice:
En ciertas comunidades indígenas hay formas de autogobierno dignas del mayor respeto. Hay una cultura profunda y no por diferente anacrónica. También hay injusticia, explotación y sujeción a poderes económicos rapaces, protegidos por autoridades corruptas. Esto es lo que debe desaparecer: la explotación y la injusticia contra los indios. En esto debe demostrar la justicia que su alcance es nacional.
Durante 2011, fueron varias las regiones indígenas donde hubo conflictos graves. Tómese como ejemplo el municipio de Cherán en Michoacán, donde los comuneros desconocieron a los gobiernos federal, estatal y municipal, acusándolos de no garantizar la seguridad de sus bosques. Como era de esperarse, recientemente, en abril de 2012, ocho indígenas de este municipio murieron en un enfrentamiento a balazos con talamontes.
El verdadero contrapeso de los poderes rapaces es la ley, y en este ámbito el panorama es desolador. La reforma constitucional de 2001 en materia indígena no formalizó adecuadamente los Acuerdos de San Andrés Larráinzar ni sirvió a los fines que le dieron origen porque adolece de defectos legislativos que dan lugar a una mala aplicación de las técnicas de interpretación constitucional, como señaló el ministro José Ramón Cossío en su artículo de octubre de 2001 en Este País.
Es posible concluir que el México olvidado ha sido deliberadamente olvidado. Más aún, para servir a los intereses de quienes se benefician de este estado de cosas, el olvido debe renovarse permanentemente. Las situaciones cristalizadas en los entornos que conforman ese otro México actúan como si fueran campos de fuerza que generan las propensiones antes mencionadas. De acuerdo con Popper, mientras esas situaciones no cambien no podremos alcanzar al progreso incluyente postulado por Fuentes. No estamos ante una fatalidad: en los términos de Hawking, la historia que vive el otro México es solo una de las historias posibles, la que se ha realizado porque las probabilidades de historias próximas se refuerzan entre sí. Si aspiramos a un progreso incluyente debemos actuar sobre las situaciones que lo bloquean y hacer realidad otras historias.
Como colofón, tomaré una cita más de Carlos Fuentes, esta vez de “Una carta a Milán Kundera” (5 de abril de 1999), publicada como homenaje el pasado 17 de mayo en el diario Reforma: “Tus personajes son héroes y heroínas de una resistencia frente a dos sepulcros: el del olvido y el de la imprevisión”. Esos dos sepulcros no han encontrado resistencia en México. La convocatoria que se nos hace es precisamente a instaurar la previsión y renunciar al olvido.
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Cossío D., José Ramón, “La reforma constitucional en materia indígena” en Este País, no. 127, octubre de 2001, México, pp. 27-34.
Fuentes, Carlos, Por un progreso incluyente, Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América Latina, México, 1997.
Fuentes Alcalá, Mario Luis, “Por una República Social” en Confluencia XXI, no. 16, enero-marzo de 2012, México, pp. 9-14.
García, Rolando, Sistemas complejos. Conceptos, método y fundamentación epistemológica de la investigación interdisciplinaria, Gedisa, España, 2006.
Hawking, Stephen, Agujeros negros y pequeños universos, Planeta, México, 1994.
Popper, Karl R., Un mundo de propensiones, Tecnos, España, 1992.
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ROSA MARÍA RUBALCAVA es doctora en Ciencias Sociales por el CIESAS. Fue directora general de Estudios de Población en el Consejo Nacional de Población y profesora investigadora de tiempo completo en El Colegio de México. Entre sus obras están Autoexploración forzada y equidad por empobrecimiento, en coautoría con Fernando Cortés (El Colegio de México,1991) y Ciudades divididas. Desigualdad y segregación social en México, en coautoría con Martha Schteingart (El Colegio de México, 2012).