Cientos de millones de personas padecen hambre y malnutrición. La crisis alimentaria de 2006 alertó sobre la gravedad de este flagelo; sin embargo, las acciones de los Estados y organismos internacionales han sido insuficientes. En este contexto, la respuesta de las universidades al problema adquiere gran importancia.
La ciencia y la educación determinarán
el bienestar de los individuos y las naciones
en el futuro
UNESCO
Las universidades tienen como obligación fundamental transformar las sociedades y buscar la justicia social; deben responder no solo a un contexto histórico, sino a las necesidades específicas de una sociedad, de una nación o de una región. Su misión consiste en formar científicos que investiguen para beneficio de la población; es decir, en contribuir al bienestar de la sociedad. En ese sentido, la educación superior, como producto de fuerzas vitales que impulsan el desarrollo, emerge con la marca del cambio, lo que obliga a las universidades a asumir una misión congruente con los grandes problemas y las innovaciones actuales.
Como refiere la UNESCO, la educación superior —en el desempeño de sus funciones primordiales de investigar, enseñar y dar servicio público— contribuye a la erradicación de la pobreza, al desarrollo sustentable y al progreso y, por otra parte, es componente esencial del desarrollo cultural y socioeconómico, así como de la viabilidad ecológica de los individuos, las comunidades y las naciones.
En relación con lo anterior, es necesario hacer referencia a las oportunidades y los desafíos que la globalización representa para la educación superior, en cuanto a calidad, acceso, diversidad y financiamiento, pues esas tendencias actuales, junto con la demanda de desarrollo tecnológico en la formación de profesionales, derivan en mayores vínculos entre las instituciones de educación superior y el sector productivo. Otros elementos de la globalización son la economía del conocimiento, cuya importancia va en aumento; la comercialización de los servicios educativos, y las innovaciones de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).
Desde esta perspectiva, la educación superior no puede ser ajena a uno de los problemas más importantes para las sociedades actuales: cómo erradicar el hambre y lograr una adecuada nutrición.
Precios de los alimentos
La alarma fue lanzada hace varios años: los precios de los alimentos aumentaron en más de 50% y las existencias mundiales de alimentos se redujeron a mínimos históricos. La falta de apoyo al campo y su depauperación, así como la aparición de alimentos/productos transgénicos provocaron el incremento de la amenaza del hambre y la malnutrición y pusieron en peligro a millones de personas, las más vulnerables.
El informe conjunto sobre el hambre elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) indica que la volatilidad y los precios elevados de los alimentos, así como la escasez e importación de muchos de estos, no solo continuarán, sino que es posible que se incrementen y causen que los agricultores, consumidores y países pobres sean más vulnerables a la inseguridad alimentaria y la pobreza. El informe menciona que los países pequeños dependientes de las importaciones —en particular en África— son los más amenazados; muchos de ellos sufren aún graves problemas como consecuencia de la crisis económica y alimentaria mundial de 2006-2008. En el caso de México, el estudio advierte que debe cambiar de manera radical su política alimentaria pues, de lo contrario, en 2030 estará importando 80% de productos para el abastecimiento interno.
Según cifras del Banco Mundial, los precios mundiales de los alimentos en el año 2011 fueron 36% más altos respecto al año anterior. Esto fue impulsado, en parte, por el alza de los costos de los combustibles. Tal inestabilidad continúa, y tendrá como consecuencia mayores índices de pobreza. De acuerdo con la alerta del Banco Mundial sobre los precios internacionales de los alimentos, un incremento adicional de 10% provocaría que otros diez millones de personas cayeran por debajo de la línea de pobreza extrema —ubicada en 1.25 dólares al día—, y un alza de 30% en esos precios podría generar 34 millones más de pobres. Esto se suma a los más de 50 millones de personas que están en pobreza como consecuencia del alza en los precios y la escasez, en algunos lugares, de alimentos nutritivos. El Banco Mundial estima que la cantidad de personas que viven por debajo de la línea de pobreza llega a mil 200 millones. Señala, además, que los precios han aumentado abruptamente debido a los graves fenómenos meteorológicos ocurridos en países que son grandes exportadores de cereales, las restricciones a la exportación, el uso creciente de cultivos para la producción de biocombustibles y la escasez de reservas en el ámbito mundial. Esta alza también se vincula con el marcado aumento de los precios de los combustibles.
Malnutrición y pobreza
La fao estimó que el número de personas con nutrición insuficiente en 2010 era de 925 millones, y en 2006-2008, de 850 millones. El alza en los precios de los granos básicos, según este organismo, obedece a un rezago de la oferta internacional de varios de los principales productos respecto de una demanda fuertemente expansiva. De hecho, el aumento en el precio de los alimentos es una de las causas o determinantes de la pobreza, junto con la falta de empleo y los salarios bajos, la calidad y cobertura insuficientes de los servicios de salud y educación y de la seguridad social, la baja productividad y competitividad, la insuficiente inversión pública y privada, y una significativa desigualdad de oportunidades.
El año pasado, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) dio a conocer las cifras de la medición oficial de la pobreza: entre 2008 y 2010, en un contexto de crisis económica, la población en situación de pobreza pasó de 44.5 a 46.2%; es decir, se incremento de 48.8 a 52 millones de personas; en el mismo periodo, la población en pobreza extrema pasó de 10.6 a 10.4%, es decir se mantuvo en 11.7 millones de personas.
Objetivos de Desarrollo del Milenio
Desde su aprobación en 1996, la Declaración de Roma sobre la Seguridad Alimentaria Mundial advirtió que los problemas del hambre y la inseguridad alimentaria tendrían dimensiones mundiales, y que persistirían e incluso se agravarían dramáticamente en algunas regiones —como en África, donde ya sucedió— si no se adopta con urgencia una acción decidida y concertada frente al incremento de la población mundial previsto y la tensión a la que son sometidos los recursos naturales.
Al respecto, la onu ha señalado que, para dar de comer a sus poblaciones hambrientas, algunos países se han visto o se verán en la necesidad de importar alimentos —incluso los procesados—, aun cuando se produzcan en forma natural. Esto se traducirá en protestas por el elevado costo de vida, lo que refleja claramente la fragilidad de ciertas democracias frente a la presión de la inseguridad alimentaria. Así, persiste la necesidad de una respuesta urgente y eficaz, sobre todo porque, de los Objetivos de Desarrollo del Milenio que los líderes mundiales acordaron en la onu, durante la cumbre de 2000, el primero es reducir a la mitad, para el año 2015, la proporción de personas que padecen hambre. El avance, se sabe, ha sido insuficiente: en el periodo 2006-2008 —el último evaluado por la onu—, 850 millones de personas seguían con nutrición insuficiente, cantidad mayor a los 817 millones del periodo 1990-1992.
Los expertos de la onu han afirmado que, incluso si se alcanzaran en 2015 los objetivos mencionados, en los países en desarrollo habría aún aproximadamente 600 millones de seres humanos malnutridos, lo que calificaron de inaceptable.
Por esta razón, en el compendio de la Declaración Mundial sobre la Educación Superior, emanada de la Primera Conferencia Mundial sobre la Educación Superior (realizada del 5 al l9 de octubre de 1998 en París), la unesco señala la importancia que debe otorgarse a las funciones sociales de la educación superior, entre ellas las encaminadas a eliminar el hambre y desarrollar programas de buena nutrición (en muchas ocasiones, quienes pueden alimentarse lo hacen indebidamente; por ejemplo, hoy son comunes la bulimia, la anorexia y la diabetes, esta última incluso en la infancia). Por ello, una vertiente fundamental de la cooperación internacional consiste en la enseñanza y la investigación orientadas a la agricultura, la cual ha dado lugar a la creación de universidades y centros de investigación agrícolas para facilitar la cooperación internacional en esta materia.
Seguridad alimentaria
El concepto de política de seguridad alimentaria y nutricional se refiere al reconocimiento del derecho de los individuos a no padecer hambre, considerando la “disponibilidad suficiente y estable de alimentos adecuados para una buena nutrición, el acceso y el consumo oportuno y permanente de los mismos en cantidad, calidad e inocuidad por parte de todas las personas, bajo condiciones que permitan su adecuada utilización biológica, para llevar una vida saludable y activa”.
Las políticas sobre seguridad alimentaria y nutricional han sido una preocupación constante a nivel mundial pues son un componente esencial del desarrollo humano y la seguridad nacional. La razón primordial de esto es que, además de erigirse en una guía para la acción y una herramienta de transformación de la dinámica social, la política de seguridad alimentaria es el pilar de los programas, planes y políticas en los que se basa el trabajo a favor del desarrollo. Esa dinámica en torno de la seguridad alimentaria y nutricional tanto nacional como internacional debe ser una prioridad de intervención social para los pueblos, planeada y particularmente participativa, propositiva y prospectiva, que fomente y haga tangible la acción política.
En 1974, los gobiernos participantes en la Conferencia Mundial de la Alimentación proclamaron que todos los hombres, mujeres y niños tienen el derecho inalienable a no padecer hambre y malnutrición para así poder desarrollarse plenamente y conservar sus facultades físicas y mentales. La aprobación de la Declaración de Roma antes mencionada y el Plan de Acción de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación contribuyeron en gran medida a sensibilizar a la opinión pública y dieron origen a un marco para introducir cambios importantes y necesarios en las políticas alimentarias.
El artículo 4º de la Constitución mexicana establece que toda persona tiene derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad, garantizada por el Estado. Además, el artículo 27 subraya que los niños y las niñas tienen derecho a la salud, la educación, el sano esparcimiento y, sobre todo, la satisfacción de sus necesidades de alimentación, mediante el desarrollo rural integral y sustentable.
Apegado a ello, el Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012 asumía el desarrollo humano sustentable como su principio rector —su premisa básica— y entre sus diez objetivos nacionales señalaba los dos siguientes:
Reducir la pobreza extrema y asegurar la igualdad de oportunidades y la ampliación de capacidades para que todos los mexicanos mejoren significativamente su calidad de vida y tengan garantizados alimentación, salud, educación, vivienda digna y un medio ambiente adecuado para su desarrollo tal y como lo establece la Constitución;
Asegurar la sustentabilidad ambiental mediante la participación responsable de los mexicanos en el cuidado, la protección, la preservación y el aprovechamiento racional de la riqueza natural del país, logrando así afianzar el desarrollo económico y social sin comprometer el patrimonio natural y la calidad de vida de las generaciones futuras.
La seguridad alimentaria, como disciplina científica, nació en los años setenta a raíz de la crisis mundial del petróleo, que produjo a su vez una crisis de cereales y productos alimenticios. Desde entonces, ha habido diferentes paradigmas científicos que han guiado las acciones en este terreno. Estos paradigmas explicativos del origen y las causas del hambre y de las recurrentes hambrunas, así como de la mala nutrición, han evolucionado de una explicación causal que atribuía el problema a factores naturales —tales como el elevado crecimiento demográfico y las catástrofes naturales— a otras muy economicistas, como las fallas de mercado o la asignación de recursos.
De esta manera, la seguridad alimentaria y nutricional tiene una indiscutible importancia para trazar las rutas del desarrollo de cualquier sociedad. Se puede afirmar que las políticas de seguridad alimentaria y nutricional son las cartas de navegación para la formulación de planes nacionales, estatales y municipales, con correspondencias entre los diferentes programas sectoriales como los dedicados al campo, el transporte y los medios de comunicación (para el fomento de una alimentación equilibrada y la ruptura de estereotipos de belleza no acordes con una alimentación suficiente y nutritiva). Estos factores serían necesarios para garantizar el derecho a la alimentación como un derecho fundamental de la población. Enfrentar la crisis alimentaria y nutricional debe suponer una visión estratégica coordinada de futuro.
La agricultura y la reglamentación alimentaria ya no son responsabilidad de cada Estado: se requieren reglamentos, principios y reguladores comunes, ampliados a escala mundial. Además, son temas multidimensionales, lo cual implica una protección equilibrada de varios intereses y valores. Estos dos aspectos implican diversos problemas de naturaleza legal y cultural y de política pública. Desde esta perspectiva se define el derecho y la reglamentación de la seguridad alimentaria en el espacio legal internacional, ajustando la jurisprudencia nacional a los acuerdos de Naciones Unidas y contrastándolos con las leyes de la Organización Mundial del Comercio (omc).
Universidad y sistemas alimentarios
Es obligación de las universidades dar a conocer a sus estudiantes, aun cuando no sean parte de las áreas de salud y biología, los principales aspectos de la reglamentación de la seguridad alimentaria, así como estrategias y métodos de análisis mediante la comparación vertical de diferentes sistemas reguladores de seguridad alimentaria. Lo anterior, con el fin de que se comprenda el papel de la política agroalimentaria internacional y, especialmente, si México cumple con la política de seguridad alimentaria que establecen los acuerdos internacionales que ha firmado.
En términos prácticos, las universidades deben aportar a los estudiantes instrumentos y conocimientos que los lleven a analizar y comprender los sistemas alimentarios y su papel en la sociedad; la manera en que se regula la producción, el transporte y la venta de alimentos, el apoyo que se da a la producción y al cuidado de los plantíos a nivel nacional, y los procesos de exportación e importación.
Las instituciones de educación superior también deben acercar a sus estudiantes a profesionales y expertos en el sector alimentario y dotarlos de un marco para el intercambio de conocimientos, experiencias, programas y puntos de vista con otras universidades, investigadores, profesionales y funcionarios.
Hay que señalar que existe una idea central que, sin duda, compartimos todos: la voluntad y la acción políticas tienen un papel clave para acabar con el hambre y la mala nutrición, y para conseguir la seguridad alimentaria mundial. Solo con voluntad política de los Estados —es decir, de sus poderes ejecutivos, legislativos y judiciales—, apoyados por la vigilancia permanente de la sociedad civil, de la iniciativa privada y de la comunidad internacional, podrá erradicarse el hambre y la desnutrición en el mundo.
Esa voluntad política, si bien es condición necesaria, resulta insuficiente. Sin embargo, es un enorme avance que el tema del hambre destaque en las agendas políticas de aquellos países con mayores tasas de desnutrición. Ello implica un reconocimiento del problema y una apertura para la discusión de sus causas, y facilita la puesta en marcha de acciones para su erradicación.
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SALVADOR VEGA Y LEÓN es profesor, investigador y rector de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.