Cuántas dimensiones tuvo Carlos Fuentes es todavía un asunto a dilucidar. No es insólito que la ausencia de un autor trascendente replanteé su obra y, a veces, hasta su biografía. Menudas horas de trabajo aguardan a historiadores, críticos y estudiosos. Todavía hay pasajes y parajes por explorar.
Hay un hecho, sin embargo, fuera de duda: la creación literaria y no sólo literaria, el análisis de coyuntura nacional e internacional, la diplomacia con y sin levita, así como el refinado activismo político de Carlos Fuentes tocaron por igual, aunque de un modo distinto, a los diversos círculos donde incidía, hasta convertirlo en un referente de aquí y de allá, en un hombre de letras e ideas que transitó del cosmopolitismo a la universalidad. A ese espacio sus pasos lo llevaron.
Un escritor y un pensador que vivió, conoció, estudió y abordó diversas realidades hasta crear o generar otras. Un inmortal, vaya paradoja, cuya partida deja un mensaje: la extinción de un modelo de intelectual, aquel cuya visión cosmogónica daba luz donde las sombras parecían fincar su imperio. Vendrán otros intelectuales, pero de talla aún desconocida.
No faltarán desde luego quienes insistan en secar la tinta de su pluma o restarle peso a su influjo, y en la mezquindad de esa aventura afilen el bisturí del anatomista despiadado para demostrar que su grandeza no era tal porque adolecía de tal defecto, padecía tal vicio o bien revestía talento pero no dotes de genialidad. La envidia siempre encuentra pretextos o pie para encaramarse, así sea de canto, en el pedestal ajeno.
El adiós de Carlos Fuentes despide una era. Se va no uno más, sino uno distinto. Probablemente único.
Sin participar de la obsesión del sastre intelectual que se pierde en el corte de las piezas, hay un capítulo en la obra de Carlos Fuentes a recuperar y releer para tener una idea cabal de su dimensión. El capítulo del periodismo.
Ese ejercicio practicado durante años por el escritor arrojó tantas o más cuartillas que su creación literaria o su reflexión ensayística y, quizá, por el carácter efímero del periodismo, donde la gloria tiene por vida la duración de la edición del día, no ha sido objeto del estudio riguroso que coloque en el lugar debido esa vertiente de su múltiple expresión. Es, sin duda, una de sus dimensiones más lúcidas y agradecibles porque enmarcaba el hoy, sin ignorar el ayer ni olvidarse del mañana. En ese ejercicio, al don de su escritura Fuentes sumaba el uso pleno de esa enorme y vasta caja de herramientas que integró para abordar con minuciosidad la realidad y, en su análisis y síntesis, explicarla hasta hacerla comprensible y proyectar sus posibles consecuencias.
En ese campo, el analista impartió cátedra en el arte de combinar y conjugar el conocimiento amplio con la experiencia o la observación directa, el manejo de la noticia fresca con la información relevante y, en más de un caso, la historia con el presente y el probable futuro. Dicho de otro modo, en ese oficio, Fuentes conjuntó tres cualidades que no siempre congrega el periodista por grande que este sea: profundidad, oportunidad y velocidad, sin descuidar la disciplina que cualquier ejercicio intelectual supone pero que el periodismo exige, junto con el reclamo de la mayor brevedad y contundencia posibles.
No es casualidad que así como su red de amistades en la literatura, la política, la cultura y la diplomacia integraba un elenco de titanes, en el periodismo esa red formara una constelación.
Profundidad, oportunidad y velocidad fue el trípode donde Carlos Fuentes fincó la certeza, la fuerza y el vigor de su análisis político y sus artículos de opinión.
Pueden parecer inherentes a Fuentes esas tres cualidades en su expresión periodística, pero el dominio de ellas no es algo sencillo. No se trata desde luego de valores encontrados o reñidos, pero no siempre se consigue su armonía en un texto presionado por la urgencia de echar andar los tambores de una rotativa. Menos aún cuando su autor expone en cada artículo y desnuda en cada línea el arte de la escritura y la inteligencia del análisis. Implica un riesgo, a veces con señales de peligro.
A la profundidad la amenaza la oportunidad. A la oportunidad, la falta de profundidad. A ambas, la velocidad para ponerlo en letra de molde. Sin perder de vista al lector específico o diverso que se quiere tentar con esas letras en vilo, arte, conocimiento y oficio entran en juego en un espacio reducido, a la orilla del abismo de un cierre editorial tardío.
El dominio de esa triada fue soberbio en Carlos Fuentes, quien algo tenía de corresponsal itinerante con raíces firmes.
Al escritor, al pensador, al diplomático, al activista refinado que fue Carlos Fuentes, es menester reconocerle el título de periodista.
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RENE DELGADO es periodista.
Gracias!!……por la claridad, la voluntad y amor a su hogar.
Saludos
pd.-excelente artículo, enseñanza apreciable.